sábado, 3 de febrero de 2018

De: La Entropía Tropical




De: La Entropía Tropical

A pesar de la retórica y del tono didáctico y magistral del enunciado, puedo jurarlo, no persigo en estos escritos una intención ejemplarizante, no quiero ser punitivo ni masoquista, solo deseo ser objetivo, tan solo eso, aunque te digo francamente, mucho lo dudo el que vos me creáis... Es que definitivamente, le doy vueltas al asunto, e insisto en que para mí, era otro el mundo que me encontré al regresar a mi ciudad natal. Era diferente. Llegué a estar convencido de que en mi tierra se había operado un cambio radical. Parecía ilógico. Cuatro años, por muy largos que sean, difícilmente producen modificaciones importantes en el medio externo, o en las mentes de conciudadanos que por lo demás, me constaba, no se habían movido de su sitio. Pero así y todo, yo veía muchas cosas fuera de lugar y las personas y su entorno me parecían modificadas. Desapasionadamente, con los años he llegado a convencerme de que yo era quien había cambiado. Ahora soy capaz de aceptarlo... 

Es que sin que pueda caberte ni una ñinguita de duda, vos tendréis que aceptarlo, porque así fue. Nuestro trópico pareciera ser, o mejor dicho, es, el modelo entrópico por excelencia. Decir, es tropical, o sencillamente, tropicalizado, generalmente se interpreta como sinónimo de esa desorganización que nos envuelve y nos caracteriza genéticamente, esa que va llevándonos constantemente hacia un dulce y embriagante, caos. En nuestros sistemas, el derroche de energía llega a ser tan grande que a ciertas y determinadas criaturas, este les provoca una indefinible preocupación, indignación algunas veces, otras, un simple remordimiento. Llega a ser tal, esa especie de despilfarro energético, que nunca faltan espíritus menos optimistas quienes nos imaginan sumidos en un agujero negro, un hueco inmenso de floreciente energía negativa, el sumun máximum de las fuerzas entrópicas, girando y provocando esa tendencia al desorden y al desperdicio de impulsos positivos. El vórtice nos envuelve a todos y se chupa a cualquiera que intente un proyecto de organización racional, entusiasta o no, basta que haya decidido el emprender una aventura antientrópica, sea quien fuere el loco, habrá de padecer por los efectos adversos de La Entropía Tropical. 

Estoy persuadido de que ese fenómeno se dará en cualquier habitante ilusionado de nuestras comunidades en las tórridas zonas de esta parte del planeta tierra. En nuestros predios, cualquier esfuerzo destinado a corregir la Entropía, requerirá de un consumo energético tan grande que hará muy difícil el sostenerse. Más problemático aún será el tratar de nadar contra la corriente. Quien lo haya intentado recordará como la misma desorganización del sistema al atraparlo, lo va engullendo, a pesar de sus esfuerzos y su desesperación. En aquellos largos días de interminables inviernos, se fue sembrando en mí una especie de enfermedad incurable, florecía entre el hielo, como una mala hierba que se empeñaba en crecer con brotes lúbricos, era una pasión desquiciante, un vértigo desaforado, un desespero por no perder ni un instante, en ocasiones era algo alucinante el entender cómo nació y se consolidó ese amor obsesivo y desquiciado por la investigación científica. Así me burlaban un par de compañeros de mi tierra, ellos me acompañaron un tiempo en mi helado destierro, ellos mismos decidieron apodarme Mike Nelson, el investigador submarino, ¿te acordáis?, y en ese macán se la mantenían. 

A mí, francamente, no me hacía mucha gracia y hasta me preocupaba que no entendieran mi manía de buscarle a todas las preguntas una respuesta que pudiera palparse y transformarse en experimentos. Todos estudiábamos la ciencia que examina las causas, los mecanismos y los efectos de las enfermedades sobre los seres vivos, pero ninguno andaba leyendo y buscando hacer coloraciones raras o pidiéndoles una explicación molecular para resolver banales asuntos morfológicos; yo quería en todo momento responder a las interrogantes con la investigación. Por eso me veían como un ser raro.  Nadie escapa a las leyes de la Termodinámica... “Si vives bajo el influjo de La Entropía Tropical, tendrás que tropicalizarte”. Eso me dijeron, desde el comienzo... A pesar de que la gente pueda creer que toda esta jerigonza es deprimente, yo no la veo así. Todos estos relatos no llegan a desbaratar el último hilo, por el contrario, me parece a mí que están llenos de esperanza. Precisamente por ese futuro promisor lleno de jóvenes con otras metas, con amor por el país, por su región, alegres, sinceros, convencidos de que existe la originalidad, enamorados de la fantasía, indómitos, generosos, indiferentes al lucro, insensibles a la vanidad, por ellos puede justificarse hacer públicas algunas de mis vivencias. Eso creo yo...

-Te aseguro que las vicisitudes que vos viviste y que están descritas en estas páginas son reveladoras. Muestran la extraña figura de un médico maracaibero, de un galeno maracucho, viviendo una obsesión: hacer investigación. Suceden a finales de los años sesenta y comienzos de los setenta, una época interesante, difícil para vivir y dura para luchar contra viento y marea. Fue duro para él llevar adelante aquella idea disparatada y peregrina para nuestro medio; ¡dedicar su vida a la investigación científica! En resumen, creo que es una historia que puede despertar el interés de algunos, y que te conste, a vos especialmente, Jorge, nadie pretende una novela moralizadora, ni es para señalar los vicios, o los desafueros de una sociedad adversa a los proyectos erráticos del sujeto en cuestión. Si la literatura fuese así, nos largamos al diario El Panorama y pedimos un reportaje, o salimos a pelar por el libro de Mantilla. Para reseñarles el disparate elevado a la enésima potencia sobre los esfuerzos de Rodrigo, he revisado anotaciones escritas en los márgenes de manuscritos de trabajos científicos, algunos de ellos publicados en famosas revistas o encarpetados en olvidados cajones, he releído papeles y esquelas, marginalia de libros y hasta de servilletas dobladas y olvidadas en bolsillos, he desempolvado dendritas y axones de grises neuronas, preguntándole muchas cuestiones a gentes con más arrugas que circunvoluciones en sus cortezas cerebrales y han llegado a mis manos rumas, resmas y ristras de hojas plagadas de facetas y aristas que pintan o desdibujan muchas cosas de acuerdo con la memoria de unos y frecuentemente debidas a la imaginación de otros. De todo esto me he valido para ensamblar las vivencias de Rodrigo durante varios años hace ya muchos otros...  Al  final acepté el reto, la idea original, y tengo que darte crédito, amigo Jorge, fue tuya, y he acatado algunas de tus sugerencias, he trabajado duro depurando este fárrago, hasta el final, después conversé con él, y solo cuando he creído poder entregarle algo concreto, ya tenía dos bultos de papeles y él, los había leído... Yo lo he descrito así, confiando en darle coherencia a toda la historia, aun cuando no se si al final logré mi cometido...
Retazo del primer capítulo de la novela “La Entropía Tropical” (Ediluz 2003).

Maracaibo, 4 de febrero 2018

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