martes, 14 de marzo de 2023

Fuera de juego


Hace 23 años -mientras dormía en su cama- Heberto Padilla, quien estaba en el nortearicano Estado de Alabama y tenía 68 años, sufrió un ataque al corazón y murió. La historia nos relata que Heberto fue un poeta y periodista cubano, quien al triunfar la revolución en su Cuba natal estuvo al servicio del soñado proyecto de cambios y de transformación social, y le tocó ser corresponsal de Prensa Latina, comandada por Gabriel García Márquez y Rodolfo Walsh, en Nueva York para luego ser corresponsal de la mítica agencia de noticias nada menos que en la Unión Soviética.

Heberto, había pasado varios años en Rusia, aquel país que una vez había inaugurado la era de un gobierno de trabajadores, por allá lejos, en octubre de 1917… Pero Stalin había venido luego y así fue como Heberto Padilla conoció lo que era percibir desde adentro una revolución burocratizada por obra del “padrecito de los pueblos” y enterado de horruras como el holodomor ucraniano, y otras más, entonces… Dudó, y al regresar a Cuba escribió Fuera de juego…

Fuera de juego era sencillamente un libro de poemas que muy pronto fue galardonado en la propia isla. El libro Fuera de juego fue premiado por un jurado designado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), integrado por José Lezama Lima, José Z. Tallet, Manuel Díaz Martínez, César Calvo y J.M. Cohen. Era un libro que estaba compuesto por poemas como “Instrucciones para ingresar en una nueva sociedad”: La UNEAC tomó una decisión con respecto al polémico libro y dijo:

“El comité director insertará una nota en ambos libros expresando su desacuerdo con los mismos por entender que son ideológicamente contrarios a nuestra Revolución. El comité director de la UNEAC hace constar por este medio su total desacuerdo con los premios concedidos a las obras de poesía y teatro que, con sus autores, han sido mencionados al comienzo de este escrito. La dirección de la UNEAC no renuncia al derecho ni al deber de velar por el mantenimiento de los principios que informan nuestra Revolución, uno de los cuales es sin duda la defensa de esta, así de los enemigos declarados y abiertos como de aquellos otros que utilizan medios más arteros y sutiles para actuar”.


Heberto Padilla se constituyó en una referencia de que la intelectualidad solidaria con la revolución pudiera pensar en sus límites y hasta expresarlos. Padilla no se negó a ese rol y se mostró públicamente como un intelectual crítico. Sucedió que… Tres años después, en marzo de 1971, el y su esposa, Belkis Cuza fueron arrestado por la Policía política del gobierno de Fidel Castro, y Padilla, atosigado por la policía estatal con métodos cruentos luego de 38 días de reclusión, pasaría entonces a ser llevado a una asamblea de la Unión de Escritores donde haría profesión de fe revolucionaria, y señalaría a otros escritores que dudaban, haciendo un mea culpa por su accionar contrarrevolucionario al escribir y publicar unos versos malditos.

La autoincriminación de un intelectual por la razón de dudar se hacía presente en Cuba como había sucedido durante las peores épocas de la Unión Soviética y ese proceder se mostró descaradamente y habría de seguir siendo la triste historia del estalinismo en el Caribe y de cómo en aquellos años, escindió profundamente la relación de algunos intelectuales latinoamericanos quienes creían con fervor en la revolución cubana.

Desde el momento cuando escritores e intelectuales latinoamericanos y europeos como Italo Calvino, Simone de Beauvoir, Julio Cortázar, Marguerite Duras, Carlos Fuentes, Jean Paul Sartre y Mario Vargas Llosa, entre otros, enviaron una carta abierta a Fidel Castro pidiendo la liberación de Padilla. Se había iniciado así el Primer Acto de “el caso Padilla”.

“Yo, bajo el disfraz del escritor rebelde, lo único que hacía era ocultar mi desafecto a la Revolución -se arrepentía el poeta-. Este es el hombre que realmente yo era; este es el hombre que cometía estos errores, este es el hombre que objetivamente trabajaba contra la Revolución y no en beneficio de ella; este era el hombre que cuando hacía una crítica no la hacía al organismo al que debía criticársele, sino que hacía la crítica al pasillo, que hacía la crítica al compañero con mala intención…

…Yo he llegado sumamente lejos en mis errores y en mis actividades contrarrevolucionarias, no se le puede andar con rodeos a las palabras. Yo, cuando fui a Seguridad, sobre todo tenía la tendencia a tenerle miedo a esa palabra, como si esa palabra no tuviese una carga muy clara y un valor muy específico, ¿no? Es decir, contrarrevolucionario es el hombre que actúa contra la Revolución, que la daña. Y yo actuaba y yo dañaba a la Revolución. A mí me preocupaba más mi importancia intelectual y literaria que la importancia de la Revolución…
En cierto momento la diatriba se hacía artera y señalaba a otros intelectuales críticos. Padilla incurría en el delito moral de la delación al decir…“Pero es que César López ha hecho conmigo análisis derrotistas, análisis negativos de nuestra Revolución. Además, César López ha llevado a la poesía también esa épica de la derrota… …César mandó su libro fuera. Yo mismo hice una nota a José Agustín Goytisolo sobre ese libro. Y yo sé que César, estoy convencido, convencidísimo, de que César López es un compañero honrado, honesto, que sabe que hay que rectificar esa conducta…

Entonces César López tomaría la palabra para decir:“Para aprovechar una oportunidad que la revolución nos brinda a todos nosotros y que ha comenzado por el compañero Heberto Padilla, de quien no tengo que glosar la emotiva, honrada, profunda, autocrítica hasta la médula, que nos ha conmovido a todos en el plano político, moral, humano, revolucionario”. Varios escritores más hicieron su autocrítica esa noche pérfida. Sólo la intervención de Norberto Fuentes rompió la armonía de los arrepentidos.

Fidel Castro había intervenido en el debate de manera virulenta: Ya saben señores intelectuales burgueses y libelistas burgueses y agentes de la CIA: en Cuba no tendrán entrada, ¡cerrada la entrada indefinidamente, por tiempo indefinido y por tiempo infinito!” Mario Vargas Llosa renunció con una carta al comité de la revista Casa de las Américas. Se refirió a los autocríticos de la UNEAC: “Conozco a todos ellos lo suficiente como para saber que ese lastimoso espectáculo no ha sido espontáneo, sino prefabricado como los juicios estalinistas de los años treinta”.

Mientras tanto, una segunda carta abierta a Fidel Castro era enviada por los intelectuales impulsada por la revista Libre -que agrupaba a los autores del boom latinoamericano-. Se sumaban a la primera carta Pier Paolo Pasolini y Alain Resnais y se bajaba Julio Cortázar. La carta decía: “Creemos un deber comunicarle nuestra vergüenza y nuestra cólera. El lastimoso texto de la confesión que ha firmado Heberto Padilla sólo puede haberse obtenido mediante métodos que son la negación de la legalidad y la justicia revolucionaria… recuerdan los momentos más sórdidos de la época del estalinismo, sus juicios prefabricados y sus cacerías de brujas.

Gabriel García Márquez se pronunciaba sobre la carta: “Yo no firmé la carta de protesta porque no era partidario de que la mandaran. Sin embargo, en ningún momento pondré en duda la honradez intelectual y la vocación revolucionaria de quienes firmaron la carta. Acerca de la autocrítica de Padilla, García Márquez decía: “El tono de su autocrítica es tan exagerado, tan abyecto, que parece obtenido por métodos ignominiosos”.

Padilla pudo salir de Cuba y radicarse en Nueva York en 1980, luego en Madrid para después recabar otra vez en los Estados Unidos. Sus amigos dijeron que su espíritu se había roto luego de las jornadas de detención y autocrítica. El 25 de septiembre de 2000 murió de un paro cardíaco en su departamento de Auburn, Alabama.

Maracaibo, martes 14 de marzo, del año 2023

1 comentario:

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