Este artículo es una copia infiel de otro ya publicado en abril del año pasado (2024) por lo que pido a quien lo haya leído: que lo re-lea, porque como hemos venido diciendo, la re-lectura es necesaria e importante.
Supongo
que mis asiduos lectores ya saben lo que es “tener un tinitus constante”, un run-run o mejor un chirrido que
desde hace años viene llenando mis silencios, un “ruidito”, por decirlo
cariñosamente- que una vez describí de esta manera: “cual si estuviese bajo un inmenso baobab de los de El Principito,
cuajado de chicharras, las cigarras, que
chirrían, con una sonoridad brillante” (https://bit.ly/2XsnnY8), esplendorosa
diría yo, y es que lo he dicho antes (andamos en una de re-repetidera) que
quizá de allí viene mi costumbre de sostener perenemente, un hilo musical, en la
mente. Es por eso que he insistido, en que “el cantar tiene sentido”
y cantando, por diversas naciones he ido, cada vez que he podido… (https://bit.ly/2z16JW4) y aunque rime
con “jodido” surge el “de León”, que no es Oscar sino Fray Luis, con aquello de
los pocos sabios “quenelmundo han sido”…
Tener
grillos es algo personal, mucho-muy personal -para decirlo usando el argot
mexica- y es, pues más aun, cuando están “en la cabeza”. Esos grillos
habitualmente son cosas de “tarados”; grilletes existían en La Rotunda de Nereo
Pacheco, pero estos grillos son otra cosa, muy diferente, si, aunque, “¡Eco!”…
¿A poco? ¿No dizque era de unas “taras” de lo que íbamos a hablar? Maraqueras:
sin una -i- porque así sí que“cargaríamos
la jaula”. Quizás el regresar “tiniqueteando”, me obligarán entonces
e igualmente, a estar pensando, y con frecuencia, solo a mi mente llegan
letras de poesías, -rimando- o tal vez, pos quizás, las de algún corrido
mexicano…
Pos
recordé, que sí, ya varias veces lo había cantado, el tan mentado… La
historia triste de un ranchero enamorado, o la triste historia del
mero mero, borracho jugador y parrandero, y me imaginé otra vez estar en una
casa en San Antonio de los Altos, con un amigo colombiano, los dos, cantando a
duo... Mexicanísimos nos veíamos, Gerzaín y yo, cual si fuésemos cuates… ¡Como
hermanos! “Pistola en mano se le echaron a montón. Estoy borracho
les gritaba y soy buen gallo”… A poco, pero venga le cuento y vea,
me diría Gerzain si acaso fuese caleño… ¿Pero, no? ¡Gua, pos no!
Zoológicamente…
-¡Anjá…Como que ya vamos a entrar en el asunto!- Las antiguamente denominadas “taras
maraqueras” (y a los remotos recuerdos de mi infancia me remito) hace rato (me
lo informo Julita) que sé que ellas corresponden a locusta
migratoria, y me entero igualmente, de que las últimas grandes plagas
de langosta en el norte de África se sucedieron, en los años 1987 y 1993… ¿Y a
mí qué? Pero es que yo, las “taras maraqueras” que recuerdo son muy
maracaiberas. Conste que no es –pa que rime- con “era”. Todas me remiten a mis
años de infancia y las revivo, como un asunto ya muy lejano, por allá por la
década de los 40 del pasado siglo XX. ¡Que morcilla! Diría cualquiera.
No son
“mentirijillas” pero, les miento… Adviértoles que tengo “licencia de novelista”
para mentir sin perder la decencia- es pésima costumbre, ciertamente y
a duras penas yo -perezrevertinamente hablando-la acato sin cumplirla, (https://tinyurl.com/4ka33pbp) porque como
siempre, casi todo ya todo ha sido dicho…
Ya casi,
suponía yo ilusionado, que resuelto estaba el rollo de “los grillos”, y lo de
mi tinitus igualmente, pero al reexaminar las langostas africanas, al fin y al
cabo, son insectos y yo vengo y me entero de que en esa familia Gryllidae existen
casi un millar de especies, y además, les llaman los ortópteros,
y llegan a medir hasta de 3 cm de largo, con
su cabeza grande, y antenas largas,
con alas anteriores duras y tienen sus patas posteriores listas para
saltar. Se sabe que el sonido que producen lo hacen para el cortejo, y lo
consiguen frotando las alas entre sí, y es tan característico… ¿De dónde sale
eso de “Locusta”? ¿Será acaso el nombre de alguna
maracucha? Noup…Cuentan que era una esclava que contrató Agripina y
dizque era una experta en preparar venenos…Aquí si que cabe un “Te lo juro pana”… ¡Na guará!
Esa
historia de Agripina (la madre de Nerón de quien dijera hace ya unos cuantos días
la brillante periodista Sebastiana, que “el nuestro” parecía iba a hacer con el
país lo que Nerón hizo con Roma, e imaginé al tipo envuelto en una sábana, lucía como un fardo,
pero sostenía una lira e iba, cantando… ¿Odas?, no me… Un Peter Ustinov
cualquiera entonando… “¡Ohh ardientes llamas!, ¡Ohh flama divina!” ¿A
dónde vamos?, sí… ¡Quo vadis! Pensé en un Petronio tipo Leo Geen, y en el
propio Ustinov-Nerón diciéndole, “una lágrima por Petronio y otra por mí”…
Grotesca analogía, ver al tipo envuelto en aquella sábana, dispuesto a cantarle
a su país inflamado, o más incendiado que la actual “Madre patria”…
Pero regreso a la esclava de la Antigua Roma, cuyo nombre significa ‘langosta’ en latín, quien era nada mas y nada menos que la envenenadora de
confianza al servicio de Agripina, la
madre de Nerón quien, en realidad terminaría envenenando a Claudio, y a su hijo, Británico, fruto del anterior matrimonio del emperador con Mesalina, y así todas estas circunstancias hicieron de Locusta
una de las más antiguas asesinas en serie de
la historia hasta que el senado romano se
rebeló contra de Nerón, y Locusta fue
sentenciada a muerte… Pues señores ¡Cest la vie!… Locusta
migratoria se denominan estos saltamontes o langostas y yo,
por mi cuenta las he asociado para distraerlo a ustedes, con los grillos, los pequeños,
saltamontes (que no son los del Kun Fu) si los de mis recuerdos lejanos, de
cuando niño…
Pude
conocer las “taras maraqueras” como me las mostraría mi padre, y era el
apodo para quienes eran realmente “las langostas”, cuando él nos relataba que eran
aquellas mismas responsables de verdaderas nubes de estos insectos que en su
infancia y juventud, llegaron en ocasiones a volar sobre Maracaibo causando
estragos en la vegetación. Así que las “taras maraqueras” siempre fueron para
mí los mismos bichos voladores de “las 7 plagas de Egipto”, las de los 10
mandamientos de DeMille con el faraón encarnado en Yul Brynner como lo mostraba
la TV en la Semana Santa, pero para mí, las “taras maraqueras” seguían siendo
aquellos temibles, colorados saltamontes, como el que se ve en la foto (ver).
Lo cierto es que “las taras
maraqueras” no son tan antiguas como para pensar que solo existían en
las escenas bíblicas y aparecían como una de “las siete plagas”. En el año 2020
se describieron grandes brotes de estas langostas en África oriental y en Asia
sudoccidental, y en concreto en la región del Mar Rojo, como para recordarnos
el Nilo y las tierras faraónicas. Allí, aquí, y en todos esos ámbitos, la FAO
ha sabido monitorizar el combate frente a “la langosta del desierto”, creando
las necesarias alertas a través de un eficiente servicio de información, el
DILS-por sus siglas en inglés- que actúa climatológica, temperatura y la
ubicación de las langostas en los diferentes países.
En el norte de África sucedieron
grandes plagas de langosta en los años 1987 y 1993. Las langostas llegarían a
zonas de Marruecos, de Argel, y se extenderían hasta Cabo Verde y creo que una
vez recordé en este blog (lapesteloca)
como estando en Fuerteventura, la gran isla Canaria cercana al Sahara
occidental, presenciamos una plaga de langostas migratorias, las también
conocidas como “langosta africana” que llegó como si fuese “la calima” y
en la vecina isla de Lanzarote cubrió el cielo de la isla y nos tocó en
suerte presenciar aquel fenómeno ya que estábamos asistiendo a una reunión de
patólogos en Fuerteventura, y pudimos ver como volaban miles de estos insectos
sobre el cielo de la isla.
Las langostas del Sahara, recuerdo haber (https://tinyurl.com/4ka33pbp) relatado que son “catiras” -güeras- les diría un cuate mexicano- (y les muestro su foto), para volver a plantear si acaso la razón de este color amarillento sea posiblemente mimetismo con las arenas del desierto o si caso estarán tostadas por el sol… Las langostas originales del Sahara, eran “catirrucias” y definitivamente no son las que ya conocía como las “taras maraqueras” en mi lejana infancia, de aquí, de Maracaibo cuando al llegar volando “hacían su agosto” con la escasa verde vegetación local…
Maracaibo, se acabó agosto, un domingo 31 del año 2025
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