martes, 2 de abril de 2024

Cosas de Charles Darwin…

 

Los humanos no solo somos parientes de los simios y de otros animales, sino también de las plantas… Es importante recordar que en 1837 Charles Darwin bosquejó un “árbol de la vida”… Por cosas como esta y muchas más, Oliver Sacks en su libro “El rio de la conciencia” diría: “Me alegra ser consciente de mi singularidad biológica y de mi parentesco biológico con todas las demás formas de vida”.

En un libro de 1793, del escritor Christian Konrad Sprengel titulado “El secreto de la naturaleza en la forma y fertilización de las flores descubiertas”, mostraba como las abejas van cargadas de polen de una flor a la otra, en una época cuando se seguía pensando como Linneo que las flores, se autofertilizaban. Pero llegó Darwin y demostraría como los insectos fertilizaban, de una a otra, las plantas, así, nada más que, revoloteando…

Las abejas iban revoloteando sobre flores azules y amarillas y hacían caso omiso de las flores rojas… Porque eran ciegas al color rojo. Es que la longitud de onda perceptible por los seres humanos, va de 390 a 750 nanómetros (nm) y las abejas están en un rango de 350 a 650 nm, las melíferas particularmente ven desde el ultravioleta (300 nm) al amarillo anaranjado (600 nm). Las mariposas eran quienes fertilizaban las flores rojas…

En 1860 Charles Darwin descubrió como es que las plantas son capaces de comer insectos, como la Drosera y las llamó “plantas carnívoras”. Tienen unas hojas con una superficie pegajosa que está cubierta con delicados filamentos que Darwin denominó “tentáculos” con glándulas en las puntas que transmiten un impulso motor, y atrapa… Si lo atrapado no sirve de alimento, la Drosera lo desechaba… Pero esta planta no tiene boca ni posee un intestino…

Las Droseras tiene unas enzimas digestivas especiales, esterases, fosfatasas, peroxidasas y peptidasas que digieren y liberan sus nutrientes que son esparcidos sobre las hojas y que se utilizaran en su metabolismo. Estas plantas carnívoras pueden ser trepadoras y llegar a medir hasta tres metros como la Drosera erythrogyne. Ellas están tan especializadas en la obtención de nutrientes a través de su comportamiento carnívoro, que si carecen de las enzimas necesarias utilizarán nitratos procedentes del suelo, en particular la nitrato reductasa.

Muchas de estas cosas están escritas en el último libro sobre botánica que escribió Charles Darwin en 1880, con el título de “The power of the movement of plants”.  Seria 15 años más tarde cuando se descubriría que ese mensajero químico eran realmente hormonas vegetales como las “auxinas”, que entre otras cosas inducen el crecimiento de las raíces.

La obra botánica de Charles Darwin abarcaría 6 libros y es que él había crecido en una familia de botánicos. Su abuelo Erasmus Darwin quien fue un conocido médico, naturalista, fisiólogo y filósofo británico, escribiría poemas. La poesía de Erasmus Darwin fue elogiada por Coleridge y Wordsworth y en ella Darwin reflejaba sus intereses científicos. Quizás su obra más célebre es la que lleva por título The Botanic Garden (El jardín botánico). También había escrito un extenso poema que, en 1791 conllevaba una teoría del Big Bang creacionista. Interesante conocer que habría de ser precisamente un botánico quien le recomendaría al joven Charles que se incluyera en la tripulación de El Beagle.

El viaje de El Beagle es el título más conocido que existe sobre el diario de viaje que Charles Darwin publicó en 1839, el cual fue titulado originalmente Diario y Observaciones. El nombre con que fue publicado hace referencia a la segunda expedición del HMS Beagle, que zarpó de Plymouth el 27 de diciembre de 1831 al mando del capitán Robert FitzRoy.

Cuando se embarcó en el HMS Beagle, Charles tenía tan solo 22 años… En La Patagonia utilizaría “las boleadoras” para cazar unos animales (aves de cuello largo que corrían a gran velocidad) y cuando arribaron a Australia, se asombraría al ver a un animal que tenía sus hijos en una bolsa ventral, los canguros… Cuando años más tarde escribiría su libro “El origen de las especies” (noviembre de 1859), ya el joven Darwin estaba seguro de lo que decía.

El capitán FitzRoy ofreció a Darwin contribuir con la redacción de una sección de historia natural en el diario de a bordo que el capitán escribía. Darwin accedió, y utilizó como documentación sus notas de campo y el diario que había ido enviando parte a parte a su casa para que supieran de él. Todo este material fue publicado en mayo de 1838, bajo el título Crónica de los viajes de inspección de los barcos de su majestad 'Adventure' y 'Beagle', reunida en cuatro tomos.

El libro fue reeditado en numerosas ocasiones, y publicado bajo diferentes títulos. La más conocida de las ediciones es la segunda, de 1844, revisada a la luz de las nuevas teorías evolucionistas de su autor. Esta edición, encargada por John Murray, sí proporcionó los correspondientes ingresos a Darwin.

Cuando estuvo en Las Galápagos, Charles Darwin reuniría más de 200 distintas especies de flores y ya era amigo del botánico J Dalton Hooker y Asa Grey, quien era de Harvard y sostendrían una amistad que perduro en el tiempo. Mucha de esta información está en el maravilloso, último libro de Oliver Sacks “El rio de la conciencia” quien nos recuerda que Linneo en el siglo XVIII demostró que las flores tenían órganos sexuales…

Linneo, cuenta el profesor Sacks, se reía de la idea y representó una flor con nueve estambres y un pistilo como si fuera un lecho nupcial en el que una doncella se encuentra rodeada de nueve amantes, idea que reaparecería en el poema del abuelo de Charles, el doctor Erasmus intitulando dentro de su “botanic garden”, “The loves of plants”… Este fue el ambiente psedobucólico donde habría de crecer el joven Charles.

Un par de años después de regresar del viaje en El Beagle, Darwin en 1837 escribió.
“¿Acaso las plantas que poseen órganos masculinos y femeninos juntos, no reciben también influencia de otras plantas?” Razonaría entonces que, si las plantas habrían de evolucionar, entonces la clave estaba en “la fertilización cruzada”. Ya en 1840 iba a poner en práctica su teoría diseccionando flores para demostrar que muchas de ellas poseían mecanismos estructurales que impedían o minimizaban la autofertilización.

Actuando él mismo como “polinizador”, tumbado boca abajo en el césped, fue transfiriendo polen de flor a flor y cuando salieron las semillas, las recogió, las pesó y comprobó que las más pesadas procedían de las flores cruzadas y el cruzamiento aumentaba el número y vitalidad de las semillas, era el “vigor hibrido”. Luego escribió; “creo que no ha habido nada en mi vida científica que me haya proporcionado mayor satisfacción” …

Maracaibo, martes 2 de abril del año 2024

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