… sobre “Lejana·”
de Cortázar
No pretendo analizar un cuento de Julio Cortázar, pues
solo soy un médico que ha adoptado el
oficio de escribir quizás como un mecanismo de expresión personal, pero creo
que lo he dicho antes, me parecen geniales los relatos “cortazarianos” y en
particular sobre “Lejana” existen variados análisis e interpretaciones, por lo que quisiera poder
resumirlos brevemente abusando de los lectores de mi blog, acicateado tal vez
por la suerte de haber estado en 3 oportunidades en Budapest y cruzar el famoso
puente de los leones, lo que me lleva a recordar un fragmento de mi novela La
Entropía Tropical”(2003)… (Atisbas las calles transversales, se ven oscuras y
solitarias. Seleccionas el camino de la avenida que bordea el Danubio. Ristras
de luces tendidas en el aire, sobre los puentes, crean un extraño efecto hacia
la orilla de Pest. Cocuyos en las noches de Hungría. Tú lo piensas cuando
aceleras el paso. ¿Hace frío? Imaginas que ristras son las de ajos y viene
hasta tu mente la imagen de algún vampiro trasnsilvánico, ¿los Cárpatos?, ¿era
en tierras rumanas?, no eran magiares los vampiros, ¡no!, ¿y qué hay de aquel
conde?, ¿no era húngaro? ¿Por qué revolotea en tu cabeza Julio Cortázar?, tal
vez por el hotel Polidor en París de “62 modelo para armar”, lo has estado leyendo,
y es complicada su trama, casi como las calles, oscuras, sin castillos
sangrientos, pero como para perderse, y sin querer comprendes tras atenderle al
mapa, que estás ya cerca de la Plaza del Parlamento…)
Lo verdadero y la literatura, puede interpretarse como
lo real y lo imaginario, pensamientos abstractos al ser traducidos al lenguaje
escrito pueden adquirir mágicos visos de irrealidad. Precisamente estos detalles, parecieran ser el meollo en el caso de
“Lejana”, el relato de Julio Cortázar donde una reina y una mendiga se
encuentran, cercanas y lejanas, y donde todo lo descrito, que pudiese ser real pareciera
sencillamente un producto de la imaginación de Alina Reyes, una joven que juega
a ser otra en las páginas de su diario.
El mundo de Alina Reyes, el suyo, el real, ese que
ella describe en su diario, el de tocar el piano o el de percibir el contacto
de la mano de Luís María en medio de un salón de baile, ese que nos muestra el
Teatro Odeón de Buenos Aires y nos deja ver un puente que hay que cruzar mientras cae la nieve en Budapest, el de la
sensación de aburrirse con su madre, o con su prima, el que nos obliga a
imaginarnos que todo cuanto ella dice, tal vez es tan solo producto de su
mente, y así se avanzará leyendo a quien escribe en su diario, hasta el momento
cuando las fechas desaparecen, el diario se cierra, y el relato cambia a una tercera
persona para dar cuenta del abrazo entre Alina y Lejana en medio del puente de
los Leones, en Budapest.
Alina Reyes a través del relato de
Cortázar, es un personaje que parece explorar el territorio del yo y como
Talita en “Rayuela”, ella se percibe a punto de cruzar “el puente” conociendo
el peligro que existe en ese puente, el de los leones en el helado invierno de
Budapest, que es el mismo construido con tablones por Horacio y Traveler en “Rayuela”, ese que Talita va a cruzar y que podría
en cualquier momento romperse perdiendo el precario equilibrio, ese puente que
parece existir entre dos partes de su personalidad. Pero Talita como Alina,
cruzarán el puente, sintiendo que está a punto de producirse inminentemente un
encuentro, una revelación que en “Lejana” resolverá el dilema de Alina con la explicita
aparición de un narrador emergente en tercera
persona. Este segundo narrador de “Lejana” llegará para sostener el orden
establecido en el diario, y finalmente lograr que el plano imaginario irrumpa
en el plano histórico.
El puente transformado en una
realidad física y la aparición de “la
harapienta mujer de pelo negro y lacio”, que es el fantasma de Alina, su yo
rechazado y maltratado por los demás, se hace realidad al percibir ella en el
abrazo, “un crecer de felicidad igual a
un himno, a un soltarse de palomas, al río cantando”, que representa la “victoria de la reina sobre esa adherencia
maligna, esa usurpación indebida y sorda”… “Alina Reyes lindísima en su sastre gris...”, aquella Alina Reyes,
la falsa, la abandonará con la aceptación de su yo auténtico como una
reconciliación. El lector quizás percibirá que el punto de vista de la
narración viene a ser el de Alina y no el del narrador emergente quien observa,
describe y juzga, pero al final, lo contado por un narrador
omnisciente que todo lo conoce, al aceptar la existencia de aquella “lejana”
como alguien real, pareciera no poner en duda una posible demencia de Alina
Reyes, y surge entonces el acontecimiento fantástico y se convierte en otra
dimensión que percibe un “acontecimiento imposible de explicar por las leyes
de ese mundo natural”, y pasa a
ser …“parte integrante de la realidad”
y la narración se dirige hacia el territorio de lo fantástico-maravilloso con
la aceptación final de lo sobrenatural.
Maracaibo, 2 de enero del 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario