Los
escritores, usando el término como sinónimo de autores, pueden producir
material de varios géneros, ficticios o
no, pero el escritor es quien usa la palabra escrita en diferentes estilos,
para crear cuentos, novelas, poesía, obras
de teatro, guiones, canciones y
ensayos con la finalidad de comunicar sus ideas a través de la
literatura.
El propósito
del escritor consiste en saber narrar con visos de veracidad y con precisión
sensaciones, e ideas, que pasan por su mente, algo que no es tan fácil ya que
el lenguaje es muy exigente. Por deslumbrantes que resulten las ideas o las
imágenes en la mente, hay que pasarlas por el tamiz del lenguaje universal, con
estrictas reglas y múltiples matices… No es fácil y cada uno debe inventarse su
manera personal de hacerlo…
El mejor “órgano de control” de la
escritura es la reescritura (https://surl.li/emwqxi)
hace tan solo unos días que comentábamos este hecho, y señalábamos como Flaubert afirmaba que “Escribir significa reescribir”. Si
bien es cierto que han existido escritores muy prolíficos, quisiera en esta
ocasión, conversar sobre las particulares maneras de enfocar el trabajo
literario en algunos de ellos.
Dostoievski escribía día y noche, en cambio T. S. Eliot sólo un par de horas al día: “He
descubierto que más de tres horas no funciona. Como mucho pulo un poco el
texto. Cuando me he pasado de las tres horas, nunca he producido cosas
satisfactorias. Es mejor dejarlo ahí y dedicarse a otra cosa”. Virginia Woolf pensaba que escribir era casi siempre “una hazaña de prodigiosa
dificultad” y ella sabía de los innumerables obstáculos que impiden el
trabajo del escritor. Eso sin contar con la indiferencia con la que el mundo
acogerá sus escritos.
Thomas Mann, Premio Nobel de
Literatura, autor de cuatro novelas de unas mil páginas cada una, y de otras
cuatro de tamaño normal, de cinco novelas cortas, unos treinta relatos, una
obra de teatro y varios volúmenes de Diarios, además de incontables
artículos, ensayos, conferencias, discursos, alocuciones radiofónicas y una
copiosa correspondencia con otros escritores destacados. - reconocía escribir
con una lentitud pasmosa. Su regla básica era adentrarse en un terreno conocido
desde “el orden y la simplificación”,
y reconocía que: “Un escritor es una persona para quien la escritura es más difícil que
para otras personas”.
Isabel García Adánez, fue traductora al español de La montaña mágica, y
comentaría una vez que: “Thomas Mann
hacía con el idioma cosas dificilísimas como si fuera lo más natural”… “Podía
escribir frases de más de quince líneas, pero que en alemán se pueden leer con
toda naturalidad. No hay impostación en su voz, hay una fascinante claridad”. Sin embargo, esa claridad le
costaba mucho esfuerzo. Parece mentira que dijera en serio esto, un escritor
con tanta experiencia y al que se le presupone una lógica facilidad para
escribir…
Raymond Carver Jr. (1938-1988) cuentista y poeta estadounidense, quien es considerado como uno de los escritores más influyentes en la literatura norteamericana del siglo XX, en una ocasión explicaba… “La primera redacción la hago a mano, con soltura,
casi con prisa. Luego escribo a máquina y ya cambio algunas cosas. Añado,
quito. Hago dos o tres redacciones y entonces le paso el borrador a Tess, que
me da su opinión. Luego entrego la copia mecanografiada a una señora que tiene
una computadora personal. A la mañana siguiente ella me trae el texto impreso.
Hago más correcciones, hago cortes, a veces radicales, y se lo devuelvo. Ella
vuelve a escribirlo y así varias veces, cinco, diez. He llegado a hacer treinta
redacciones de un relato. Con una poesía incluso más.”
Al preguntarse por qué escribía, Fernando Pessoa respondía, por boca de
su heterónimo Bernardo Soares…“Porque, predicador como soy de la renuncia,
no aprendí todavía a llevarla a cabo plenamente (…) Tengo que escribir
como si cumpliera un castigo. Y no hay mayor castigo que el de saber que lo que
escribo resulta enteramente fútil, fallido e incierto”.
Gabriel García
Márquez señalaba
que su maestro fue Hemingway. La lección que aprendió del narrador
norteamericano fue ésta: “El descubrimiento de que el trabajo de
todos los días sólo debe interrumpirse cuando ya sabes cómo reanudarlo al día
siguiente. No creo que se haya dado nunca un consejo mejor para escribir. Es,
ni más ni menos, el remedio absoluto contra el fantasma más temido por los
escritores: la agonía matutina ante el papel en blanco”.
Mario Vargas Llosa
Philip Milton Roth (1933-2018) escritor estadounidense de
origen judío,
conocido por sus novelas, reconocería que su
larga y prolífica carrera literaria se redujo a “poner las frases del revés”, a
darles la vuelta. Luego tomaba un té y volvía a voltearlas. A continuación, se
tumbaba en el sofá y pensaba. Se levantaba, las tiraba a la papelera y
comenzaba desde el principio. “Y, si dejo esta rutina durante un día, me
desespero de aburrimiento y por cierta sensación de pérdida de tiempo”.
Franz Kafka confesaba que el ritmo de su vida
estaba organizado exclusivamente con vistas a escribir: “Si experimenta cambios, lo hace
para adaptarse lo mejor posible al escritor, porque el tiempo es corto, las
fuerzas son escasas, la oficina es un espanto, la habitación es ruidosa, y hay
que salir del paso con artificios, cuando no se puede hacer con una buena vida
recta”. Un periodista que entrevistó a Ian McEwan se sorprendió por la
vida que llevaba el autor de Expiación,
con esposa e hijos, té y costumbres semanales, en contraste con sus historias
crueles, e inquietantes. “Si te crees en el mito romántico del poeta
que se acuesta a las cinco de la madrugada, borracho y con cinco o seis mujeres
a la vez, puedes hacer lo que sea menos escribir”. Así ironizaría Ian McEwan
quien finalizaría afirmando que: Flaubert decía que habría que “vivir
como un burgués y escribir como un loco”.
Maracaibo,
el jueves 28 de agosto del año 2025
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