Alfonsina y
Quiroga, la selva y el mar.
Alfonsina y el mar es una zamba compuesta por el
pianista argentino Ariel Ramirez
y el escritor Félix Luna, publicada por primera vez en el
disco de Mercedes Sosa Mujeres argentinas, de 1969. Yo la
escuché por primera vez cantada por alguien en un evento de la Sociedad
Venezolana de Anatomía Patológica, en Valera, Estado Trujillo organizado por el
Dr Alberto León, casi con toda seguridad en 1974 y me llamó mucho la atención.
Después seguí escuchándola, la cantaba mi amigo Eduardo-Blasco y sin conocer la
historia de la poeta siempre me pareció su letra y música hermosa. La canción
es un homenaje a la poeta argentina Alfonsina Storni, que se suicidó en 1938 en
Mar del Plata, saltando al agua desde una escollera, aunque, según la canción,
se internó lentamente en el mar. Ariel Ramírez no conoció directamente a la
poetisa, ésta fue alumna de su padre, Zenón Ramírez, quien trasmitió a su hijo
el drama de la poeta Storni. Impresionado por estos recuerdos y por las poesías
de Storni, que le trajo Félix Luna, Ramírez compuso la música y Luna aportó
después la letra. La canción fue publicada en formato de simple de 33 1/3 por Philips
en 1969. Aprovecho para divulgar algunos detalles, e inicialmente,
aquí va la
letra de “Alfonsina y el mar”:
Por la blanda arena que lame el
mar/ su pequeña huella no vuelve más./ Un sendero solo de pena y silencio llegó
hasta el agua profunda./ Un sendero solo de penas mudas llegó hasta la
espuma./// Sabe Dios qué angustia te acompañó/ qué dolores viejos calló tu
voz,/ para recostarte arrullada en el canto de las caracolas marinas./ La
canción que canta en el fondo oscuro del mar, la caracola.// Te vas Alfonsina con tu soledad,/ ¿qué poemas
nuevos fuiste a buscar?/ Una voz antigua de viento y de sal te requiebra el
alma y la está llevando/ y te vas hacia allá como en sueños, dormida,
Alfonsina, vestida de mar./// Cinco sirenitas te llevarán/ por caminos de algas
y de coral/ y fosforescentes caballos marinos harán una ronda a tu lado;/ y los
habitantes del agua van a jugar pronto a tu lado./// Bájame la lámpara un poco
más,/ déjame que duerma, nodriza, en paz/ y si llama él no le digas que estoy,
dile que Alfonsina no vuelve más,/ y si llama él no le digas nunca que estoy, di
que me he ido./// Te vas Alfonsina con
tu soledad,/ ¿qué poemas nuevos fuiste a buscar?/ Una voz antigua de viento y
de sal te requiebra el alma y la está llevando/ y te vas hacia allá como en
sueños, dormida, Alfonsina, vestida de mar.///
Una anécdota dice que un día Alfonsina Storni estaba en la mesa de un bar
con su amigo Santiago Cozzolino y le dijo: “Estoy
enferma de soledad... ¿No cree usted que yo debería haberme casado? Pero nadie
quiere casarse conmigo”. El amigo reaccionó así: ¡Cásese conmigo, Alfonsina!
De una tertulia literaria habida en Santa Fe, Alfonsina obtuvo un romance y de
allí un hijo, Alejandro. El nacimiento se produjo en 1912 y del parto nació
otro verso célebre: Yo soy como la loba, ando sola y me río... El hijo y después yo, y después,...
¡lo que sea! Las relaciones de Alfonsina Storni, madre soltera y
feminista, fueron circunstanciales y desmentidas. El escritor uruguayo Horacio
Quiroga, que había llegado de su refugio en San Ignacio, Misiones, durante el
año 1916, conocería a Alfonsina Stormi en 1922 cuando ella frecuentaba la casa
del pintor Emilio Centurión, de donde surgiría el grupo Anaconda. Horacio Quiroga
era ya el autor de sus libros más importantes, Cuentos de la selva, Anaconda, El
desierto, y vivía modestamente de sus colaboraciones en diarios y revistas
donde desempeñó un papel protagónico en el intento de profesionalizar la
escritura. Alfonsina había publicado sus libros Irremediablemente (1919) y Languidez
(1920).
A Alfonsina le venía gustando “esa
cosa trágica, insolente y animal de Quiroga”. También la fama de lobo
estepario y perseguidor de doncellas. Compartieron conferencias, tertulias,
provocaciones y la pasión por Wagner. Quiroga la nombraría frecuentemente en
sus cartas, sobre todo entre los años 1919 y 1922, y la destaca entre un grupo
donde había otras mujeres escritoras. Sin embargo, cuando Quiroga resuelve irse
a Misiones en 1925, Alfonsina no lo acompañará. En 1927 Quiroga contrajo segundas nupcias con una joven amiga de su hija
Eglé, con quien tuvo una niña. Sintiendo el rechazo de las nuevas generaciones
literarias, Horacio regresó a Misiones para dedicarse a escribir en la selva y
a la floricultura.
El 20 de mayo de 1935 Alfonsina fue operada de un cáncer de mama. Tuvieron
que quitarle el seno derecho y nunca se recuperó del todo de este mal. A partir
de entonces ella vivió en un progresivo enclaustramiento en su propio hogar. Horacio
Quiroga sintetizó las técnicas de su oficio en el Decálogo del perfecto cuentista, estableciendo pautas relativas a
la estructura, la tensión narrativa, la consumación de la historia y el impacto
del final. Incursionó asimismo en el relato fantástico. Algunos estudiosos de
la obra de Quiroga lo relacionan con Edgar Allan Poe y Baudelaire por la
fascinación con la muerte, los accidentes y la enfermedad, quizás debido a la
vida increíblemente trágica que le tocó en suerte. Quiroga, pensó que en medio
de la selva podría vivir tranquilo con su mujer y la hija de su segundo
matrimonio, pero un avatar político provocó un cambio de gobierno, que rechazó los
servicios del escritor y lo expulsó del consulado. Un avanzado estado de su
enfermedad prostática lo hizo padecer de dolores y dificultades para orinar,
hasta que una cirugía exploratoria reveló que sufría de un avanzado cáncer de
próstata, intratable e inoperable. La madrugada del 19 de febrero de 1937
Horacio Quiroga bebió un vaso de cianuro que lo mató pocos minutos entre
espantosos dolores.
Alfonsina le dedicaría un poema de
versos descarnados: “Morir como tú, Horacio, en tus cabales,/ Y así como en tus cuentos, no
está mal;/ un rayo a tiempo y se acabó la feria…/ Allá dirán/ Más pudre el
miedo, Horacio,/ Que la muerte que a las espaldas va./ Bebiste bien, que luego
sonreías…/ Allá dirán”. Dos
años después la salud de Alfonsina empeoraba y ella presentía el final. También
le costaba seguir adelante producto del dolor y de su estado anímico. En esta
etapa sus poesías expresan sentimientos de muerte maximizados por el suicidio
de Horacio. Finalmente, la poeta se suicidó en Mar del Plata en 1938 arrojándose
de la escollera del Club Argentino de Mujeres.
Maracaibo 2 de Julio del año 2017
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