AIMÉ JACQUES ALEXANDRE
GOUJAUD
ALIAS BONPLAND
S E G U N D A P A
R T E
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El Viaje a las
Regiones Equinocciales, se transformó en una larga aventura iniciada por el
entusiasmo de dos jóvenes amigos naturalistas y fue una empresa que no estuvo
patrocinada por potencias europeas. El viaje se logró gracias a la fortuna del
barón Alejandro Humboldt, y a pesar de que esa situación era muy personal, los
dos naturalistas estuvieron siempre conectados con los centros de saber
científico europeos, particularmente con la Academia de Ciencias de Francia.
Con esta frase de Aimé Bonpland que podría servir de epígrafe, comienzo esta
segunda parte: “La muerte no es el sueño
eterno, es el comienzo de la inmortalidad”.
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De regreso a
Francia, después del largo periplo cumplido con el barón von Humboldt, Aimé
Bonpland conoció a la emperatriz Josefina, para quien trabajó como botánico e
intendente de su jardín, cargo que ocupó desde 1808 hasta 1814. En los jardines
se construyó un invernadero calentado por una docena de estufas de carbón.
Pájaros y animales de toda clase, canguros, cisnes negros, cebras, ovejas,
gacelas, avestruces, gamuzas, una foca, antílopes y llamas, comenzaron a llenar
los jardines de Malmaison, donde se les permitía vagar libres. La propiedad
alcanzó fama perdurable por su jardín de rosas. Desde 1803 hasta su muerte en
1814, en Malmaison se cultivarían casi 200 plantas nuevas en Francia. Allí, en
Malmaison, sería Josefina quien le presentó a la que sería su mujer Adeline
Delahaye. Casada, con una hija de su matrimonio, Emma, Adeline y Aimé se
enamoraron.
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Las dificultades de
Bonpland en los límites paraguayos no mejoraría con la ascensión al poder de
José Gaspar de Francia y Velasco, conocido simplemente, como el Doctor Francia,
un personaje que había llevado adelante la independencia del Paraguay de la
corona española, de las Provincias Unidas del Río de la Plata y del Imperio del
Brasil, y quien por aclamación, había sido designado Dictador Perpetuo de la
República del Paraguay. Para el doctor Francia, el afincamiento de Bonpland en
zonas fronterizas se debía a razones estratégicas y a planes invasivos de
entrerrianos, porteños y franceses. El doctor Francia conoció que el sabio
había levantado un plano de la región y “el supremo” desconfiaba de los
franceses, a los que considera espías imperialistas. Aimé Bompland fue hecho
preso y condicido al Paraguay. Adeline regresó a Europa, allí escribió y
publicaría una novela, y cuando solicito ayuda de sus amigos Arago y Humboldt,
éste al saber de las andanzas de la mujer de Bonpland escribió “la sentimental
señora de Bonpland es una bribona”. Aimé Bonpland estuvo diez años arrestado y
como era amigo de San Martín, Ribadavia y de Bolivar, todos le ayudaron
solicitando su liberación. Simón Bolívar le escribiría al dictador doctor
Francia: “Dígnese oir Excelencia, el
clamor de cuatro millones de americanos liberados por el ejército que yo mando,
todos los cuales a mi vera imploran la clemencia de Vuestra Excelencia en
homenaje a la humanidad, la sabiduría y la justicia y en homenaje al señor
Bonpland… Yo mientras tanto lo esperaré con la ansiedad de un amigo y el
respeto de un discípulo, a tal punto que sería capaz de marchar hasta el
Paraguay para liberar al mejor de los hombres y el más famoso de los viajeros”…
De más está decir que para el doctor Francia la carta del Libertador no valió
de nada. Aimé no estuvo preso en una cárcel sino, para su fortuna, en una casa
donde él continuó desarrollando sus cultivos, y un activo dispensario médico
donde curó a muchos soldados paraguayos heridos, algunos de la partida que lo
secuestró y lo llevó prisionero al Paraguay, trató por una mordedura de
serpiente a un indio, mientras esperaba ser liberado en Itapuá, de manera que Bonpland
no dejó de prestar servicios como médico. Su generosidad y su disposición para
con los enfermos, fueron rasgos que, por repetirse en todos los testimonios
parecen exceder la leyenda que atraería la atención del dictador Francia y quien
al visitarlo, decidiría optar por expulsarlo del país. Al ser liberado Aimé no buscó a Adeline y a Emma. Adeline en Francia,
había metido a su hija Emma de 17 años en un convento, y con las manos libres,
partió hacpia Río de Janeiro, atravesó el Brasil por el Mato Grosso, por mar
dobló el Cabo de Hornos y llegaría hasta Lima y a La Paz. Recorrió Sudamérica
entre 1821 y 1830. Mientras Adeline le buscaba en lo que sería toda una
aventura, Bonpland se enamoraba de nuevo y se casaría con María, hija de un
cacique, con quien tendría dos hijos. Tras vivir en Paraguay y en Brasil, Aimé
terminó volviendo con María a su estancia en Corrientes, en el Paso de los
Libres, lugar en el que seguiría trabajando y donde murió a los 86 años cuidado
por su hija Carmen, posiblemente añorando volver a ver a su gran amigo Humboldt
y su adorada Francia.
Fin de la Segunda y última parte.
Maracaibo, 20 de diciembre del año 2015
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