martes, 16 de junio de 2020

Datos sobre el autismo (1)

Datos sobre el autismo (1)


En 1988, la película Rain Man, con Dustin Hoffman, sobre un autista prodigio, hizo que calara entre el público la idea de que el autismo era tanto una incapacidad como una forma muy peculiar de inteligencia. “El Espectro Autista” ha sido clasificado como una forma de retraso mental debido a un defecto genético, por lo que la mayoría de los investigadores han estado siempre buscando evidencias disfuncionales en las proteínas, en las sinapsis y en los circuitos neuronales. La Teoría del Mundo Intenso, afirma que el Espectro Autista es producto de un cerebro sobrecargado que crea un mundo dolorosamente intenso, donde los síntomas se deben en gran medida a que los autistas se ven obligados a desarrollar estrategias para evitar activamente la intensidad y el dolor de esa sobrecarga. Esta teoría se originó a partir de descubrimientos sobre un modelo animal el cual predice que “un/a niño/a en el Espectro Autista se está refugiando en una burbuja controlable y predecible para protegerse”. 

La Teoría del Mundo Intenso se centra en los microcircuitos neuronales considerándolos como el ecosistema más pequeño de neuronas que pueden apoyarse mutuamente para llevar a cabo funciones. Se propone que los microcircuitos más afectados dependerán de la genética, de insultos tóxicos durante el embarazo y del tipo de exposición ambiental después del nacimiento. Cada niño/a en el Espectro Autista será por lo tanto único porque sus microcircuitos hiper-funcionales dominarán un patrón idiosincrásico muy personal que emergerá en cada caso. Estos microcircuitos hiperreactivos e hiper-plásticos reaccionan procesando la información mucho más rápido y más intensamente, por lo que los pacientes pueden aprender mucho más, recordar mucho más, y con muchos más detalles.

Henry Markram es uno de los neurocientíficos más reconocidos del mundo, es israelí y director del Proyecto Cerebro que busca crear una red colaborativa de investigación vinculada a supercomputadoras con el fin de escudriñar en el cerebro humano, la neurociencia cognitiva. El autismo cambió la vida de la familia de Henry Markram y de su mujer, Kamila, quienes creen que el comportamiento de los autistas no obedece, a carencias cognitivas -como cree la mayoría de estudiosos del autismo-, sino más bien, por el contrario, lejos de ser distraídos, los autistas asimilan demasiadas cosas y aprenden demasiado rápido. Aunque pueda parecer que carecen de emociones, los Markram insisten en que los autistas viven abrumados por sus propias emociones y por las de los demás.

Aunque la mayoría de los síntomas en el Espectro Autista están relacionados con alteraciones en la percepción, la atención y la memoria, y tales funciones avanzadas sabemos que dependen en gran medida del neocortex normal, muy pocos investigadores sobre el autismo se habían esforzado en examinar las alteraciones neocorticales. El neocórtex, neopalio o isocórtex es la denominación que reciben las áreas más evolucionadas de la corteza cerebral. En el neocórtex las neuronas están estratificadas en seis capas horizontales (de I a VI), diferenciables según el área cerebral, el tipo neuronal y las conexiones que ellas presentan.

En 1998, mientras Henry Markram y Kamila estaban en el Instituto Weizmann, tienen un hijo autista (ahora con más de 20 años de edad) y motivados para entenderlo, sería en el laboratorio de Michael Merzenich en UCSF, donde Henry Markram propuso que tal vez el equilibrio excitatorio-inhibitorio fuese el afectado. Para precisar cómo funciona el sistema inhibitorio en el cerebro normal, recibió una subvención de la Alianza Nacional de Investigación del Autismo y Markram se trasladó al Instituto Federal Suizo de Tecnología en Lausana. Su estudiante Tania Rinaldi usó el modelo animal valpróico del Espectro Autista, y al no detectar fallas en las sinapsis inhibitorias, empezaron a buscar directamente las conexiones excitatorias para determinar que habían demasiadas conexiones excitatorias formándose en el neocórtex de animales con Espectro Autista. Antes de considerar los animales con espectro autista, conviene recordar que desde hace varios años se conoce sobre las mutaciones genéticas de los niños autistas; estas se han confirmado en más de 60 genes, con una predicción de más de 500 genes involucrados. Además de las mutaciones, se sabe también que la exposición del feto a virus como el de la rubeola o el contacto con agentes químicos como el fármaco antiepiléptico ácido valproico produce autismo.  

Se ha logrado inducir autismo en diferentes animales con la manipulación de genes o por la administración de fármacos. Hay grupos de roedores, entre los que se encuentra el ratón BTBR, producto de la reproducción entre hermanos, que pasan mucho tiempo limpiándose a sí mismos, lo que constituye una conducta repetitiva, y tienen una interacción social disminuida. Tales conductas son similares a las mostradas por niños con autismo, lo que ha permitido utilizar a estos ratones como un modelo de estudio adecuado. También se sabe que el ácido valproico administrado durante el embarazo en periodos críticos tiene potencial para inducir autismo en humanos. En ratas de laboratorio,  la aplicación de este fármaco en determinados momentos del embarazo o en crías recién nacidas, produce conductas autistas. 

Recientemente se publicó un extenso artículo en la revista Nature, donde después de varios intentos por crear un modelo de macaco autista, lograron el resultado en monos con una mutación inducida del gen SHANK3. En Julio del 2019, investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), desarrollaron un modelo de autismo en macacos modificados con CRISPR bloqueando la actividad de SHANK3, un gen relacionado con los trastornos del espectro autista, con el que los animales muestran comportamiento atípico y alteraciones en la conectividad cerebral. En una instalación en China, más avanzada en el desarrollo de macacos con mutaciones, se generaron macacos mutantes para SHANK3 mediante la tecnología CRISPR de edición del genoma los cuales posteriormente fueron evaluados en el MIT, donde se demostró que los macacos presentaban niveles reducidos de proteína SHANK3. Los investigadores observaron el comportamiento de los animales y encontraron que ellos mostraban síntomas similares a los de pacientes con trastornos del espectro autista, alteraciones en el sueño y comportamientos repetitivos.
El análisis mediante resonancia magnética reveló que al igual que los pacientes con trastornos del espectro autista, los macacos presentaban una reducción en la conectividad funcional en algunas regiones cerebrales, como por ejemplo, aquellas relacionadas con la regulación del sueño, y un aumento en la conectividad de otras regiones. Robert Desimone, director del Instituto Mc Govern de Investigación en Cerebro del MIT y profesor de Neurociencias, así como uno de los autores del trabajo afirmó: “Aunque la investigación en ratón sigue siendo importante, creemos que los modelos genéticos en primates nos ayudarán a desarrollar mejores medicinas y posiblemente incluso terapias génicas para algunas formas graves de autismo”. REF: .Yang Zhou, Jitendra Sharma, Shihua YangNature 2019,  570:326–331.
Mañana, martes continuaré conversando sobre este tema y finalizaré para hablar de las células responsables en el cerebro, las neuronas del neocortex.
Maracaibo, martes 16 de junio, 2020

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