“ATROCIDADES”
La humanidad
está viviendo unos tiempos difíciles. Bien podríamos decir que es esta una
época de atrocidades; el mal llamado ejército del estado islámico conformado
por fundamentalistas, fanáticos, siembra el terror en el mundo asesinando
inocentes indiscriminadamente. Nuestro país sin vivir un conflicto armado
padece por “atrocidades”, calificadas así por quienes comandan las fuerzas militares
que las ejecutan contra el pueblo que inerme manifiesta en las calles. Esta
tragedia que acogota al país nacional nos llena de impaciente tristeza al
comprobar que tras casi 20 años de vivir en un proyecto que se llamó
revolucionario y que pretendía llevarnos a “el mar de la felicidad” (Chávez dixit),
hemos superado la meta y tras igualarnos al “modelo cubano” ahora finalmente
arribamos al mar. Hoy estamos ahogándonos en un mar, pero de sangre, la de
decenas de jóvenes asesinados, de centenares de heridos, encarcelados y
torturados por quienes deberían ser los protectores y defensores del pueblo.
¿Cómo explicar las razones que llevan a traicionar a la Patria y a pisotear la
Constitución que juraron defender quienes se formaron para defender a sus
compatriotas, los mismos que antes conociéramos orgullosamente como las Fuerzas
Armadas venezolanas?
En el transcurso
de la historia, la humanidad ha visto utilizar diversas ideologías y religiones
para justificar las atrocidades de guerras y etnocidios de todo tipo. Vienen a
mi memoria los dibujos de Francisco de Goya y Lucientes, “Los caprichos” donde
el sueño de la razón producía monstruos y recordé algunas cosas aprendidas
leyendo a Christopher Hitchens (1949-2011), polémico escritor y periodista
angloestadounidense quien escribió una vez, sobre una paradisíaca isla que se
llamaba Ceilán y que ahora, es un país que cambió de nombre (¿Como el
nuestro?), y se encuentra arruinado y desfigurado por la violencia y por la
represión (¿Como el nuestro?)… Ahora se llama SriLanka. Lanka porque en
cingalés era el nombre original de la isla y Sri que viene del budismo y
significa “santo”. Los tamiles, quienes son hinduistas y viven en el norte de
la isla prefieren llamar a su tierra “Eelam”; sus partidarios por un tribalismo
étnico retaliador crearon una guerrilla que se especializó en el asesinato
suicida como respuesta a los linchamientos multitudinarios (pogromos) de los
budistas contra los tamiles, lo que desembocaría más tarde en el asesinato del
primer presidente de SriLanka independiente a manos de un sacerdote budista.
Lo que nos está
sucediendo en el país no tiene connotaciones ni características ideológicas,
nacionalistas, o religiosas. Ante la silente complicidad de quienes se formaron
como cadetes en la Academia Militar y luego ascendieron en los estamentos
militares de teniente a capitán, de mayor a teniente coronel, y luego al
generalato de las cuatro fuerzas militares que antes eran denominadas orgullosamente,
las Fuerzas Armadas Venezolanas, sencillamente, permanecen silentes. Ellos
presencian impávidos como se viola permanentemente y sin pudor alguno la
Constitución nacional mientras el país yace sumido en una bochornosa corrupción,
en niveles de hiperinflación que han llevado al desabastecimiento de medicinas
y de alimentos con estadísticas espeluznantes y las más trágicas consecuencias,
mientras quienes desde un partido político, siguiendo el plan trazado desde
otro país, continúan controlando con “bozal de arepa” a los jefes que mandan a
los “guardias nacionales” quienes aceptan en denominar “atrocidades” a las
acciones que robando y asesinando cometen sus subalternos.
A mediados del
siglo XX, un monje budista llamado Gudô Uchiyama se hizo fanático del
socialismo y consideraba que las doctrinas budistas y marxistas
compartían el mismo ideal social. En 1907, el partido socialista japonés fue
prohibido, y Uchiyama en 1909, condenado a siete años de cárcel y acusado de
alta traición sería finalmente fusilado. Gudô crearía un Manual para los
soldados imperiales, y sus seguidores, más cercanos al fascismo que al
socialismo crearían un “budismo imperial” donde más adelante siguiendo a
Nichirem Shoslen se transformarían en budistas zombis quienes se inmolarían en
el “viento divino” de los kamikaze creyendo servir al Emperador, “Rey Sagrado y
Timón de oro”. Ya en el siglo XXI vemos con preocupación cómo se inmolan los
fanáticos yihadistas, mientras por acá, en lo que antes fuera “la tierra de
gracia”, la guardia nacional venezolana sigue cometiendo “atrocidades” y
protegiendo a paramilitares armados para
defender la permanencia en el poder de quienes descaradamente continúan
violando la Constitución Nacional. Es ahora Cicerón y sus catilinarias lo que
llega hasta mi mente… ¿Hasta cuándo?
Maracaibo, 17 de junio del año 2017
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