El aprendizaje de la escritura… (I)
En tres partes hablaré sobre mi
experiencia con la escritura, hasta intentar transformarla para mí en literatura,
queriendo hacer de la escritura, un oficio. Debo iniciar estos relatos
recordando que comencé a escribir cuentos inventados, cuando era niño. En aquel
entonces, es necesario decirlo, leía bastante. Mi padre era comerciante con el
negocio en la Plaza Baralt y mi mamá era de SanCristóbal, y ambos nos llenaron
la casa de libros. Ella leía de todo, tocaba el piano, y puedo recordar, hace
muchos años, niño, escuchándola interpretar La Polonesa de Chopin, en mi casa,
Los Arrayanes que era su nombre, como si fuese uno de los patios de La Alhambra
de Granada, y lucía en un patio con grama, cuatro grandes pinos en su
alrededor. Estoy hablando de 1939, o 1940 en los tiempos cuando la avenida
Santa Rita aún era de tierra y desde el pórtico de podía divisar a lo lejos, “la
bola del gas”. En la habitación que compartía con mi hermano mayor, existía una
biblioteca presidida por los 12 tomos de la Historia Universal de Espasa Calpé,
una colección de libros de Monteiro Lobato un escritor brasileño, el libro de
Oro de los Niños, y muchos otros libros y novelas, algunas de las que leía mi
madre y creo que todas estas cosas despertaron en mí el amor por la lectura.
Entre los 9 y los 15 años escribí
muchas cosas y guarde algunos cuentos y esbozos de novelas de esa época, por
eso sé que existieron. Algunos textos estuvieron en unas “agendas” durante muchos
años, pero ya le perdí la pista. Hasta poemas había escrito, y allí estaban, de
mi puño y letra. Al revisarlos pude comprobar que no me traicionaba la mente y
todo aquello, ejercicios de cuentos e intentos de novelas producto de mi imaginación,
existían, y sí, era reales. En Maracaibo, puedo volver a verme, en los
recuerdos de cuando niño, o casi adolescente, allá sentado en el frente de mi
casa, leyendo “Los verdes años” de
AJ Cronin, “Miguel Strogoff” de
Verne, o “El último de los Mohicanos”
de Fenimore Cooper, y “El Corsario Negro”
de Emilio Salgari, o releyendo a “David
Coperfield” y a “Oliver Twist”
de Dickens, y recuerdo, sinceramente, que en esos años, me ilusionaba pensando
en que cuando fuese grande, sería escritor. Así fue como el interés por la
literatura se afianzó en mi infancia.
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Estudié primaria y la secundaria con
los jesuitas, y tuve la suerte de tener como profesor de literatura a Mariano
Parra León, un obispo siempre combativo, muy recordado por todos en Maracaibo.
Crecí teniendo una idea clara aprendida en el colegio, sobre la situación de
nuestro pueblo depauperado, siempre ilusionado ante las frustrantes promesas de
los políticos de turno y nunca dejé de creer en que podríamos cambiar las
injusticias sociales que veíamos, algún día… En el colegio también formé parte
del Orfeón y fui ascendiendo desde tiple, a seguna voz y finalmente a tercera voy
que iría con los tonos de barítono. La música siempre ha sido importante en mi
escritura y la actividad coral sirvió, tanto como los deportes, para
convencerme de que es necesario trabajar en equipo para logar objetivos
comunes.
( Fin de la parte I )
Mississauga, Ontario, 19 de marzo, 2019
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