Hans Küng la Iglesia Católica y el
Papa Formoso
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Hans Küng fue nombrado por el
papa Juan XXIII en 1962, teólogo conciliar y participó activamente como perito
del Concilio Vaticano II. En
1979 la Santa Sede le retiró la licencia a Küng para enseñar teología católica,
debido en parte a su libro ¿Infalible? donde cuestionaba el
dogma de la Infalibilidad en la Iglesia. Su actitud crítica frente al papa Juan
Pablo II, le convirtieron en uno de los principales teólogos cuyas mayores
críticas las desató la publicación de la enciclíca Evangelium Vitae (El Evangelio de la vida) en la que se mostraban
las posiciones de la Iglesia respecto a la moral sexual, a la anticoncepción y
el aborto. Küng señalaría que con esta encíclica, Juan Pablo II revelaba su
carácter autoritario y su negativa al diálogo con el mundo moderno. El papa
Benedicto XVI con quien tuvo serias discrepancias, lo recibió en 2005. El 9 de
marzo del 2016 la prensa internacional publicó una carta del teólogo suizo en
la cual Hans Küng invitaba al papa Francisco a abrir un debate sobre el dogma
de la infalibilidad del Sucesor de Pedro y ante la respuesta del papa, Küng
comentaría públicamente: “Me ha
respondido con una carta fraternal, no ha puesto límites a la discusión
sobre el dogma”… “Este es el nuevo espíritu
que siempre esperé del Magisterio. Estoy convencido de que, por fin, también el
dogma de la infalibilidad, una cuestión fundamental y decisiva de la Iglesia
católica, se podrá debatir con espíritu libre, abierto y alejado de todo
prejuicio. Estoy profundamente agradecido al papa Francisco por ofrecernos esta
posibilidad”.
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Tras nueve meses enterrado, el cuerpo de Formoso fue sacado de su tumba,
vestido con los ornamentos papales y sentado ante el tribunal eclesiástico. La
espeluznante escena de un cadáver en avanzado estado de descomposición, atado a
la silla para evitar que se escurriera no frenó un proceso que hoy es conocido
como el Sínodo del Terror. Esteban VI acusó de haberse dejado elegir obispo de Roma cuando ya era en ese momento la
cabeza de la diócesis de Porto, a los restos de Formoso, que
estaban pudriéndose, (paradójicamente lo mismo que había
hecho el propio Pontífice siendo obispo de Anagni). Fue nombrado un diácono como abogado para que
hablase en nombre del difunto. El Papa Esteban VI presidió el concilio desde su
silla, y tras la sentencia, se le cortaron los tres dedos con que había
impartido tantas bendiciones y el cadáver fue arrojarlo a una fosa con los cuerpos de varios
condenados a muerte de donde los soldados sacaron los restos de Formoso
nuevamente y los arrojaron al río Tíber. Pero en esto de las exhumaciones no siempre
hay impunidad y solo vemos actuar al castigo divino… El año 897 el pueblo romano
partidario de Formoso, entró violentamente en el Vaticano para prender a
Esteban VI quien fue desnudado y arrojado por la turba a una prisión
subterránea, donde poco después fue estrangulado. Ese mismo pueblo, llevó a la
silla papal al Cardenal de San Pedro in Vincoli, de nombre Romano, quien a los cuatro
meses falleció también de una muerte violenta y ese mismo destino le aguardaba
a su sucesor, Teodoro II, quien fue asesinado tres semanas después de ser
elegido Papa. Teodoro, no obstante, tuvo tiempo de convocar rápidamente un
Sínodo en el curso del cual devolvió sus derechos a los eclesiásticos ordenados
por Formoso y borró cualquier rastro del demencial proceso judicial de Esteban
VI.
Regreso a Hans
Küng, quien a punto de cumplir 88 años, ha vuelto a demostrar coherencia y
autenticidad al defender el derecho a la eutanasia, en el último volumen de sus
memorias: Humanidad vivida (Trotta,
2014), donde expone detalladamente cómo le gustaría morir. Es difícil poder afirmar rotundamente que
existe solo un “catolicismo. Hay una gran variedad de “movimientos”
internos dentro de la Iglesia, los cuales, apenas tienen trato entre sí. Las personas
próximas al Opus Dei no tienen relación alguna en sentido espiritual con los miembros
de la llamada “teología de la liberación”, o con los jesuitas, y
viceversa. Los llamados cristianos “progresistas” poco soportan a
quienes están relacionados con “la Obra“ y ese trato indiferente o a
veces condenatorio, existe también entre católicos y evangélicos, entre
ortodoxos y católicos, entre adventistas y mormones, o entre testigos de Jehová
y el resto de grupos cristianos. Hans Küng abogó siempre por un acercamiento
real entre la Iglesia católica y la protestante, y defendió la necesidad de una
apertura de la Iglesia al mundo moderno, para lo cual debían transformarse
necesariamente sus estructuras, ya que, según él, es imposible lograr una paz
en el mundo si antes no se consigue una paz entre las distintas religiones.
Maracaibo,
27 de marzo del añ0 2017
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