miércoles, 5 de abril de 2023

El Simposio


¿Sabías que la palabra simposio se refiere a una especie de banquete que tenía lugar en la Antigua Grecia? ¿Sabías que estos simposios se acometían con el objetivo de poder festejar desde algún evento importante, como una cita familiar hasta cualquier otro acontecimiento que se considerara oportuno, lo cual podría (que no quiere decir “piche”) significar, en el “maracucholario” una reunión para “echarse los palos” y comerse algunos “pasapalitos”, -tequeños incluidos- quizás hasta quedar “como Crucita, hasta la hoyita”…

No me “perdáis” el respeto “concañebrio”, que por decir estas cosas quizás en este blog podría intentar desmerecerlo… Recordemos que, desde los tiempos de Platón, cuando según su diálogo “El simposio”, se reunían Sócrates y sus discípulos para discutir acerca del amor, y por entonces no se intuían las reglas creadas para los LGTB de ahora, cuando estamos en un siglo que dice ser “de las luces” y cuando “del pecho del ladrón cuelgan las cruces”. Aquí, no hay simposio que valga… Ni las cuestiones académicas en la versión contemporánea escapan a la consiguiente “palazón” aunque sea grande, y doy fe de ello, o sea, fe de “la pelazón”

Se dice que los simposios griegos, se ejecutaban en dos partes, en la primera se disfrutaba de manjares y productos varios y en la segunda, se bebía vino ad libitum mientras los asistentes se deleitaban con espectáculos musicales y de danza. Al final de existir alguna duda, siempre se podía acudir a Warren Sánchez (Les Luthiers dixit), un recurso que al menos garantizaba la devolución de “los cobres” y siempre quedaba como una salida, pensar que se iba hacia adelante que es como “brinca el sapo” y hasta las lagartijas…

Mientras Serrat cantaba todo aquello sobre el bolso de piel marrón olvidado por misia Penélope en el andén, Ulises -que no era el señor Bloom del irlandés James- estaba en el desiderátum de aprovechar la oportunidad de “Diosificarse” con Calíope la hijita de Zeus -el que controlaba lo habido y lo por haber- o “tirar una parada” y aprovechar otras opciones; pero el rudo marinero, optaría por regresar a su pequeña isla rocosa sabiendo que al hacerlo había decidido tomar “una decisión de grande liga”

Ulises, bien sabía, que en su rocosa islita “bañada por los mares de blanca espuma” se iba a encontrar con la decrepitud de Leartes su anciano progenitor, la problemática adolescencia de su hijo Telémaco y la menopausia de Penélope siempre tejiendo y destejiendo su manta que realmente era una especie de mantra, pero a él no le importaba este asunto, pues ya decidido, iba en busca de una felicidad repleta de tristezas auténticas, sin sueños cantados en épicos y elocuentes poemas, aunque fuesen recitados por Kalliope, apodo de la hijita de Zeus, desde un cinturón de asteroides…

Al no aceptar el emotivo discurso de su musa y cumplidos ya los años en aquel paradisiaco ambiente, el Odiseo de Joyce llegaría -tras naufragar- al país de los Feacios “a que” la princesa Nausícaa, -la hija del rey Alcínoo- y ella quien se había encontrado a Ulises naufragado y abandonado en una playa terminaría casándose con su hijo Telémaco-. Rey y princesa, padre e hija, le facilitarían a Ulises -de espíritu santo- una nueva nave para el gran escape hacia la isla de Cavafis...

Concluyo esta breve reláfica para excusarme ya que estuvo en parte inspirada en algunas palabras recientemente leídas de las muchas escritas por Irene Vallejos (https://bit.ly/3YHEbHU), sobre la decisión de Ulises, aquella que no era -to be or not to be-, ni menos -la de Sophie- donde la reflexión -si aceptamos la lógica, más certera- nos enseña que “la humilde, imperfecta y efímera vida humana, bien merece la pena”.

Maracaibo, miércoles 5 de abril del año 2023

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