EL OFICIO DE ESCRIBIR VIVENCIAS DE UN PATÓLOGO
Charla dictada a los patólogos del Estado Carabobo
- Capítulo de Carabobo de la Sociedad Venezolana de Anatomía Patológica, en
Valencia, el 28 de junio de 1997
En esta charla pretendo discutir el tema de la
escritura como “oficio”. No voy a referirme a la escritura de trabajos de
investigación, o la descripción de casos anatomopatológicos, ni tampoco la
redacción de ensayos filosóficos o de artículos periodísticos; deseo conversar
con ustedes sobre el oficio de escribir, novelas, sobre algo que pudiéramos
denominar, el oficio de escribir, literatura. El tema no es común y les
confieso que, es esta la primera vez que intento abordarlo en público.
Debo decirles, que yo no he venido a hablar sobre
literatura, ni sobre la narrativa latinoamericana, esa no es mi intención;
tampoco conversaré sobre la novelística venezolana. De ninguna manera. Menos
aún voy a disertar sobre literatura o sobre áreas como la retórica, la poesía o
el teatro, cuyos géneros darían para horas de disquisiciones sobre preceptiva
literaria. Esta charla no aspira, no pretende, tener una finalidad didáctica,
lo que si espero es ser original y por ello, confío en poder captar la atención
de ustedes. Quisiera, relatarles algunas vivencias personales con el fin de
explicarles el cómo y el porqué, un médico-anatomopatólogo pudo llegar a
involucrarse con la literatura, hasta un punto tal, que paralelamente a su
ejercicio como patólogo e investigador, se haya transformado en “escribidor” de novelas. Es algo serio,
quiero decir, este fenómeno no ha sido algo así, como quien no quiere la cosa,
como si eso de la literatura y de la escritura fuese algo banal, o simplemente
un divertimento. No. Este asunto se ha tornado para mí en un compromiso
personal con las letras y me ha llevado durante el curso de varios años, ¡unos
cuantos!, a intentar trajinar la escritura literaria como si fuese un verdadero
oficio. Acepto que esto es algo que a cualquiera puede parecerle disparatado.
¿Qué hace un médico-patólogo escribiendo novelas? ¡Por Dios! Por eso mismo,
quiero en esta oportunidad, tratar de compartir con mis colegas, este hecho,
tal vez singular, pero para mí, muy gratificante. Me agradaría que percibiesen
cuanto he disfrutado este proceso y confío en que pueda ser estimulante para
algunos de ustedes.
De todos es bien sabido que entre los
médicos-anatomopatólogos, los intereses sobre cosas que rebasan las
obligaciones y las destrezas de nuestra especialidad, siempre han sido
múltiples y de lo más variadas; para muestra he aquí esta reunión con el
programa que estamos viviendo. Siempre he creído que las habilidades no
exploradas por los patólogos son infinitas. Lo he dicho antes. Estoy convencido
de nuestra capacidad, para dar muchísimo y con criterios de excelencia, en las
más variadas ramas del quehacer humano. Me he atrevido a compartir con ustedes
estas vivencias a riesgo de parecer pedante o fastidioso, porque francamente,
he creído que les puede interesar escuchar
el porqué, para qué y cómo, he venido durante casi catorce años ininterrumpidos
escribiendo novelas; como me las he planteado, como las he ensamblado y las he
borroneado, hasta considerarlas listas luego de escribir y corregir hasta el
cansancio, como un oficio, enfrentarse a la página en blanco y escribir,
diariamente, durante años. El escribir literatura, para mí no ha significado abandonar
el trabajo que representa la redacción, corrección y publicación de manuscritos
de carácter científico, de trabajos de investigación. Indudablemente que pueden
establecerse paralelismos y puntos de contacto entre el oficio de escribir
ciencia y literatura, pero hoy quiero crear un hiato, una división formal entre
estas dos maneras de escribir. Lo hago exprofeso. Pienso que escribir
literatura es otra cosa, es algo totalmente diferente a esa pasión por la
verdad que implica el ejercicio de nuestra mi especialidad. Don Pío Baroja,
quien también era médico señaló una vez: “Soy
un aficionado a la Biología;
naturalmente sin un rigor completo, porque en literatura, el rigor científico
no puede existir” 2.
Escribir novelas es un reto a la imaginación, es un
querer ser invencionero y escribidor de todas las cosas que asedian los muros
de nuestra conciencia. Finalmente creo que este proceso de escribir novelas, en
mi propia aunque modesta experiencia, debe tener un significado importante en
mi vida y pienso que el tratar de explicárselo a ustedes, tal vez me ayude a
comprenderlo mejor Creo que esto de
escribir novelas en mi propia y modesta
experiencia, debe tener un significado importante y al hablar sobre estas
cosas, sobre el proceso de creación en la narrativa, ayudará sin duda a
comprender mejor las razones de cada cual tenga para escribir. . .
Las novelas, como los cuentos, son ejemplos de
narrativa en prosa. Debo decirles que, escribir cuentos, bien logrados, para
mí, es algo muy difícil. El cuento, real o imaginario tiene un comienzo, un
meollo y un final y como todos saben es mucho más breve que la novela. Escribir
un cuento brillantemente, siento que es una verdadera proeza. La novela es
diferente. Sin duda alguna, es uno de los géneros más sensibles y más complejos
de la literatura. “Multiforme y proteica”
decía Don Pio Baroja, “la novela lo
abarca todo”3. Podría definirse la novela como la vida
reinventada.
Escribir una novela puede parecerse a componer
música. La novela debe poseer un tono y un ritmo y el instrumento de cada obra,
no es otro que el lenguaje. Pero no quisiera teorizar más, pues les dije, les
prometí, que iba a hablarles de mis vivencias y eso es lo que trataré de hacer.
Comencé a escribir relatos inventados cuando era
niño. En aquel entonces, es bueno decirlo, leía bastante. Entre los 10 y los 16
años escribí muchas cosas y si no fuese porque aún guardo algunas poesías,
cuentos y esbozos de novelas de esa época, les juro que ahora creería que todo
fue un invento o que me traiciona mi imaginación. Puedo verme, en mi casa, en
Maracaibo, sentado, muy joven, leyendo a “Valle
Verde” y “Alegre” de Hugo Wast,
a “Miguel Strogoff” de Verne y “El último de los Mohicanos” de Fenimore
Cooper, o ”Los verdes años” y “La
ciudadela” de AJ Cronin, releyendo a “David
Coperfield” y “Oliver Twist” de
Dickens, y puedo asegurarles que en esos años, me ilusionaba pensando en que
cuando fuese grande, sería escritor. Después se me pasó todo aquello. La Medicina, la Patología y la
investigación sobre la ultraestructura y los virus, absorbieron mi espíritu
durante muchos años, creo que hasta el fanatismo. Quisiera ser breve para poder
contarles cómo, en 1983, a
los cuarenta y tres años, me supe hipertenso y calculé como el espesor de mi
ventrículo izquierdo sería inversamente proporcional a la vida que me restaba
y, en ese momento, sentí que una de las cosas más lamentables para mí, sería el
que nadie se enterara de tantísimas vivencias sobre una ardua lucha, que había
librado durante siete años en mi propia tierra, tratando de hacer
investigación; en esa época, estuve al frente de un microscopio electrónico sin
lograr convencer a los patólogos de mi terruño, de que valía la pena dedicarse
a esos menesteres. Durante una semana de darle vueltas a la idea en mi cabeza,
decidí que la mejor manera de relatar estos hechos, sería “echando un cuento”,
tal vez crear una novela, al fin y al cabo, todo iba a parecer producto de una
calenturienta imaginación ya que todo cuanto había acontecido en aquellos años,
entre los sesenta y los setenta, era, ¡increíblemente surrealista! Así comencé
a escribir y a escribir y así nació “La
Entropía Tropical”. Cuando decidí escribir mi primera novela, no sabía que
cosa estaba escribiendo, no sabía si era un relato autobiográfico, o una
jerigonza apocalíptica (así la denominaba) mientras intentaba relatar cosas que
me ocurrieron durante 8 años en mi tierra al regresar de 4 años de
especialización en unas tierras heladas y de cómo estuve luchando por tratar de
hacer investigación científica… Así se fue fraguando “La Entropía Tropical”, un monstruo de casi 400 páginas llenas de
personajes, con nombres diferentes a los reales, intertextualizado, lúdico,
fragmentario, con una historia mesopotámica intercalada, de la cual no era muy
difícil deducir que yo parangonaba a mi tierra natal con Babilonia. Cuando creí
terminarlo, acudí a gente tan seria como el doctor Ildemaro Torres, qien era el
director de Cultura de la UCV, o la Licenciada Mariela
Sánchez Urdaneta y unos años más tarde, le di a leer “La Entropía...” al
escritor Eduardo Liendo; ellos me hicieron creer que aquello que había escrito,
era, una novela. Así que después de eso, me dediqué a escribir y a escribir y luego
a releer cuartillas para corregirlas y desde entonces he tratado de concienciar
algo que dijera no sé quién, “el
compromiso primordial del escritor es, escribir”.
En 1986 y ya dándole los últimos toques a “La
Entropía Tropical”, me metí de lleno en un proyecto
acariciado desde hacía varios años. Quería escribir una novela sobre Rafael
Rangel, y deseaba usar al presidente Cipriano Castro como contrafigura. Habría
de ser una novela que transcurriría durante los tres últimos años de la
dictadura castrista, la cual culminaría con la peste bubónica en La Guaira, el suicidio de
Rangel y el exilio para siempre de Cipriano Castro. Esos tres años de sucesos a
comienzos de este siglo debían ir corriendo paralelos a varias historias
vivenciadas en los treinta años de nuestro sistema democrático. Después de
cuatro años de escribir y corregir “La Peste Loca”
se me había transformado en un hipertrófico manuscrito de más de 700 páginas.
Acepté entonces los sabios consejos de quienes me explicaron la imposibilidad
para un autor desconocido, de publicar algo tan voluminoso, así que decidí
separar la historia del pasado con Rangel y Castro, de la del presente en el
marco del período democrático, y nacieron entre 1989 y en 1990 “La peste loca” y “Bajo la sombra de los
uveros”, que después titularía como “El
movedizo encaje de los uveros”. Ambas novelas, con la “La Entropía
Tropical”, permanecen inéditas. La Secretaría de Cultura de la Gobernación del Estado
Zulia ha aceptado para publicación a “La Peste loca”, y actualmente está en la
imprenta. Creí que nadie se atrevería a publicarla... Les aseguro que levantará
un polvero. Esperaremos, tal vez antes de noviembre de este año 1997...
En realidad, más que contarles sobre el contenido
de mis novelas, yo quería hablarles sobre el oficio de escribir y contarles cómo
fue que caí en la trampa de las letras. En una de mis novelas más recientes “Escribir en La Habana”, uno de los
personajes, interesado en la literatura dice: “En eso de escribir, lo más importante es querer hacerlo. Sentarse a
escribir. Claro está que no es ir escribiendo allí lo que a cada cual se le
ocurra. Sartre decía que en la literatura, el asunto no es decir las cosas,
sino decirlas de cierta manera. Pienso que en el lenguaje que usa el escritor
reside el éxito de su obra. No es solo el fondo del cuento, el secreto está en
el tratamiento de excelencia que se le de a las letras, porque el tema, bueno
ya probablemente todo está dicho. Hay una cita, creo que de Goethe sobre eso de
que no hay nada que no se haya escrito, lo difícil es decir las cosas por
segunda vez”4..
Uno de los aspectos singulares de la escritura
literaria como oficio, es que es una especie de tarea que implica leer y releer
lo escrito hasta lograr el tono y el ritmo adecuados a la acción. No creo que
la creación literaria pueda ser vista como un proceso sencillo. Un artículo
para un periódico, podría tal vez escribirse naturalmente, con un espontaneo
desenfado, pero el fenómeno de la literatura, les aseguro que exige mucho
más. En 1853, Gustave Flaubert se
refirió en varias cartas al oficio de escribir. Él hablaba sobre la creación de
su gran novela “Madame Bovary”. En
ella, según cuenta Flaubert, el escribir tan solo treinta páginas de un
episodio, le llevó más de tres meses para lograr, según sus propias palabras “tratar de trasladar los valores de una
sinfonía a la literatura” 5. Julio Cortázar dijo sobre su breve
relato “Continuidad de los parques”...”Ese lo he escrito quince veces y
todavía no estoy satisfecho. Creo que le faltan aún elementos de ritmo y de
tensión para que pueda llegar a ser diminutamente perfecto” 6 .
Luego de pasar varios años asistiendo a Talleres de
Narrativa del CONAC dirigidos por Eduardo Liendo, aprendí muchas cosas sobre
los escritores y su trabajo como oficio; muchas de las cosas que estoy
comentándoles son fruto de esos talleres.
Sin lugar a dudas, si algo es crucial en el oficio de escribir, es hacerlo
desde el fondo de cada quien; lograrlo desnudando el alma, sin afanes de
pedagogía, sin ideales políticos, sin proclamas reformistas, sin ser rebasado
por lo sociológico o por sus propios conflictos y esto es difícil, es muy
complejo, porque además de las vivencias de cada quien, existe lo que cada
escritor haya ido incorporando a su intelecto como lector de muchos autores. El
escritor puede ser un testigo de su tiempo, o puede bucear investigando en
otras épocas, pero es factible que él mismo se transforme en un espejo de todo
lo aprendido y como dice Liendo citando a Federico Amiel, resulta que todos no somos más que “copia de copias reflejo de reflejos”7
. Por ello, debe el escritor evitar transformarse en exégeta de admirados
literatos. En realidad un autor puede ser muchos autores a la vez y cada cual
debe buscar su estilo, el cual vendrá dado por el tono y el ritmo de las
palabras. El uso polifónico del lenguaje como instrumento, es desde los tiempos
de don Alonso Quijano creado por Miguel de Cervantes, un hermoso proceso que se
produce en la mente del escritor y que se plasma en palabras, mientras él trata
de reinventar realidades sobre la vida misma. Bien lo dijo Kundera al afirmar “el novelista solo tiene que rendir cuentas a
Cervantes” 8. Por otra parte, parafraseando a Oswaldo Trejo, es
importante señalar que ”lo menos que se
le puede pedir a un escritor es que escriba bien” 9 .
Evidentemente hay que cuidar la ortografía, la
sintaxis y la prosodia. El estilo puede ser hiperbólico como el barroco, puede
ser desmesurado como los textos de Lezama Lima o de Sarduy, puede ser de una erudición apabullante cual “Palinuro” de Fernando del Paso, o como
a veces pareciera querer impresionarnos nuestro Denzil Romero, pero en
ocasiones, más importante que una copiosa erudición, densa como la de “Terra Nostra” de Fuentes, puede
resultar la economía de los medios de expresión, en ella puede residir el
secreto de la difícil sencillez que nos legara Tolstoi, o la diáfana claridad
de Borges quien sin circunloquios verbales siempre nos demostró que no es lo
mismo ser simple que sencillo. Un lenguaje críptico, con frecuencia entorpece
la lectura, el lenguaje debe ser claro y preciso. Al escribir, ¡cuan
problemático puede en ocasiones ser lo obvio! Es impresionante como los lugares
comunes pueden degradar considerablemente un texto literario, no obstante,
pueden ser usados como muletillas por el autor o buscando exagerar situaciones.
Los riesgos que se corren al escribir, son numerosos y como le escuchara
comentar a Eduardo Liendo, puede citarse a Santa Teresa como ejemplo, por aquello
que, “de buenas intenciones está
empedrado el camino del infierno” 9. De nuevo citaré unas frases
sobre el oficio de escribir, puestas en boca de una joven, personaje de mi
novela “Escribir en La Habana”. “Para escribir yo no quisiera plagiar la
realidad, esa está en la prensa... Yo no escribiré para relatar mis vivencias,
una debe escribir para inventar la vida”4. Ednodio Quintero, ha descrito al novelista
como un investigador que se asoma a los pasadizos del túnel de la novela,
armado con la linterna del lenguaje 10. José Napoleón Oropeza también ha señalado que:
“La grandeza de un creador está en su
poder de sugerencia, en su inventiva y en ese don de convencer al lector de que
aquello que está presenciando es pavorosamente real” 11. Por todas estas cosas, es la novela un
género híbrido que permite, el mayor grado de aproximaciones; es un arte de
imprecisas fronteras, el cual curiosamente al poseer esa capacidad
inquisitorial, y dada su sorprendente plasticidad, resulta ser muy vulnerable y
está expuesto a los ataques de muchos aspirantes imbuidos de fanatismo
religioso, de absolutismo político, y de positivismo científico. Para Ednodio Quintero “La novela no es el lugar apropiado para la prédica, ni púlpito, ni
Cátedra, ni tarima, es un espacio abierto, desolado tal vez, abismo a la
intemperie, donde el escritor acompañado de su cómplice, puede desplazar los
múltiples registros de su voz, donde le es permitido expresar su ansia por
reconocer lo que aún le resta de humano, donde acepta, al fin, su parentesco
con los dioses mortales, con el agua que corre y con el polvo estelar” 10 .
Si vuelvo a mis vivencias, les diré, a quienes,
hayan o no leído la novela “Escribir en
La Habana”, que pasé un par de años trabajando en ella. Era la época cuando
asistía a los Talleres de Narrativa y estos me estimularon a escribir. Noté que
era escasa la literatura sobre la
Cuba revolucionaria, literatura no panfletaria, ni mayamera,
digo, literatura, e imaginé que la razón debía estar en eso de eludir el compromiso,
a favor o en contra. ¿Cómo escribir sobre la Cuba de los últimos 40 años despojándose de la
pasión política? Por otra parte el
argumento me obligaba a escribir desde dentro del alma femenina y no de una, sino
de dos, mujeres, de edades diferentes. ¡Era un reto! En el fondo, la novela es una
sencilla historia de amor vivida en un entorno de espías y de narcotráfico.
¿Novela polifónica?, ¿lúdica?, ¡no tanto! ¿Realidades factibles? Para muchos
lectores es una novela anecdótica. Para mí, es sencillamente una creación
literaria de estructura lineal con un narrador -escribidor- y un yo narrativo
que se reparte sin rigidez alguna, el cual en momentos puede ser onírico y que
va variando los tiempos, presente, pasado y futuro imperfecto, fluyendo con la
acción entre los diversos personajes, sean hombres o mujeres. Al finiquitarla,
la envié a la Bienal
de Literatura “José Rafael Pocaterra”, aquí en Valencia y ganó el premio de
Narrativa-Novela, el año 1994. Un amigo vasco y donostierra, Eduardo Blasco
Olaetxea la leyó y de inmediato la hizo publicar a través de la Fundación Gipuzkoa
de San Sebastián en el País Vasco. Me traje unos doscientos ejemplares a
Venezuela, fueron distribuidos por las librerías KuaiMare y se agotaron; ya la
primera edición se acabó. Con ciertas dificultades, estoy gestionando una
segunda edición en nuestro país...
Déjenme contarles que recientemente, he concluido
otra novela... Se titula, “Para subir al
cielo...” En ella incursiono en temas pocas veces abordados por nuestros
escritores: el envejecimiento, la muerte, la religión, y la violencia de una
ciudad como Caracas. Todo conforma el marco perfecto para una novela policiaca,
además plena de salsa, y en ella recreo paralelamente, la vida del pintor
neerlandés Hyeronimus Bosch, el Bosco, durante un domingo caraqueño del año
1995. Es una especie de locura, ¿verdad? Les confieso que me divertí mucho
escribiéndola. Aprender cómo mover las palabras, hasta hacerlas fluir como ríos
internos, se logra con la práctica, puedo garantizarlo. ¡Anímense! Ese poder
mezclar en las letras los sueños con lo vivido, se disfruta ensayándolo y
corrigiéndolo, hasta transformarse en una pasión, en una obsesión por el oficio
de saberse capaz de jugar con lo imaginario y mezclarlo con lo real y mantener
las ilusiones siempre disfrazadas por una cierta delicada ambigüedad. Todo eso
es crear una novela. Claro está que se tienen que producir vasos comunicantes
entre el escritor y el lector, y lograr esa retroalimentación, debe ser, tiene
que ser, la parte vital y más compleja del oficio de escribir.
Una cosa es muy cierta. Para poder escribir bien
hay que leer bien. Cito de nuevo una párrafo de “Escribir en La Habana” “Leer
siempre es difícil, es complejo, leer un libro es más complicado que leer un
periódico... Un libro puede leerse dos o más veces, la literatura es para
releerla... Lo que cada quien encuentre en los libros, depende más del lector
que del autor, sobretodo del lector que sea capaz de releer” 4.
Una pregunta que la gente a menudo se hace, es:
¿Para quién se escribe? ¿A quién va dirigida la obra escrita? ¿Una novela se
escribe pensando en los que la van a leer? Muchos escritores dicen escribir
para ellos mismos y eso en países como el nuestro debería ser la regla, puesto
que los sistemas de divulgación o de comercialización de la literatura son un
desastre. Publicar una obra literaria en Venezuela es toda una proeza donde hay
que luchar contra roscas, compadrazgos y tercos editores, y debe uno transarse
con libreros-usureros, donde si no se gana uno un premio de literatura bien
famoso, el escritor sin palancas no tiene muchas oportunidades de publicar; el
nuestro, sigue siendo el propio “país de las reputaciones consagradas”. Esto es
tan cierto que llegamos hasta el punto de que todos los escritores venezolanos
tienen que ejercer otro oficio para poder sobrevivir. Este hecho, en la tierra
de Bello y de Baralt produce una gran tristeza, pero es la verdad, la cual dicho
sea de paso, no debe ofender a nadie, es un hecho consumado. El escribir para
uno mismo frecuentemente es producto obligado de las circunstancias. No
publicar, no tiene que ser siempre por el deseo intrínseco del escritor. Ya lo
decía el propio Guillermo Meneses en uno de sus ensayos sobre “El hecho de ser escritor”. Cito: “...No significa que el escritor tenga
que ser necesariamente un explicador, ni
un maestro, como tampoco lo contrario, un hermético fabricante de fórmulas
ininteligibles; cuando alguien escribe, necesariamente desea comunicar su
experiencia, su razonar, su comprender” 12 . Debo decir también que Meneses opinaba que en ese intento de
ofrecernos su experiencia, el escritor siempre se compromete. En nuestra
historia existen una serie de personajes que se han destacado por lo
inquisitivo de su pluma, o luchadores contra las dictaduras quienes plasmaron
en libros sus guerras, no obstante, da la impresión de que el compromiso de
nuestros escritores con sus ideales no ha sido excepcional; en realidad,
durante este siglo nuestra literatura ha sido bastante pacata y la referencia
obligada no va más allá del escándalo del “Inquieto Anacobero” de Salvador
Garmendia, y de las noveletas algo rupestres de Argenis Rodríguez, sin comentar
una onda de narrativa erótica, en la cual destaca Rubén Monasterios, aunque
lamentablemente la mayor parte de ella sea de cuestionable valor literario.
Tal vez una de las preguntas claves viene a ser: ¿Por
qué se escribe?, o ¿Para qué? Si además es cierto que para algunos escritores,
quienes se toman el asunto en serio, como un verdadero oficio, y buscan el
perfeccionamiento de sus textos, escribir es un trabajo arduo, pésimamente
remunerado, y difícil de dar a conocer en sus resultados... ¿Cuál es la idea
que se persigue con escribir literatura como un oficio? ¿Existe acaso una sola
respuesta a la interrogante de, por qué se escribe? Carlos Noguera ha dicho que “Se escribe porque no se puede no escribir.
Se escribe para sustituir al mundo que nos ha tocado en suerte, y se escribe
por juego y por goce. Y se escribe a la par por una inmersión inevitable en la
muerte y por un insaciado anhelo de totalidad” 13. Laura Antillano dijo una vez:“Lo que no entiendo de la vida, paso a
entenderlo cuando lo escribo”14. Hay quien ha propuesto que una
de las razones de la creación literaria es el deseo de trascender y yo creo que
esta aseveración tiene visos de verdad. Ya les contaba al comienzo de esta
charla como fue el temor a una enfermedad que me acercaría la hora de la muerte
lo que me provocó el sentimiento de temer que mis vivencias personales de una
época, terminasen en el olvido, y como fueron esas las razones que me llevaron
a dedicarme a escribir como un oficio. Julio Cortázar en 1947 señalaba la
diferencia entre “el hombre que existe
para escribir y el hombre que escribe para existir” 15. Quisiera concluir esta charla con unas
palabras de mi amigo, el escritor Eduardo Liendo, a quien debo el saber una
buena parte de lo que les he comentado hoy : “Lo que más me fascina de la literatura es la posibilidad de ser otro,
de ser yo y múltiple. Ser zorro y pez, nube y cometa, héroe y ratero, espuma y
roca, eco y silencio... El escritor, por muy desamparado que se encuentre, por
suicida que sea, es el amante preferido de la existencia. Por eso quizás su
mayor desafío es vencer a la muerte con el filo de la palabra” 7.
Muchas gracias
Referencias bibliográficas
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J.: Meneses, dos textos. XI, Prólogo de “Espejos y Disfraces”- Guillermo
Meneses. Ed. Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1981.
2- Corrales Egea J.: Baroja y Francia.
442, Ed. Taurus, Madrid, España, 1969.
3- Lasagabster J.M.: La novelística de
Baroja. Introducción de “Paradox Rey”- Pio Baroja. Colección Austral.- Ed.
Espasa-Calpe, Madrid, España, 1991.
4- García
Tamayo J.: Escribir en la
Habana. Ed. Fundación Gipuzkoa, San Sebastián, País
Vasco,1994.
5- Nabokov V.: Curso de Literatura
Europea. Edicciones B.,S.A. España, 1987.
6- Gonzalez
Bermeo E.: Conversaciones con Cortazar. Barcelona. Ed. Edhasa, España,
1978.
7- Liendo E.: Reflexiones de un Narrador.
Dominios. Rev Univ Nac Exper R.M. Baralt,
9: 135-137, 1994.
8- Quintero E.: Visiones de un Narrador.
Universidad del Zulia. Ed. Rectorado, 1997.
9- Liendo
E.: Comunicación personal; en Talleres de Narrativa del CONAC, 1992,1993.
10- Quintero
E.: De Narrativa y Narradores. Universidad del Zulia. Ed. Rectorado, 1997.
11- Oropeza
J.N.: Para Fijar un Rostro. Ed. Vadell Hnos. 1984.
12- Meneses
G. : El hecho de ser Escritor. En “Espejos y Disfraces - Guillermo Meneses.
Ed. Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1981.
13- Noguera
C. : La prodigiosa Alquimia. Dominios. Rev. Univ. Nac. Exper. R.M. Baralt
9: 116-118, 1994.
14- Antillano
L. : Doble linea. Dominios. Rev Univ Nac Exper R.M. Baralt 9: 113-115,
1994.
15- Alazraki
J.: Cortazar o la
Literatura como búsqueda humana. Ensayo en “Final de
Juego”-Julio Cortazar. Ed. Anaya & Mario Muchnik, Madrid, 1995.
Para Lapesteloca.blogspot.com, 20 años después...
Maracaibo, 24 de diciembre de 2017
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