Humanos: el poeta del modernismo y el panfletario
iconoclasta
En su autobiografía, la "Historia de Rubén Darío
escrita por él mismo", el poeta nicaragüense “príncipe de las letras castellanas” recuerda con candor el París de
los cuentos de hadas pecaminosas, como los vivió en su primer viaje a la ciudad
luz. El ajenjo (Artemisa absinthium)
era la bebida emblemática entre los poetas malditos cuando Rubén Darío llegó
por primera vez a París el año 1893. Conocida como la Fée verte (el hada verde) o también el demonio verde, se tornaba en
de color blanco lechoso al añadirle agua y azúcar, como generalmente se bebía,
y era vendido comercialmente por la marca Pernod. Paul Verlaine era uno de los
poetas admirados por Rubén, y era consumidor impenitente de ajenjo con Rimbaud
y con Baudelaire quien inventaría denominar “paraísos artificiales” a esos
estados a los que llegaban por las bebidas embriagantes y las drogas. El
champaña, fue para Rubén Darío un símbolo del refinamiento y lujo. Ya en 1891
escribiría. “Cuando el champaña suena sus
clarines dorados, se estremecen las murallas de la virginidad”. En el
soneto “Margarita”, escrito en 1894 diría… “Tus
labios escarlatas de púrpura maldita/ sorbían el champaña del fino baccarat;/
tus dedos deshojaban la blanca margarita,/ “Si…,no…: si… no…”¡y sabías que te
adoraba ya! Rubén Darío es sin duda el máximo representante del modernismo
literario en lengua española y posiblemente el poeta que ha tenido una mayor y
más duradera influencia en la poesía del siglo XX.
José María Vargas Vila nació en
Bogotá el 23 de julio de 1860 y muy temprano participó en luchas políticas como
periodista, agitador y orador. A los 24 años, era el secretario del general
Hernández, caudillo de la "Regeneración", un levantamiento que muy
pronto se irradió a toda la nación. Escribió "Pinceladas sobre la última
revolución de Colombia; siluetas bélicas", y con este libro nació
Vargas Vila como iconoclasta, panfletario y demoledor. Fue expulsado de su
patria en 1885 por su participación contra el conservadurismo dictatorial. Entonces
se estableció en Rubio, donde fundó el periódico "La Federación" pronto clausurado por las autoridades de
Venezuela. Se trasladó a Maracaibo donde escribió sus primeras novelas, que
publicaba y vendía como folletos, por entregas. En 1891 viajó a los Estados
Unidos y se radicó en Nueva York donde fundó el diario “El Progreso” y la revista “Hispano
América”. En 1893 regresó a Venezuela y el presidente Crespo lo nombró su
secretario particular. Cuando Crespo fue derrocado, Vargas Vila regresó a su
exilio en Nueva York. En 1898 iniciará un largo periplo europeo, como Cónsul
General y Ministro del Ecuador en Roma. En 1904, será Cónsul de Nicaragua en
Madrid y será allí, en España donde se publicarán las dos ediciones principales
de sus obras completas. La segunda y definitiva edición de la obra completa, fue
de la Editorial Ramón Sopena en 1935.
Rubén Darío estando en Madrid en 1904 se referiría al
colombiano así: “El gobierno nicaragüense
nombró a Vargas Vila y a mí -Vargas Vila era Cónsul General de Nicaragua en
Madrid- miembros de la Comisión de límites con Honduras”... “La primera es
mi conocimiento con Vargas Vila, el célebre pensador, novelista y panfletista
político, que para mí no es sino, juntándolo todo, un único e inconfundible
poeta, quizás contra su propia voluntad y autoconocimiento… …Se encontró
conmigo en Roma. Fuimos íntimos en seguida, después de una mutua presentación,
y no siendo él noctámbulo, antes bien persona metódica y arreglada, pasó
conmigo toda esa noche, en un cafetín de periodistas, hasta el amanecer; y
desde entonces, admirándole yo de todas veras; hemos sido los mejores camaradas
en Apolo y en Pan”. A pesar d estas declaraciones, Vargas Vila y Rubén Darío, en un tiempo fueron
enemigos, más sería tras la falsa noticia de la aparente muerte de Vargas Vila
en un naufragio cuando Rubén Darío elogió su escritura t en 1917 Rubén Darío publicaría
un grandioso y tragicómico anecdotario dedicado a ensalzar la imagen del poeta
genial y amigo, a quien siempre quiso y ayudó, al margen de sus posturas
políticas que entre ambos, eran en todo punto inconciliables.
Como si fuese a
cambio, Vargas Vila decidió alabar el carácter débil y humano del poeta. Así
nació la amistad entre estos dos grandes; una amistad que se refleja en el
libro donde Vargas Vila disecciona la labor creadora de Darío para presentarnos
una obra de amistad y admiración, donde acepta las debilidades del nicaragüense
poeta cumbre del modernismo hispano, sin someterlo a juicios morales.
Vargas Vila desglosaría las circunstancias y las épocas de la amistad sincera
que los unió. Su narrativa señala la aseveración dramática e incuestionable de las
convicciones absolutas y los valores del poeta, aunque por otra parte deplora
con elegancia los servilismos sociales y políticos de Darío, así como su
actitud hacia el catolicismo y el más allá. Su ironía como siempre es fina y
corrosiva, no lo juzga por sus diferencias ideológicas y efusiones
católico-sentimentales de la personalidad del poeta, más bien por una predisposición
al miedo que le impedía pasar ciertas noches solo y que Vargas Vila, relacionaba
con su dimensión de “niño” perenne. El pensador social colombiano, en su fuero
interno ríe de la predisposición mística de Rubén Darío, cuando dice de él: “creía en todo, hasta en las cosas más
absurdas; el mundo sobrenatural, lo atraía con una fascinación irresistible,
como todos los aspectos del Misterio; creía en Dios...creía en el Diablo...y, estos
dos fantasmas, lo hacían temblar...”
Con una dichosa facilidad para el ritmo y la rima nació y creció Rubén
Darío en medio de turbulentas desavenencias que parecerían acompañarle durante
toda su vida, sin amainar en sus conflictivas
relaciones de pareja. Estaba llamado a revolucionar
rítmicamente el verso castellano y para
ello traería al idioma en tiempos de decadencia, el flujo revitalizador
americano, los modelos parnasianos y simbolistas franceses, abriéndolo a un
léxico rico y extraño, dándole flexibilidad y musicalidad en el verso y en la
prosa, con temas y motivos universales, exóticos y autóctonos. ¿Puede
escucharse acaso su “Marcha triunfal”
sin percibir su emocionado verso? “¡Ya
viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines, la espada se anuncia con vivo
reflejo; ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines”. La etapa
modernista de Azul (1888) y luego
con Prosas Profanas (1896), sus
obras capitales. En 1905 publicará el tercer libro de su obra poética, editado
por Juan Ramón Jiménez, su obra maestra: Cantos
de vida y esperanza (1905). Los
raros, en prosa, y El Canto Errante
son otras de sus obras.
Vargas Vila empleó siempre todo su feroz estilo virulento y mordaz, contra
los privilegios del clero y de la Iglesia, contra el dogmatismo y la
intolerancia. Con frases y metáforas abría heridas incurables y luego les ponía
la sal o el ácido de sus renovadas imprecaciones. En Prensa libre polemiza
contra los mutiladores del pensamiento, los pinta con destreza y condena la
época de la Regeneración en Colombia. Los círculos de obreros anarquistas y
socialistas lo leían con avidez y entusiasmo, lo respetaban y lo reconocían
como a un maestro. En efecto, por encima de todo, fue siempre un apóstol de las
ideas libertarias. Vargas Vila fue una especie de forjador y maestro de la
cultura popular en América. En 1923 hizo una gira por América Latina, visitó
Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro, México, La Habana y otras ciudades
importantes. Dictó conferencias, muy agitadas y concurridas. Libró polémicas a
través de los periódicos. Los periodistas le hicieron entrevistas escandalosas.
En uno de sus heroicos períodos de búsqueda de la abstinencia alcohólica,
en 1913 Rubén Darío viajó a Mallorca invitado por don Juan Sureda, dueño del
Palacio del Rey Sancho en Valldemossa, que era parte del convento de la Cartuja
donde años atrás viviera en una de sus celdas Federico Chopin y la escritora
George Sand. Desde Octubre hasta diciembre permaneció al lado de Sureda,
ilusionado en curarse de la bebida. En los tres meses de su estancia en
Valldemossa, de octubre a diciembre de 1913, Rubén recuperó su salud y retomó
su producción literaria, destacándose el poema “La Cartuja” y la novela
autobiográfica “El oro de Mallorca”,
novela inconclusa, que intentó escribir entre 1913 y 1914, donde expresaba sus
meditaciones y aspiraciones disfrazando su figura en la imagen del
protagonista, el músico Benjamín Itaspes. En una de las treguas que le dio el
alcohol, se hizo fotografiar con el hábito de Cartujo y luego volvió a
Barcelona para nunca regresar a Mallorca. Ya en 1914 Rubén Darío se instalará
en Barcelona, donde publica su última obra poética de importancia, “Canto a la
Argentina y otros poemas”. Al estallar la Primera Guerra Mundial viaja a
América y, tras una breve estancia en Guatemala, Rubén Darío regresa
definitivamente a León (Nicaragua), donde fallece en 1916.
Vargas Vila fue considerado la “Bestia negra” del conservadurismo político
español por sus tesis anarquistas y libertarias, todas las reseñas oficiales
sobre su vida y obra estuvieron lastradas por opiniones taimadas y prejuicios
políticos. Abarcando unos cincuenta y cinco volúmenes, su obra integra diversos
géneros: la novela, el comentario filosófico, la historia, la biografía, la
escritura político-teórica y panfletaria y el drama. Vargas Vila era un
prosista singular. Causó revuelo y estrépito. Los curas sermoneaban desde los
púlpitos ofreciendo las llamas del infierno al apóstata que leyera los libros
de ese monstruo, lo que hizo aumentar explosivamente las ventas de sus obras.
Fue al final de esta gira, en La Habana, donde Vargas Vila contrajo una
enfermedad extraña que afectó su vista y que terminaría por dejarlo
completamente ciego. Regresó a Barcelona, donde transcurrió los últimos años de
su vida en completa soledad, sin dar ni pedir cuartel a sus rencorosos
enemigos. Cuando ya comenzaba a gestarse el terrible drama de la guerra civil
española, murió en Barcelona el 23 de mayo de 1933.
Maracaibo 16 de julio de 2017
REF: 1) A la mesa
con Rubén Darío. (2016) Sergio
Ramirez. Trilce Ediciones SA; 2) Mil y una muertes. (2004) Sergio
Ramirez, Alfaguara Edts ; 3) La semilla de
la ira. Consuelo Triviño Anzola (2008), Seix Barral Biblioteca Breve,
Edts.
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