¡Nuevamente la periodista y brillante
escritora, Rosa Montero!
El martes, 9 de julio de 2013 escribí en mi blog lapesteloca.blogspot.com un artículo sobre Rosa Montero que se
titulaba “Marie Curie ( Marie Salomea
Skłodowska Curie )” y luego el martes, 16 de julio de ese año 2013 en el
mismo blog me referí al libro de Rosa Montero, “La loca de la casa” reproduciendo un artículo escrito por mí en
octubre del año 2003 sobre esta periodista y laureada novelista española de
quien el mes pasado aquí mismo conversábamos sobre su reciente novela “La carne” ( bit.ly/2q4K982 ).
En su libro “La loca de la casa” Rosa Montero nos habló con gran desparpajo
sobre el tema de la vanidad del escritor consagrado. “La vanidad del escritor no es sino un vertiginoso agujero de
inseguridad”... “un basurero emocional”. “La fama es la versión más barata,
inestable y artificial del triunfo”, y “el éxito en la sociedad de hoy no está relacionado con la gloria sino
con la fama”. “Uno puede vender su alma al poder por tantas cosas, y lo que es
peor, por tan poco precio”... “Lo malo es que luego llega el poder y el
embeleso por el poder, y a menudo lo desbarata y lo pervierte todo”. “Escribir
para dar un mensaje, traiciona la función primordial de la narrativa, su
sentido esencial es la búsqueda del sentido. Se escribe, pues, para aprender,
para saber, y una no puede emprender ese viaje de conocimiento llevando
previamente las respuestas consigo”. “Los narradores sabemos que dentro de
nosotros somos muchos”. “La escritura es el esfuerzo de trascender la
individualidad y la miseria humana, el ansia de unirnos con los demás en todo,
el afán de sobreponernos a la oscuridad, al dolor, al caos y a la muerte”.
Sobre la novela “La carne”
ella nos dirá: en “La carne”, me interesaba contar el vértigo de la vejez no solo
como deterioro físico, sino en todos los sentidos. La enfermedad que está agazapada. Es una
novela sobre el miedo a la muerte, pero también sobre el miedo a lo que la vida
te ha hecho… Por otro lado, “La carne”
es una metáfora de todos, porque la gente casi siempre piensa que no ha
conseguido ser feliz del todo. Es como un sueño de infancia o de adolescencia.
Hay mucha gente emparejada que está desesperada, que tiene como ese agujero
negro de no haberlo conseguido. El amor físico puede ser una cárcel, y lo he
querido decir. La novela se titula “La
carne” por ambas cosas: es la carne que nos envejece, que nos mata, que nos
aprisiona, pero es también la carne sexual, la carne que nos facilita un sueño
de pasión. Es la carne que nos permite ser eternos, aunque sea un instante. El
sexo pasional como el de Soledad es una explosión de vida, de plenitud, la
sensación de sentirse querida.
Sobre “el periodismo” y “la
novela”; ¡El periodismo es tan distinto de la
novela! Son dos posiciones muy diferentes. En el periodismo hablas de lo que
sabes, de lo que te han contado, de lo que te has informado, de alguien al que
has entrevistado. En la novela no sabes qué sabes: es como ese sueño que sueñas
con los ojos abiertos. Por eso en novela hay que tener mucho cuidado con la
documentación. Te pasas de documentación y la revientas, porque entonces haces
una jaula. En periodismo hablas de los árboles y en novela intentas hablar del
bosque, tratas de tener una mirada de conjunto. En periodismo, la exactitud y
la ausencia de equívocos son un valor, y en novela manda la ambigüedad. Cuanto
más ambigua sea, cuantas más interpretaciones puedas darle, incluso cuanto más
contradictoria sea, mejor. Creo que escribo desde dos puntos de partida
radicalmente distintos cuando hago periodismo y cuando hago novela. Detesto la
novela utilitaria, creo que es la traición de la novela. Las novelas animales,
didácticas, ecológicas, feministas me parecen la traición de lo que debe ser
una novela.
Sobre la universalidad de
la novela dice Rosa Montero: Hay dos maneras de
llegar a la universalidad. Una es partir de tu realidad y de tu biografía, y
ser tan implacable y tan maduro que puedas terminar viéndola como un entomólogo
ve a los insectos, que conviertas tu realidad en la realidad de todos. Esa
sería la vía de Marcel Proust, por ejemplo, que habla de su vida, pero no habla
de su vida. O de Joseph Conrad: “El corazón de las tinieblas” cuenta toda su
historia en el Congo, pero es una novela tremendamente literaria, legendaria,
simbólica, y sin embargo parte de su vida. Y la otra vía es la contraria:
partir de una realidad que no tenga nada que ver contigo, pero profundizar
tanto en ella que llegues a sentirla. Y claro, así también alcanzas la
universalidad. Vas a lo básico. Esa sería la vía de Flaubert y “Madame Bovary”.
Pienso que la segunda vía es mejor para autores jóvenes, ya que la novela es un
género de madurez, entre otras cosas porque tienes que conquistar esa distancia
con lo vivido. Yo creo que a los autores jóvenes les conviene enfriar su propia
realidad, quitar el ruido de la vida propia, alejarse de lo cotidiano para
llegar a lo universal. Y que los autores maduros ya lo tienen más claro, porque
ya existe esa distancia. De hecho, el propio Flaubert hizo “La educación
sentimental” ya mayor, y ahí sí parte de lo que ha vivido.
Sobre sus novelas en particular le preguntaron en una tertulia nocturna en Madrid. ¿Decía que una
de sus novelas que más éxito había tenido, “La hija del caníbal” es de las que
menos le gustaba? Es la que menos me gusta. Que me
gusta, entiéndame lo que le digo; la respeto y le agradezco mucho que además me
abriera un montón de puertas a traducciones y a lectores, pero a la vez no me
gusta porque la hice con oficio, sobre todo. Y le voy a contar por qué la hice,
creo que es la primera vez que lo digo. La anterior a esta fue “Bella
y oscura”, que me sigue pareciendo una de mis mejores novelas. Y
además una novela muy personal, distinta, creo que de alguna manera, de forma
pequeña, era muy original. Tuve la sensación de que había escrito algo que no
estaba escrito, que es a lo que aspiramos todos los escritores. Y creo que
tiene un estilo muy depurado, tallé cada palabra y creo que es muy literaria.
Me pusieron a parir. Visto desde la distancia, a mí me permitían, digámoslo
así, que tuviera éxito, que fuese una escritora no literaria, como periodista,
como no sé qué. Y encima mujer en un mundo hipermachista. Me permitían el éxito
en tanto en cuanto no sacara los pies del tiesto. Y entonces cambié de registro.
Los críticos me la machacaron. Dije: «Ah,
sí, ¿qué pasa, que solo se aprecian las novelas más tradicionales?». Yo eso
sí lo sabía hacer, si no lo hacía era porque no me daba la gana, y me dije: «Voy a hacer una novela que os va a gustar». “La hija del caníbal” nace de la venganza. Muchas veces una escribe lo
que sabe escribir. Decir que lo sabía hacer fue una soberbia por mi parte, pero
resulta que sí, que gustó, que me hicieron unas críticas maravillosas y se
vendieron un millón de ejemplares. Y es mi novela más convencional. Aun
teniendo cosas que no lo son, porque no me puedo resistir a hacer juegos. Es una novela de aliento, turbadora… Sí,
metí cosas personales. Fue menos reto para mí, salvo por el reto de la
profesionalidad. Y me sirvió de mucho. Una vez que me lo había demostrado a mí
misma, me dije: «Bueno, ya está. Soy más
libre, puedo hacer lo que me dé la gana».
Maracaibo 23 de mayo de 2017
NOTA;Una buena parte del texto aquí publicado, proviene del
artículo de Antón Castro entrevistando a Rosa Montero titulado “El amor físico
puede ser una cárcel” publicado en Prodavinci el 17 de marzo, 2017 (Material cedido a Prodavinci por La Fábrica /
Revista Eñe).
No hay comentarios:
Publicar un comentario