lunes, 3 de febrero de 2025

El Zorzal (1)

 

He querido ofrecerles nuevamente y en dos partes, este relato sobre la llegada de Gardel a Maracaibo por un par de razones: 1- “El Zorzal” se publicó en el No 14 de la Revista “Puerta de agua” de la Dirección de Cultura de la Gobernación del Zulia, en junio de 1996, y esto se dio gracias a la aceptación en aquellos días de mi amigo el doctor Jesús Ángel Parra Semprún.   2- Ahora “El zorzal” está en un libro con 39 relatos con dibujos, intitulado “Trípticos” que ahora, ya desde hace meses, está en la plataforma digital de Amazon, para quienes quieran disfrutar de su lectura y si es posible como quizás ahora, su re-lectura.    Aquí va de nuevo:

 

Yo nací en el Saladillo, claro que no me consta, en esa época yo estaba muy chiquito y de bola que no puedo acordarme, pero pa que vos veáis, con ese orgullo me enseñaron a vivir, ser maracucho y saladillero. ¿Qué más queréis? A todo tiro andaba jochándome de esas dos cosas, diciéndoselo a media humanidad; cuando coñito, me refiero, de a cada rato se lo sacaba al Perico; vos sabéis que él era del Empedrao y yo venía y le decía, mirá Perico, ¿vos me vais a echar a Santa Lucía con la Chinita? después montábamos esa discutidera... Pero, así y todo, el Perico era mi mejor amigo.

 

Cuando carajito los cuentos de las vainas que a uno le ocurrieron son naturales, los de la edad, ¿comprendéis?, entonces todo era una felicidad, una pura inocencia y vos te creías todo lo que te decían, especialmente sobre ciertas jaibas, como los graves problemas del amor. Imagínate vos en aquellos tiempos... Es como cuando te hablaban sobre el origen de la gente, la procedencia pues, ¿me entendéis? Uno es de por aquí y puede que hay quien diga que ni le consta, pero uno se siente y sabe que es de aquí, otros ni se sabe, fijate que por estos predios siempre ha habido mucho camuflao, frijolillo tirándoselas de queso duro y quizás por eso será que uno se creía muchas vainas...

 

Fijate el caso del mudo, nosotros creíamos una cosa, como todo el mundo, hasta los argentinos se creían el cuento y hubiéramos jurado que teníamos razón, pero la verdad es que no era así. Yo siempre creí que él había nacido en el propio Buenos Aires, quien sabe si en una casita del barrio del Abasto... Figurate, pasaron los años, que podéis hacer, ellos pasan, muchos años y nosotros siempre en el mismo predicamento, muy creídos y tiempo después, bastante después de lo del avión si supieras, supimos la jaiba, conocimos la verdad. Te digo, él para nosotros seguía vivo... Lo tuvimos tan cerca, sólo un mes antes del desastre de Medellín y lo teníamos que mantener vivo, cantando en la garganta de todos, le oíamos el rasgar de su guitarra en las noches estrelladas. El sol del veinticuatro viene asomando, el sol del veinticuatro... Como si estuviera todavía entre nosotros. Los compañeros de mi niñez fueron sus tangos...

 

Para mí, también de un modo muy especial están mezclados los tangos con el recuerdo de unos ojos negros y de una tierna sonrisa, aquella niña de cabellos negros, rizados, recién lavados de boquita diminuta... ¡Cómo han pasado los años! Con el correr del tiempo, la imagen viva del hombre se nos fue transformando en un fantasma grandioso. Tampoco desapareció la imagen de la niña de la mirada triste y yo no pude lograr su materialización. Fantasmas que crecían cual si todo hubiese sido una leyenda, aquellos ojos y la figura del zorzal con su guitarra, él continuaba cantando y los de la cuerdita, ya disueltos algunos vínculos, lo seguimos admirando, pero cada quien por su lado, con su propia medida.

 

Creo que fue para ese entonces cuando vinieron los uruguayos diciendo que él había nacido en Tacuarembó y claro está, nosotros no les creíamos. ¡Después vinieron tantos entendidos! Hasta que al fin, ya ni recuerdo quien nos develó el secreto de su misterioso origen. Todos tenemos un sitio de origen, vos sabéis, ya a veces este es un secreto. Nosotros, maracuchos entendemos que somos de un sitio muy especial, pero hay algunas criaturas que son de una región del espacio, que está más allá de las vainas lógicas y entonces uno se explica por qué es fácil transformarse en fantasma y seguir vivo, otros cristianos somos seres humanos. No lo queríamos creer, pero las evidencias apuntaban a un origen terrenal para Charles Rumualdo Gardés.


 

Él había tenido un comienzo, de carne y hueso, él vino al mundo y no era etéreo, fue un 11 de diciembre, la ciudad fue Toulousse, el país Francia, el año 1890. ¡Vos te podréis imaginar nuestra consternación! Nos resultaba muy difícil de creer... Yo que lo vi en persona, metido bajo un ring de boxeo, ¡con todo el sol del mediodía maracucho sobre la cabeza!, yo no podía asimilar la idea así no más. ¡Imaginate vos! ¡El morocho era francés! No sé si te podré explicar, pienso que fue como una especie de lección, como para que se me grabara aquello de que no importa donde se nace sino donde larga uno el forro, ¿me entendéis? Y así; de bola, ¿veis?, yo entonces creí que entendería mejor ciertas jaibas, de esas que la gente llama, las vainas de la vida...

 

¡Imaginate vos! A las dos pasadas, Carlitos no tendría ni cuatro años cuando su madre Bertha se lo llevó a vivir en Buenos Aires, un carajito solamente, pero allí se iba a quedar, allí iba a crecer, a cantar y si no hubiera sido así, la historia sería otra. ¿Vos te podéis figurar como hubiera sido? Bueno vos te lo podréis imaginar, pero yo... A lo mejor si hubiese sentido desde temprano el sabor y la dentera de ese caujil tal vez no hubiera tenido que invertir tantos años buscando aquella mirada triste de una niña, imaginaria me figuro, porque ya no sé si fue real o soñada. Y no la vi más. ¿Será que todo es mentira? Es un solo tango, eso debe ser lo que llaman el destino. Todo es oscuro, como la noche afuera y llueve tanto y a lo lejos, el quejido de un bandoneón.

 

De estas cosas... ¡Qué iba a saber nada Majarete, ni el Perico y menos Cacha-floja que vivía idoebola! ¡Ni tampoco Bolaequeso, ni yo mismo! Ni soñarlo... Tantas ilusiones, durante tantos años, iban siempre a girar en torno a Gardel y nunca me lo hubieran creído mis amigos... Ya no vienen, ni siquiera a visitarme, cuerdaepillos, nadie viene a consolarme, nos hacíamos llamar los báquiros y no éramos más que una pila de carajitos bellacos. Andábamos juntos, la mañana del ansiado día de su llegada, nos apretujábamos entre el gentío, cogidos de la mano, no esperdigarnos era la consigna. Hace más años que el simborrio... ¿Te podréis imaginar?

 

La época del Presidente Pérez Soto, una mañana del mes de mayo y ese gentío sudando. De dril blanco y con pajilla los hombres, con paraguas las mujeres. Si te interesa, te diré que fue el treinta y cinco y todos los de la pandilla nos abrimos paso a codazos y patadas y logramos llegar al borde del malecón. Más cerca del "Libertador" no podíamos estar y como todos, mirando deaparriba, esperando verlo, soñando con oírlo. Sacá tu cuenta paqueveáis. Nosotros estábamos coñitos. Ahora ve como son las vainas, yo soy un viejo y él sigue igualito, no ha envejecido un año más, ni una cana, ni una arruga, ni un pelo se le despeina de su engominada cabeza y canta igualito, hasta suena mejor ahora. Es como si el tiempo no nos perdonara a algunos y a otros los respetara.

 

           Fin de la primera parte; continuará y finalizará mañana martes

En Maracaibo el lunes 3 de febrero de este año 2025 del siglo XXI

domingo, 2 de febrero de 2025

Mi hermano mayor


Con “Telefito Aponte”, veterano empleado “multiutiliti” de “el negocio de papá”, marchaba a diario con mi hermano mayor Fernando al salir del kínder del Colegio del Pilar, e íbamos a pie por calles soleadas, rumbo a la Casa MacGregor en la Plaza Baralt. Es por eso es que ahora, puedo situar las calles que transitábamos y recuerdo pasábamos por El Salón Violeta que era la barbería donde nos cortaba el pelo, a mis hermanos y a mí, el señor Belarmino Guerra, el barbero.


 

En el Colegio de El Pilar era donde estudiamos kínder Fernando y yo, todo esto antes de pasar ya al primer grado de primaria para estudiar formalmente en un colegio que no estaba en el centro, sino en la avenida las Delicias. El “Gonzaga” estaba recién creado por los padres jesuitas. En aquel entonces si regreso a las calles del centro de Maracaibo, recuerdo a mi doctor “de la garganta” (el otorrinolaringólogo), por culpa de quien seguramente nos habían “sacado las agallas” en el Hospital Quirúrgico a mi hermano mayor y a mí. Durante años podía revivir el olor característico del éter de cuando me comenzaron la anestesia y solo me enteré al despertar que el helado de vainilla del Alfa, era muy sabroso, a pesar de haber padecido en manos de los cirujanos de una operación de “amigdalotomía”, pues supongo que el helado era un premio que valía también para enfriarnos la garganta.


El doctor Oropeza era frecuentemente visitado por mi persona como su paciente  y llegaba llevado por mi mamá, ya que “mis faringitis” eran un problema serio en una época cuando ya afortunadamente se había vencido la Difteria, pero donde había muchos males menores, desde los “catarros” alrededor de la rinofaringe, por lo que  de la consulta del doctor Oropeza, salíamos siempre con recetas de tocamientos de Solunovar y yo estaba medicado con unos granulados de “maleato de cloroprofenpiridamida” que ahora intuyo, serían para aplacar también algún tipo de rinitis alérgica.


Un par de años después, en el hotel Guadalupe de La Puerta corría el año 1950, y tendría yo casi 10 años cuando conocí a las hijas del doctor Oropeza, y recuerdo que unos años menor que yo era la mayor, Altagracia quien más tarde se casaría con mi amigo “el tacho” Orlando Arrieta. Ya cuando éramos colegas, fue una temporada en los inicios de la década de los 70, casi vecinos viviendo en Maracaibo en la misma calle que desembocaba hacia la Plaza del Indio Mara donde estaba “El Palladium”, sitio donde asistíamos en las noches decembrinas para escuchar al conjunto “Santanita” con la reina de la gaita Gladys Vera y con Astolfo Romero el parroquiano, quienes cantaban inolvidables gaitas con “los bocachicos” en los furros…

 

Cuando mi hermano mayor decidió, sin aviso previo, que estudiaría Medicina yo estaba finalizando mi vida de estudiante de bachillerato en el Gonzaga y había pasado al Liceo Baralt. Aunque compartíamos el cuarto, un radio y los numerosos libros, igualmente fui sorprendido como toda la familia por la decisión de mi hermano. ¡Medicina! Era una curiosidad, pero me imagino que no me parecería nada raro pues Fernando a quien sus compañeros apodaban “Chiva” y quien de por si era muy poco comunicativo, me impresionaba siempre pues era un gran filatelista que se carteaba con gentes alrededor del mundo y hasta estaba estudiando ruso…


La biblioteca con los grandes libros de historia del Mundo de Espasa Calpe -y recuerdo en particular el tomo de “la Edad Media hasta el final de los Stauffen”-, ante las dos camas muchos libros, el radio con sus programas, y el closet al lado lleno de secretos, el baño con dos ventanas que daban al lavadero y al patio central que lucía en la pared del garaje un hermoso mural en ladrillos representando la mexicana iglesia de Taxco. Recuerdo cuando nuestra prima Marina, venida del norte hablo con Fernando sobre Edgar Allan Poe, entonces me entere yo de “el Cuervo”… Poco comunicativo era Fernando definitivamente, tan introvertido, tanto que le decíamos “el cartujo”.

 

Curiosamente, al salir del Liceo también yo decidiría estudiar Medicina en la Universidad del Zulia. En aquellos días, me operaría de apendicitis el doctor Amado, y es que era aquella una época, cuando las cosas se sucedían demasiado apresuradamente, estábamos tan solo a varios meses de la caída del régimen del general Marcos Evangelista Pérez Jiménez y veríamos cosas interesantes sobre los cambios producidos en el profesorado universitario al salir de la dictadura, y ñas diferencias radicales que se produjeron en algunos profesores y cómo éramos tratados después de 23 de enero los estudiantes que habíamos iniciado los estudios en dictadura…

 

Bajo el chirrido de mis chicharras “tiníticas” quise analizar ahora otras cosas en la búsqueda de antecedentes de aquellas nuestras curiosas derivaciones médicas, que proseguirían su curso con nuestro primo-hermano Ernesto quien era por demás nuestro vecino, casi como un hermano y compañero de travesuras desde niño. No tuve que darle muchas vueltas a la cabeza, existían demasiadas evidencias para creer en las sencillas coincidencias y todo me lleva a hablar también de Ricardo, mi primo apodado “Rico”, el hermano mayor de Ernesto. Rico, había estudiado varios años de Medicina en la Universidad Javeriana del hermano país y al abandonar sus estudios y regresar a su ciudad natal, se había traído un cargamento de libros, y de huesos humanos…

 

Presiento que esta historia ya la he relatado antes, soy “cuentero” o suena mejor si me digo “cuenta cuentos” pero el asunto es que nosotros vivíamos en “Los Arrayanes” y la casa de mis primos era “La Alquería”, y nos separaba tan solo una estrecha calle de uso común que comunicaba BellaVista con SantaRita, curiosamente, y me consta que todavía existe, se mantiene detrás de una agencia de autos, ya arruinada como casi todo en este siglo XXI y atrás está bien preservada lo que ha quedado de “La Alquería”;  digo esto para recordar que no es un sueño, aunque todas las cosas se sucedieron cuando éramos unos niños o casi adolescentes.

 

Aprendimos muchas cosas sobre la medicina mirando reiteradamente los libros de mi primo Ricardo hasta olvidarnos del “Consejero Médico del Hogar” que era el único gran libro de la casa, lleno de enseñanzas sobre higiene y consejos de salud. Llegaríamos a reconocer de memoria las láminas en colores de las más variadas patologías y a familiarizarnos con personajes como Gregorio Marañón, Testut Latarjet, y E.Forgue. Siento que desde allí recibimos la inoculación primaria. Leíamos hasta el libro de un tal psiquiatra López Ibor, y sobre sobre el tema de los huesos, varios cráneos y muchos huesos largos hermosamente barnizados, y de lo que a la postre sucedería con ellos, es una historia que merecer relatarla aparte pues resultaría muy larga para contarla ahora.

 

Maracaibo, domingo 2 de febrero del año 2025

sábado, 1 de febrero de 2025

Amibas histolíticas

 

El Dr Rafael Muci Mendoza, en uno de sus brillantes artículos “Elogio del doctor Jekyll, Mister Hyde y el Hospital Vargas…” se refirió a una historia sobre la extraordinaria semejanza de las amibas con el pasmoso caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde de Robert L. Stevenson (1886), y lo presentó como el caso de un cambio de carácter, según él, “de tipo amebiano”. ¿Quién sabe si existen seres así? 

 

A la luz del sol o en las sombras más bien, diría yo que es la amiba, un ser durmiente y aunque pequeña y acorazada su aspecto es anodino… “Pero no más al ingresar en las perpetuas tinieblas de la cavidad colónica, se apodera de ella un genio satánico y destructivo ¿Acaso no existe un terrible parecido a la dual naturaleza del hombre con su anverso bondadoso y su envés perverso?” Jekyll apacible… ¿Y Hyde? ¿Un malandro?


¡Oh! Me dije, esto ya lo he pensado, o lo he escrito antes, y en este blog… Pues sí, ante la descripción de la malvada amiba en el colon, regresé a un desagradable recuerdo, y justamente, sería a propósito de “los amigos”, tema comentado en lapesteloca, desde febrero del 2019 cuando me refería a “una mancheta” de El Nacional que rezaba “Amigo, el ratón del queso”. Nuevamente, y no hace tanto tiempo, el 10 de diciembre del año 2023 hube de relatar la historia de una estafa perpetrada por un Jekyll falsario quien de “apreciado amigo” que hasta profesor es, tristemente le ví transformándose en Hyde y me acordé de Rubén el cantautor panameño por aquello de que “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”, si señor...

 

Conocí al personaje “señor” Jekyll (no era “doctor”) un par de años después de mi regreso a Maracaibo tras mi largo exilio. A las amibas ya las había detallado muchas veces y hasta examinado con el microscopio electrónico, tanto a las agresivas Histolíticas como a las “de vida libre” Acantamoebas o Hatmanellas que, por cierto no son “de vida alegre”... En 2006 o 2007, no recuerdo fechas, pero la apariencia de Jekyll era esa que llamamos de “ser buena gente” y jamás dudé de que era mi amigo.

 

Ya había releído a Stevenson y conocía el asunto del desdoblamiento de la personalidad, un aspecto que literariamente también fue examinado por el alemán, E.T.A. Hoffmann quien, impresionado por El Monje, de Matthew Lewis publicaría luego Los elixires del Diablo una novela gótica, pero fue Stevenson quien decidió incorporar el tema del brebaje que el doctor Jekyll se bebería, aunque yo podría asegurar que el malandro en cuestión no estaba drogado ni borracho, era que sencillamente “su naturaleza” y la tenía camuflada…

En su forma vegetativa la amiba “cometejidos” es una especie de microscópica gelatina insaciable, propulsándose con falsas patas o pseudópodos, secretando sustancias digestivas de gran poder destructivo para así alimentarse de los tejidos. La expresión de su poder lítico da lugar a la disentería amebiana con cólicos abdominales, y diarrea que pronto será moco y sangre, y un terrible “pujo” producto de numerosas ulceraciones simulando picaduras de pulgas o uñazos que se ven por doquier en el colon, particularmente en sus últimos tramos izquierdos y en el recto. Así describiría el Dr Muci Mendoza los estragos de la Entamoeba histolitica y continuaría su explicación de esta manera:

“En su desatado apetito llega a invadir las venas ganando acceso al torrente sanguíneo desde donde, como torpedos infectantes son disparados hacia el gran desaguadero de la vena porta que va a depositarlos en su última posta, la glándula hepática y especialmente en su lóbulo derecho. Por pelotones se atascan en aquellos ramales cuyo reducido calibre no les permite proseguir. Allí, las condenadas una vez más, ponen en funcionamiento sus taladros químicos y pasan al tejido del noble órgano al cual convierten literalmente en “pate de foie” –hepatitis amebiana—, para después formar cavidades rellenas con pus de aspecto achocolatado característico -absceso hepático amebiano- Me he atrevido a copiar el texto de mi amigo el maestro Dr Muci, aprovechando su prosa radiante y precisa en el artículo en cuestión donde además de las amibas, nos habló del Dr Acosta Ortiz, apodado “el mago del bisturí”.

Era la época de Acosta Ortiz quien en asociación con el doctor Luis Razetti, “en cinco años (1894-99) operaron 69 enfermos de hepatitis supurada de los países cálidos con una mortalidad general de 24,60%”, y sobre el advenimiento de la emetina introducida por Roger en La India en 1912, que libró posteriormente a muchos enfermos del escalpelo del cirujano”. Nos contaría el Dr Muci Mendoza también que… “Nuestra memoria retrógrada, está perdida y ha olvidado las lecciones de nuestros ancestros, e intereses ideológicos torcidos disfrazados de interés gremial o interés en el pueblo dirigen a nuestros jóvenes a espaldas del sufrido paciente  y quizá no fue infundada la angustia de Noriega Trigo cuando temió que por la apertura del Hospital Universitario de Caracas, “el monumento de Acosta Ortiz en el Hospital Vargas quedaría desolado y abandonado por las generaciones de estudiantes y médicos”. Así sucedería…

Recordé entonces que en mi novela “El movedizo encaje de los uveros” (Ediluz,2004), el bachiller Rangel escucharía sonriendo las preguntas del cirujano Acosta Ortiz, quien quería saber también novedades sobre el tema de los abscesos del hígado y de cómo se asocian las infecciones bacterianas con las lesiones provocadas por los parásitos. El asunto les conduciría a rememorar viejos tiempos, cuando comenzaba a funcionar el laboratorio del hospital Vargas y ambos hacían investigaciones sobre las amibas. Parecía haber sido muchos años atrás, pero en realidad, ambos habían logrado mirar casi un centenar de casos de abscesos amibianos del hígado... Rangel le decía al mago del bisturí…

-Cuando era usted quien punzaba los abscesos hepáticos, siempre logré identificar las amibas con el microscopio. Acosta Ortiz insistía ante el bachiller en que para obtener buenos resultados no tenía nada que ver la persona que hiciera la punción. -El secreto reside en la diligencia para llevar las muestras desde el hígado hasta el microscopio. -Ciertamente. El pus de los abscesos debe viajar rápidamente hasta el observador. El bachiller Rangel le explicaría a su amigo que esa era la razón por la que nunca llegó a ver amibas cuando trabajaba en el Instituto Pasteur con el doctor Santos Dominici. -El pus de las punciones matutinas lo examinábamos por las tardes... Acosta hizo gestos afirmativos y entonces elogió la labor cumplida por el Laboratorio del hospital.

En dos semanas y por partes, tontamente llegué a cancelarle a Jekyll, la cantidad de 6.417,00 Bs que puede no parecer mucho dinero, pero para un profesor universitario que vive de su sueldo, y de los ridículos bonos del gobierno, creía ameritar una mayor seriedad, o un recibo, o más claridad, más allá de repetirme, “deposítame otros 50 dólares más”. Cuando “el profe” ya no era Jekyll, sino propio mister Hyde quien aullaba gritándome casualmente en el día de mi cumpleaños número 84, utilizando un lenguaje soez y prostibulario: “Me pagais mi verga, viejo coñoemadre”... Entonces pensé... Hay muchos malandros... Andan por ahí, que juegan garrote, hasta disfrazados de promotores culturales, y hasta de profesores...

Dos días después Hyde me escribiría amenazándome con destruir los libros, en proceso, como si aquello tuviese alguna importancia. Me tocaría a mi presenciar in vivo el fenómeno de Stevenson y descubrir aquella lamentable transfiguración al ver a Jekyll transformándose en un basilisco para desvelar su oculta calaña de Hyde, sin mediar brebajes burbujeantes lo cual me demostraría que Stevenson no estaba lejos de conocer que existen estos seres, haciéndome ver en aquella realidad actual ya más de un año atrás, un reflejo de lo escrito en Inglaterra cuando ya han transcurrido varios siglos desde entonces.

Para un buen conocedor en todos sus detalles submicroscópicos de la potencia letal de las amibas fue una muy desagradable experiencia las comparaciones sobre la voracidad de las amibas histolíticas y “el carácter lítico” al comprobar in vivo cómo fue que el profe Jekyll se transformaba en el malandro Hyde, sin necesidad de beberse ninguna poción burbujeante, ni siquiera un purgante; aquel habría de ser un desdoblamiento “por unos cobres”… Así, con el correr de los meses y seguramente que de los años, seguirá siempre impresionándome tristemente el fenómeno de “el carácter amibiano” que describiera el Dr Muci Mendoza. 

Maracaibo, sábado 1 de febrero del año 2025

viernes, 31 de enero de 2025

Síndromes Literarios (2)

 

Podríamos continuar la historia de ayer sobre los Sindromes Literarios con “El síndrome de Alicia”, referido hoy a la historia de Lewis Carroll que hacía volver a Alicia más y más pequeña, o más y más grande, un fenómeno que resultaría en el origen de la denominada “micropsia”, un desorden neurológico verdadero que está relacionado con la percepción visual de quienes lo padecen y donde ellos ven los objetos más pequeños de lo que son en realidad. Este problema suele estar relacionado con las migrañas y se ha dicho que incluso el propio Lewis Carroll lo sufría.


En el Síndrome de Alicia en el País de las Maravillas, recordemos que era el ‘cómeme’ de la historia lo que hacía volver a Alicia más pequeña en el libro Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carrol. Cuando Charles Dogson improvisó las aventuras subterráneas de Alicia, no sabía que la puerta que daba acceso a millones de niños y adultos lectores a un mundo cargado de curiosos personajes, irreverentes, con sátiras extravagantes y retos lingüísticos, pulsos paralelos a la lógica extrema, era la misma que le conduciría a él, como Lewis Carrol, y a su novela, al olimpo de las deidades literarias. Conocer al Gato de Cheshire, de tomar el té con el Sombrerero Loco y la Liebre de Marzo, o jugar al croquet con la mismísima Reina de Corazones es una experiencia que nadie, nadie, debería perderse, o quizás sentir el temor de correr el riesgo de …“que le corten la cabeza”.

 

Ahora, confieso que no he resistido la tentación de transcribir parte de un dialogo de los personajes de “Escribir en La Habana” ya en su último capítulo:


“ Alicia se dio vuelta en la cama y buscó algo en el piso. Metió la mano en el bolso grande de Anabella que estaba en el suelo al pie de la cama y extrajo de él un libro de tapas rojas. Volteó a mirar a Marcelo con el libro en la mano y con un brillo extraño en sus pupilas azul claro le dijo.  

Si te cuento una cosa, ¿la creerás por muy loca que te suene? La creerás Marcelo, sí, porque no tienes más alternativa. Escúchame. Yo he soñado esta semana un sartal de disparates. En dos oportunidades me he visto como Alice in Wonderland o como Alice through the looking glass. En estos sueños, recuerdo que he tenido que enfrentarme un par de veces con los mellizos Tweedledum y Tweedledee... Primero, en sueños claro está, creo que visité su casa aquí en La Habana, después, fue ayer, era una pesadilla donde se me revolvieron los mellizos con escenas que parecían sacadas de las narraciones extraordinarias de Poe y casi me desperté gritando, iba perseguida por un condenado zamuro. Pensé al principio que esos sueños eran como consecuencia de los comentarios de Anabella sobre mi visita a La Habana en el rol de Alicia, en el país de las maravillas socialistas, pero el cuervo era horrible y los mellizos eran unos espadachines con unas capas rojas y había sangre. Lo que quiero mostrarte está en el libro. Es una vieja edición en español del Alicia de Lewis Carroll que me ofreció mi sobrina Anabella para que la leyera hace unos días.   Lo dijo y le alcanzó el libro. En la primera página escrito a mano estaba el nombre de su dueña, Anabella Montiel. Busca, tú mismo lo que yo te digo, es en la página 195.


El barón Münchhausen, es el gran mentiroso por excelencia de la literatura, y está inspirado en la historia de un oficial de caballería alemán famoso por las disparatadas historias que inventaba. Pero, aunque pueda parecer algo estrafalario y hasta divertido, la realidad no es tan cómica ya que esta ficción literaria ha dado origen al Síndrome de Munchhausen: quienes lo padecen son embusteros exagerados y simulan enfermedades con sofisticada habilidad para atraer la atención de terceros, conocidos o de personal sanitario. Aunque saben que están mintiendo, sus motivaciones para fingir son inconscientes, y suelen tener una historia clínica de abusos, con problemas de identidad, y hasta episodios psicóticos breves y relaciones interpersonales inestables.


En el Libro Las sorprendentes aventuras del barón Münchhausen, aunque son atribuidas a Rudolf Erich Raspe, quien tradujo al inglés una versión plagada de adiciones e interpolaciones de dudosa calidad literaria, se considera que fue Gottfried August Bürger quien supo darle a la obra ese algo indefinible que la convirtió en un libro clásico y muy popular. El barón más embustero que imaginarse pueda, narra aquí sus famosas aventuras y desventura, desde el hilarante episodio en el que se lo traga un enorme pez, hasta su increíble viaje a la Luna en busca de un hacha de plata perdida. Una historia a medio camino entre lo grotesco y lo fantástico con un esperpéntico y desvergonzado protagonista que provoca risas del lector.

 

Huckleberry Finn fue bautizado como un personaje irreverente y escurridizo en la obra de Mark Twain, Las Aventuras de Huck Finn. Este síndrome literario se asocia a un problema psicológico que se caracteriza por la incapacidad para tomar decisiones y asumir responsabilidades. No se trata de que quienes lo sufren se nieguen a madurar, como el síndrome de Peter Pan, sino que durante toda su vida eluden cualquier tipo de responsabilidad. Los expertos aseguran que es un mecanismo de defensa ligado al rechazo parental, así como a una baja autoestima.

 

A pesar de haber sido considerada tradicionalmente como una obra de literatura juvenil, la famosa novela, “Las aventuras de Huckleberry Finn", según Samuel Langhorne Clemens, alias Mark Twain, podría parecer una obra donde se recrea la vida de un joven y por tanto, literatura "de muchachos" o para muchachos", pero es un relato denso que resulta tan divertido e irreverente como cautivador. Huck, un huérfano vagabundo y pendenciero, y Jim, un muchacho negro que huye de la esclavitud, remontan el Mississippi en busca de libertad y aventuras a bordo de una barcaza. Una delicia literaria para lectores de cualquier edad.

 

Existe otro Síndrome Literario muy conocido y es el Síndrome de Cenicienta, el cual se da en niños y se relaciona con falsas acusaciones de maltrato o negligencia de los padres. Se ve como una llamada de ayuda y puede ser una pista de comportamiento ante un caso real de abuso hacia el pequeño, ya sea físico o psíquico. Puede incluir desde sentimientos negativos hacia una madrastra, a idealización de una madre biológica ausente o una rivalidad extrema con los hermanos.

 

En el Síndrome de Rapunzel, el personaje femenino de los hermanos Grimm inspira una condición por la que la persona como consecuencia de su ingesta tiende a acumular una bola de cabello en el estómago hasta el duodeno (tricobezoar). Tiene su origen en la tricotilomanía, un trastorno que lleva a arrancarse compulsivamente el cabello. El síndrome de Rapunzel es una enfermedad muy rara y compleja en la que la situación de cabellos en la cavidad  gástrica puede extenderse al duodeno e intestino delgado, aumentando el riesgo de complicaciones como obstrucción, perforación y peritonitis.


El Síndrome de Pickwick en realidad es un trastorno respiratorio que afecta a las personas con obesidad, llamado también síndrome de hipoventilación que padecen igualmente quienes tienen la denominada “apnea de sueño”. También conocido históricamente como síndrome de Pickwick, Samuel Pickwick es el personaje protagonista de Los papeles del Club Pickwick (1836), la primera novela de Charles Dickens, donde Pickwick es un exitoso empresario retirado, fundador y presidente del Club Pickwick. Uno de sus protagonistas secundarios representa la figura de un sirviente gordo y somnoliento llamado Joe, que tiene un pequeño y breve rol en el capítulo 54 de sus “Pickwick Papers”, caricaturizando a un individuo obeso, un caso clásico de apneas del sueño: el síndrome de Pickwick o más precisamente, el síndrome Pickwickiano, que 120 años más tarde Burwell y sus col, hallaran una explicación fisiopatológica al niño gordinflón, rosado y roncador con la respiración entrecortada, eternamente somnoliento, describiendo así, la presencia del síndrome apneas-hipopneas del sueño e hipoventilación alveolar en el sujeto obeso.

 

Finalizo así y aquí esta doble tanda de Síndromes Literarios.

 

En Maracaibo el viernes 31 de enero del año 2025

jueves, 30 de enero de 2025

Síndromes Literarios (1)

 

Algunas personas y más si son “libreros” quienes tienen la fortuna de poder biblioetiquear a mansalva los muchos libros a su alcance, o quienes pueden vivir en una lectura y relectura permanente, en ocasiones nos hallamos regresando a disfrutar emociones pasajeras, cosa que no es difícil, porque la literatura particularmente en su re lectura, está llena de personajes ya reconocibles, que a veces lucen imprevisibles ante el lector, y a pesar de sus rasgos muy peculiares, hacen que un personaje reconocible en su excentricidad luzca convertido en un ser que puede ser extrapolable a la realidad, en ocasiones con aspectos incómodos o enfermizos.

 

Al leer o releer puede que algunos de estos personajes se vean como alguien reconocible en su excentricidad, y aparezca convertido en un ser que puede ser extrapolable a la realidad, con aspecto un tanto incómodo o enfermizo. Esta realidad estas situaciones han terminado por darle nombre a una serie de patologías que son ya bien reconocidas, llegando a crear síndromes que pueden tornarse en casos reales, que convierten la existencia de quienes los padecen en un verdadero calvario. Sin llegar a casos dramáticos y patológicos podemos repasar en este blog lapesteloca los llamados “síndromes literarios”.

 

La relación de personajes de la literatura con algún tipo de enfermedad, puede parecer tal vez extraña, pero a la vez puede ser una situación muy real por la cercana relación entre la creación literaria y posibles trastornos psicológicos de sus muchas veces icónicos personajes. Si bien no es el primero en hacer alusión a la relación que puede existir entre personajes de la literatura con algún tipo de enfermedad, el escritor alemán Charles Bukowski, en una de sus citas más icónicas una vez dijo…“Escribir es un don y una enfermedad. Me alegro de haberme contagiado”.

 

La escritora española Rosa Montero le dedica a esta situación todo un ensayo entero (El peligro de estar cuerda), que evoca varios síndromes -conjunto de síntomas que no se corresponden necesariamente, con una única enfermedad- y que pueden ser tanto físicos como psicológicos. Esta realidad ha terminado por darle nombre a toda una serie de patologías que son ya bien reconocidas, con síndromes directamente relacionados con personajes literarios.

 

El libro Peter Pan de James M. Barrie, es una auténtica obra maestra y nos presenta uno de los personajes más conocidos, aunque quizás de los menos leídos de la literatura. Seguramente que todos hemos volado a través del cine a la tierra de Nunca Jamás con Peter Pan, Wendy, el hada Campanilla, y conocemos a los Niños Perdidos y al Capitán Garfio. Se dice de quien tiene el “Síndrome Peter Pan” que es “alguien infantil e inmaduro en un sentido psicológico y social”. El paciente sindromático, no quiere crecer, así que se estanca en un comportamiento infantil o adolescente, y no evoluciona, situación que lo va a lo convertir en una persona egoísta y, en casos extremos, puede derivar en trastornos psicológicos con una personalidad narcisista.

 

El Síndrome de Peter Pan no es un desorden mental y quizás se trata más de una expresión coloquial que se relaciona con el arquetipo de ‘puer aeternus’ para designar a aquellos hombres y mujeres que mantienen una conducta propia de edades más tempranas. El término “Síndrome de Peter Pan: los hombres que nunca han crecido” fue acuñado en 1983 por Dan Kiley, haciendo alusión a esas personas que se niegan a aceptar el paso a la edad adulta.


El Síndrome de Dorian Grey es parte de un trastorno denominado “dismorfofobia”, y quien lo sufre no soporta padecer defectos o anomalías que afecten a su apariencia estética, especialmente al rostro. El protagonista de ‘El retrato de Dorian Gray’ vende su alma al diablo para no envejecer. Esta obsesión por la eterna juventud del personaje de Oscar Wilde da nombre a un desorden caracterizado por la preocupación extrema de la apariencia física y la dificultad para encajar el envejecimiento.

 

Cuando a finales del XIX el talento y la irreverencia de Oscar Wilde escandalizaron a Gran Bretaña y, por ende, al resto del mundo, el genial irlandés dio un golpe de efecto con una deliciosa fábula en la que la estética y el mal, ponen en jaque a la ética y al bien, cuando el joven Gray accede a que su amigo el pintor Basil Hallward lo retrate con una intensidad diabólica pero real, puesto que el cuadro comenzará a reflejar las transformaciones físicas y espirituales de un alma preñada de perversiones, claroscuros y recovecos o, con la esencia de un seductor exquisito, refinado pero infinitamente malévolo a quien sus excesos en apariencia no le pasarán por un tiempo factura de ningún tipo…

 

La heroína de la novela Madame Bovary de Gustave Flaubert vive en un estado de frustración e insatisfacción crónica, atrapada entre sus aspiraciones y fantasías, y la insoportable parquedad de la realidad que habita, para ella nunca parece ser suficiente. Es la persona eternamente insatisfecha, y ese es el rasgo que caracteriza a quienes padecen el Síndrome de Madame Bovary, donde las divergencias entre sus ilusiones y la realidad serán siempre insalvables. Se trata de un trastorno de carácter normalmente afectivo y vinculado a la depresión. Enma Bovary nunca será feliz junto a su marido, un modesto médico de pueblo. Ni el nacimiento de su hija ni su affaire con un joven seductor de provincias lograrán colmar a la mujer eternamente insatisfecha. De este síndrome inspirado en la heroína de Flaubert, el filósofo Jules de Gaultier acuñaría el término de ‘bovarismo’ para designar a aquellas personas permanentemente insatisfechas debido a las divergencias entre sus ilusiones y la realidad. Emma Bovary, aspiraba a una vida que no se correspondía en absoluto con su realidad.

 

En el libro Madame Bovary, Gustave Flaubert describe la desgarrada realidad en que vive Enma Bovary y sus ensueños de romances y riquezas, y en otra gran obra literaria, la novela del escritor ruso Leon Tolstoi, veremos el Síndrome de Anna Karenina en la historia de la condesa Anna Karenina y Vronsky, situacion que sirve para definir a aquellos que aman a una pareja tan ciegamente que son incapaces de ver más allá de su reflejo y de sus propias sensaciones. “Confunden el amor a sí mismos con el amar”, y como una consecuencia, debido a esa pasión y exaltación, esas relaciones generalmente no suelen salir bien paradas.


El protagonista de la obra ‘Otelo’, de William Shakespeare, donde el moro de Venecia, mata a su mujer porque piensa (erróneamente) que ella le está siendo infiel. Así se dice, que quienes padecen el síndrome de Otelo sufren de celos patológicos, o delirios celotípicos que hacen que la persona tenga dudas irracionales sobre la fidelidad de su pareja. Son personas desconfiadas, inseguras, con problemas de comunicación e inmadurez emocional. En casos extremos el síndrome se asocia al alcoholismo y a los desórdenes neurológicos. El Síndrome de Otelo se ve en la obra de Shakespeare donde Otelo acabará por asesinar a su esposa Desdémona en un “ataque de celos”, en la realidad esa actitud se denomina ‘celotipia’ y se refiere a un desorden psicológico caracterizado por celos mórbidos. Quien los padece busca constantemente pruebas de infidelidad de su pareja (aunque no sean ciertas) y ejerce un control desmesurado en la vida del otro.

 

Entre tantos personajes de la literatura hay muchos que se han transformado en arquetipos de Síndromes con patologías que merecen ser examinados en una segunda parte de este artículo titulado Los Síndromes Literarios, por lo que es mejor detenernos aquí y será mañana cuando finalizaremos este asunto.

 

En Maracaibo, el jueves 30 de enero del año 2025