La
historia del señor Kramer
Regreso para hablar sobre el libro del Señor F.J.
Erick Kramer ( Japanese camps in the Ducht East Indies 1942-1945
) quien ha narrado su experiencia como niño prisionero de los japoneses en un
campo de concentración en Indonesia durante la Segunda Guerra Mundial. Destaca
el Sr Kramer en su libro, el escaso conocimiento que existe sobre los crímenes
de guerra cometidos por los japoneses contra la población civil, particularmente
los padecimientos de numerosas mujeres y niños. A sesenta y seis años desde el
final de la guerra, tras la rendición del Japón, el gobierno de ese país se ha
negado obstinadamente a revisar y reconocer el cruel y oscuro pasado de las atrocidades
cometidas durante la invasión japonesa a territorios extranjeros.
Erik Kramer nació el año 1936 en la ciudad de
Batavia, conocida ahora como Jakarta, capital de la isla de Java, la cual
durante 300 años había sido una colonia del Reino de Los Países Bajos como
otras de las muchas islas del archipiélago, con más de 15.000 que como Borneo,
Sumatra, y Celebes se conocen hoy día como Indonesia. Después del ataque
japonés a Pearl Harbor, Holanda apoyó a las fuerzas aliadas y entró en la
guerra. Se conocía sobre el brutal comportamiento del Ejército Imperial Japonés
después de la masacre perpetrada en 1937 en Naking, China, caracterizada por
las atrocidades cometidas contra la población civil y militar que habría de
señalar premonitoriamente, como iban a comportarse los japoneses en la guerra
del Pacífico. La invasión de la Indias
Orientales Holandesas se inició después de la derrota de la flota
holandesa en la batalla del mar de Java el 27 de febrero de 1942. El padre de
Erick era el doctor Ir. Franz Kramer, quien comandaba uno de los grupos de la
resistencia a los invasores en la parte occidental de Java. Cuando fue
capturado sería torturado por la Kempeitai (la Gestapo japonesa) y moriría al
rehusar colaborar con sus captores. Kramer sería uno de los primeros líderes de
la resistencia que recibiría honores post-mortem por la Reina de Holanda,
condecorado con la Resistance Star East Asia y en su tumba en el
cementerio militar de Ancol, cerca de Jakarta, reposan sus restos donde aparece
señalado como V.O.A. (en holandés “Verzetsster Oost-Azié”) “Sobre el
espíritu”.
Muy pronto al invadir las islas, los japoneses
establecerían 530 campos de concentración en todo el archipiélago, separando a
prisiones de guerra hombres, de las mujeres y niños. En uno de estos campos de
exterminio, denominados Tjideng, que se escucha como “Chiding”, en las afueras
de Jakarta, fue confinada la joven madre de Erik y su hermana mayor. De seis
años de edad, él vería como se cerraron las puertas de aquel campo donde habría
de vivir hasta los 9 años cuando serían liberados, siempre en el temor de saber
que al cumplir 10, habría de ser separado de su madre y trasladado a otro campo
de adultos a trabajos forzados. Existían galpones como garajes donde varias
familias, adultos y niños habrían de convivir en malas condiciones, cada
persona numerada, quienes trabajarían la tierra sin instrumentos, vigilados
todo el tiempo por dos mujeres en cada galpón, sin poder leer, ni escribir,
nada de instrucción, ni servicios religiosas, ni poder tener contacto con el
mundo exterior. Intentar escapar era penado con la muerte y estaban obligados
todos, mujeres y niños a hacerle reverencia inclinándose ante cualquier
japonés, con duros castigos para quienes no lo hicieran. El comandante Kenichi
Sonei establecía las penas y podía tener durante 24 horas a mujeres y niños de
pie al sol o con lluvia, para castigar cualquier cosa, como podía ser hablar o
no responder, a cualquier orden.
En aquellas condiciones, sin frutas, ni leche, ni
huevos, con escasas proteínas, pescado o aves, la desnutrición era generalizada
y las enfermedades aparecían sin que existiera atención médica. Diarrea
crónica, escorbuto, infecciones parasitarias, heridas infectadas, y la malaria
llevarían a la muerte a muchos niños y adultos. Cuando los enfermos empeoraban
eran retirados del campo y lejos, aislados de sus familiares fallecían. Las
imágenes de los efectos de estas dolencias por fotografías del campo de Tjideng
son similares a las del holocausto judío, con la diferencia de que los nazis lo
hicieron con los judíos y gitanos en general, pero los japoneses se ensañaron
con cualquier ser que no fuese japonés. Así musulmanes y cristianos, chinos,
judíos, o birmanos, padecieron por igual en los campos de exterminio sometidos
a trabajos forzados y crueles e inhumanas torturas. Muchos de los
sobrevivientes habrían de padecer de pesadillas y terrores que constituyen el
síndrome del sobreviviente de campo de concentración, requiriendo asistencia
médica permanente, o psiquiátrica.
Algunas películas ha tratado estas situaciones y ha
sido la manera como nos hemos podido enterar, a través de las imágenes del cine
de algunas situaciones como las descritas por el señor Kramer; (vg. El
puente sobre el río Kwai, Paradise road, El gran ataque(The great raid), A town
like Alice, Feliz Navidad Mr Laurence, y yo le añadiría el filme de
Scorcese Silencio(2016) que también muestra la crueldad de los japoneses
exterminando los cristianos, especialmente a los jesuitas portugueses cuando trataron
de cristianizarlos en su tierra.
El Señor Kramer es miembro de una Asociación civil
Nerlandesa que ha solicitado al gobierno del Japón reconocer los hechos
violatorios de los más elementales derechos humanos de tantas mujeres y niños
inocentes, y tan solo esperan poder escuchar de ellos una excusa formal y de
ser posible alguna compensación financiera.
(... ? )
Mississauga,
Ontario, domingo 6 de enero del 2019
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