En 1933,
los doctores Ernest Ruska y Max Knoll, un físico y un ingeniero eléctrico,
inventaron el microscopio electrónico (ME), de acuerdo con lo que relató el
mismo Ruska en su autobiografía. Ambos comercializarían su invento en el año
1939, lo que les valdría para que, en 1986, le otorgasen a Ruska el Premio
Nobel de Física.
Ambos
investigadores habían logrado a través de lentes electromagnéticas hacer con el
chorro de electrones lo que las lentes de vidrio hacían con la luz, e
impregnando los tejidos con metales pesados los observarían en una pantalla
pudiendo fotografiarlos. El ME de transmisión se perfeccionaría con los avances
tecnológicos que les aportaron algunas substancias maleables y endurecidas como
el metacrilato y las resinas epoxy capaces de penetrar en las células sin
distorsionar su arquitectura interna.
Con el
invento de cuchillo o bisturí de diamante de Fernández Morán se lograron las
secciones ultrafinas necesarias para poder observar con el ME estructuras
moleculares avanzando de la resolución de una micra con la luz a 50 nanómetros,
y cada vez menos con el chorro de electrones. El progreso de la Biología con
este invento fue vertiginoso y áreas como la Botánica y la Medicina se
favorecieron de inmediato.
En 1968,
los doctores Juan Rosai y Héctor Rodríguez, entonces jóvenes patólogos formados
bajo la tutela del profesor Lauren Ackerman en la Universidad George Washigton
de St. Louis Missouri, publicarían un artículo en el American Journal of
Clinical Pathology, con el título de “Application of electronmicroscopy to the
differential diagnosis of tumors”. Desde ese entonces, se le daría la
importancia al ME para utilizarlo como un arma con poderes diagnósticos en el
estudio de la patología tumoral humana.
Después
la publicación de Rosai y Rodríguez sobre el uso del ME para diagnosticar con
mayor precisión los tumores, las publicaciones internacionales en revistas
calificadas sobre el tema, comenzarían a aparecer cada vez con mayor
frecuencia. En un desconocido paralelismo, entre 1969 y 1997, la historia de
dos microscopios electrónicos en nuestro país y sus repercusiones
hasta la actualidad (2025), puede servir para mostrar cómo, durante más de 30
años se desarrolló la patología ultraestructural tumoral y la investigación
microbiológica ultraestructural utilizando el ME en la patria de Fernández
Morán.
El 19 de
abril de 1948, el doctor Pedro Iturbe había logrado inaugurar el Sanatorio
Antituberculoso de Maracaibo, dedicado al aislamiento y tratamiento de
pacientes tuberculosos. Años más tarde, con la aparición de nuevos tratamientos
para la enfermedad el doctor Iturbe, iniciaría paulatinamente la transformación
del Sanatorio en Hospital General. En 1969 se instalaría un microscopio
electrónico como una
dependencia del Servicio de Anatomía Patológica de esa institución. El doctor Iturbe
lograría un ME JEM7A a través de una donación y con el asesoramiento del doctor
Humberto Fernández Morán se instalaría el equipo y desde los estudios iniciales
sobre la patología comenzarían con gran actividad en eventos científicos del
país y del extranjero y con sus publicaciones. En marzo de 1971 se realizó en
Maracaibo el Primer Simposio Venezolano
sobre Patología Ultraestructural con invitados de Colombia, Argentina,
México, Estados Unidos y patólogos de Caracas y virólogos del IVIC.
Ese año
1971 se realizó también el VIII Congreso Latinoamericano de Patología en
Maracaibo, un evento donde se presentaron numerosos trabajos sobre la patología
ya examinada con el ME. Los trabajos de investigación del Laboratorio de ME
estuvieron encaminados a examinar los
epitelios de la piel y del cuello uterino, para investigar sobre el carcinoma
epidermoide, ya que el del cérvix, era la primera causa de muerte por
cáncer en las mujeres venezolanas y así se mantuvo durante el pasado siglo XX.
La
identificación de partículas virales en el exudado vaginal de pacientes y el
estudio colposcópico, histopatológico y ultraestructural de lesiones en cérvix
y vagina, demostradas por JT Núñez Montiel y J García Tamayo, fueron
presentados como trabajos libres en el IX Congreso Latinoamericano de
Patología, Mérida Yucatán México, en octubre, 1973, publicados como resúmenes
del evento en la Revista de la Sociedad Latinoamericana de Patología. Tras la
muerte de JT Núñez Montiel, fueron publicados en Acta Médica Venezolana el año 1978 demostrando por primera vez la importancia del virus
del papiloma humano (VPH) en el cáncer cervical.
El ME de
alta resolución permitiría el estudio de otros agentes virales y de
protozoarios que afectaba a la población en el occidente del país, y llevaron a
producir las primeras publicaciones sobre la
ultraestructura del virus de la encefalomielitis equina venezolana (EEV), del virus
de la rabia, y de la tricomona vaginalis. Colaborando con la Facultad de
Veterinaria de la Universidad del Zulia, sobre la ultraestructura de sangre
periférica en animales. En 1966 se amplió con la identificación de
amibas de vida libre del género Acantamoeba y se publicarían en 1978, en
la Revista Acta Cytologica (EUA) más observaciones
sobre la ultraestructura de la tricomona vaginalis.
Entre
1978 y 1980 utilizando el ME del Instituto Anatomopatológico en la Universidad
Central de Venezuela formalmente se comenzó la publicación de trabajos sobre la
patología ultraestructural tumoral, publicados inicialmente en una revista
venezolana vigente para la época y otros cuatro, en revistas de Patología
en México y en España estudios sobre tumores
musculares, de células germinales, sarcomas de hueso y un tumor de la grasa
parda caracterizado por la apariencia de sus activas mitocondrias, el Hibernoma.
El ME
pasó a ser además de un arma diagnóstica, un instrumento de enseñanza para los
residentes del postgrado de Anatomía Patológica en la Universidad Central de
Venezuela, Se hizo común utilizar el llamado “retrospectoscopio” para señalar como se podía ir de las láminas
coloreadas con hematoxilina y eosina al descubrir con el ME los filamentos,
microvellosidades, gránulos, luces y densidades en las células tumorales que la
ultraestructura trasformaba en estructuras precisas valederas para asegurar los
diagnósticos histopatológicos.
Con el
Departamento de Virología de IVIC y en trabajos experimentales demostramos la
respuesta inmune y la ultraestructura del sistema nervioso central (SNC) en el
fenómeno encefalítico experimental inducido por el virus de la EEV. Las
investigaciones estaban dirigidas hacia la búsqueda de un modelo experimental
para demostrar el daño intrauterino provocado por el virus. Se logró que las
ratas sobrevivieran a la inoculación con la cepa Guajira, gracias a Carreño y
Esparza y los resultados de la ultraestructura del SNC en las ratas sobrevivientes
se publicarían en una revista de Gran Bretaña en 1979.
NOTA:
este trabajo continuara y finalizara mañana.
Maracaibo, sábado 12 de
abril del año 2025
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