Angela Maxine
O'Brien, nació en San Diego, California en 1937, y fue conocida como Margaret
O'Brien, una actriz estadounidense de las últimas divas legendarias
sobrevivientes de la Época de Oro de Hollywood. Ganó un Óscar a los 7 años de edad e hizo llorar a
hombres adultos en los cines. Luego vio cómo Hollywood la olvidaba… hasta que
hizo algo extraordinario a los 88 años.
En 1944 en la Ceremonia de los Premios de la
Academia, una niña de siete años, subió al escenario—y entró en la historia del
cine. Margaret O’Brien recibió un Premio Juvenil de la Academia por ser la “actriz infantil más destacada de 1944”.
No era adorable y risueña como Shirley Temple. Era algo que Hollywood no había
visto nunca: una niña capaz de llorar al instante, transmitir emoción real y
desgarrarte el corazón al espectador con una sola mirada. Los críticos la
llamaban “aterradoramente talentosa”.
Los directores estaban asombrados. El público lloraba. A los siete años,
Margaret O’Brien ya era dueña absoluta de su oficio.
Actuaría en estas películas : Meet Me in St. Louis, Little
Women, Madame Curie, Jane Eyre, The Secret Garden, Our Vines Have Tender
Grapes, The Canterville Ghost, Tenth Avenue Angel, Music for Millions, Journey
for Margaret, Lost Angel, The Unfinished Dance, Heller in Pink Tights, Three
Wise Fools, Babes on Broadway, Big City, Bad Bascomb, Amy, Glory, Her First
Romance, You John Jones!, Dr. Gillespie's Criminal Case, Sunset After Dark,
This is Our Christmas. Entre otras películas.
En realidad, su historia no empezó con aquel Óscar. Empezó en 1937, cuando nació Ángela Maxine O’Brien en San Diego, California y su padre—quien era un artista de circo—murió antes de que ella naciera, y su madre, Gladys, quien era bailaora de flamenco conocía bien el mundo del espectáculo, de manera que ya a los tres años, la pequeña Angela posaba para portadas de revistas, y a los cuatro años, llamó la atención de MGM, el estudio más poderoso de Hollywood. Le dieron entonces un papel diminuto en Babes on Broadway (1941). Apenas un minuto en pantalla. Pero ese minuto bastó. Los ejecutivos de MGM vieron algo especial. Algo raro…
En 1942, con solo cinco años, consiguió el papel
principal en Journey for Margaret, un drama bélico sobre una huérfana
londinense traumatizada por los bombardeos. El papel exigía llorar, expresar
terror, mostrar el daño psicológico de la guerra. Cosas que ningún niño debería
comprender, y mucho menos representar. Pero Margaret O’Brien las comprendió, de
alguna manera. Cuando Journey for Margaret se estrenó, el
público quedó atónito. El crítico James Agee escribió que su actuación era “como si llevara cuarenta años actuando”.
Ella tenía cinco. El estudio cambió su nombre artístico a Margaret—en honor al personaje que la convirtió en estrella.
Durante los años cuarenta, Margaret se convirtió en
una de las mayores estrellas infantiles de Hollywood. Actuó junto a Judy
Garland en Meet Me in St. Louis (1944),protagonizando la famosa escena de “Have
Yourself a Merry Little Christmas” que aún hoy hace llorar a la gente. Dominaba
acentos, canto, baile y una profundidad emocional que parecía imposible para
una niña. Su secreto: No actuaba para ser “tierna”. Actuaba para ser real. Por
eso su Óscar juvenil de 1944 importó tanto. No fue por ser adorable. Fue por
ser brillante.
Pero llegó la maldición que persigue a casi todas
las estrellas infantiles: la pubertad. A principios de los años cincuenta, los
papeles desaparecieron. Hollywood no sabía qué hacer con la adolescente
Margaret. Ya no era la niña que lloraba en pantalla, pero el estudio no lograba
verla como otra cosa. Su carrera como protagonista terminó antes de cumplir
quince años. Para muchos niños actores, ahí empieza la tragedia—adicciones,
ruina, amargura. Pero la historia de Margaret O’Brien fue distinta.
Pasó a la televisión. Al teatro. A papeles
secundarios. Nunca volvió a ser una superestrella, pero nunca dejó de trabajar,
nunca dejó de actuar. Se casó, tuvo una hija, vivió una vida fuera del foco que
devoró su infancia. Entonces ocurrió algo doloroso. En 1954, la empleada
doméstica de la familia pidió llevarse su Óscar juvenil para pulirlo—como había
hecho antes. Nunca regresó. La madre de Margaret, enferma, murió poco después.
A los diecisiete años, sumida en el duelo, Margaret
olvidó el Óscar perdido… Pasaron los años… Pasaron las décadas. Aquel Óscar—el
símbolo de su extraordinario talento infantil—simplemente desapareció. Durante
cuarenta y un años, Margaret O’Brien no tuvo el premio que la había consagrado
como una de las intérpretes infantiles más dotadas de la historia… Hasta 1995.
Dos coleccionistas de recuerdos hallaron algo
insólito en un mercadillo de Los Ángeles: un Óscar Juvenil grabado con el
nombre de Margaret O’Brien. Lo compraron por 500 dólares. Luego hicieron algo
extraordinario: localizaron a Margaret y se lo devolvieron. Después de cuarenta
y un años, volvió a sostener su Óscar. La Academia organizó una ceremonia
especial para devolvérselo oficialmente. “La
pobre cosa ha pasado por mucho”, dijo Margaret, sosteniendo la estatuilla
maltratada. Pero bien podría haber estado hablándose a sí misma… Y aquí es
donde la historia se vuelve verdaderamente notable. Margaret O’Brien tiene 88
años.
El recorrido de Margaret O’Brien es: nació hija de
una bailarina viuda. Se convirtió en estrella a los cuatro años. Ganó un Óscar
a los siete años. Dominó su oficio cuando otros niños aprendían a leer. Perdió
su estatus de protagonista siendo adolescente. Transitó con elegancia hacia una
carrera más tranquila. Perdió su Óscar y lo recuperó cuarenta y un años después…
A los 88, sigue celebrando el cine, sigue
encontrándose con fans, sigue dando. No siente amargura por haber sido
olvidada. No está enfadada por los papeles que se agotaron.
No se aferra a glorias pasadas. Simplemente está
agradecida por la vida extraordinaria que vivió y quiere compartirla.
En una época en la que muchas estrellas infantiles
se convierten en advertencias, Margaret O’Brien se convirtió en algo distinto:
en una superviviente. Una profesional. Un recordatorio de que el talento y la
gracia pueden coexistir. Hizo llorar a hombres adultos cuando tenía siete años
y a los 88, nos hace admirarla aún más. Margaret O’Brien: nacida el 15 de enero
de 1937, sigue aquí y sigue siendo extraordinaria, una conexión viva con la
Época Dorada de Hollywood, aquella era en la que el cine era magia y una niña
de siete años podía hacer llorar al mundo entero. No solo actuó en películas. Creó
momentos que trascienden el tiempo y a los 88, sigue enseñándonos que el legado
no consiste en que nunca te olviden. Consiste en cómo te conduces cuando el
foco ya no está sobre ti.
In el mes de febrero de 1960,
Margaret recibió dos estrellas en el Hollywood
Walk of Fame: for motion pictures and for television. Margaret estuvo
casada con Harold Allen Jr. de 1959 a 1968. Después de su divorcio Margaret se
casó con un magnate industrial Roy Thorvald Thorsen en 1974 hasta su
fallecimiento en 2018. Su hija Mara Tolene Thorsen, nació en 1977.
Margaret O’Brien se condujo
siempre con dignidad, profesionalismo y gracia—desde su primer minuto en
pantalla hasta su año número 88. Es una lección magistral sobre cómo vivir bien
y ella sigue aquí para demostrarlo.
NOTA: parte de este trabajo para lapesteloca fue tomado del blog “La casa del saber”.
Maracaibo, martes 16 de diciembre del año 2025
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