Sabato y
Abaddón
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Abaddón el Exterminador
es la última parte de la trilogía
que Ernesto Sábato empezó con El
túnel (1948) y siguió con Sobre
héroes y tumbas (1961). Se trata de un libro que hay que leer con
calma, reflexionando y, si es posible, volviendo atrás de vez en cuando para
releer alguna escena. Su técnica presenta una
estructura narrativa fragmentaria que sirve a una mezcla de sucesos
autobiográficos tanto verídicos como fantásticos (historias paralelas, análisis
filosóficos, hipótesis y crítica literaria) recreados por personajes que, con
el mismo rol, tienen generalmente presencia en la novela anterior. Es la más
experimental de las tres novelas del
escritor argentino.
El argumento de Abaddón
es marcadamente apocalíptico, con la recreación de sucesos nefastos de la Historia Argentina de los 70, aunque se
encuentran presentes los dramas mundiales del siglo XX como la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Vietbam. El texto es una visión apocalíptica de los tiempos
actuales, donde se denuncia el triunfo del Mal. El autor, llevado por su
intención de desnudar la verdad, rompe con la inmanencia ficcional, y lejos de
ser una obra terminada, es una novela abierta, fragmentaria y evidencia un
arduo trabajo introspectivo, reflexivo y crítico. La novela se estructura en torno
a un sujeto que mira al mundo y se mira a sí mismo produciendo una visión
abarcadora, que va desde el yo poético inserto en la historia hasta la
reflexión sobre la creación literaria. La fisión de los personajes es notoria:
se observan series que se despliegan o duplican en espectros psicológicos
amplios. Además, el autor se presenta en forma explícita, ya que aparece como
personaje o aludido por otros.
Abbadon,
el exterminador (1974) se
puede dividir en escenas cortas, muy profundas, desordenadas pero unidas por el
hilo de los personajes que entran y salen para gritar o para guardar silencio,
dentro de un círculo vertiginoso que sería, el infierno. De eso trata la novela
en el fondo, de la victoria de las fuerzas del Mal sobre el Bien, y del papel
que el ser humano, y en particular el artista, puede y debe desempeñar en medio
de la angustia del que sabe. Las obsesiones de Sábato aparecen en Abaddon, el exterminador y debido
a la estructura de la novela servirán para incrementar la impresión de caos y
pesadilla. Las manías persecutorias del Sábato personaje se convierten en
cotidianas pero el horror y la intuición de que seres malignos pueden estar
guiando nuestras vidas más allá de lo que nunca llegaríamos a sospechar se
impone durante toda la novela. Sábato escritor arrastrará al lector hacia sus
obsesiones, hasta convencerlo para luego dejarlo libre. La pesadilla cobra vida
durante la lectura, no después, sin caer en refugios apocalípticos de mundos
paralelos o realidades alternativas y se percibe estar entre personajes que se
persiguen y se espían hasta la exasperación. Mediante la continua necesidad de
crear del escritor la novela avanzará entre la melancolía, el horror y el humor
que surge de los diálogos, inteligentes y agudísimos, que termina por
conducirnos hacia ese territorio de sombras, donde florece el Mal, ese que
forma parte de la esencia del ser humano, ese
que cada uno lleva dentro de sí pero muy pocas veces se dispone ni tan
siquiera a mirar de reojo...
Maracaibo 24 de septiembre 2018
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