miércoles, 16 de octubre de 2024

¿Una guerra santa?

Josh Hawley es un senador republicano quien es seguidor de los “principios agustinianos”, refiriéndose a los del obispo de Hipona San Agustín (354-430), quien es una referencia intelectual clave del cristianismo medieval y de la Iglesia Católica actual que parece estar de moda entre los intelectuales y políticos conservadores estadounidenses.

El senador Josh Hawley, de 45 años nacido en Arkansas en el seno de una familia acomodada, se licenció en Derecho e Historia en Yale y en Stanford y es reconocido políticamente por ser un decidido “trumpista”, por otra parte, el senador J. D. Vance, a quien Donald Trump elegiría como candidato republicano a la vicepresidencia de los Estados Unidos, se convirtió al catolicismo tras leer a San Agustín.

Todo esto pasa a ser relevante al revisar un trabajo de Jean-Beniot Poulle publicado en 2022 sobre como Putin, usando la voz del Patriarca de la Iglesia Ortodoxa rusa, Kirill, justifica la invasión de Ucrania asumiendo una pose mesiánica usando las palabras expresadas por su asesor Vladislav Yúrievich Surkov: “Que nos importa el mundo si Rusia ya no existe en él”. El Patriarca Kirill sitúa la confrontación como una lucha entre los valores que supuestamente proponen “los líderes mundiales” de un Occidente decadente y pervertido por sus riquezas y cosas como “las marchas del orgullo gay” identificando la guerra de Ucrania como una “Guerra Santa”.

Inmersos en una “lucha metafísica”, cuando no pareciera haber otra salida sino tener que enfrentarnos al “justo Juicio de Dios”, el senador republicano J. Hawley, traza líneas de una lealtad identitaria al cristianismo como tradición política de los Estados Unidos y precisa que dicha lealtad, no exige la adhesión personal a una confesión cristiana, que es una cuestión privada ya garantizada por la libertad de conciencia, pero que no puede llamarse estadounidense quien no reconozca la inscripción de los Estados Unidos en la tradición cristiana.

Somos una nación forjada a partir de la visión de Agustín. Una nación definida por la dignidad del hombre común, tal y como nos la otorga la religión cristiana” dice J.Hawley insistiendo en reactivar un mito que está en la base de la vida política estadounidense a largo plazo, el mesianismo del nuevo pueblo elegido… Somos, dice: “una nación unida por los afectos familiares expresados en la fe cristiana —amor a Dios, a la familia, al prójimo, al hogar y a la patria”.

A solo un par de meses de una crucial elección presidencial en Norteamérica, el senador J Hawley plantea, en medio de la campaña republicana por Trump, varios hechos relevantes:“Nuestras calles son inseguras, entre otras cosas porque nuestra frontera está completamente abierta. Millones de inmigrantes ilegales llegan a nuestro país sin ningún interés por nuestro patrimonio común y sin ningún compromiso con nuestros ideales compartidos”.

El interés de los Estados Unidos por la política exterior debería estar intrínsecamente ligado a su sensación de seguridad interior, pero cuando suceden crisis como la epidemia de fentanilo, convertida en la principal causa de muerte entre los adultos jóvenes, o la actual de la afluencia de inmigrantes ilegales y narcobandas delincuenciales que viene alimentando una sensación generalizada de vulnerabilidad, es importante entender cómo interpreta el senador Josh Hawley estas crisis entre los estadounidenses enfocadas hacia el tema de la elección presidencial.

Las comentadas supuestas preocupaciones son particularmente visibles entre los votantes pertenecientes a minorías y quizás entre personas que son apreciadas como “de color”. Esos grupos humanos suelen votar mayoritariamente por los demócratas, y el Partido Demócrata depende en cierta medida del apoyo de esos votantes pertenecientes a los grupos ya señalados.

Pero el pueblo estadounidense independientemente de su filiación política, actualmente se concentra en tres graves preocupaciones: la economía, la gestión de las fronteras y la delincuencia. Mientras una parte importante de la población, que suele hacerse oír menos, percibe y a veces “en carne propia” que la izquierda ha cruzado una línea que parecen desconocer por completo las autoridades norteamericanas.

Para los estadounidenses, pareciera ser evidente que no hay un sentimiento de inseguridad por conflictos internacionales como los de Ucrania, Israel u otros lugares muy lejanos, y mucho menos aún, como lo que pueda suceder en el vecino “patio trasero latinoamericano”, cuya relevancia disminuye, y si al gobierno nos referimos, desaparece absolutamente… En realidad, no existe...

Este tipo de retórica ya se conoce bien entre algunos quienes cuestionan la implicación de Estados Unidos en Ucrania y lo más probable será que al final de las elecciones de 2024, quede quien quede, Estados Unidos se verá absorbido por sus propios problemas y se verá coaccionado para tener que desentenderse del resto del mundo.

En realidad, las preocupaciones inmediatas de los estadounidenses se concentran en otros temas y aunque la política exterior sea obviamente crucial, su impacto en la elección de los votantes probablemente seguirá siendo muy limitado ya que lo que menos pareciera interesarles es el destino de países lejanos, ni de los más cercanos, tan vecinos como Cuba, Nicaragua, particularmente de Venezuela y la cercana y ya bien cercada, nación mexicana.

Los estadounidenses y particularmente sus gobernantes tampoco parecen haberse interesado para nada en los sólidos nexos entre Cuba y Venezuela ni de los convenios del actual régimen con Rusia e Irán, ni de cómo han acogido a terroristas de Hezbolá. Cualquiera pudiera pensar que los norteamericanos se acostumbraron a tener a Cuba a 45 minutos y a 90 millas (144 Kms) de distancia de La Florida. Aparentemente estarán pensando en que, como dicen por aquí “no pasa nada” y evidentemente, nada sucede, ni sucederá…

Estas reflexiones son hechas en Maracaibo, 

el día miércoles 16 de octubre del año 2024.

  

 


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