domingo, 14 de mayo de 2023

Onírico (1)

 


El paseo en auto se ha interrumpido. La tropa marcha bajo el sol. El cielo es azul y a lo lejos revolotean unos pajarracos. Se han detenido ante un contingente de hombres armados. Un oficial se acerca. Tú le escuchas llamarte por tu nombre y apellido. Piensas entonces… ¿Cómo demonios sabrá mi nombre? Pero tienes que descender del auto y los obligan a entrar en formación detrás de la tropa. Es todo un exabrupto y tú lo aceptas ya que, si no hay más remedio, deberán proseguir a pie... Te miras la correa y con orgullo al contar los huequitos, piensas que has perdido peso, sonríes mientras te colocas en la fila, absurdamente, uno detrás del otro, fila india, y marchas, caminas, tropiezas bajo el sol inclemente y estás con pasmosa seguridad, esperando acercarte paso a paso, hasta el campamento militar. Tibia y seca, la brisa acaricia tu rostro mientras ves como los soldados organizan sus bártulos y van armando las tiendas de campaña. Escuchas... A discreción, atención, fiurrrrrmmm... Sabes cuan imperativo es el almorzar antes de proseguir la marcha. Observas las rústicas mesas de madera, ni las habías notado a pesar de ser interminablemente largas, están ubicadas debajo de los árboles, con asientos de listones de madera infinitamente largos... El viento agita la verde arboleda que sombrea el improvisado comedor. Es una orden. ¡A comer!, así lo entiendes, y si no queda más remedio, pues habrá que alimentarse... El cocinero es un gordo y va sirviendo arroz, pollo, plátanos maduros y un humeante plato de espesa sopa. El delantal que luce, fue blanco, ahora está sucio de grasa, tú lo miras y detallas minuciosamente los mapas de la grasa sobre su abdomen globuloso.

 

Sin saber por qué te has levantado y caminas hacia una choza cercana, abres la puerta, y penetras en la densa oscuridad, tú notas como casi tocas el techo con la cabeza. Una anciana encadenada te mira silenciosa desde un ángulo del recinto sombrío y maloliente. Esa escena, la has visto antes, estás casi seguro, hace tiempo… Fue quizás en la revista Life, en una fotografía en blanco y negro, un reportaje, sí, seguramente… ¿Te impresionó, cuando eras niño? Pero esta es una situación nueva, se está produciendo en este momento y la anciana está ante ti, encadenada, prisionera… ¿Es esta una reservación del ejército? Un campo de prisioneros, tal vez, o tan solo es un recodo perdido en la maraña de tus neuronas, esto lo piensas, pero no logras ensamblar tus ideas... Al recapacitar por un momento, concluyes que no estás en los Humocaros, ni en la Sierra de San Luis, el sitio es, hacia el Oriente, no sabes por qué, pero tú lo has visitado antes, es un campamento para entrenar personal en la lucha antiguerrillera… ¿Acaso T4 Cocuyar? No lo precisas y eso te hace sentir mal, aunque estás seguro de que todo ocurre en predios del ejército, por eso hay tantos muchachos, son jóvenes, visten de caqui, vienen llegando en camiones, repletos, parecen estudiantes, todo lo detectas a través de una hendija en la pared, no hay ventanas, la vieja parece sonreírte en la penumbra, está escribiendo algo en la arena del suelo, pero tú sabes que tienes que salir… Ya, al estar en el sol los verás haciendo calistenia, todos a pleno sol hacen ejercicios, disparatadamente. ¿Qué será de la vieja, y que habrá querido decirme? Te preguntas estas cosas, y escuchas, reciben una orden, como hormigas otra vez se reúnen todos, ya lo sabes, en formación, a marchar, un dos, un dos, una mano te toma por el brazo, y te colocan frente a un Jeep. Tú, saltas, te sientas, y arrancan brincando como locos y en medio de una polvareda gris, se lanzan en una carrera desenfrenada envueltos en una nube densa de tierra y tú te aferras a un tubo para no salir despedido, y saltas y brincas bajo el sol mirando como salen disparadas las piedras, la grava, tú le dices granzón y entonces piensas que seguramente todas esas piedras deben venir desde las canteras de la isla de Toas...

 

La marcha por el camino lleno de peñascos, hace saltar constantemente al jeep. Dando brincos, llegaste hasta el borde, ¿a la periferia de tu mente?, ves un suburbio del pueblo, divisas las primeras casas y las otras, blancas y grises se pierden en una bruma caliza. Es un pueblo a orillas del mar. ¿Cuál ciudad? Casas blancas con techos muy negros, alternan con casas grises, las calles parecen tortuosas y las viviendas se apiñan encaramándose unas sobre las otras. El cielo es azul y el mar brilla con destellos intermitentes. Súbitamente frenazo y polvareda. Un oficial nos detiene. Te preguntas si será capaz de identificarte... Te miran. Has descendido del vehículo oficial. Ellos hablan. Ves como discuten y entiendes que se refieren a tu situación. Alguien se ha ofrecido para llevarte, parece ser una persona con mucho dinero porque tiene un gran auto, pero tú no le ves bien la cara, es joven y está bien vestido, de paltó y corbata, tú no le ves la cara, pero ya sabes cuál era la propuesta, quieren buscar algo que necesitan con urgencia, aunque no comprendes exactamente que puede ser... Ya en el auto, el chofer elegante te comenta sobre la gran cilindrada del motor, máquina nueva, último modelo, eso te dice... Tú no logras identificarlo. ¿Quién es él? Van muy rápido. Percibes con la velocidad como entra seseante el aire por una de las ventanillas laterales, silbando, y se te ocurre que es un Ford y que debe tener problemas de ensamblaje, algo chilla, ese detalle te preocupa, pero el chofer te explica que desaparecerá el chillido cuando alcancen la máxima velocidad. Una vertiginosa carrera se está iniciando a través de las irregulares callejuelas del pueblo. A menudo bordean precipicios a la orilla del mar, las casas grises y blancas de un lado y del otro, el aire y allá en el fondo, muy lejano, el mar. Tienes miedo y se te ha olvidado el asunto de la identidad del conductor, ahora solo piensas en el riesgo que corren a esa velocidad, cada vez mayor.

 

Ha llovido y el pavimento está mojado. Las curvas son muy cerradas. Tú, piensas en el peligro, y dices para ti, hay que tener cuidado, quieres decirle al conductor que debería tener más cuidado ! Las palabras no salen de tu garganta, se ahogan y tú comienzas a sentir miedo, estás empezando a asustarte... En realidad, estás aterrorizado. Pánico sientes al ver como se atraviesa en el camino un autobús, y el chofer tiene que maniobrar con destreza para evadirlo, escuchas el frenazo de un automóvil blanco. Piensas que afortunadamente el tipo es buen conductor, pero te preocupas cuando notas que se ha propuesto ir tras el auto blanco, quiere darle alcance y tú miras su pie en el acelerador, a fondo, se acercan, viene una curva muy estrecha, en un segundo logra rebasarlo. Miras el seguro de la puerta, ves hacia el mar, piensas que deberías sacarlo, “por si acaso nos caemos al mar”, te lo dices en tu mente, será más fácil escapar, salirme, viene otra curva más cerrada, piensas que estás en peligro, pero no puedes decir nada, no salen tus palabras. El tipo sigue conduciendo a una velocidad desenfrenada y notas que en realidad no has logrado verle bien su cara, no le conoces, ni sabes quién es él y eso te preocupa. Súbitamente, unos segundos bastan, seguramente se descuidó, lo dices para ti al notar como se salen del camino. Están en el vacío y sientes que van en el aire y como caen, percibes todo como en una película con cámara lenta y logras pensar en la puerta, en el seguro de la puerta, ¡Oh Dios! Ves cómo van cayendo a través de la ventana, el seguro, casi lo alcanzas, y en medio de la caída te sientes más tranquilo, podré salirme cuando estemos bajo el agua, lo dices para ti cuando sabes que has logrado quitado el seguro a la puerta, será más fácil…

Continua y finalizará mañana.

NOTA: El texto dividido en dos partes, es copia textual de la novela La Entropía Tropical  -Maracaibo Ediluz, (2003)-

Maracaibo, domingo 14 de mayo, del año 2023


 

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