viernes, 25 de enero de 2019

Inteligencia emocional





Inteligencia emocional

El intelecto no puede funcionar adecuadamente sin el concurso de la inteligencia emocional (IE).  Debemos entender por IE la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, la capacidad de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones interpersonales.  Esta capacidad para la auto-reflexión, se basa en la posibilidad de identificar las propias emociones y regularlas de forma apropiada. La mayoría de los recuerdos emocionales más intensos están almacenados en una estructura dentro del cerebro denominada “la amígdala”. La amígdala es el principal núcleo de control de las emociones y sentimientos en el cerebro, controlando asimismo las respuestas de satisfacción o miedo. La amígdala son grupos de neuronas localizadas en la profundidad de los lóbulos temporales del cerebro de los vertebrados, y  forman  parte del sistema límbico. Su papel principal es el procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales.

La amígdala se encarga principalmente de la formación y almacenamiento de la memoria asociada a sucesos emocionales. La amígdala envía proyecciones al hipotálamo, encargado de activar el sistema nervioso autónomo, a los núcleos reticulares para incrementar los reflejos de vigilancia, paralización y escape, a los núcleos del nervio trigémino y facial para las expresiones de miedo, al área tegmental ventral, al locus coeruleus y al núcleo tegmental laterodorsal para la activación de neurotransmisores de dopamina, glucocorticoides, noradrenalina y adrenalina.

Casi siempre nuestras reacciones emocionales proceden de situaciones que se han producido en los primeros años de vida, o de hechos que no sólo escapan a nuestro control, sino que ni siquiera entran en el ámbito de nuestros recuerdos conscientes. No es de extrañar que una persona que ha sufrido un fuerte trauma tenga una reacción exagerada y violenta cuando se enfrente a un escenario similar o cuando se encuentre con una situación que le recuerde de alguna forma al trauma. En nosotros se solapan dos mentes distintas: una que piensa y otra que siente y ellas son relativamente independientes. Esas mentes, la pensante y la emocional reflejan el funcionamiento de circuitos cerebrales diferentes aunque están interrelacionados. La adecuada complementación entre el sistema límbico y el neocórtex exige la participación armónica de ambas.

En muchas ocasiones, las dos mentes mantienen una adecuada coordinación, logrando que los sentimientos condicionen y enriquezcan los pensamientos. Sin embargo, algunas veces, la carga emocional de un estímulo despierta nuestras pasiones, activando a nivel neuronal un sistema de reacción de emergencia, capaz de secuestrar a la mente racional y llevarnos a comportamientos desproporcionados e indeseables, como cuando se produce un ataque de cólera que conduce a la agresión. En el funcionamiento de la amígdala y en su interrelación con el neocórtex se esconde el sustento neurológico de la inteligencia emocional, entendida, pues, como un conjunto de disposiciones o habilidades que nos permite, tomar las riendas de nuestros impulsos emocionales, comprender los sentimientos más profundos de nuestros semejantes, y dominar esa capacidad para manejar amablemente nuestras relaciones.

El arte de contenerse, de dominar los arrebatos emocionales y de calmarse ha llegado a ser interpretado por psicólogos como el más fundamental de los recursos psicológicos. Estas habilidades se pueden aprender y desarrollar, especialmente en los años de la infancia en los que el cerebro está en perpetua adaptación. La preocupación, por gobernarse a sí mismo y controlar impulsos y pasiones va aparejada al desarrollo de la vida en comunidad. El cuidado y la inteligencia en el gobierno de la propia vida era conocida por los griegos como sofrosyne; los romanos y la iglesia cristiana primitiva denominaban temperancia (templanza) a la capacidad de contener los excesos emocionales. 

Daniel Goleman (Stockton, California, 1946) es un reputado psicólogo estadounidense, graduado en el Amherst College y doctorado por la Universidad de Harvard. Tras pasar varios años como investigador y profesor en distintas instituciones universitarias se incorporó a la revista Psychology Today, y publicó el libro Inteligencia Emocional (Kairós, 1996), que rápidamente se convirtió  en bestseller, vendiendo millones de copias en todo el mundo. Posteriormente escribiría La práctica de la inteligencia emocional (Kairós, 1999). El punto ciego (Plaza & Janés, 1999), El espíritu creativo (Ediciones B , 2000) Inteligencia social (Kairós, 2006), Inteligencia ecológica (Kairós, 2009), y Focus (Kairós, 2013). En la actualidad, Goleman es codirector del Consortium for Research on Emotional Intelligence in Organizations en la Universidad Rutgers, para fomentar la investigación sobre el papel que juega la inteligencia emocional en la excelencia.

Mississauga, Ontario, 25 de enero 2019


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