Hoy con otro tema
sobre música, hablaré otra vez sobre “Le Cid” una ópera en cuatro
actos y 10 escenas con música del compositor francés Jules Massenet
(1842-1912) y libreto en francés de Adolphe-Philippe D'Ennery, Édouard Blau y
Louis Galle. Es una ópera basada en la tragedia homónima de Pierre Cornielle y fue
representada por primera vez en el Teatro de la Ópera de París el 30 de
noviembre de 1885, con Jean de Reszke como Rodrigo, y se repitió 150 veces en
ese teatro a partir del año 1919 para luego desaparecer del repertorio.
La ópera Le
Cid, conservaría un lugar en el escenario debido en gran medida a la suite
de ballet y a la difusión de una grabación de un concierto en vivo el 8 de
marzo de 1976 en el Carnegie Hall con Plácido Domingo y Grace Bumbry. Entre
los compositores y libretistas románticos, el tema hispano y el periodo
medieval siempre ejercieron una irresistible seducción. La influencia de la
emperatriz Eugenia de Montijo en la corte de Napoleón III (1853-1870) quizás
potenciaría en París esta “moda española”. La Sinfonía Española de Eduard Lalo,
la España de Emmanuel Chabrier, la ópera Carmen de Georges Bizet y, unos años
después, también la Iberia de Claude Debussy o La Hora Española de Maurice
Ravel fueron muestras representativas de esta atracción por el tema español.
Le Cid, se repuso en el Festival Massenet
de 1994, y en 1999 en Sevilla. También una producción en 2001 por la Ópera de
Washington fue protagonizada por Plácido Domingo, y se exhibió en la televisión
por CBS. Esta ópera rara vez se representa en la actualidad; en las
estadísticas de Operabase aparece con sólo una representación en el período
2005-2010, la de Zúrich en enero de 2008. De los casi treinta títulos que integran la amplia
producción lírica de Jules Massenet, aparte de Le Cid (1885),
se inspiran en temas hispanos o en fuentes literarias españolas, su poco
conocida Don César de Bazán (1872), La
Navarraise (1894), Chéru-bin (1905), Don
Quichotte (1910) y Amadis, (inspirada en Amadís
de Gaula), estrenada con carácter póstumo en Montecarlo en 1922.
A finales de la década de los 40, para mí antes de cumplir 10 años de edad, tuve la suerte de escuchar la música del ballet clásico “Le Cid” de Massenet en un par de discos de pasta (los “larga-duración”) con una sugestiva carátula en colores mostrando un personaje con pinta de héroe medieval y recuerdo que me gustaba escuchar repetidamente la música con sus sugestivos títulos (navarresa, castellana, andaluza y entre otras, especialmente la aragonesa). Los acordes musicales se quedaron impresos en mi memoria.
Gracias a la nube
de internet y a YouTube, no resistí la tentación de regresar para entender que
era todo aquello que desde décadas atrás no había vuelto a escuchar, pues me
era muy difícil desprenderme mentalmente de la música de “aragonesa”,
hasta escucharla nuevamente y sí, era su música la que permanecía en mis
recuerdos. La información que compartí en diciembre de 2017 salió de “Melómano
Digital” una revista on line de música, pero luego confieso que he hablado de
esta ópera en dos oportunidades en el blog, en diciembre de 2020 y de 2021.
Le Cid es, como Manon, o como Werther, una hermosa historia de amor. Como en la ópera Aida de Verdi, hay numerosas escenas de masas, con batallas y soldados, cautivos, y cortesanos y en general lo que podría calificarse como un “desorden pintoresco” en la escena, todo teñido de cromático y vistoso orientalismo muy “a la morisca”. Se ha dicho que la mejor escena de la ópera es el primer cuadro del acto tercero, en la que Jimena llora por la muerte de su padre y la ruptura de su compromiso con Rodrigo en una de las arias más hermosas escritas para mezzosoprano, a la que sigue el dúo entre Rodrigo y Jimena en una melodía sublime en la que Massenet presenta los contrastados sentimientos de los atormentados amantes.
Rodrigo Díaz de
Vivar es indiscutiblemente una figura histórica cuya vida inspiró el más
importante cantar de gesta de la literatura española.
Como héroe nacional español o como cruzado en favor de la Reconquista, Rodrigo estuvo a las órdenes de diferentes caudillos,
cristianos o musulmanes, de allí que el retrato que de él hacen algunos es de
un soldado profesional que presta sus servicios a cambio de una paga, pero lo
cierto es que Rodrigo Díaz de Vivar como figura histórica
y legendaria, inspiró el Cantar de Mio
Cid.
Se
ha descrito, hace unos años, una cierta identificación de Plácido Domingo con
el personaje que da título a la ópera de Massenet y el pintor sevillano
Francisco Borrás, planificó con el tenor para hacerle varios bocetos y un
lienzo definitivo, de grandes proporciones (250×180 cm), que se realizó en
Sevilla en 1986 en el estudio del pintor. En actitud heroica, blandiendo su
popular “Tizona”, con Jimena a sus pies, complementa la alegoría
histórica en un más difuminado segundo plano de tenues y suaves
tonalidades cromáticas, que muestra la espectral figura de El Cid muerto,
cabalgando triunfante sobre Babieca en la toma de Valencia. El lienzo fue
expuesto en Viena, Madrid y Nueva York, siendo en la actualidad propiedad del
tenor madrileño.
Nota:
este artículo habla de datos ya publicados en este blog desde diciembre del año
2017 Maracaibo, jueves 31 de julio del 2025.
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