Un
monstruo contra un violín
Autor: Willy
McKey
La fotografía es de Leo Álvarez
Hay imágenes poderosas que se
quedan grabadas en el inconsciente colectivo para que podamos volver a ellas.
Ver a un monstruo cerca de un violín, por ejemplo.
En La novia de Frankestein, la película de 1935, cuando el
monstruo sale del bosque oscuro lleno de la ira de quien ha sido
maltratado sin entender el odio ajeno, el sonido de un violín lo calma. Ese sonido
está en la distancia, pero el monstruo consigue en esa música simple una
guarida posible: la casa del hombre ciego que toca su instrumento. Al ser
ciego, no se espanta cuando está cerca de la monstruosidad. Al contrario. Le da
la bienvenida, lo invita a pasar. Y cuando se da cuenta de que será imposible
entenderse en el mismo idioma, decide conducirlo a los territorios más simples
de lo humano: el pan, el vino, la palabra y la celebración.
Uno de los seres más monstruosos
imaginados por el ser humano está delante de un hombre indefenso y un violín
basta para emparentarlo con lo humano. El instrumento despierta su curiosidad y
luego lo acompaña hacia una humanidad posible: la celebración compartida entre
un ciego y un monstruo que, antes de la música, eran extraños.
Una imagen poderosa. Tanto como
para volver a ella. Hoy, por ejemplo. ¿Cómo no entender el arrebato de ese
monstruo nuevo que, en medio de una de tantas protestas en Caracas, destroza el
violín del muchacho que tocaba en las manifestaciones? ¿Cómo arriesgarse a que
la música despierte en él o en algunos de sus compañeros alguna humanidad
posible? ¿Cómo dejar que esa música sin letra, tan universal y conmovedora,
vulnere el Frankestein sujetado por hilos que es toda represión?
El violín
mártir es sintomático: el mismo día en que abalearon a estudiantes dentro de la
UDO en Bolívar, el mismo día que la Fiscal General admitió que una de las
bombas lacrimógenas de la Guardia Nacional mató a Juan Pernalete, el mismo día
en que el TSJ le pasa factura a los alcaldes por la falta de disciplina
política de ambos bandos, ese día un monstruo nuevo no sabe qué hacer cuando
sintió el riesgo de que la música de un instrumento lo confrontara con su
humanidad posible.
Si eso pasara (cuando eso pase) tendría que sentir mucha vergüenza al
escuchar que fue él quien dejó ciegos a quienes pudieron darle pan, darle vino,
darle algo distinto a un espejo capaz de reflejar sus costuras, sus terribles
costuras de monstruo. Sin embargo,
antes de que esto pudiera ocurrir, el llanto del músico se hizo viral. Le ofrecieron una cantidad incontable de
violines desde la trinchera virtual del 2.0. Mientras tanto, en algún cuartel
hay un soldado que suma a su épica mínima haber vencido a un violín que ya
tiene sustituto, una batalla difícil de contar con orgullo castrense.
Es raro el
imaginario de la confrontación. En la próxima
manifestación habrá un muchacho tocando con un violín nuevo intentando que algo
cambie. Algo. Así sea mínimo. También habrá un soldado transformado: ahora sabe
que los violines resucitan. Porque la
música lo intentará de nuevo y él tendrá que oírla, así no le permitan caminar
hasta esa casa donde los monstruos son transformados por lo humano.
De Prodavinci 24 de mayo, 2017: artículo de Willy McKey
Maracaibo 24 de
Mayo del 2017
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