jueves, 26 de octubre de 2023

Juana de Castilla (2)


A pesar de las apasionadas protestas de Juana, Felipe siguió durmiendo con otras mujeres durante su matrimonio, mientras Juana sin lograr convencerlo, se desesperó, llegando a incursionar en la brujería, las pociones de amor y los aceites de serpientes sobrenaturales en un intento de influir en sus intereses sexuales, pero desafortunadamente para Juana, sus intentos fueron fallidos. Felipe era un apasionado mujeriego.

Los romances incesantes bastarían para volver loca a cualquier esposa. Mientras Juana a menudo estaba embarazada, su esposo se extraviaba y Juana, tan joven y preñada, lejos de su familia se sentía víctima de una constante traición. A Juana, casada con un narcisista mujeriego, le tocaría vivir otra tragedia inesperada. Poco después de su matrimonio, la princesa se enteró de que su hermano Juan de 18 años había fallecido y aunque se decía que la causa de la muerte era la tuberculosis, comenzarían a circular rumores de que había muerto por un esfuerzo sexual.

Margarita, la esposa de su hermano Juan, también estaba embarazada en el momento de su muerte, y unos meses después, dio a luz a una hija que nació también muerta. De manera que en un breve lapso, dos futuros herederos al trono habían desaparecido, y Juana era ahora la segunda en la fila. Ante aquellos hechos, Felipe parecía frívolo y después de que enterraran el cuerpo de Juan, comenzó a usar el antiguo título del difunto príncipe denominándose el mismo,"Príncipe de Aragón".

Tras la muerte de Juan, la hermana mayor de Juana, Isabel, se convirtió en la heredera del trono español. Isabel estaba preparada para comandar su posición mas sin embargo, después de un largo trabajo de parto al dar a luz a su hijo, perdió demasiada sangre y también se murió, dejando a su bebé Miguel como el próximo Rey, pero lamentablemente, Miguel no sobrevivió después de su segundo cumpleaños. De manera que Juana sufriría, en medio de su drama de delos e infidelidades, la pérdida de dos hermanos, una sobrina y un sobrino, cunado le tocaría ser la nueva heredera del Reino de España.

De este modo, en 1500 Juana se convirtió en la única heredera de las coronas de Castilla y Aragón, por lo que su madre, Isabel, le imploró que regresara urgentemente de Flandes a España. Al morir la reina Isabel I, el 24 de noviembre de 1504, se planteó el problema de la sucesión en Castilla y de su marido. Fernando, proclamó a Juana reina de Castilla y fue así como ella tomó las riendas de la gobernación del reino, acogiéndose a la última voluntad de la reina Isabel. Pero Felipe no estaba dispuesto a renunciar al poder y en la Concordia de Salamanca (1505) se acordó el gobierno conjunto de Felipe, Fernando el Católico y de la propia Juana.

Esta situación cambió con la llegada del matrimonio a la península ibérica, pues se pusieron de manifiesto las malas relaciones entre el yerno y el suegro, de modo que, en 1506, Fernando se retiró a Aragón y Felipe fue proclamado rey de Castilla en las Cortes de Valladolid con el nombre de Felipe I. Juana supuestamente enloquecida, según algunos por los celos ante las infidelidades de su marido ya que según dicen, ella sentía un amor apasionado aunque era poco correspondido. Por entonces nadie cuestionaba la capacidad de Juana para reinar. Sus arranques temperamentales eran del dominio público, pero se los consideraba un rasgo heredado de su imponente madre, también propensa a sufrir accesos de melancolía. Los dones de Juana solían recibir exaltados elogios.

Aunque también existen, pruebas que sugieren que Juana de Castilla era efectivamente demasiado inestable para confiarle el gobierno y se ha argumentado que Juana heredó su locura de su abuela materna, Isabel de Portugal, también se ha sostenido que la presunta "locura" de Juana obedecía únicamente a una conspiración política masculina, pues ella suponía un obstáculo para que Felipe o Fernando ejercieran el control absoluto sobre Castilla; inhabilitarla satisfacía los intereses de ambos. 

Cuando las Cortes reunidas en Valladolid se negaron a declarar la incapacidad de la reina Juana, Felipe el Hermoso ejerció el poder sin contar con ella y repartiría dádivas y prebendas entre los nobles castellanos para buscar su apoyo. Felipe se encontraba en Burgos el 16 de septiembre de 1506 jugando a la pelota y al día siguiente presentó malestar, con fiebre que le continuó y el día 20 escupía sangre y sería sangrado por los médicos. Murió en la madrugada del 24 al 25 de septiembre de 1506, a la temprana edad de veintiocho años. La causa oficial de la repentina desaparición de Felipe fue catalogada como fiebre tifoidea, las circunstancias que rodearon su muerte son increíblemente sospechosas. Caer enfermo inmediatamente después de ingerir un líquido sugiere que el joven de 28 años pudo haber sido envenenado.

La muerte repentina de Felipe supuso sin duda un tremendo golpe emocional para ella.  Al día siguiente, cuando el presidente del Consejo de Castilla fue a ver a la reina, la soberana en persona le abrió la puerta del palacio donde se alojaba, la llamada casa del Cordón, y le dijo que volviera más tarde. Al negarse a tratar los asuntos urgentes, independientemente de que fuera por falta de interés o por enfermedad, Juana de Castilla había demostrado una vez más su incapacidad para gobernar. 

Juana, estaba embarazada de su sexto hijo y existen historias macabras sobre su empeño en reabrir el féretro del esposo, mientras lo trasladaba de un pueblo a otro de Castilla, para examinar sus restos. La mayor parte del tiempo, el ataúd de Felipe permaneció cerrado, sin embargo, siempre estuvo presente durante las comidas y la hora de acostarse. En ocasiones, Juana insistía en que se abriera para poder volver a ver el rostro de su marido, aunque se estaba descomponiendo rápidamente. Cuando la Reina finalmente se convenció de que debería ser sepultado, lo enterró fuera de la ventana de su dormitorio para poder sentirse segura de que ya no se extraviaría.

Ecardenal Cisneros asumió la primera regencia de la Corona de Castilla, a la espera de la llegada del rey Fernando. Fernando el Católico se hizo con las riendas del gobierno de Castilla, además del de Aragón. El primogénito de Juana y Felipe, Carlos se encontró con una herencia grandiosa: los reinos de sus cuatro abuelos; CastillaAragón con sus dominios del Nuevo Mundo y en los Estados Italianos, los Países Bajos y la Alemania Imperial con otros títulos simbólicos, que lo convirtieron en uno de los más importantes monarcas que han existido.

Cuando llegó exiliada a Tordesillas, Juana estaba acompañada de su hija menor, la joven infanta Catalina, y no se hallaba lejos del cadáver de su marido, depositado provisionalmente en el vecino monasterio de Santa Clara. En Tordesillas recibió la visita, entre otros, de su hijo Carlos I de España y V de Alemania, de su nieto Felipe II, así como de los Comuneros de Castilla que proclamaban su legitimidad como Reina.

Hacia el final de la vida de Juana, a su familia empezó a preocuparle que el alma de la reina estuviera en peligro. No quería comer, ni se peinaba, ni tan siquiera se aseaba o vestía y se negaba obstinadamente a oír misa. Desde 1534, su hijo Carlos había intentado en vano conseguir que se confesara. En 1554, Francisco de Borja, jesuita y antiguo conde de Gandía, fue enviado a Tordesillas por el futuro Felipe II con la misión de averiguar el porqué de su negativa a ir a la iglesia.

En 1516, tras años de dolor y tortura emocional, fallece Fernando II de Aragón. A pesar de sus esfuerzos, nunca pudo engendrar un heredero con Germana de Foix, por lo que Juana y su hijo Carlos fueron co-gobernantes. Desafortunadamente para Juana , su hijo había heredado su racha de crueldad del padre. Carlos dejó a su madre encerrada para poder tener todo el poder para sí mismo.

En su función de guardián de Juana el marqués de Denia, cuya familia se encargó de vigilar a la reina hasta su muerte, seguía  órdenes de Carlos V, y restringió a Juana el acceso a cualquier información políticamente sensible, durante cuatro años no le informaron a Juana de que su padre había fallecido. Juana proclamó que las mujeres de la familia de Denia obstaculizaban su vida religiosa y, tras acusarlas de ser "unas brujas empedernidas", demandó que fueran investigadas por la Inquisición.

Juana I de Castilla murió el Viernes Santo de 1555, a los 76 años, tras haber permanecido confinada casi medio siglo. Francisco de Borja atestiguó que sus últimas y balbuceantes palabras habían sido "Jesucristo crucificado, ayúdame".

Maracaibo, jueves 26 de octubre del año 2023

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