¿ Quo vadis ?
Desperté con mi estruendoso tinitus “on”, y lo primero
que pensé fue en mi habitual incapacidad para retomar el curso del sueño que
había vivido. Recordé entonces algo que llegó a mi mente: la imagen de nuestro
dictador envuelto en una sábana, y así lo vi, lucía como un fardo pero sostenía
una lira en sus regordetas manos, e iba, cantando… ¿Odas?, no me… Lo imaginé y
de inmediato vi a Peter Ustinov con una lira similar entonando… “¡Ohh ardientes llamas!, ¡Ohh flama divina!”
El emperador Nerón. ¿A dónde vamos?, sí… ¡Quo vadis! La película del año 1951, basada
en la famosa novela de Henryk Sienkiewicz que me tocó ver, varias veces cuando
era adolescente, llegaba desde el baúl de mis recuerdos con el emperador
cantando ante Roma en llamas y pensé en Petronio (Leo Geen) y en Ustinov-Nerón
diciéndole, “una lágrima por Petronio y
otra por mí”… Ante la grotesca analogía con el susto de tener aún al tipo
envuelto en una sábana y dispuesto a cantarle a su país inflamado, quiero a
atreverme a contarles cual fue el curso automático de mis pensamientos.
Escatológicos, sí. Lo siento. Pensé… “en vez de pulsar la lira debía pulsar un
mojón” y después intenté recordar los versos precedentes pero no lo
logré.
Aunque este comentario suene “googlioso” o “wikipédico”, lo haré, para recordar que según la mencionada novela, cuando el apóstol San Pedro escapaba
por la Vía Apia ante la persecución dictada por el emperador Nerón a los
cristianos de Roma, se encontró con Cristo y le preguntó. ¿Adónde vas, Señor? (Quo Vadis Domine), y Jesús le contestó: “A Roma, la ciudad que tú abandonas, para
hacerme crucificar de nuevo”. Ya despierto y discurriendo sobre nuestro
éxodo, o la llamada diáspora, provocada por el socialismo del siglo XXI, al día
siguiente, recordé en detalle las escenas de la película, y sus personajes
(Marco Vinicio-Robert Taylor y Deborah Kerr- Ligia, la esclava cristiana) y
con la crueldad de emperador Ustinov, candidateado al Oscar que no ganaría,
regresaron a mi mente las estrofas precedentes del poema que decidí modificar
así: “Este poeta ramplón que con la muerte se inspira”, ya
conocen lo que debería hacer al soltar la lira…
En fin, (César Miguel dixit), como en “El resplandor”(The Shining de Stanley
Kubrick) mi objetivo debería ser hallar paz y sosiego para escribir aquí, pero
como si yo fuese un Jack Torrance (Jack Nicholson) cualquiera, me encuentro con
una sensación inquietante y lo que puedo hacer de momento es rememorar a otros “Nerones”,
que podrían llegar desde los libros, los esperpentos recién revisados por
Sergio Ramírez (bit.ly/2u5XWeG),
y desde otros libros… El autor de “Yo el Supremo” a través de su “Madama Sui”
me ha llevado en estos días a revisar la vida de un par de dictadores
paraguayos… Lamentable, porque además del indiecito guaraní y el naranjero
pájaro Chogüí que cantaba Néstor Zavarce (bit.ly/2p2W7yW),
o del lago azul de Ipacaraí que cantaba el Indio Araucano, admiro la
historia de las Misiones de los jesuitas en Paraguay, que me llevan siempre a
pensar en la película de 1986 interpretada por Robert De Niro y Jeremy Irons
(La Misión) reviviendo la lejana epopeya del año 1750 de los jesuitas frente a
los gobiernos de España y Portugal.
Mejor regreso al tema dictatorial: cuando
en septiembre de 1840 murió Gaspar
Rodríguez de Francia conocido como “El doctor Francia”, dictador del
Paraguay durante veintiséis años (1814-1840), “el Supremo” devenido en difunto
no había dejado sucesor alguno. En marzo de 1841 un congreso escogió a Carlos Antonio López y en 1844 otro
congreso lo nombró presidente de la República. Así hasta su muerte en 1862,
Paraguay tendría su segundo dictador. Luego, su hijo Francisco Solano López sería el último dictador-gobernante de la
dinastía López. Viajó a Europa en 1853 para comprar armas y estando en París se
enamoró de una irlandesa con quien se casó. Elisa Alicia Lynch fue una mujer inteligente
que le dio a Solano López cinco hijos y tuvo una enorme influencia en Paraguay.
Se transformó en la hacendada más importante del país. En
abril de 1863, el general uruguayo Venancio Flores, jefe del Partido Colorado
de su país, inició una revolución en Uruguay, y su presidente Berro le pidió al
Paraguay que lo ayudara en la defensa de su gobierno. Solano López ayudaría al
gobierno blanco del Uruguay, confiando en darle al Paraguay el mismo estatus que
poseían la Argentina y el Brasil. Montevideo significaba, además, el acceso
paraguayo al mar y la liberación de la dependencia comercial con Buenos Aires.
Una coalición formada por Uruguay, Argentina y el Imperio del Brasil se unieron
militarmente contra el Paraguay en una contienda entre 1864 y 1870. Tras sesenta
años de tiranía, Solano López perdió “La
Guerra de la Triple Alianza” que fue un desastre para el Paraguay. El país
perdió buena parte de su territorio, fue obligado a pagar una indemnización.
Bastaron cuatro años de guerra donde ancianos, niños y mujeres al mando de
Eliza Lynch, a la que el Mariscal presidente le había otorgado el grado de
Mariscala, terminaría con un país donde más del 90 % de su población masculina quedaba
diezmada. Al final de la historia de la pareja López-Lynch, Francisco
enloquecido, había torturado a su madre y sus hermanas y asesinado a sus
hermanos, porque sospechaba o los supo, traidores. Pero el pueblo, los
paraguayos que aún podían hacerlo, lo siguieron a través de la selva cual caravana
de esqueletos arrastrándose hacia el Chaco, comiendo polvo de huesos con jugo
de naranjas amargas. Los brasileños alcanzaron a los fugitivos en un lugar
desolado llamado Cerro Corá. Francisco y el hijo mayor, Panchito, caerán
muertos y Eliza con un arrugado vestido de baile y arañando la tierra tuvo que enterrarlos
con sus propias manos.
Los años de gobierno de Francia y
de los López, serían exaltados por un nuevo dictador Stroessner y por los colorados del siglo XX a pesar de que sus
resultados habían sido catastróficos para el Paraguay. Hijo de un emigrante
alemán, y de una campesina paraguaya, Alfredo
Stroessner había nacido en 1912 y en 1954 con 41 años, llegó al poder. Acabó
con la oposición que podía amenazar su liderazgo desde el Partido Colorado, segó
la rebeldía de los paraguayos e inculcó
al pueblo un temor ancestral, misterioso y reverencial. Durante su
régimen, su familia, los allegados, los jefes militares, los políticos, y una
serie de aventureros acoplados al régimen amasaron grandes fortunas. El
secuestro y la violación de niñas de entre 10 y 15 años durante la dictadura,
fueron crímenes cometidos por el propio dictador Stroessner; niñas traídas
especialmente del interior del país, eran preparadas para ser luego ofrecidas
al presidente y su corte. Al cabo de 30 años de Gobierno, en febrero de 1989, Stroessner
abandonó un país que había sido suyo por 35 años y bajo el manto protector de
Brasil, viviría 17 largos años de exilio en Brasilia. Ayudado por su secretario
Epafrodito,
el emperador Nerón, terminaría suicidándose
y sus últimas palabras serían “Qué artista pierde el mundo”, esto según
relatan Suetonio y Dion Casio,
quienes informarían igualmente como el pueblo de Roma complacido, celebraría su
muerte.
Maracaibo,
26 de julio de 2017
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