Zorrilla y las píldoras de Salomón
Por efectos de
una costumbre ancestral que desde hace años me acostumbré a denominar “la
ociosidad del caletre”, cuando estudiamos primaria y bachillerato vivíamos en tiempos
cuando la repetición durante el aprendizaje era lo usual. Acepto que era, y puedo decir que fue: útil.
Ahora puede sonar disparatado que uno se aprendiese las tablas de la aritmética
rítmicamente cantando, y desde los verbos irregulares del inglés, o de
Shakespeare el monólogo de Marco Antonio ante el cadáver de César, o la “moza tan fermosa” del Marqués de Santillana,
o cualquier poesía y mil cosas más que están por allí, flotando en los
recovecos de la memoria y que surgen de repente. Así, les cuento que me ocurrió
hace unos días, y me dije: ¿de donde saldrá esto y quien será su autor? “¿Qué quieren esas nubes que con furor se
agrupan del aire transparente por la
región azul? ¿Qué quieren cuando el paso de su vacío ocupan del cénit suspendiendo su tenebroso tul?... “¡Señor,
yo te conozco! la noche azul serena me dice desde lejos: “tu Dios se esconde allí”.
Pero la noche oscura, la de nublados llena, me dice más pujante, “tu dios se
acerca a ti”. Te acercas, sí; conozco las orlas de tu manto en esa ardiente
nube con que ceñido estás; el resplandor conozco de tu semblante santo cuando
al cruzar el éter relampagueando vas”. El autor era José Zorrilla y (ahora
que todo está flotando en la red cibernética) pude enterarme de que es parte de
un cuento o leyenda en verso que el poeta denominó “Las píldoras de Salomón”.
José Zorrilla y
Moral nació en Valladolid el 21 de febrero de 1817.Con sus padres mantuvo una
relación complicada y difícil que afectó notablemente su vida y que se reflejó en
sus escritos. Estudió en el Seminario de Nobles regentado por los jesuitas, donde
comenzó a leer a Chateaubriand, a Fenimore Cooper y a Walter Scott, en boga
entonces. En ese entonces escribiría sus
primeros versos. En Toledo (1833) y luego Valladolid (1834) hizo estudios de
Derecho por dos años y en el verano de 1836 llegó a Madrid. Miguel de los
Santos Álvarez su coterráneo y amigo de la infancia, le presentó a Espronceda. En febrero de 1837 se suicidó Larra; y de
riguroso luto, artistas y literatos de Madrid, en el cementerio de Fuencarral y
despidieron con versos al desventurado «Fígaro». Los de Zorrilla impresionaron
de tal manera que, al salir del camposanto, el joven poeta festejado por todos comenzó
desde entonces una carrera vertiginosa. Aquel mismo año publicó sus Poesías y
en 1850 dio a la imprenta la mayoría de sus mejores obras, El zapatero y el rey, Cantos del Trovador en 1840, El puñal del godo y El caballo del rey don Sancho en 1843, Don Juan Tenorio en 1844, y Traidor,
inconfeso y mártir en 1847.
Su padre, desterrado
en Lerma por su ideología carlista, no perdonó jamás a su hijo el haber
abandonado los estudios y Zorrilla acabó de indisponerse con su familia al
contraer matrimonio, a los veintidós años, con doña Florentina O'Reilly, viuda
irlandesa, dieciséis años mayor que él. Los celos de ésta le hicieron abandonar
el teatro y abandonar España para vivir más sosegadamente en Francia (1850). En
París trabó amistad con mantuvo amistad con Alejandro Dumas, Alfred de Musset,
Víctor Hugo, Théophile Gautier y George Sand. Viajaría a México a partir de
1855. El Emperador Maximiliano, le nombró director del Teatro Nacional, pero más
tarde, mientras Zorrilla estaba en España, Benito Juárez derrotó a los
imperiales y puso fin a la vida de Maximiliano y a su efímero reinado. Doña
Florentina había fallecido en México y el poeta se casó nuevamente con doña
Juana Pacheco, una joven de gran belleza. Desde 1869 hasta 1893, José Zorrilla habría
de experimentar los halagos del éxito e igualmente graves apuros económicos a
pesar de su triunfal recepción en la Real Academia Española en 1885 y la
coronación solemne como poeta nacional en Granada en 1889. Murió en Madrid en
1893 como consecuencia de una operación efectuada para extraerle un tumor
cerebral.
José Zorrilla cultivó
la lírica, la épica y la dramática. Hay en la vida de Zorrilla tres elementos
de gran interés Para comprender la orientación de su obra debe examinarse las
relaciones con su padre, despótico y severo, quien rechazó sistemáticamente el
cariño de su hijo, sin perdonarle sus errores juveniles. El escritor parecía cargar
con un complejo de culpa, y quizás por eso defendería un ideal tradicionalista acorde
con el sentir paterno, en contradicción con sus íntimas ideas progresistas. También
cabe destacar su temperamento sensual, que le arrastraba hacia las mujeres,
tuvo un temprano amor con una prima, amores en París y en México y sus dos
esposas, dan una lista que está muy
lejos de la de Don Juan, pero que podía orientarse en su misma dirección. El amor
constituyó uno de los ejes fundamentales de toda su producción. A cierta altura
de su vida, Zorrilla se inventó un doble, que era un loco (Cuentos de un loco, 1853), que aparece casi obsesivamente después.
En su autobiografía, Recuerdos del tiempo
viejo, habla de sus alucinaciones y de sonambulismo, lo que nos puede
llevar a preguntarnos: ¿Pudo influir el tumor cerebral en su comportamiento?
Quizá el papel predominante de la fantasía en el escritor encuentre una
explicación por este lado.
Maracaibo 24
de marzo de 2017
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