RAFAEL RANGEL, PADRE DE LA PARASITOLOGÍA
Y DEL BIONÁLISIS EN VENEZUELA
Tercera parte
El 20 de octubre de 1908 Cipriano Castro se irá a
Alemania para que le operen la fístula recto-vesical que tiene y su compadre
Juan Vicente Gómez se encargará de la presidencia. Acosado por quienes estaban
resentidos de que un bachiller hubiese comandado la lucha contra la Peste
Bubónica, surgirían reclamaciones por el pago por unas casas quemadas que el
gobierno se había comprometido a resarcir los costos a los dueños, lo
amenazarán con quitarle el Laboratorio, con darle un cargo de veterinario en el
Mercado, le negarán las becas prometidas para estudiar en el exterior, le dirán
que no valía la pena “enviar a otro negro al Brasil”. Todos estos desengaños lo
conducirán al suicidio el 20 de agosto de 1909. El 18 de noviembre de 1909, el
Consejo Universitario de la Universidad Fermín Toro acordó conferirle a Rafael
Rangel, el título Honoris Causa (Post-Mortem).

(*) “Los estudiantes de Medicina convocados por el bachiller Rangel estaban a punto de llegar al
laboratorio. Él tenía ya las láminas preparadas. Había pensado mostrarles un
“pie de madura”. Quería conversar con ellos sobre la infección combinada de
bacterias y hongos, un tema fascinante de la biología básica. Él había
preparado algunos de sus cultivos sembrados con material extraído de los
topochos enfermos con el objeto de hacerles la demostración a los estudiantes y
conversar sobre los métodos empleados en la clasificación de las bacterias... Él se quedó mirando la concha amarilla de los
cambures manzanos... Aún no estaban afectados por el hereque, colgaban frente a
la ventana, sendos racimos... Después al abrir una de las gavetas del mesón,
precisamente un momento antes de aparecer los estudiantes, él se había
ensimismado de nuevo. Sin darse cuenta se halló rememorando los días de la
peste en La Guaira. Había caído en una trampa al mirar en aquella gaveta. Sus
manos sostenían un fajo de papeles. Se había tropezado con los bocetos hechos
en tinta por Landaeta Sojo durante la epidemia. Estaban allí desde que
regresaron al laboratorio y él no había vuelto a verlos. Ahora, súbitamente,
los dibujos lo retrotraían al pasado, tan solo un año... Con una sensación
constrictiva fue mirándolos uno a uno. Allí estaba la madre Clotilde. El rostro
de la buena mujer parecía sonreírle desde los trazos de la plumilla. En otros se veían las lesiones inguinales de
los enfermos, bubones fistulizados, axilas... Continuó observándolos
detenidamente, volvió a ver las salas del Degredo, revivían ante sus ojos las
escenas de aquellos días interminables, un año atrás... Quizás fue por culpa de
esos recuerdos... Entraron los muchachos alborotando y cuando le rodearon, él
les miró sin poderles decirles nada. Trató de hablarles y ante los estudiantes,
su voz se le quebró en un sollozo. Entonces puso los brazos sobre el mesón,
metiendo su cabeza entre ellos y se echó a llorar. Los jóvenes estudiantes de Medicina optaron
por retirarse, calladamente...
Rangel murió un
cuarto de hora después.
NOTA DE PRENSA: Diario El Tiempo, de fecha 21 de agosto de
1909 ..."El bachiller Rangel se
encerró ayer en el laboratorio y preparó una cantidad de cianuro de mercurio
que bebió inmediatamente. El veneno terrible le produjo ansias y al ser
preguntado por la causa de ellas, contestó al bachiller Salmerón “He tomado
cianuro de mercurio, lo que quería”.
“La
noche del veinte de agosto,
el doctor Diego Carbonell acompañando a su colega Domingo Luciani,
personalmente fue a entrevistarse con el Arzobispo de Caracas. La solicitud de
velar los restos de Rangel en la Santa Iglesia Catedral les fue denegada. Ellos
insistieron pero de nada valieron los argumentos de los médicos ni sus ruegos.
Aquella noche, trataron de convencer al prelado, pero el Arzobispo no cedió. Ni
en Catedral ni en otro templo de la Santa Madre Iglesia. Fue categórico. Para
Monseñor, la muerte de Rangel era un asunto sórdido que involucraba el pecado
de escándalo y la Iglesia no podía acceder ante un caso tan lamentable y
deprimente. Esa misma noche, en la morgue del hospital Vargas, el doctor Luis
Razetti embalsamó cuidadosamente el cuerpo del joven bachiller.
Al amanecer del sábado veintiuno de
agosto, las nubes habían descendido desde el Avila y una densa neblina envolvía
la ciudad. El rocío se cuajaba como una mazamorra gris, empegostaba las paredes
y las calles, quería filtrarse por debajo de las puertas, y por los postigos de
las ventanas entrecerradas. Desde muy temprano en la mañana comenzó a caer una fría
llovizna, pertinaz, que intentaba disolver la neblina sin conseguirlo.
En la capilla del hospital Vargas
estaban presentes todos los jefes de los Servicios médicos y quirúrgicos.
Habían acudido todos los médicos internos y externos del hospital y muchos
estudiantes de Medicina. El Gobernador y los Ministros de Hacienda y de
Instrucción Pública llegaron antes de comenzar los breves oficios religiosos.
Entonces empezó a llover torrencialmente y al mediodía el aguacero era tan
inclemente que se tomó la decisión de posponer el entierro hasta el día
siguiente. El gobierno decretó día de
duelo al 21 de agosto de 1909 y envió al entierro una Comisión presidida por
los doctores Elías Toro y Manuel Díaz Rodríguez”.
Texto de algunos comentarios publicados
en esos días en diversos diarios capitalinos, referidos al deceso del bachiller
Rafael Rangel.
“...No
es un suicidio, es una víctima, como siempre fueron en nuestro medio los
buenos, los dignos, los incontaminables”.
“...Una
víctima más de la ingratitud de sus conciudadanos y de la envidia de algunos”.
“...En su camino de científico encontró
abrojo, mucho abrojo”...
(*)
tomado de la novela “El movedizo encaje de los
uveros”.
Fin
de la 3ra parte de “Rafael Rangel padre de la Parasitología y del Bioanálisis
en Venezuela”
Maracaibo,
24 de marzo del año 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario