lunes, 28 de marzo de 2022

Vacunas, las de don Santiago

 Vacunas, las de don Santiago

En algún momento de la pandemia, cuando se iniciaban las muertes en primavera, se dijo por Internet que el multimillonario estadounidense Bill Gates manejaba una gigantesca conspiración para aprovechando la vacunación masiva contra la Covid 19  iban a inocular microchips con los que lograrían controlar a los ciudadanos. Manuel Ansede periodista científico quien antes fuera médico de animales, en la sección de Ciencia de EL PAÍS. es, en diciembre del 2020 comentaría estos hechos recordando que el científico español Santiago Ramón y Cajal había tenido ya una idea parecida más de un siglo antes.



Don Santiago Ramón y Cajal había escrito un cuento de ciencia ficción con el título de El fabricante de honradez donde Alejandro Mirahonda, un hombre “con la barba y ojazos de un Cristo bizantino”, anunciaba haber descubierto una “vacuna moral” y lograría convencer a las autoridades de la ciudad de Villabronca para obligatoriamente inoculársela a la población. Cajal quien era un voraz lector de Julio Verne, publicó El fabricante de honradez dos décadas más tarde, en 1905, junto a otros cuatro cuentos, y este relato, aunque pasara desapercibidos para la mayoría del público, nos presenta a don Santiago como uno de los pioneros de la ciencia ficción española.

La ciudad de Villabronca, estaba sometida a una “creciente marea de robos, borracheras, riñas, desacatos a la autoridad, depravación de costumbres” por lo que el doctor Mirahonda confiaba en lograr “la purificación ética de la raza humana y la conversión de los viciosos y criminales en personas probas, decentes y correctísimas”, para lo cual organizó una campaña de vacunación por la que habrían de desfilar casi todos los ciudadanos recibiendo la inyección tras un biombo chinesco mientras una charanga amenizaba la operación con sus trompetas.

Cajal quien había nacido en la aldea navarra de Petilla de Aragón en el año1852, cuando escribió El fabricante de honradez solamente existía una vacuna conocida, la de la viruela, elaborada con virus que se cultivaban en la piel de las vacas. En aquel año, 1885, Cajal inventó realmente un concepto diferente, “la vacuna química”, una inyección de bacterias muertas para proteger sin riesgo frente al cólera, una temible enfermedad que por entonces amenazaba a España. En lugar de microbios vivos, él propuso utilizar una vacuna de gérmenes del cólera muertos por el calor, y publicó su idea y su demostración experimental con animales en septiembre de 1885. Era un nuevo tipo de vacunas, las conocidas hoy y llamadas muertas o inactivadas de las que se usarían en ensayos en humanos contra la covid-19

Pero lo más interesante es que Cajal imaginó en su cuento los efectos indeseados que tendría una vacuna moral. “La vida comenzó a ser harto uniforme y aburrida”. En ausencia del encanto de la conversación maledicente, se vaciaban los cafés y... “Viose entonces cuán difícil es hacer reír sin molestar, quedando patente que los tenidos por ocurrentes y graciosos no eran en puridad sino unos desahogados: en cuanto no pudieron herir, hicieron bostezar”.

Los caciques de Villabronca, monárquicos y republicanos, empezaron a lamentarse por la indiferencia de las masas y comenzaron a temer que tendrían que trabajar para comer. Los ciudadanos también dejaron de ir a misa: “¿Para qué pedir a Dios lo que el trabajo y la sobriedad proporcionaban?”. La gente, aburrida de ser siempre honrada, empezó a pedir un antídoto que revirtiese los problemáticos efectos de la vacuna moral. Cajal había ideado un final interesante para su cuento…

Pues resulta que… Jamás había existido una inyección para controlar a los ciudadanos, ni siquiera en aquella distopía cajaliana, ya que todo había sido un experimento de sugestión colectiva perpetrado por el doctor Mirahonda. La vacuna moral era un fake new como los actuales; aquella vacuna era tan falsa como lo es hoy la inyección de los microchips que le era atribuida a Bill Gates. Pero fíjense que el doctor Mirahonda continuó la farsa y les ofreció a los habitantes de Villabronca un antídoto: media copita de un misterioso licor, que en realidad era agua…

Los ciudadanos del pueblo, especialmente el alcalde, “se abalanzaron sedientos a los garrafones y saborearon con infinita codicia aquel filtro pasional que prometía la punzante dulzura del fruto prohibido”. Los residentes tomaban su media copa y seguían bebiendola a tragos. Así fue como “Comprimidas un año después, estallaron violentamente las pasiones. El vicio se exhibiría con inaudito descaro y vergüenza, de manera que, durante un mes, los habitantes de Villabronca vivieron en plena bacanal, el sacristán robó el cepillo de la iglesia y se fugó con la casera del cura. En tres días hubo cuatro asesinatos” …  Esto fue lo que nos relató Cajal.

Todos los atrasos del amor, todas las deudas del odio, de la vanidad, de la envidia y hasta de la pasión política fueron saldadas en un momento, con escándalo de las personas honradas, que huían en tropel de la ciudad envenenada”, prosiguió don Santiago informándonos como el doctor Mirahonda y su esposa tuvieron que huir a caballo, mientras con una conclusión especialmente cajaliana: “La supresión del mal, ¿no implicaría quizá el mayor de los males? Un poco de dolor y miseria social parece indispensable; templa los caracteres, aguza el entendimiento, destierra la molicie, crea el heroísmo y la grandeza de alma, mejora, en fin, moral y físicamente, la raza humana”.

El cuento de El fabricante de honradez incluyendo las “fake news” y la moraleja que nos legara el genial don Santiago Ramón y Cajal, 137 años después de escrita, siguen vigentes. Si se endulza bien la píldora o la vacuna, cualquiera puede creerse cualquier cosa, incluso una conspiración secreta que involucraría a millones de científicos en el mundo con Bill Gates a la cabeza esperando controlar la especie humana.

Maracaibo, lunes 3 de abril del año 2022

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