martes, 11 de abril de 2023

La quema de libros


El tema de la quema de libros ha sido siempre una práctica, vinculada al fanatismo ideológico y generalmente promovida por autoridades políticas o religiosas, con la idea de destruir libros u otro material escrito, práctica que se ha visto no solamente como parte de algunos conflictos bélicos. La quema de libros y los asesinatos de muchos académicos en la China de Qin Shi Huang quizá comenzó en el año 212 a. C.; recientemente comentada en este blog, cuando muchos intelectuales desobedecieron la orden del emperador de China y fueron asesinados o enterrados vivos.

Unos años más tarde en 292 a. C., pero en otro confín del mundo, la biblioteca de Alejandría había sido incendiada en el año 48 a. C., supuestamente por un accidente según Julio César durante la segunda guerra civil de la República romana, y fue prácticamente destruida en 270 y 275 d. C., cuando en la ciudad de Alejandría se produjeron graves disturbios e incendiaron lo que quedaba de la biblioteca. Los libros restantes fueron incinerados por orden del emperador Diocleciano (244-311 d.C.) durante la mayor y más sangrienta persecución oficial del imperio romano contra los cristianos, entre los años 303 y 311 d.C.

El año 391 d. C., cuando el patriarca de la ciudad y Papa copto Teófilo I instigó a la demolición del Serapeum en su campaña de destrucción de templos paganos, la astrónoma y filósofa Hipatia (https://bit.ly/3nLa1pg) fue linchada en una revuelta religiosa alejandrina, aclamando al sobrino y sucesor de Teófilo, Cirilo como “el nuevo Teófilo”, pues había destruido “los últimos restos de idolatría” en la ciudad y así terminarían de quemar los vestigios de libros existentes. También mencionamos esos hechos a propósito de una película de Alejandro Amenábar (1972) director de cine, guionista y compositor (https://bit.ly/300lhjc) ganador de nueve premios Goya y de un Óscar, quien filmaría la historia de Hipatia, la astrónoma griega del siglo IV.

Las similitudes entre la conocida novela de Ray Bradbury (1920-2012) Fahrenheit 451 (1953) (https://bit.ly/2NSNil5) y sucesos tan remotos como la incineración de libros dirigida por Qin Shi Huang, o por el mencionado emperador Diocleciano persiguiendo a los cristianos, o por Constantino I en 333, mediante su Epístola a los obispos y los pueblos, cuando ordenó quemar todos los escritos de Arrio y sus partidarios bajo pena de muerte para quien no cumpliera su mandato, se transforma en secuencias repetitivas, que hacían por demás evidente que ya se había establecido un precedente que seguirían otros emperadores cristianos. Poco tiempo después en febrero de 448, Teodosio II tras un edicto promulgado después de celebrarse el Concilio de Éfeso de 449, repetiría la orden y mandó a las llamas todos los escritos paganos críticos con el cristianismo, y se hizo la quema de ”libros nocivos” en una gran plaza pública.

También sabemos que a finales del siglo xv se produjo en Florencia una importante quema de libros y obras artísticas de gran valor, por ser considerados todos ellos inmorales; quema pública que fue promovida por Girolamo Savonarola. En 1242, como para no quedarse atrás, Luis IX rey de Francia, mandó quemar veinticuatro carretas cargadas con ejemplares del Talmud judío en la plaza de Grève de París,

La soberana Juana de Castilla había propiciado la "Quema de Bib-Rambla", por parte del Cardenal Cisneros, donde entre otras se quemó en pública hoguera la biblioteca de la Madraza, que era la primera universidad que tuvo Granada. Posteriormente, a comienzos del siglo XVI, los residentes de Granada tenían la obligación de entregar a las autoridades castellanas los libros escritos en árabe, conservándose solo los que versaran sobre Medicina (que afortunadamente están conservados en la Biblioteca de El Escorial) ya que se quemaron los demás.

Entre 1499 y 1500, por orden del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros se hizo la quema pública de los manuscritos granadinos, de la biblioteca nazarí de Granada, España, en la plaza de Bib-Rambla de esa ciudad… Y en América, no debemos dejar por fuera la quema de los manuscritos o códices mayas dictada por el sacerdote Diego de Landa en la localidad de Maní (Yucatán) el 12 de julio de 1562, cuando tan solo 4 años antes en 1258, los mongoles habían invadido y arrasado la ciudad de Bagdad y fue incendiada su gran biblioteca que era conocida como “la casa de la sabiduría”.

Tras el asesinato en 1610 de Enrique IV de Francia, se corrió el rumor de que el asesino -el monje Ravaillac- había leído el libro del jesuita español Juan de Mariana De rege et regis institutione (aunque él mismo lo negaría en su juicio). No obstante, la obra fue prohibida y se acordó que todos los ejemplares serían quemados públicamente, como así se hizo en el atrio de la catedral de París el 8 de junio de 1610.

Durante el régimen nazi, desde 1933 hasta 1945 en Alemania. la quema de libros de autores judíos o considerados "no alemanes" fue perpetrada en diversas ciudades entre las que destacó la llevada a cabo en la Opernplatz de Berlín ante 40 000 personas en un acto presidido por el ministro de Propaganda nazi Joseph Goebbels. Durante la guerra civil española y la inmediata posguerra se sabe que se produjeron varias quemas de libros por parte de falangistas -el 19 de agosto de 1936 en La Coruña -(con libros requisados de bibliotecas privadas como la de Casares Quiroga, la del Seminario de Estudios Gallegos y las de centros culturales republicanos y obreros)-; el 30 de abril de 1939 hubo una quema de libros en la Universidad Central de Madrid ​ y, en general, en cada localidad conquistada por el bando franquista tras saquear librerías, editoriales y bibliotecas, y haber asimismo fusilado a maestros, bibliotecarios, editores y libreros se dio el fenómeno de la quema de libros. ​


En Argentina, tras el golpe de los generales Arturo Rawson y Pedro Ramírez la dictadura militar instaurada en 1943 quemó los libros de las editoriales comunistas del país. -En 1954 ​se produjo la quema de un texto para la enseñanza, la Geografía de Cuba de Antonio Núñez Jiménez, libro incinerado por orden del gobierno de Fulgencio Batista- A partir del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 en la Argentina se quemaron un total de un millón y medio de libros. El general Luciano Benjamín Menéndez, jefe del III Cuerpo de Ejército en Córdoba, ordenó una quema colectiva de libros, entre los que se hallaban obras de Proust, García Márquez, Cortázar, Neruda, Vargas Llosa, Saint-Exupéry, Galeano, etc. “a fin de que no quede ninguna parte de estos libros, folletos, revistas... para que con este material no se siga engañando a nuestros hijos”… “destruimos por el fuego la documentación perniciosa que afecta al intelecto y nuestra manera de ser cristiana, serán destruidos los enemigos del alma argentina».

En abril de 1979 durante la Batalla de Valencia, los blaveros quemaron libros considerados "catalanistas" en la Plaza de Manises frente a la Diputación Provincial de Valencia, y se cuenta que en Chile los militares pinochetistas, buscando libros de carácter marxista, encontraron en la biblioteca de la casa de Pablo Neruda, en Santiago, libros sobre cubismo y los quemaron creyendo que estaban relacionados con la Cuba castrista.

Ya en este siglo XXI, en 2015 el grupo terrorista Estado Islámico quemó unos ocho mil libros y en 2017 el ministro de educación del Paraguay se ofreció a quemar libros para complacer a ciertos grupos “pro familia” y religiosos, indignados por la ideología de género en ellos y en 2019 un grupo de feministas quemó libros en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México) para dar visibilidad a la situación de las mujeres y reivindicar sus derechos

Ante tal suma de bárbaras iniquidades, he recordado aquello de que: “En los tiempos de las bárbaras naciones, de las cruces colgaban los ladrones. Y ahora en el Siglo de las Luces, del pecho de ladrones cuelgan las cruces”, un texto del poeta italiano Ugo Foscolo, donde hace dos siglos atacaba al también poeta Vicente Monti, antirevolucionario y anti demócrata, enemigo declarado de Napoleón quien precisamente, sería condecorado por Napoleón y ante aquella inconsecuencia y deslealtad política execrable, tras ser condecorado, Foscolo le dedicaría el ya mencionado y siempre recordado poema.

Maracaibo, martes 11 de abril del año 2023

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