Recuerdo
desde niño, la canción entonada por Tito Guizar en una película varias veces
vista, en el cine Landia de BellaVista; una que comenzaba diciendo “voy a cantarles un corrido muy mentado”.
Esta vez no se los canto, pero se los cuento, y este -para mí- es el del muy
mentado día, el 22 de noviembre, cuando hablaré de las menciones que sobre el
mismo he hecho, en este Blog lapesteloca
desde sus inicios.
El Blog “lapesteloca”, lo comencé a usar en el año 2007 y lo llevo formalmente desde el año 2013. En este Blog, repito, es donde, desde el año 2019 he procurado -escribir a diario- es decir: aquí escribo todos los días, unas tres cuartillas, y son suficientes. Esto ha conformado miles de páginas donde cualquiera puede hallar (y el “buscador” del Blog es excelente para hacerlo) un poco de todo: lo que en ocasiones he denominado -“lo que sea punto com”- y guarda relatos breves muy variados, sobre literatura, historia, sobre el cine, la biología, medicina, geografía, el arte, la mitología, aventuras, personales o imaginarias, pero tratando de escribir a diario como un ejercicio, sin apremios ni obligaciones.
Me
ha antojado hoy, en mirar los 22 de noviembre previos y es curioso pues entre
2007 y 2017 no hay nada por mi escrito en esta fecha. La revisión me lleva al
año 2018 donde comienzo escribiendo un artículo sobre la novela “Matar a un ruiseñor”, para no escribir
nada el 22 de noviembre del 2019, pero en 2020, 2021 y en 2022 escribiría en la
fecha señalada, sobre Santa Cecilia, la patrona de los músicos. Esto me lleva a
relatarles algo que se relaciona con mi interés por la escritura, y casi yo diría
que escribir representa un “oficio” si por ello se me recompensara
económicamente, pero no es así… Bien aquí está “el cuento”.
En
La Entropía Tropical, la primera
novela que escribí a comienzos de la década de los 80 de pasado siglo XX, -la
cual no sería publicada sino hasta 2016-, relataba como en un viaje a
Washington el año 1977 iba a asistir a un Congreso de la Asociación
Norteamericana de Patólogos y Bacteriólogos. Volaba para presentar un trabajo
sobre un investigación en pulmones de acures con el microscopio electrónico, trabajo
que había venido haciendo como médico-residente en el Departamento de Patología
de la Universidad de Wisconsin. En “La Entropía” relato como todo aquello me
parecía algo irreal, y al ir volando sobre Washington, recordaría a mi madre y “la
fecha”: el 22 de noviembre…
Es
comprobable en el tiempo, como el recuerdo de mi madre, y de Santa Cecilia, y tal
vez de las situaciones históricas de aquella fecha, de mi gusto por la música y
mi pasión por la escritura, me acompañan desde hace muchos años y son muchos
cuando en este 2024 estoy a Dios gracias arribando a mi cumpleaños 85… Pero
para no dejar el relato inconcluso, en los dos últimos años escribí sobre otras
cosas en la fecha señalada, para el año 2022 publicaría un artículo titulado: “De
novelas y de cine” y en 2023 una curiosa historia que se inscribió
como: “Para hablar maracuchamente de los griegos”.
Estamos
arribando así a otro año de este siglo XXI, tan desafortunado para nuestro
país, Venezuela, y con un futuro cercano cada vez más turbio donde abundan las guerras,
loe genocidios y las catástrofes naturales en el mundo parecieran augurar pocas
esperanzas ante la deshumanización mecanizada de los pobladores del planeta
Tierra. Para no aparecer con un aura tan pesimista, prefiero recordar la
máxima de que: “La esperanza en lo
último que se pierde”.
En
Maracaibo, el 22 de noviembre del año 2024
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