jueves, 28 de agosto de 2025

Escritores…

 

Los escritores, usando el término como sinónimo de autores, pueden producir material de varios géneros, ficticios o no, pero el escritor es quien usa la palabra escrita en diferentes estilos, para crear cuentos, novelas, poesía, obras de teatroguionescanciones y ensayos con la finalidad de comunicar sus ideas a través de la literatura. 

El propósito del escritor consiste en saber narrar con visos de veracidad y con precisión sensaciones, e ideas, que pasan por su mente, algo que no es tan fácil ya que el lenguaje es muy exigente. Por deslumbrantes que resulten las ideas o las imágenes en la mente, hay que pasarlas por el tamiz del lenguaje universal, con estrictas reglas y múltiples matices… No es fácil y cada uno debe inventarse su manera personal de hacerlo…

          El mejor “órgano de control” de la escritura es la reescritura (https://surl.li/emwqxi) hace tan solo unos días que comentábamos este hecho, y señalábamos como Flaubert afirmaba que  “Escribir significa reescribir”. Si bien es cierto que han existido escritores muy prolíficos, quisiera en esta ocasión, conversar sobre las particulares maneras de enfocar el trabajo literario en algunos de ellos.

Dostoievski escribía día y noche, en cambio T. S. Eliot sólo un par de horas al día: “He descubierto que más de tres horas no funciona. Como mucho pulo un poco el texto. Cuando me he pasado de las tres horas, nunca he producido cosas satisfactorias. Es mejor dejarlo ahí y dedicarse a otra cosa”. Virginia Woolf pensaba que escribir era casi siempre “una hazaña de prodigiosa dificultad” y ella sabía de los innumerables obstáculos que impiden el trabajo del escritor. Eso sin contar con la indiferencia con la que el mundo acogerá sus escritos.

          Thomas Mann, Premio Nobel de Literatura, autor de cuatro novelas de unas mil páginas cada una, y de otras cuatro de tamaño normal, de cinco novelas cortas, unos treinta relatos, una obra de teatro y varios volúmenes de Diarios, además de incontables artículos, ensayos, conferencias, discursos, alocuciones radiofónicas y una copiosa correspondencia con otros escritores destacados. - reconocía escribir con una lentitud pasmosa. Su regla básica era adentrarse en un terreno conocido desde “el orden y la simplificación”, y reconocía que: “Un escritor es una persona para quien la escritura es más difícil que para otras personas”.

          Isabel García Adánez, fue traductora al español de La montaña mágica, y comentaría una vez que: “Thomas Mann hacía con el idioma cosas dificilísimas como si fuera lo más natural”… “Podía escribir frases de más de quince líneas, pero que en alemán se pueden leer con toda naturalidad. No hay impostación en su voz, hay una fascinante claridad”. Sin embargo, esa claridad le costaba mucho esfuerzo. Parece mentira que dijera en serio esto, un escritor con tanta experiencia y al que se le presupone una lógica facilidad para escribir…

Stefan Zweig experimentaba un extraño placer cuando suprimía líneas de sus escritos. Cierta vez su esposa notó que se levantaba de la mesa de trabajo visiblemente satisfecho, por lo que le preguntó si había tenido alguna inspiración feliz y Zweig le respondió: “Si, he conseguido tachar un párrafo entero, y así he logrado una transición más rápida”. Atribuía los elogios a su rapidez de expresión no “a una vehemencia íntima”, sino a su “método de excluir todo lo secundario y superfluo”. “Si domino alguna forma de arte, es la de renunciar, pues no me lamento cuando, de mil páginas escritas, van a parar ochocientas a la papelera, y sólo doscientas quedan como esencia destilada”.

Raymond Carver Jr. (1938-1988) cuentista y poeta estadounidense, quien es considerado como uno de los escritores más influyentes en la literatura norteamericana del siglo XX, en una ocasión explicaba… “La primera redacción la hago a mano, con soltura, casi con prisa. Luego escribo a máquina y ya cambio algunas cosas. Añado, quito. Hago dos o tres redacciones y entonces le paso el borrador a Tess, que me da su opinión. Luego entrego la copia mecanografiada a una señora que tiene una computadora personal. A la mañana siguiente ella me trae el texto impreso. Hago más correcciones, hago cortes, a veces radicales, y se lo devuelvo. Ella vuelve a escribirlo y así varias veces, cinco, diez. He llegado a hacer treinta redacciones de un relato. Con una poesía incluso más.”

Al preguntarse por qué escribía, Fernando Pessoa respondía, por boca de su heterónimo Bernardo Soares…“Porque, predicador como soy de la renuncia, no aprendí todavía a llevarla a cabo plenamente (…) Tengo  que escribir como si cumpliera un castigo. Y no hay mayor castigo que el de saber que lo que escribo resulta enteramente fútil, fallido e incierto”.

Gabriel García Márquez señalaba que su maestro fue Hemingway. La lección que aprendió del narrador norteamericano fue ésta: “El descubrimiento de que el trabajo de todos los días sólo debe interrumpirse cuando ya sabes cómo reanudarlo al día siguiente. No creo que se haya dado nunca un consejo mejor para escribir. Es, ni más ni menos, el remedio absoluto contra el fantasma más temido por los escritores: la agonía matutina ante el papel en blanco”.

El propio Hemingway en París era una fiesta, narró de un modo magistral su jornada de escritor parisiense. Por lo general escribía en una cafetería, pero durante una temporada solía alquilar una habitación de hotel bien calefaccionada, y mientras escribía comía mandarinas o castañas asadas. Subía a la habitación con una idea en la cabeza, trabajaba toda la tarde desarrollándola, escribiéndola una y otra vez hasta que surgía otra idea. Cuando aparecía esa nueva idea, Hemingway dejaba de escribir. Cerraba el cuaderno y salía, muy contento, a dar una vuelta por París; sabía que hasta el día siguiente ya no debía pensar en esa idea, para que el subconsciente trabajara por él. Leía, caminaba, hacía gimnasia, y se acostaba con su mujer.

Mario Vargas Llosa

, tras reconocer que siempre había tenido mucha dificultad para escribir, (“supuestamente”-digo yo, quien escribe en este blog”-), incluso tratándose de textos breves, y que, por ejemplo, los artículos periodísticos le llevan mucho más tiempo, además, debiendo rehacerlos cuidadosamente, en una ocasión dijo que cuando se inició en la escritura sentiría cada vez “más inseguridad, más dudas, más incertidumbres e incluso más miedo ante la obra por hacer”. Luego afirmaría que tan solo con los años conseguiría volverse más crítico y meticuloso. También Paul Auster negaba que escribir fuese algo placentero. “Es un trabajo duro y se sufre mucho. Por momentos uno se siente inepto: la sensación de fracaso es enorme y eso significa que no hay sentimiento de satisfacción o de triunfo”. Pero el problema se agrava si no escribe, ya que entonces se siente perdido y que su vida carece de sentido.

Philip Milton Roth (1933-2018) escritor estadounidense de origen judío, conocido por sus novelas, reconocería que su larga y prolífica carrera literaria se redujo a “poner las frases del revés”, a darles la vuelta. Luego tomaba un té y volvía a voltearlas. A continuación, se tumbaba en el sofá y pensaba. Se levantaba, las tiraba a la papelera y comenzaba desde el principio. “Y, si dejo esta rutina durante un día, me desespero de aburrimiento y por cierta sensación de pérdida de tiempo”.

Franz Kafka confesaba que el ritmo de su vida estaba organizado exclusivamente con vistas a escribir: “Si experimenta cambios, lo hace para adaptarse lo mejor posible al escritor, porque el tiempo es corto, las fuerzas son escasas, la oficina es un espanto, la habitación es ruidosa, y hay que salir del paso con artificios, cuando no se puede hacer con una buena vida recta”. Un periodista que entrevistó a Ian McEwan se sorprendió por la vida que llevaba el autor de Expiación, con esposa e hijos, té y costumbres semanales, en contraste con sus historias crueles, e inquietantes. “Si te crees en el mito romántico del poeta que se acuesta a las cinco de la madrugada, borracho y con cinco o seis mujeres a la vez, puedes hacer lo que sea menos escribir”. Así ironizaría Ian McEwan quien finalizaría afirmando que: Flaubert decía que habría que “vivir como un burgués y escribir como un loco”.

Maracaibo, el jueves 28 de agosto del año 2025

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