sábado, 11 de agosto de 2018

Alejandro Magno




Alejandro Magno


Alejandro Magno (356 a.C, 323 a.C.) nació en Pella, en la llamada Macedonia, región griega fronteriza con las riberas del Danubio. Plutarco lo describe en Vidas paralelas (Alejandro y Julio César), como un experto jinete, de gran fortaleza física y así se ve su figura representada en relieves, estatuas y monedas, con una melena leonina, nariz griega recta y mentón prominente. Educado por Aristóteles, el filósofo estagirita y Alejandro amó la Ilíada de Homero y aprendió ética, política y medicina. Tras la muerte por asesinato de su padre Filipo, Alejandro intentó en ser el dueño del mundo. Era terrible en el combate y benigno en la victoria, así en su corta vida llevó adelante en palabras de Arturo Uslar Pietri “uno de los destinos más prodigiosos de la humanidad”.

Alejandro le infringió su primera derrota a los persas pasando el río Grámico y en una campaña que duró 12 años puso en contacto a la civilización griega con el mundo asiático y sembró en su imperio más de 70 ciudades desde Alejandría hasta las riberas del Indo. En Egipto fue coronado rey con todos los atributos de un faraón. El año 331 a.C., venció al Rey de los persas Darío I quien tenía un ejército de 285.000 hombres, quienes perdieron contra 47.000 de Alejandro. El ejército macedonio  conquistó el mayor imperio de aquella época el cual comprendía desde Grecia, Egipto, Turquía y el Oriente Medio. Alejandro ocupó Persépolis y Babilonia. Tras tomar a Frigia, Alejandro llegó a la ciudad de Gorgos donde se decía era la corte del famoso Rey Midas y escuchó la leyenda de boca de aquellos bárbaros de que el Hado había ofrecido a quien desatase el gran nudo, que sería el rey de la tierra. Al intentar desatarlo, ya cansado de intentarlo, Alejandro cortó el nudo con su espada.

Alejandro, ya convertido en rey se había casado con Roxana, más tarde haría un matrimonio poligámico cn dos princesas persas de la casa de Darío. Ambas serían eliminadas por la celosas Roxana una vez que s vio convertida en viuda. Alejandro nunca regresó a su patria. A los 33 años murió de una fiebre súbita y rebelde en el verano de Babilonia; posiblemente una fiebre terciana quizás malaria lo acabaría cuando estaba en la plenitud de su vida y su poder. Su imperio se desmembraría en la manos de sus cuatro generales.

No ha sido muy común la aproximación del cine a la figura de Alejandro Magno. Solo tres cineastas han enfrentado la realización cinematográfica de sus hazañas en la gran pantalla. La primera de ellas (Sikander, de Sohrab Modi, India 1941), los valores cinematográficos, en las escenas bélicas, quedaron subordinados a un producto de propaganda patriótica y nacionalista que tuvo grandes dificultades para superar los comités censores de Bombay. La segunda, lleva la firma de Robert Rossen (Alexander the Great, 1955), un autor afamado por su tarea como guionista. Rosen dirigió la biografía de Alejandro durante su exilio europeo, cuando fue denunciado ante el Comité de Actividades Antiamericanas. Rosen destacaría el papel del protagonista (Richard Burton) y la calidad de la fotografía con los encuadres escénicos. Aunque su montaje fue amputado en 50 minutos por la productora (MGM) hasta el punto de hacer irreconocibles algunos pasajes, el guión, obra del mismo Rossen, presenta un toque intimista que explora esencialmente el enfrentamiento entre Alejandro y Filipo, y muestra un personaje  totalmente maniatado por su afán de gloria y su ambición.

Sobre la tercera y última entrega, dirigida por el norteamericano Oliver Stone (2004) se señaló que “Pocas veces, en el cine de los últimos años, un trabajo tan poderoso, valiente e intenso ha sido objeto de burlas tan crueles y despiadadas, tan desproporcionadas y sonrojantes”. La productora consideró la película como un fracaso porque su recaudación casi ni superó los costes. La película fue objeto de críticas morales y políticas asociadas al rechazo a su director por un sector amplio del stablishment americano. Hubo críticas al reparto, especialmente por Colin Farrell en el papel de Alejandro y de Angelina Jolie quien encarnaba a Olimpia. Las críticas históricas insistirían en que Alejandro Magno era un drama épico basado en la historia, pero en Estados Unidos se denunció que la película era una vergüenza porque describía a Alejandro como un coloso, cuando lo que hizo fue invadir un antiguo imperio de Oriente Próximo y asesinar a miles de personas que se negaban a entregar sus ciudades. Los obispos católicos en los Estados Unidos dijeron públicamente que el deseo de ver la película era una señal de que Satán había entrado en sus corazones. Un grupo homosexual de Canadá amenazó a Robin Lane Fox por presentar un Alejandro no puramente gay. Un bufete griego amenazó con una demanda por mostrar a su héroe nacional con una bisexualidad que rechazaban categóricamente. En Irán protestaron por presentar a Roxana como una negra, y es evidente que quien vea una imagen de la actriz Rosario Dawson, resulta una apreciación sesgada. Los guionistas no hicieron girar la historia sobre un campo de batalla, centrándose en el drama familiar, con un indudable sesgo psicoanalítico, sobre la personalidad de un Alejandro complejo, con rasgos de grandeza y también con sus miserias, con recaídas melancólicas, e indudables accesos de cólera, o la crueldad hacia los que se le oponían. El problema central de cualquier ficción que tiene como objetivo recrear con plausibilidad el pasado, es equilibrar los elementos históricos y los elementos dramáticos que no alteran la historicidad. En este sentido Oliver Stone y su equipo trasladaron una parte importante del peso de la película hacia la personalidad de Alejandro. Es posible que esto la alejase de lo que el gran público demandaba a un producto de Hollywood.

Este artículo resume en parte el trabajo de mi inolvidable colega y compadre Dr Alfonso Ávila Mayor (1938-2010) “Alejandro Magno, un imperio y un destino” en “Aprenda a vivir eternamente y muera tranquilo
Maracaibo  11  de agosto, 2018

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