Ya
sabíamos que las moscas de la fruta“pierden la cabeza” por el sexo: el deseo
provoca en ellas que no capten las amenazas, y de esto hablamos (https://surl.li/tqaiih)
en este blog lapesteoca en
abril del 2024, pero ahora, con el objetivo de estudiar los mecanismos de la
adicción y buscar futuros tratamientos aplicables en humanos, están codificando
los genes de las moscas de la fruta para
hacerlas adictas a la cocaína. ¿¡Cómo!?
Las moscas de la fruta (Drosophila melanogaster) son seres sencillos que se reproducen
rápidamente sin unas condiciones muy especiales, así que es uno de los seres más estudiados y por ello
resulta ser el animal perfecto para los científicos, ya que el 75% de genes
asociados a determinadas enfermedades humanas tienen un equivalente en el
genoma de la mosca de la fruta.
Además, aunque puedan parecer muy
diferentes a nosotros, lo cierto es que con esta especie se han logrado
coleccionar varios premios Nobel en los palmarés de unos cuantos científicos, y con
estos antecedentes, un grupo de investigadores liderados por Adrian Rothenfluh,
profesor asociado de psiquiatría en la Universidad de Utah, las eligió para un
experimento pionero.
Su objetivo era crear moscas genéticamente
predispuestas a hacerse adictas a la cocaína, una sustancia que, como antes comprobaron
los autores, les repele. El análisis de estos insectos modificados, pensaron
que podría ser clave de cara a futuros tratamientos en los seres humanos. Los
resultados acaban de publicarse en la revista 'Journal of Neuroscience'.
Estudios anteriores habían revelado que a las moscas no les gusta la cocaína y por
otra parte, se sabía ya que los humanos y las moscas de la fruta
comparten muchos de los mismos genes que impulsan el consumo y la adicción al
alcohol. “Por lo tanto, era razonable
pensar que los genes implicados en la adicción a la cocaína en humanos también
podrían estar involucrados en este modelo de la mosca de la fruta”, dijo
Rothenfluh.
Los investigadores comenzaron averiguando cuánto
les podía gustar la cocaína a las moscas de la fruta ideando un experimento por
el que los sujetos de la prueba tenían que elegir entre el agua azucarada y
agua azucarada con esta droga. Las moscas lo tenían claro: no les gustaba esa
sustancia estupefaciente y siempre eligieron la bebida no adulterada. “Necesitábamos entender por qué las moscas no
consumían cocaína y si existía una forma de sortear esa barrera”, señalaban
los autores.
Tras
diferentes análisis, sospecharon que la respuesta podría residir en el sentido
del gusto de las moscas. “Los insectos
están evolutivamente preparados para evitar las toxinas vegetales, y la cocaína
es una toxina vegetal”, afirma Travis Philyaw, primer autor del artículo,
ahora investigador de la Universidad de Washington, quien realizó la
investigación como estudiante de posgrado en el laboratorio de Rothenfluh.
Se ha afirmado que “La cocaína les sabe amarga a las moscas”… “Tienen receptores gustativos en los 'brazos' (en
los segmentos tarsales) para que puedan tocar algo antes de llevárselo a la
boca y decidir: “Noooo…No voy a tocar eso”... “No caigo en esta
trampa” pensaría cualquier mosca o quizás una mosca local diría “¡Ni de
jaiba!”… Esta elucubración podría ser parte de la novela de Eduardo Liendo Las kuitas de un hombre mosca (Alfaguara
2010)…
La imagen muestra a Adrian Rothenfluh (izquierda) y Pearl Cummins-Beebee (derecha; también autora del estudio) analizan una botella con moscas de la fruta en el laboratorio de la Universidad de Utah (EUA).
Pero, en realidad, al observar cómo respondían los
nervios sensoriales de las moscas a la cocaína, los investigadores descubrieron
que este compuesto activa fuertemente los receptores del sabor amargo en los
segmentos tarsales de esta especie. Cuando los investigadores silenciaron la
actividad de estos nervios para que no pudieran percibir los sabores amargos,
empezaron a desarrollar una preferencia por el agua azucarada con cocaína en
lugar del agua azucarada simple. (¡Eureka! Dijeron, como Arquímedes cuando en
la bañera encontró el jabón)…
Sin embargo, la dosis era importante, ya que las
moscas solo consumen cocaína voluntariamente en bajas concentraciones (como si
intuyeran algo raro… Digo yo! ); pero aun así, desarrollaron su 'adicción' con
una rapidez notable, en menos de 16 horas tras la primera exposición.
Encontrarían, además, muchas similitudes entre
moscas y humanos tras el consumo de cocaína: al probarla en estas pequeñas
cantidades, se aceleraban y se mostraban frenéticas, como ocurre con los
humanos. “Con dosis muy altas, quedan
incapacitadas, lo cual también ocurre en las personas”, señalaba
Rothenfluh.
Sabemos que en los humanos la herencia genética
tiene un fuerte impacto en el riesgo de desarrollar un trastorno por consumo de
cocaína, y precisamente la gran cantidad de genes implicados en el riesgo de
adicción ha dificultado la determinación de cuáles podrían ser los mejores objetivos
para la terapia. Con este nuevo modelo de la mosca de la fruta para el
trastorno por consumo de cocaína, los investigadores esperan revelar la
biología de la adicción y encontrar mejores terapias mucho más rápido de lo que
antes era posible.
“Drosophila
Cocaine Avoidance is Mediated by Peripheral Bitter Gustatory Neurons”Junio
2022. The
Use of Drosophila to Understand Psychostimulant Responses. Enero
2022. Los investigadores afirman que estos trabajos ayudarán a comprender la
adicción en humanos. Los investigadores afirman que estos trabajos ayudarán a
comprender la adicción en humanos. Ahora que los científicos pueden estudiar el
proceso en moscas de la fruta, se puede acelerar considerablemente el proceso
hacia nuevos descubrimientos, estudiando cientos de genes potencialmente
relevantes en un período de tiempo mucho más corto.
“Podemos
ampliar la investigación con moscas muy rápidamente”, afirma Philyaw.
“Podemos identificar genes de riesgo que
podrían ser difíciles de descubrir en organismos más complejos y luego pasamos
esa información a investigadores que trabajan con modelos mamíferos. Así, se pueden
descubrir dianas terapéuticas que faciliten el paso del estudio del
comportamiento animal al desarrollo de terapias humanas”. Rothenfluh
coincide: “Realmente podemos empezar a
comprender los mecanismos de la elección de la cocaína y, cuanto más
comprendamos el mecanismo, más posibilidades tendremos de encontrar una terapia
que pueda actuar sobre él”.
Además de las búsquedas específicas de terapias,
Rothenfluh afirma que la investigación básica sobre los mecanismos de
funcionamiento de la mente humana —y de la mosca de la fruta— puede tener
impactos inesperados. “El simple intento
de comprender el pequeño y simple cerebro de la mosca puede brindarnos una información
impredecible”…“La ciencia básica es importante, y nunca se sabe qué
descubrimientos emocionantes podrían tener un impacto en la comprensión de la
condición humana”.
Maracaibo, sábado 14 de junio del año 2025
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