lunes, 5 de junio de 2017

Ana Ajmátova




Ana Ajmátova

En medio de las penurias, del acoso, de la amenaza que se cierne, ominosa, sobre nuestro país, podemos admirar a una mujer de otra época y de otra patria, la lejana Rusia, Ana poeta quien sufrió el acoso del despiadado régimen comunista y quien en medio de las penurias, de la amenaza que se cernía, ominosa, sobre ella y que amagaba con arrancarle la vida y destruir la de sus seres queridos y amigos, Ana Ajmátova, al igual que una pléyade de escritores y artistas de la entonces Unión Soviética, se negaron a plegarse al régimen y a prostituirse. Los falsos escritores, versificadores mediocres, obtusos emborronadores de cuartillas, capaces de cualquier infamia por recibir las migajas de la camarilla de truhanes que gozaban del poder total, hoy no son nadie, sus obras nadie las lee, y, por el contrario, el valor y la integridad de escritores como Ana Ajmátova, Boris Pasternak, Vassili Grossman y tantos otros autores talentosos que escogieron la dignidad a costa de privaciones, maltratos, celdas o el balazo artero, fulguran mostrándonos que la dignidad siempre es posible, aun en la peor de las circunstancias.

La vida de Ana Ajmátova es, en muchos aspectos, la de los escritores y artistas rusos en aquellos lúgubres tiempos del “socialismo real”. Hostigada, perseguida, deportada, vivió el turbio mundo de la sangrienta dictadura de Lenin y de Stalin. Su primer esposo y padre de su único hijo, el poeta Nikolái Gumiliov, fue fusilado por los bolcheviques. Su último esposo, el historiador del arte Nikolái Punin, murió de agotamiento en un campo de concentración. Su hijo, Lev Gumiliov, fue apresado y ella tuvo que, colocarse en el frente de la prisión de Leningrado cada día, para saber de él. La dictadura la llevó a quemar sus cuadernos de poesía para impedir que su hijo fuera fusilado por los verdugos de Stalin. Su poesía fue proscrita. Y en medio de aquel régimen gris y homicida, se sostuvo con valor. Joseph Brodsky, el gran poeta ruso, que la trato y admiró dice de ella: “Su sola mirada te cortaba el aliento. Alta, de pelo oscuro, morena, esbelta y ágil, con los ojos verdosos de un tigre polar, durante medio siglo la ha dibujado, pintado, esculpido en yeso y mármol, fotografiado un sinnúmero de personas, empezando por Modigliani. Los versos dedicados a ella formarían más volúmenes que su obra entera.”

Anna Andréievna Gorenko fue una destacada poeta rusa. Junto con Nikolái Gumiliov y Ósip Mandelshtam, una de las figuras más representativas de la poesía acmeísta de la Edad de Plata de la literatura rusa.  Nació el 23 de junio de 1889 en un pueblo cercano a Odessa, hija de una noble familia de origen tártaro.  Estudió latín, historia y literatura en Kiev y en San Petersburgo. Allí se casó con Nikolái Gumiliov en 1910, promotor del acmeísmo, corriente poética que se sumaba al renacimiento intelectual de Rusia a principios del siglo XX. Los acmeístas rompían con el simbolismo, de carácter metafórico, y restablecían el valor semántico de las palabras. En esta línea Anna publicó en 1912 su primer libro de poemas titulado La tarde. En ese mismo año nace su único hijo Lev, que se convertiría en un famoso historiador neoeurasianista. El matrimonio de Anna y Nikolái duraría desde 1910 hasta 1918. Las trágicas consecuencias de la revolución rusa de 1917 afectarán a toda Rusia, y por supuesto, Anna y su familia padecerán sus efectos. En 1921 su marido fue acusado de conspiración y fusilado. Más tarde, su hijo será también arrestado y deportado a Siberia, y por último, su amigo e historiador de arte, Nikolai Punin, moriría de agotamiento en un campo de concentración en 1938. Los poemas de Anna se prohibieron, fue acusada de traición y deportada. Por temor a que fusilaran a su hijo quemó todos sus papeles personales. En 1944 pudo regresar a Leningrado con su hijo, ciudad devastada tras el asedio nazi. En 1945 el joven intelectual británico Isaiah Berlin quiso visitarla antes de regresar a Londres. Durante ese encuentro que se prolongó durante veinte horas donde Anna le leyó sus poemas y se sinceró con él, estos detalles están en el libro de Michael Ignatieff sobre la vida de Berlin. Lamentablemente aquella entrevista tuvo trágicas consecuencias ya que el hijo de Ana volvió a ser encarcelado durante diez años. Esta vez la escritora se negó a silenciar su voz y siguió adelante con su poemario más importante, Réquiem, que explica como en aquella Unión Soviética los únicos que estaban en paz eran los difuntos y que los vivos pasaban su vida yendo de un campo de concentración a otro.

El libro fue publicado sin su consentimiento y conocimiento en 1963 en Múnich. Al año siguiente viajaría a Taormina (Italia), donde recibió el Premio Internacional de Poesía. Modigliani la pintó varias veces y uno de esos cuadros se muestra en este breve reseña. En 1965 recibiría un Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Oxford. Viajará a Gran Bretaña con escala en París y publica en Moscú El correr del tiempo (1909-1965), un balance incompleto (y censurado) de su obra. En 1966 Anna morirá de un infarto en un sanatorio de las afueras de Moscú y sería enterrada en Komarovo. Su obra, traducida a un sinnúmero de lenguas, sólo aparecerá íntegra en Rusia en 1990.

Maracaibo, 5 de mayo del año 2017
REF: Isaiah Berlin, su vida. Michael Ignatieff, Taurus Ed, 1999

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