De cómo no “escribir para
dar un mensaje”…
Rosa Montero en su libro “La loca
de la casa” nos comenta: “Eres
eterno mientras inventas historias. Uno escribe siempre contra la muerte”,
y citará a Vila-Matas en su novela premiada con el Rómulo Gallegos, “El viaje vertical” donde afirmaba que: “La novela es la autorización de la
esquizofrenia”. Rosa Montero nos habla con emoción de su sentir por la
novela: “La vida es incomprensible, absurda y ciega, por eso la novela que
es un género vivo, se mantiene en perpetua evolución. La novela intenta poner
orden en el caos de la vida”. “El narrador intenta ordenar el caos y atisba el
dibujo final del laberinto. Las novelas como los sueños, nacen de un territorio
profundo y movedizo que está más allá de las palabras”. Al penetrar cada
vez más en las profundidades del subconsciente, o tal vez en las interioridades
del alma, la escritora nos dice: “Basta con pensar en lo que soñamos para
que sea posible intuir que tenemos otras existencias, ¿vidas paralelas?, las
reales y las del sueño. Cuando nos dormimos y empezamos a soñar, entramos en
realidad en otra vida, en una existencia paralela que guarda su propia memoria,
su continuidad, “su causalidad enrevesada”.
Nuestro escritor, Eduardo Liendo, dijo una vez : “El escritor, por muy desamparado que se
encuentre, por suicida que sea, es el amante preferido de la existencia. Por
eso quizás su mayor desafío es vencer a la muerte con el filo de la palabra
escrita”. Eduardo Liendo quien por cierto no padece de “la vanidad del escritor consagrado” un
mal que es común en algunos escritores de oficio. Sobre este fenómeno,
nuevamente Rosa Montero, diría con gran desparpajo. “La vanidad del escritor
no es sino un vertiginoso agujero de inseguridad”... “un basurero emocional”.
“La fama es la versión más barata, inestable y artificial del triunfo”, y “el
éxito en la sociedad de hoy no está relacionado con la gloria sino con la
fama”. “Uno puede vender su alma al poder por tantas cosas, y lo que es peor,
por tan poco precio”... “Lo malo es que luego llega el poder y el embeleso por
el poder, y a menudo lo desbarata y lo pervierte todo”. “Escribir para dar un
mensaje, traiciona la función primordial de la narrativa, su sentido esencial
es la búsqueda del sentido. Se escribe, pues, para aprender, para saber, y una
no puede emprender ese viaje de conocimiento llevando previamente las
respuestas consigo”.
En la novela “Escribir en La Habana” una joven conversa: “Leer,
siempre es difícil mi dóctor, es complejo, leer un libro es más complicado que
leer un periódico. Tu amor es una noticia del pasado, no es literatura, es como
lo que hay en los periódicos. ¿Para qué leer las noticias si son de ayer? Son
noticias ya pasadas, propagadas y hasta olvidadas”. Yo la miré queriendo
desentrañar el sentido de sus cuitas pero ella continuó. “Un libro, mi dóctor, se puede leer dos o más veces, la literatura es
para releerla, inténtalo Marcelo querido. Lo que cada uno encuentre en los
libros depende más del lector que del autor, sobre todo del lector que sea
capaz de releer. ¿Qué hiciste con Natasha, leíste un periódico o trataste de
releerla como un libro?” Se rio con picardía, el verme balbucear tratando
de defenderme, quería decirle que si era por leer, yo ni siquiera había
terminado con la tía Julia, pero imaginé que ella cambiaría las cosas y se
saldría por la tangente con algún chiste sobre su tía Alicia. Al fin pude
expresarme. No es leer, es el cómo entender muchas cosas lo que me preocupa. Al
fin había logrado decirle algo, más ella sin dejarme proseguir me interrumpió
para decirme. “Preocupada debería estar
yo por saber cómo escribir bien, por aprender a narrar, a escribir verdadera
literatura, no sólo para terminar mi tesis sobre el barroco. ¿Sabes Marcelo? No
quiero ser escritora para escribir la verdad, esa es la que sale en los
periódicos, yo quisiera escribir cuentos, relatos, transformarme en una
verdadera narradora. ¡Tú no te imaginas Marcelo cuanto deseo poder escribir con
un nivel de excelencia! Quiero ser una escritora, yo en mi juventud y con toda
mi inexperiencia quisiera poder escribir desde mi condición de mujer joven y no
soportaría hacerlo enmarcada por contraseñas, asfixiada por los tabúes y los
remilgos que ahogan la femineidad tradicional de los míos. Quiero ser yo misma,
yo verdadera, yo sencilla y a la vez muy amplia y permisiva. Es que, ¡chico!,
yo no creo que el ser auténtica tenga ver con estar inventando grandes
conflictos. Para escribir, yo no quisiera intentar plagiar la realidad. Esa
está en la prensa, ya te lo dije y además sé que te parezco loca, porque
precisamente me estoy graduando de periodista, pero es así. Dime Marcelo,
¿conoces acaso si existe un límite entre la ficción y la mentira?” Yo pensé
en Cuba, y estaba a punto de decirle algo concreto cuando me interrumpió de
nuevo. “Yo no escribiré para relatar mis
vivencias, yo creo Marcelo, que una debe escribir para inventar la vida,”
Ella lo decía con tanto énfasis y con una vehemencia tal que me impresionó. Al
instante, ella no pudo impedir una emocionada referencia de su admirado
Carpentier. “Como él mismo decía,
suspiró Anabella, yo insisto mi querido Marcelo, que es preferible cien mil
veces, una novela policial lograda que una epopeya fastidiosa. Quizás algún día
yo decida escribir sobre este viaje y claro está, cambiaré todas las cosas a mi
antojo, aunque también sin duda alguna, puede que el tiempo modifique los
hechos, recuerda lo que Borges decía, la memoria existe porque existe el olvido”…
Maracaibo
14 de marzo de 2017
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