El Horla tiene su origen en un
cuento de Maupassant, Carta de un loco, publicado bajo el
seudónimo de Maufrigneuse, en 1885 en el diario Le Gil Blas,
donde desarrolla la misma historia, sin que se mencione el nombre de “Horla”. En la segunda versión, que es la más conocida, adopta la forma
de un diario
personal y promueve aún más la identificación con el
narrador. El Horla tiene
la particularidad de ser la primera obra de ficción que presenta la evolución
de un trastorno mental. "El
Horla" es considerado uno de los mejores relatos de todos los tiempos,
donde el protagonista es sobresaltado en las noches por un extraño ser
invisible que llega a perturbarlo, hasta conducirlo a la locura.
La voz "Horla" es intraducible, pero
sin duda, Maupassant alude a la presencia de un "otro", un ente ajeno
a uno mismo. Se ha pretendido ver en este cuento, desde su primera publicación,
las manifestaciones de la neurolúes que afectó a Maupassant y que fue su causa
de muerte. Sin embargo, hay una primera versión de este relato que data de
1886, 7 años antes de su muerte y es improbable que lo haya escrito ya enfermo
y que sobreviviera 7 años más sin terapia afectado por una parálisis general
lúetica... En esa época sin tratamiento, un paciente con neurolúes no
sobrevivía más de 3 o 4 años. Lo cierto es que desde su primer cuento de 1876,
"La mano disecada"
Maupassant manifestó interés por lo sobrenatural y la locura.
Maupassant tomaría entonces los elementos
principales de Carta de un loco para
escribir otras dos versiones de la historia bajo el título El Horla. La primera versión se
publicó en 1886 también en Le
Gil Blas. La segunda versión, más conocida y más extensa, apareció en
1887 en una colección de cuentos del mismo nombre. Hay tres versiones del cuento aparecen en tres formas literarias
diferentes: Carta de un loco,
como su título indica, es una carta
ficticia, como primera versión de El Horla es una narración enmarcada y la
segunda versión toma la forma de un diario
personal inacabado que hace temer que su dueño
haya caído en la locura o se haya suicidado. La escritura de El Horla coincide con los
inicios de la locura de Maupassant, cada vez más víctima de alucinaciones y de doble personalidad a
causa de la sífilis que
contrajo. También intentó suicidarse en 1892.
Carta de un loco narra
la confesión de un hombre que duda de su razón y que expone su estado a su
médico. El hombre describe los sentidos después de leer una colección de
textos, lo que le molestó mucho y por eso empezó a preguntarse por la realidad,
a dudar de sus sentidos. ¿Y si el humano
fuera solo un ser imperfecto, si el pequeño fuera solo lo que el ojo puede ver
y el gigante el reflejo de nuestros límites? El hombre cuestiona el juicio
de lo Conocido de la Realidad. Porque la Realidad depende enteramente de
nuestros sentidos y por tanto es falsa porque nuestros sentidos son limitados.
El hombre entonces se pregunta si puede ver lo Invisible… y termina viéndolo.
Sus primeras palabras son: Vivía yo como
todo el mundo, mirando la vida con los ojos abiertos y ciegos del hombre, sin
sorprenderme ni comprender. Vivía como viven las bestias, como vivimos todos,
cumpliendo todas las funciones de la existencia, analizando y creyendo ver,
creyendo saber, creyendo conocer lo que me rodea, cuando un día me di cuenta de
que todo es falso.
En primera
persona y a modo de diario personal, el relato cuenta la historia de un
hombre rico que vive en una mansión al borde el Sena, quien relata cómo empieza
a sentirse perturbado: un día se siente plácidamente feliz y al otro, todo lo
contrario, cansado y sin poder si quiera moverse. Algo se lo impide, algo lo
horroriza, algo se apodera de él. Una presencia invisible que le roba las
energías, que se sienta sobre su pecho por las noches y bebe lo que deja en la
mesa de luz. Ese algo, ese ser es al que nombra el Horla. ¿Descubre a una criatura secreta, o se trata simplemente
de la locura? Se dice que entre los vampiros existen algunos que no solo buscan
con deseo la sangre, sino también la energía humana. Son los que se alimentan
de la fuerza vital de las almas. Maupassant explica esto a través del personaje principal, acechado por ese
ser invisible al cual atribuye la culpa de sus diabólicas noches y sus incesantes
pesadillas. Analizándolo desde otra perspectiva podríamos estar hablando de la
demencia, de la alucinación.
El doctor Marrande, un alienista, invita a unos
compañeros a escuchar el testimonio de uno de sus pacientes en un hogar para
enfermos mentales. El paciente relata varios hechos que le sucedieron y para
los que sólo encuentra una explicación: ha llegado un nuevo ser, al que él
mismo bautizó "el Horla",
y tiene los medios para dominar a la humanidad.
En su informe final, el doctor no puede juzgar si el paciente o él mismo están
locos, o si el Horla es real. La
palabra “Horla” en sí no es francesa
sino un neologismo creado por Maupassant. Podría
estar compuesto tanto por la expresión en francés hors-la-loi (“fuera
de la ley”, en el sentido de bandolero)
como por la palabra normanda “horsain” que significa “extranjero”.
La traductora estadounidense Charlotte Mandell (1968), traductora de El Horla para la editorial
Melville House, sugiere en un epílogo que la palabra "horla" es un acrónimo de
las palabras francesas hors ("afuera")
y là ("allí")
y que "el horla" suena como "El
forastero, el exterior, el que está afuera", y puede interpretarse
transliteralmente como "lo que hay ahí afuera". Así, se crea
un oxímoron destinado a resaltar tanto la
anormalidad de esta criatura como su presencia.
En una
segunda versión: la
historia se desarrolla en la casa de campo del narrador, cerca de Ruán,
a orillas del Sena, en
donde pasa el tiempo descansando en el jardín, viendo los enormes barcos
navegar, y en París a
donde viaja para distraerse un poco de sus aflicciones y visitar a su familia. En forma de diario personal, el narrador, un
hombre burgués, soltero y de clase alta, transmite sus pensamientos
inquietantes y sus sentimientos de angustia. Esta angustia ocurre durante
cuatro días después de que ve una "soberbia corbeta brasileña" e
impulsivamente la saluda porque le agradó a la vista. A su alrededor, siente la
presencia de un ser al que llama "Horla".
El tormento que provoca el Horla se
manifiesta primero físicamente: el narrador se queja de que sufre de "una fiebre atroz" y de que le
cuesta dormir. Se despierta de las pesadillas con la escalofriante sensación de
que alguien lo está mirando y "se
arrodilla sobre mi pecho", dice. Cada noche, mientras duerme, esta
presencia lo invade y bebe su vida. El narrador decide irse por unos días
al monte Saint-Michel y regresa
a casa aparentemente curado. Sin embargo, a los pocos días los síntomas y
miedos regresan, y siente que algo lo rodea y lo controla.
El Narrador es ahora un joven de clase alta que pasa su
tiempo entre su casa de campo y Paris. Es soltero y vive solo con sus criados.
Nunca tuvo amigos. El relato deja abierto si el Horla es real o una alucinación, o si se quita la vida. El Horla es una criatura invisible a
simple vista, sin embargo, su cuerpo no parece totalmente inexistente porque
puede mover objetos (como las páginas de un libro o una rosa), beber agua o
leche, y nubla el reflejo del narrador en el espejo. Tiene una consistencia
material, pero nadie puede determinar su forma. También parece ser capaz de
hablar, ya que, según el narrador, la criatura le ha dicho su nombre. El
aspecto fantástico de esta historia surge de la duda creada entre los lectores
sobre la demencia del narrador o la realidad de los hechos que relata.
El propio Maupassant tenía la impresión de verse
fuera de sí mismo o de ser un extraño para la persona que veía en el espejo. La
conclusión, que evoca el suicidio como solución, puede verse como un reflejo
del sentimiento del autor de no ver más una salida. El Horla es la culminación de una serie de cuentos que
hacen referencia a un sentimiento de doble y luego a un ser monstruoso o
sobrenatural.
A lo largo de todo este cuento, la cordura del
narrador, o sus sentimientos de alienación, se ponen en duda a medida que el Horla domina progresivamente sus
pensamientos. El propio narrador después de haber encontrado su vaso de agua
vacío, a pesar de no haber bebido de él, cuestiona su cordura y exclama "¿Habré
perdido la razón?" El narrador viaja a París en los días anteriores y posteriores
a la Fiesta Nacional de Francia y
visita a su prima, quien es sometida a una sesión de hipnotismo. Más tarde, al volver a casa, decide
que, en realidad, no se está volviendo loco, ya que es plenamente "consciente" de “su estado"; y que, efectivamente,
podría "analizarlo con la más
completa lucidez". La presencia del Horla se vuelve cada vez más intolerable para el protagonista, ya
que está
"observándolo... mirándolo... [y] dominándolo".
El narrador empieza a cuestionar su propia cordura
y el tiempo pasa hasta que un día, en el periódico, encuentra una noticia sobre
los habitantes de Sao Paulo, Brasil, quienes han huido de sus casas
lamentando el hecho de que "[son]
perseguidos, poseídos, gobernados como un rebaño humano por... una especie
de vampiros, que se alimentan con sus vidas durante
el sueño... y beben agua". El narrador pronto se da cuenta de que el
Horla estaba a bordo de la corbeta brasileña que había saludado
previamente, invitando inconscientemente al ser sobrenatural a bordo del barco
a rondar su casa. En la segunda versión, el narrador entiende, a partir de un
artículo científico, que la criatura apareció por primera vez en Brasil, donde es considerada un "vampiro
espectral", antes de abordar un barco para llegar a Francia. El Horla, como
un súcubo, se alimenta de su presa mientras duerme
y devora su cordura provocándole pesadillas.
El narrador lo considera el máximo depredador del hombre, capaz de existir
entre lo tangible y lo invisible. A través de ataques repetidos, se vuelve
capaz de tomar el control de su presa mediante la influencia, en particular
para disuadirla de huir. Así, el narrador se hunde poco a poco en la locura, se siente tan "perdido" y "poseído"
hasta el punto de que está dispuesto a matar al Horla y toma medidas cada vez más drásticas para lograrlo y llega
a decidir que no puede seguir viviendo mientras la criatura esté cerca. El
narrador atrapa al Horla en una
habitación y prende fuego a la casa, pero se olvida de sus sirvientes, que
mueren en el incendio. En las últimas líneas del relato, ante la persistencia
de la presencia de Horla, concluye que el suicidio es su única liberación.
Maupassant renovó el tema del doble, presente en la
literatura fantástica desde Hoffmann,
utilizando las últimas reflexiones científicas y médicas de moda, en particular
la hipnosis y los trabajos sobre la histeria de Jean-Martin Charcot en
el Salpêtrière. La investigadora Marie-Neige
Cordonnier afirma que Maupassant, como Zola y otros autores, asistió a las
demostraciones del profesor Charcot. Sin embargo, no se debe exagerar el
impacto de Charcot en la obra de Maupassant, sobre todo porque las relaciones
documentadas entre el escritor y el neurólogo siguen siendo imprecisas. Maupassant,
en la segunda versión de El
Horla, cita dos veces el nombre de Mesmer, así como la Escuela de Nancy (École
de Nancy), pionera entonces en el campo de la psicoterapia basada en la
hipnosis, en competencia con la obra de Charcot.
Algo que debería ser visible y tangible se presenta
fuera del campo de la percepción, afectando la conducta del
narrador–protagonista, conduciéndolo a la locura. Lo siniestro está
representado por el doble, der Doppelgänger. El origen de esta figura de alteridad puede
rastrearse en las sagas germano-escandinavas, tanto en la tradición pagana como
en la cristiana. No obstante, en la modernidad lo veremos resurgir con nuevas;
el doble es un monstruo, una figura siniestra que adquiere distintas formas: Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Frankenstein
o el moderno Prometeo, o El retrato de Dorian Gray.
Maracaibo, el miércoles 26 de noviembre del año 2025
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