Jiménez Emán y García Tamayo imaginan a Zorba
“En los años 60 o
70 a los quince o dieciséis años, comparándolas con las obras literarias en las
cuales se inspiraban, como La Biblia en los comienzos, en versión libérrima de
John Huston, y Barrabás, la novela de Pär Lagerkvist trasladada al cine por
Richard Fleischer. Dato curioso, el actor mexicano Antonio Rodolfo Quinn
Oaxaca, mejor conocido como Anthony Quinn, encarnó a Barrabás en esta cinta, y
protagonizó uno de los magistrales filmes de los años 60, Zorba el griego, de
Michael Cacoyannis, basada en la novela homónima de Nikos Kazantzakis. Aunque
nunca leí la novela de Kazantzakis donde se inspira, la película puede
considerarse cine puro, actuación pura, actuaciones soberbias, música perfecta
y de una sencillez narrativa que lo deja a uno perplejo; sus escenas,
secuencias, diálogos, tomas, la historia, todo, son magníficos. La actuación de
Anthony Quinn no sólo le consagró en el cine europeo, donde trabajó, por ejemplo,
como protagonista con Federico Fellini en La Strada, junto a Giulietta
Masina, esposa de Fellini, y de otros grandes roles secundarios en las
películas de Elia Kazan Viva Zapata! —al lado de Marlon Brando—, o la
aparición fugaz en la película de Vincente Minnelli El loco del pelo
rojo, protagonizada por Kirk Douglas, sobre la vida Paul Gauguin, donde
Anthony Quinn obtuvo sendos Oscars como actor de reparto. No estoy seguro, pero
creo que en la película de Kazan fue el primer Oscar otorgado a un actor latino.
Si se mira bien en la vida de Quinn, asediada por la pobreza, le vemos desde
niño como un ser aventurero, un factótum que hizo de todo: limpiabotas,
frutero, carnicero, vendedor de periódicos, obrero de fábrica, boxeador,
imitador de actores, dibujante, y luego de una pasantía como extra en el cine,
Mae West y Katherine DeMille (con quien se casa y tiene cinco hijos) le ayudan
a conseguir sus primeros papeles en algunos filmes de Hollywood. Es decir, su vitalismo
personal, su capacidad de riesgo y lucha se conectan perfectamente con muchos
de sus papeles actorales. Interpretando a Alexis Zorba, Anthony Quinn quedó
sellado para siempre como un icono del hombre griego pleno de fortaleza,
voluntad y ansias de vivir. Por su parte, el actor inglés Alan Bates cumple
perfectamente su rol de hombre tímido y morigerado, mientras que la griega Irene
Papas y la rusa Lila Kédrova hacen unos papeles inolvidables, sobre todo el de
Kédrova como Madame Hortensia, la «Bubulina» (como cariñosamente la llamaba
Alexis Zorba), es uno de los personajes más tiernos y conmovedores que puedan
presenciarse en el cine. Esta película marcó para siempre mi juventud, dejó un
sello en mi memoria que no puede ser borrado con nada, y terminó de complementar
mi pasión por el mundo griego que me había sido inculcada por mi padre, Elisio
Jiménez Sierra, escritor estudioso y admirador de la literatura griega clásica,
con quien fui a ver este filme cuando yo contaba veintidós años. ( * ):Texto extraído de: “Memoria literaria y cinematográfica: un
recorrido personal”, por Gabriel Jiménez Emán. En “Cine y Literatura: 21 años en Letralia” 2017,
Editorial Letralia.
Para
rendirle homenaje a Anthony Quinn, a
la actriz griega Irene Papas y la
rusa Lila Kédrova personajes todos, con
Alan Bates de la maravillosa
película Zorba el griego dirigida por
Michael Cacoyannis, basada en la novela “Vida
y aventuras de Alexis Zorbas” de Nikos Kazantzakis, con la música
inspiradora eterna de Mikis Theodorakis, va un pequeño texto que es parte del
Capítulo X de mi novela “Escribir en La
Habana”, que describe los pensamientos introspectivos del singular personaje
Alicia Barrera, quien recuerda la película de Cacoyannis y dice para sí…
“…están equíferas si creen que voy a perder mis objetivos.
¡Ay Carrioncito! Con o sin rusa, con o sin mujeres, contra toda una manada que
se interponga, todas las que se atrevan, que vengan como un cardumen, una turba
de mujeres furiosas, chismosas, no me vencerán, que lleguen ellas graznando,
como los pájaros de Hitchcock, como aves agoreras, como en el film de Kazantzakis el griego, las viejas vestidas de negro destrozándolo todo… El
griego, Zorba sí, y yo, Irene Pappas, yo quien sólo ando buscando mi cabra
perdida, bajo el aguacero y los hombres en la puerta mirándome, deseándome y el
chaparrón cayendo, y ellos extasiados deseándome, quisieran poseerme, pero yo
soy Irene, la viuda y los miro altiva y los desprecio a todos... ¿Yo Irene Pappas?,
¿con esta papada?, ¿con este aspecto de rubia regordeta? No se puede. Irene es angulosa,
de grandes ojos negros, con cara de pepa de mango, yo no... Soy una gorda
papuja, quizás deba tomar el papel de Bubulina, la vieja gorda que suspiraba
añorando el perfume del pasado. ¡Oh Marcelo! ¿Dónde iba yo a conocer a cuatro viejos
almirantes que bebiesen champaña en mi bañera?... Ay no Marcelo, el papel de
Bubulina para mí sería degradante, ¿estás loco? ¿Marcelo dónde estás? Entonces notó que la señora del vestido de florecitas se había ido y el
zaguán era un túnel interminable. Temerosa de tropezarse con algún conejo, marchó
paso a paso y luego corriendo desesperadamente hasta despertar”.
Maracaibo 22 de agosto del año 2017
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