Josh Hawley es un senador republicano quien es
seguidor de los “principios agustinianos”, refiriéndose a los del obispo de
Hipona San Agustín (354-430), quien es una referencia intelectual clave del
cristianismo medieval y de la Iglesia Católica actual que parece estar de moda
entre los intelectuales y políticos conservadores estadounidenses.
El senador Josh Hawley, de 45 años nacido en
Arkansas en el seno de una familia acomodada, se licenció en Derecho e Historia
en Yale y en Stanford y es reconocido políticamente por ser un decidido “trumpista”, por otra parte, el senador J. D. Vance, a quien
Donald Trump elegiría como candidato republicano a la vicepresidencia de los
Estados Unidos, se convirtió al catolicismo tras leer a San Agustín.
Todo esto pasa a ser relevante al revisar un
trabajo de Jean-Beniot Poulle publicado en 2022 sobre como Putin, usando la voz
del Patriarca de la Iglesia Ortodoxa rusa, Kirill, justifica la invasión de
Ucrania asumiendo una pose mesiánica usando las palabras expresadas por su
asesor Vladislav Yúrievich
Surkov: “Que nos importa el mundo si
Rusia ya no existe en él”. El Patriarca Kirill sitúa la confrontación
como una lucha entre los valores que supuestamente proponen “los líderes
mundiales” de un Occidente decadente y pervertido por sus riquezas y cosas como
“las marchas del orgullo gay” identificando la guerra de Ucrania como una
“Guerra Santa”.
Inmersos en una “lucha metafísica”,
cuando no pareciera haber otra salida sino tener que enfrentarnos al “justo
Juicio de Dios”, el senador republicano J. Hawley, traza líneas de una lealtad
identitaria al cristianismo como tradición política de los Estados Unidos y
precisa que dicha lealtad, no exige la adhesión personal a una confesión
cristiana, que es una cuestión privada ya garantizada por la libertad de
conciencia, pero que no puede llamarse estadounidense quien no reconozca la
inscripción de los Estados Unidos en la tradición cristiana.
“Somos una nación forjada a partir de la
visión de Agustín. Una nación definida por la dignidad del hombre común, tal y
como nos la otorga la religión cristiana”
dice J.Hawley insistiendo en
reactivar un mito que está en la base de la vida política estadounidense a
largo plazo, el mesianismo del nuevo pueblo elegido… Somos, dice: “una nación unida por los afectos familiares
expresados en la fe cristiana —amor a Dios, a la familia, al prójimo, al hogar
y a la patria”.
A solo un par de meses de una crucial elección presidencial en
Norteamérica, el senador J Hawley plantea, en medio de la campaña republicana
por Trump, varios hechos relevantes:“Nuestras
calles son inseguras, entre otras cosas porque nuestra frontera está
completamente abierta. Millones de inmigrantes ilegales llegan a nuestro país
sin ningún interés por nuestro patrimonio común y sin ningún compromiso con
nuestros ideales compartidos”.
El interés de los Estados Unidos por la política exterior debería estar
intrínsecamente ligado a su sensación de seguridad interior, pero cuando
suceden crisis como la epidemia de fentanilo, convertida en la principal causa
de muerte entre los adultos jóvenes, o la actual de la afluencia de inmigrantes
ilegales y narcobandas delincuenciales que viene alimentando una sensación
generalizada de vulnerabilidad, es importante entender cómo interpreta el
senador Josh Hawley estas crisis entre los estadounidenses enfocadas hacia el
tema de la elección presidencial.
Las comentadas supuestas preocupaciones son
particularmente visibles entre los votantes pertenecientes a minorías y quizás
entre personas que son apreciadas como “de color”. Esos grupos humanos suelen
votar mayoritariamente por los demócratas, y el Partido Demócrata depende en
cierta medida del apoyo de esos votantes pertenecientes a los grupos ya
señalados.
Pero el pueblo estadounidense independientemente de su filiación
política, actualmente se concentra en tres graves preocupaciones: la economía,
la gestión de las fronteras y la delincuencia. Mientras una parte importante de
la población, que suele hacerse oír menos, percibe y a veces “en carne propia” que
la izquierda ha cruzado una línea que parecen desconocer por completo las
autoridades norteamericanas.
Para los estadounidenses, pareciera ser evidente que no hay un
sentimiento de inseguridad por conflictos internacionales como los de Ucrania,
Israel u otros lugares muy lejanos, y mucho menos aún, como lo que pueda
suceder en el vecino “patio trasero latinoamericano”, cuya relevancia
disminuye, y si al gobierno nos referimos, desaparece absolutamente… En
realidad, no existe...
Este tipo de retórica ya se conoce bien entre algunos quienes cuestionan
la implicación de Estados Unidos en Ucrania y lo más probable será que al final
de las elecciones de 2024, quede quien quede, Estados Unidos se verá absorbido
por sus propios problemas y se verá coaccionado para tener que desentenderse
del resto del mundo.
En realidad, las preocupaciones inmediatas de los estadounidenses
se concentran en otros temas y aunque la política exterior sea obviamente
crucial, su impacto en la elección de los votantes probablemente seguirá siendo
muy limitado ya que lo que menos pareciera interesarles es el destino de países
lejanos, ni de los más cercanos, tan vecinos como Cuba, Nicaragua, particularmente
de Venezuela y la cercana y ya bien cercada, nación mexicana.
Los estadounidenses y particularmente sus gobernantes tampoco parecen
haberse interesado para nada en los sólidos nexos entre Cuba y Venezuela ni de
los convenios del actual régimen con Rusia e Irán, ni de cómo han acogido a
terroristas de Hezbolá. Cualquiera pudiera pensar que los norteamericanos se
acostumbraron a tener a Cuba a 45 minutos y a 90 millas (144 Kms) de distancia
de La Florida. Aparentemente estarán pensando en que, como dicen por aquí “no
pasa nada” y evidentemente, nada sucede, ni sucederá…
Estas reflexiones son hechas en Maracaibo,
el día miércoles 16 de octubre del año
2024.
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