De Jesuitas y Euskadi
Se me ha
ocurrido pensar en que puede ser necesario examinar mi relación
con los jesuitas, ¡qué pretensión!, casi como decir A.M.D.G. (a la mayor
gloria de Dios, -que suena más convincente que la lectura de uno de mis
compañeros en tercer grado que dijo que significaba “Adán murió dando
garrotazos”, por lo que fue castigado, evidentemente, no creo que con “una
lluvia de “capones””, como le ofrecía el padre Aspiri –gran jugador con la
pelota en el paredón-, para divertimento de todos –la lluvia, digo- para quien
no se adaptaba a alguna ordenanza del pelotari). Me salgo de esta disquisición que lejos de
parecer introductora a un relato serio, por el contario suena a la propia “mamadera
de gallo”.
Después de mi
atrevimiento al señalar-y creo que acertadamente- las peculiaridades del
comportamiento de Bergoglio ( el Papa Fco! ), con las dictaduras
latinoamericanas, presuponiendo que, como jesuita, permanece imbuido en la bien
conocida doctrina de la Teología de la Liberación y como convicto y confeso
peronista (cada quien es libre de favorecer a el grupo político que le
parezca-aunque no sé si este dogma se aplicará para con los Papas, pero supongo
que desde que existe el llamado libre albedrío, valdrá... ), por todos estos
motivos y alguno que otro, que nunca estará de más, pues como figura pública, está
sujeto a estas situaciones, el Papa Francisco mereció un “tate-quieto” en mi
anterior perorata de lapesteloca.blogspot, y me parece
que de allí, siento que surgió el deseo de inspeccionar mi relación con la Real
Compañía de Jesús ahora que nuestro Papa Negro (el Superior de la Orden) es venezolano
y por otra parte, lo siento casi como un pana, yo quien durante años fui lector
de la revista SIC del Centro Gumilla.
En este orden
de ideas, permítanme copiar un pedacito del texto que los obispos venezolanos
publicaron en SIC, en Junio del año 2017, (P.Rafael Garriido S.J.) “Nuestros obispos
subrayan que no saldremos de la ruptura democrática mientras no sean respetadas
la Constitución y los derechos humanos, se mantenga anulada a la Asamblea
Nacional electa, sigan y se incrementen el número de presos, exiliados y
perseguidos políticos, y no se realicen elecciones libres para que el pueblo
soberano elija sus representantes en todos los niveles e instancias, como lo
exige la Constitución”. El mundo
entero supo cómo toreó el Papa Francisco esta serie de trágicas
verdades. No obstante, en la Revista SIC en enero de este año hay varios artículos,
lloviendo sobre mojado, como puede ser uno de Michael Penfold que dice: “Venezuela
entró en las tinieblas. No hay otra forma de describirlo. El 10 de enero marca
la decisión voluntaria de una parte del chavismo, así como del estamento
militar, de permitir que en Venezuela se entronice una clase política en el
poder, que optó por desmantelar el Estado de derecho y abandonar todo vestigio
de origen democrático”. Diversos artículos de SIC señalaron que “Frente
a la asunción de un nuevo mandato del Presidente Nicolás Maduro el 10 de enero
próximo, como resultado de un proceso electoral que no contó con las mínimas
condiciones para la realización de elecciones libres y justas en el país, la
Comisión alerta sobre la profundización del debilitamiento institucional en
Venezuela, advierte sobre la persistencia de situaciones estructurales que
afectan los derechos humanos y alerta sobre las graves consecuencias que
ocasionaría el retiro del Estado de la OEA para la población venezolana”.
Por estas
cosas del SIC de Gumilla, es que regreso a creer en “los jesuitas”. Para mí son
quienes nos enseñaron desde temprana edad que nuestro compromiso para toda la
vida tenía que ser “la opción de los
pobres”, y me siento seguro y tranquilo al afirmar que desde la década del
40 hasta mediados de los 50 del siglo pasado, quienes estudiamos en el Gonzaga de
Maracaibo con los jesuitas, eso fue lo que aprendimos; y no era porque habíamos
tenido a un PintoSalinas de Rector, ni porque durante el perezjimenismo
sabíamos que las desigualdades sociales eran muy grandes y veíamos funcionar la
escuela nocturna para obreros en el mismo colegio, no, era algo más que hizo, de
aquella camada y de muchas de las que sucesivamente continuaron como exalumnos
del Colegio, un semillero de personajes que habrían de brillar como líderes en
cargos donde el ejercicio de la política nunca habría de ser cuestionado como
es de todos conocido por el remoquete tan popular de “que me pongan donde
haiga” y si existen ejemplos –seguramente- de quienes no hayan cumplido con lo
que en mi opinión fue una impronta más que tatuada, marcada con fuego en
nuestro pellejo, sobre quiénes somos y que necesitamos los venezolanos, afortunadamente
los desconozco.
Finalizo esta
nota, desde Euskadi, como un homenaje también a tantos sacerdotes vascos como
tuvimos en nuestra niñez y juventud, a través de los jesuitas de Ignacio de
Loyola, y de quienes aprendimos muchos valores y principios que aún sostenemos.
Yo quien si se me ocurre puedo cantar “Maite” o “Maitexu mia”, me doy el
regusto de decirlo ahora que estoy ya camino de los 80 años y tengo nietos y
nietas nacidos en el País Vasco que hablan el euskera como su padre, mi hijo
Tomás quien además está casado con Marijo que es vasco-navarra, y es que Tomás
que es maracucho, a veces por lo tozudo parece más vasco que los vascos!
Donosti (San Sebastián), 13 de enero, 2019
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