jueves, 21 de noviembre de 2024

Un 22 de noviembre…


Recuerdo desde niño, la canción entonada por Tito Guizar en una película varias veces vista, en el cine Landia de BellaVista; una que comenzaba diciendo “voy a cantarles un corrido muy mentado”. Esta vez no se los canto, pero se los cuento, y este -para mí- es el del muy mentado día, el 22 de noviembre, cuando hablaré de las menciones que sobre el mismo he hecho, en este Blog lapesteloca desde sus inicios.

 

El Blog “lapesteloca”, lo comencé a usar en el año 2007 y lo llevo formalmente desde el año 2013.  En este Blog, repito, es donde, desde el año 2019 he procurado -escribir a diario- es decir: aquí escribo todos los días, unas tres cuartillas, y son suficientes. Esto ha conformado miles de páginas donde cualquiera puede hallar (y el “buscador” del Blog es excelente para hacerlo) un poco de todo: lo que en ocasiones he denominado -“lo que sea punto com”- y guarda relatos breves muy variados, sobre literatura, historia, sobre el cine, la biología, medicina, geografía, el arte, la mitología, aventuras, personales o imaginarias, pero tratando de escribir a diario como un ejercicio, sin apremios ni obligaciones.


Me ha antojado hoy, en mirar los 22 de noviembre previos y es curioso pues entre 2007 y 2017 no hay nada por mi escrito en esta fecha. La revisión me lleva al año 2018 donde comienzo escribiendo un artículo sobre la novela “Matar a un ruiseñor”, para no escribir nada el 22 de noviembre del 2019, pero en 2020, 2021 y en 2022 escribiría en la fecha señalada, sobre Santa Cecilia, la patrona de los músicos. Esto me lleva a relatarles algo que se relaciona con mi interés por la escritura, y casi yo diría que escribir representa un “oficio” si por ello se me recompensara económicamente, pero no es así… Bien aquí está “el cuento”.


 

En La Entropía Tropical, la primera novela que escribí a comienzos de la década de los 80 de pasado siglo XX, -la cual no sería publicada sino hasta 2016-, relataba como en un viaje a Washington el año 1977 iba a asistir a un Congreso de la Asociación Norteamericana de Patólogos y Bacteriólogos. Volaba para presentar un trabajo sobre un investigación en pulmones de acures con el microscopio electrónico, trabajo que había venido haciendo como médico-residente en el Departamento de Patología de la Universidad de Wisconsin. En “La Entropía” relato como todo aquello me parecía algo irreal, y al ir volando sobre Washington, recordaría a mi madre y “la fecha”: el 22 de noviembre…

 

“Desde el aire, volando sobre Washington Distrito Capital, el Capitolio y el Obelisco me parecen manchas blancas y pienso en Arlinton, buscaba el cementerio, ¿donde estará la tumba de Kennedy?, y volteo, pero no la diviso, pasan las nubes y pienso... Fue un veintidós de noviembre en Dallas, lo liquidaron, es la fecha de mi cumpleaños, curiosa coincidencia, Santa Cecilia patrona de los músicos, eso decía mi madre, los cerezos deben estar floreciendo, pero tan solo se ven grises los tejados de las casas…Termina el frío de marzo y comienza el mes de los tontos, April showers bring me flowers... La primavera llega a Washington antes que a las onduladas planicies de Wisconsin. Soy un médico residente del Departamento de Patología de la Universidad de Wisconsin y vuelo hasta la capital con pasajes y viáticos pagados por los gringos… Por eso tal vez, me preguntaba a mí mismo... ¿Estarán tratando de conquistarme para que me quede a trabajar con ellos? Debo tomar con seriedad sus proposiciones, son como para pensarlas. Tan solo soy un médico-residente y me han enviado para que presente los resultados de mis trabajos experimentales ante una pléyade de expertos, estoy seguro de que en la audiencia estarán los mejores patólogos de Norteamérica... Ya me lo habían dicho... Desde el aire reflexiono…  Me han pedido que me quede en Wisconsin y no regrese a mi país, ellos creen que aceptaré, pero yo sé que no lo haré, no puedo, siento que me debo a mi gente...

 

Es comprobable en el tiempo, como el recuerdo de mi madre, y de Santa Cecilia, y tal vez de las situaciones históricas de aquella fecha, de mi gusto por la música y mi pasión por la escritura, me acompañan desde hace muchos años y son muchos cuando en este 2024 estoy a Dios gracias arribando a mi cumpleaños 85… Pero para no dejar el relato inconcluso, en los dos últimos años escribí sobre otras cosas en la fecha señalada, para el año 2022 publicaría un artículo titulado: “De novelas y de cine” y en 2023 una curiosa historia que se inscribió como: “Para hablar maracuchamente de los griegos”.

 

Estamos arribando así a otro año de este siglo XXI, tan desafortunado para nuestro país, Venezuela, y con un futuro cercano cada vez más turbio donde abundan las guerras, loe genocidios y las catástrofes naturales en el mundo parecieran augurar pocas esperanzas ante la deshumanización mecanizada de los pobladores del planeta Tierra. Para no aparecer con un aura tan pesimista, prefiero recordar la máxima de que: “La esperanza en lo último que se pierde”.  

 

En Maracaibo, el 22 de noviembre del año 2024

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