De: La Entropía
Tropical
A
pesar de la retórica y del tono didáctico y magistral del enunciado, puedo
jurarlo, no persigo en estos escritos una intención ejemplarizante, no quiero
ser punitivo ni masoquista, solo deseo ser objetivo, tan solo eso, aunque te
digo francamente, mucho lo dudo el que vos me creáis... Es que definitivamente,
le doy vueltas al asunto, e insisto en que para mí, era otro el mundo que me
encontré al regresar a mi ciudad natal. Era diferente. Llegué a estar
convencido de que en mi tierra se había operado un cambio radical. Parecía
ilógico. Cuatro años, por muy largos que sean, difícilmente producen modificaciones
importantes en el medio externo, o en las mentes de conciudadanos que por lo
demás, me constaba, no se habían movido de su sitio. Pero así y todo, yo veía
muchas cosas fuera de lugar y las personas y su entorno me parecían
modificadas. Desapasionadamente, con los años he llegado a convencerme de que
yo era quien había cambiado. Ahora soy capaz de aceptarlo...
Es
que sin que pueda caberte ni una ñinguita de duda, vos tendréis que aceptarlo,
porque así fue. Nuestro trópico pareciera ser, o mejor dicho, es, el modelo
entrópico por excelencia. Decir, es tropical, o sencillamente, tropicalizado,
generalmente se interpreta como sinónimo de esa desorganización que nos
envuelve y nos caracteriza genéticamente, esa que va llevándonos constantemente
hacia un dulce y embriagante, caos. En nuestros sistemas, el derroche de
energía llega a ser tan grande que a ciertas y determinadas criaturas, este les
provoca una indefinible preocupación, indignación algunas veces, otras, un simple
remordimiento. Llega a ser tal, esa especie de despilfarro energético, que
nunca faltan espíritus menos optimistas quienes nos imaginan sumidos en un
agujero negro, un hueco inmenso de floreciente energía negativa, el sumun
máximum de las fuerzas entrópicas, girando y provocando esa tendencia al
desorden y al desperdicio de impulsos positivos. El vórtice nos envuelve a
todos y se chupa a cualquiera que intente un proyecto de organización racional,
entusiasta o no, basta que haya decidido el emprender una aventura
antientrópica, sea quien fuere el loco, habrá de padecer por los efectos
adversos de La Entropía Tropical.
Estoy
persuadido de que ese fenómeno se dará en cualquier habitante ilusionado de
nuestras comunidades en las tórridas zonas de esta parte del planeta tierra. En
nuestros predios, cualquier esfuerzo destinado a corregir la Entropía,
requerirá de un consumo energético tan grande que hará muy difícil el
sostenerse. Más problemático aún será el tratar de nadar contra la corriente.
Quien lo haya intentado recordará como la misma desorganización del sistema al
atraparlo, lo va engullendo, a pesar de sus esfuerzos y su desesperación. En
aquellos largos días de interminables inviernos, se fue sembrando en mí una
especie de enfermedad incurable, florecía entre el hielo, como una mala hierba
que se empeñaba en crecer con brotes lúbricos, era una pasión desquiciante, un
vértigo desaforado, un desespero por no perder ni un instante, en ocasiones era
algo alucinante el entender cómo nació y se consolidó ese amor obsesivo y
desquiciado por la investigación científica. Así me burlaban un par de
compañeros de mi tierra, ellos me acompañaron un tiempo en mi helado destierro,
ellos mismos decidieron apodarme Mike Nelson, el investigador submarino, ¿te
acordáis?, y en ese macán se la mantenían.
A
mí, francamente, no me hacía mucha gracia y hasta me preocupaba que no
entendieran mi manía de buscarle a todas las preguntas una respuesta que
pudiera palparse y transformarse en experimentos. Todos estudiábamos la ciencia
que examina las causas, los mecanismos y los efectos de las enfermedades sobre
los seres vivos, pero ninguno andaba leyendo y buscando hacer coloraciones
raras o pidiéndoles una explicación molecular para resolver banales asuntos
morfológicos; yo quería en todo momento responder a las interrogantes con la
investigación. Por eso me veían como un ser raro. Nadie escapa a las leyes de la
Termodinámica... “Si vives bajo el influjo
de La Entropía Tropical, tendrás que tropicalizarte”. Eso me dijeron, desde
el comienzo... A pesar de que la gente pueda creer que toda esta jerigonza es
deprimente, yo no la veo así. Todos estos relatos no llegan a desbaratar el
último hilo, por el contrario, me parece a mí que están llenos de esperanza.
Precisamente por ese futuro promisor lleno de jóvenes con otras metas, con amor
por el país, por su región, alegres, sinceros, convencidos de que existe la
originalidad, enamorados de la fantasía, indómitos, generosos, indiferentes al
lucro, insensibles a la vanidad, por ellos puede justificarse hacer públicas
algunas de mis vivencias. Eso creo yo...
-Te aseguro que las vicisitudes que vos
viviste y que están descritas en estas páginas son reveladoras. Muestran la
extraña figura de un médico maracaibero, de un galeno maracucho, viviendo una
obsesión: hacer investigación. Suceden a finales de los años sesenta y
comienzos de los setenta, una época interesante, difícil para vivir y dura para
luchar contra viento y marea. Fue duro para él llevar adelante aquella idea
disparatada y peregrina para nuestro medio; ¡dedicar su vida a la investigación
científica! En resumen, creo que es una historia que puede despertar el interés
de algunos, y que te conste, a vos especialmente, Jorge, nadie pretende una
novela moralizadora, ni es para señalar los vicios, o los desafueros de una
sociedad adversa a los proyectos erráticos del sujeto en cuestión. Si la
literatura fuese así, nos largamos al diario El Panorama y pedimos un
reportaje, o salimos a pelar por el libro de Mantilla. Para reseñarles el
disparate elevado a la enésima potencia sobre los esfuerzos de Rodrigo, he
revisado anotaciones escritas en los márgenes de manuscritos de trabajos científicos,
algunos de ellos publicados en famosas revistas o encarpetados en olvidados
cajones, he releído papeles y esquelas, marginalia de libros y hasta de
servilletas dobladas y olvidadas en bolsillos, he desempolvado dendritas y
axones de grises neuronas, preguntándole muchas cuestiones a gentes con más
arrugas que circunvoluciones en sus cortezas cerebrales y han llegado a mis
manos rumas, resmas y ristras de hojas plagadas de facetas y aristas que pintan
o desdibujan muchas cosas de acuerdo con la memoria de unos y frecuentemente
debidas a la imaginación de otros. De todo esto me he valido para ensamblar las
vivencias de Rodrigo durante varios años hace ya muchos otros... Al final
acepté el reto, la idea original, y tengo que darte crédito, amigo Jorge, fue
tuya, y he acatado algunas de tus sugerencias, he trabajado duro depurando este
fárrago, hasta el final, después conversé con él, y solo cuando he creído poder
entregarle algo concreto, ya tenía dos bultos de papeles y él, los había
leído... Yo lo he descrito así, confiando en darle coherencia a toda la
historia, aun cuando no se si al final logré mi cometido...
Retazo del primer capítulo de la novela “La Entropía Tropical” (Ediluz
2003).
Maracaibo, 4 de febrero
2018
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