Los barrios
porteños y el tango
El Abasto sobre la Calle Lavalle, fue inaugurado en 1893 y está
indisolublemente unida a la historia del tango. A principios del 1900 en Agüero
y Lavalle, o en la esquina de Tucumán y Anchorena, tenían su paradero el
acordeonista Angel Villoldo autor del famoso "El Choclo",
y Enrique Cadìcamo, o se podía
ver a Ovidio Josè Bianquet,, conocido como El Cachafaz, considerado el mejor bailarín de la historia del tango. Más adelante, ya
por los años 20 en esta zona eran frecuentes las peleas entre rufianes y
malevos, y los bailes frecuentemente eran interrumpidos por grandes trifulcas
que comenzaban en los bares para terminar luego a tiros y a puñaladas. En uno
de estas peleas José "Cielito" Traverso, famoso guapo del Abasto y
uno de los dueños del Bar O'Rondeman en Agüero y Humahuaca, mató a uno de la
familia Argerich por lo que debió exiliarse en Uruguay. En este bar fue donde allá
por 1910, precisamente debutó Carlos Gardel bajo el amparo de Alberto "Don
Yiyo" Traverso, hermano de "Cielito". Sabemos poco de las
andanzas porteñas del adolescente Carlos Gardel cuando era un joven muchacho
apodado “El Francesito”, y más tarde “El Morocho del Abasto” quien aprendió a
bailar el tango y lo bailaba muy bien. Sin embargo, el baile es una cosa y la
música es otra. La íntima conexión entre Gardel y el tango no se estableció
sino años después. Anibal Troilo, “el bandoneón mayor de Buenos Aires” nació en 1914 en el barrio del
Abasto y los cantantes Roberto Rufino y Virginia Luque también. En los alrededores siempre hubo fondas y bares, hospedajes,
conventillos, prostíbulos y, comités políticos.
Por aquellos años, los comités
eran uno de los principales lugares para la difusión del arte local.
Importantes payadores cantaban en esos llamados comités y Gardel no solamente
cantaba en el café de los caudillos Traverso, también lo hacía en el comité
conservador contiguo. En el Abasto él conoció a José Betinotti y a Ambrosio Río
que eran payadores y cantores criollos. Allí también conocería en ocasión de
celebrarse una reunión privada en casa de un pianista de apellido Gigena, nada
más y nada menos que al uruguayo José Razzano quien fue su amigo, compañero
artístico y administrador. Razzano fue un referente valioso para varias
generaciones de autores y compositores. Estuvo 20 años junto a Gardel, compuso
con él alrededor de 100 temas, algunos de mucha repercusión entre los
seguidores del tango. El tango porteño hizo furor en los años siguientes y los
cantores de cafetines y comités pasaron con la ayuda de la edición de discos a
ser los grandes portavoces del canto criollo, desplazando así a los payadores.
“Decí, por Dios, ¿qué me has dao, que estoy tan
cambiao, no sé más quién soy? El malevaje extrañao, me mira sin comprender...
Me ve perdiendo el cartel de guapo que ayer brillaba en la acción... ¿No ves
que estoy embretao, vencido y maniao en tu corazón? Te vi pasar tangueando altanera
con un compás tan hondo y sensual que no fue más que verte y perder la fe, el
coraje, el ansia 'e guapear. No me has dejao ni el pucho en la oreja de aquel
pasao malevo y feroz... ¡Ya no me falta pa' completar más que ir a misa e
hincarme a rezar! Ayer, de miedo a matar, en vez de pelear me puse a correr...
Me vi a la sombra o finao; pensé en no verte y temblé... ¡Si yo, -que nunca
aflojé- de noche angustiao me encierro a llorar!... Decí, por Dios, ¿qué me has
dao, que estoy tan cambiao, no sé más quién soy?”
Esta es la
letra de "Malevaje"(1929)
con música de Juan de Dios Filiberto y letra de Enrique Santos Discépolo, autor
también de “Cambalache”(1934), quizás el
tango más emblemático de Enrique Santos Discépolo. El hecho de que Carlos
Gardel grabara casi todos sus primeros tangos ayudó en gran medida a la
difusión y legitimación de Discépolo como autor y compositor de un género lleno
de autores y compositores. En ese sentido, la versión gardeliana del 10 de
octubre de 1930 de “Yira yira”
figura entre los grandes momentos de la música argentina. Filiberto era un
compositor del barrio de La Boca, y fue un creador de tangos exitosos
internacionalmente, su música se la llamó canción porteña y esta devino del
barrio en el que nació y se crió donde vivió toda su vida. El barrio de La Boca
(en la zona sur de Buenos Aires), a fines del siglo pasado, arrinconado contra
el río, era un arrabal poblado de italianos, en especial genoveses y criollos,
gauchos y gente del campo. El arrabal era una línea que separaba la ciudad del
campo y ambos se confundían en sus gustos y costumbres. La misma música se
destacaba a uno y otro lado y los ritmos tradicionales, que confluyeron en el espíritu creativo de
Filiberto fusionándose con el tango, que éste escuchó y mamó desde su propia
creación.
Maracaibo, 13 de
marzo de 2017
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