martes, 22 de agosto de 2017

Jiménez Emán y García Tamayo imaginan a Zorba



Jiménez Emán y García Tamayo imaginan a Zorba

“En los años 60 o 70 a los quince o dieciséis años, comparándolas con las obras literarias en las cuales se inspiraban, como La Biblia en los comienzos, en versión libérrima de John Huston, y Barrabás, la novela de Pär Lagerkvist trasladada al cine por Richard Fleischer. Dato curioso, el actor mexicano Antonio Rodolfo Quinn Oaxaca, mejor conocido como Anthony Quinn, encarnó a Barrabás en esta cinta, y protagonizó uno de los magistrales filmes de los años 60, Zorba el griego, de Michael Cacoyannis, basada en la novela homónima de Nikos Kazantzakis. Aunque nunca leí la novela de Kazantzakis donde se inspira, la película puede considerarse cine puro, actuación pura, actuaciones soberbias, música perfecta y de una sencillez narrativa que lo deja a uno perplejo; sus escenas, secuencias, diálogos, tomas, la historia, todo, son magníficos. La actuación de Anthony Quinn no sólo le consagró en el cine europeo, donde trabajó, por ejemplo, como protagonista con Federico Fellini en La Strada, junto a Giulietta Masina, esposa de Fellini, y de otros grandes roles secundarios en las películas de Elia Kazan Viva Zapata! —al lado de Marlon Brando—, o la aparición fugaz en la película de Vincente Minnelli El loco del pelo rojo, protagonizada por Kirk Douglas, sobre la vida Paul Gauguin, donde Anthony Quinn obtuvo sendos Oscars como actor de reparto. No estoy seguro, pero creo que en la película de Kazan fue el primer Oscar otorgado a un actor latino. Si se mira bien en la vida de Quinn, asediada por la pobreza, le vemos desde niño como un ser aventurero, un factótum que hizo de todo: limpiabotas, frutero, carnicero, vendedor de periódicos, obrero de fábrica, boxeador, imitador de actores, dibujante, y luego de una pasantía como extra en el cine, Mae West y Katherine DeMille (con quien se casa y tiene cinco hijos) le ayudan a conseguir sus primeros papeles en algunos filmes de Hollywood. Es decir, su vitalismo personal, su capacidad de riesgo y lucha se conectan perfectamente con muchos de sus papeles actorales. Interpretando a Alexis Zorba, Anthony Quinn quedó sellado para siempre como un icono del hombre griego pleno de fortaleza, voluntad y ansias de vivir. Por su parte, el actor inglés Alan Bates cumple perfectamente su rol de hombre tímido y morigerado, mientras que la griega Irene Papas y la rusa Lila Kédrova hacen unos papeles inolvidables, sobre todo el de Kédrova como Madame Hortensia, la «Bubulina» (como cariñosamente la llamaba Alexis Zorba), es uno de los personajes más tiernos y conmovedores que puedan presenciarse en el cine. Esta película marcó para siempre mi juventud, dejó un sello en mi memoria que no puede ser borrado con nada, y terminó de complementar mi pasión por el mundo griego que me había sido inculcada por mi padre, Elisio Jiménez Sierra, escritor estudioso y admirador de la literatura griega clásica, con quien fui a ver este filme cuando yo contaba veintidós años. ( * ):Texto extraído de: “Memoria literaria y cinematográfica: un recorrido personal”, por Gabriel Jiménez Emán. En “Cine y Literatura: 21 años en Letralia 2017, Editorial Letralia.

Para rendirle homenaje a Anthony Quinn, a la actriz griega Irene Papas y la rusa Lila Kédrova personajes todos, con Alan Bates de la maravillosa película Zorba el griego dirigida por Michael Cacoyannis, basada en la novela “Vida y aventuras de Alexis Zorbas” de Nikos Kazantzakis, con la música inspiradora eterna de Mikis Theodorakis, va un pequeño texto que es parte del Capítulo X de mi novela “Escribir en La Habana”, que describe los pensamientos introspectivos del singular personaje Alicia Barrera, quien recuerda la película de Cacoyannis y dice para sí…

“…están equíferas si creen que voy a perder mis objetivos. ¡Ay Carrioncito! Con o sin rusa, con o sin mujeres, contra toda una manada que se interponga, todas las que se atrevan, que vengan como un cardumen, una turba de mujeres furiosas, chismosas, no me vencerán, que lleguen ellas graznando, como los pájaros de Hitchcock, como aves agoreras, como en el film de Kazantzakis el griego, las viejas vestidas de negro destrozándolo todo… El griego, Zorba sí, y yo, Irene Pappas, yo quien sólo ando buscando mi cabra perdida, bajo el aguacero y los hombres en la puerta mirándome, deseándome y el chaparrón cayendo, y ellos extasiados deseándome, quisieran poseerme, pero yo soy Irene, la viuda y los miro altiva y los desprecio a todos... ¿Yo Irene Pappas?, ¿con esta papada?, ¿con este aspecto de rubia regordeta? No se puede. Irene es angulosa, de grandes ojos negros, con cara de pepa de mango, yo no... Soy una gorda papuja, quizás deba tomar el papel de Bubulina, la vieja gorda que suspiraba añorando el perfume del pasado. ¡Oh Marcelo! ¿Dónde iba yo a conocer a cuatro viejos almirantes que bebiesen champaña en mi bañera?... Ay no Marcelo, el papel de Bubulina para mí sería degradante, ¿estás loco? ¿Marcelo dónde estás? Entonces notó que la señora del vestido de florecitas se había ido y el zaguán era un túnel interminable. Temerosa de tropezarse con algún conejo, marchó paso a paso y luego corriendo desesperadamente hasta despertar”.

Maracaibo  22  de agosto del año 2017

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