jueves, 20 de octubre de 2016

Lope de Aguirre en el cine y en la historia




Lope de Aguirre en el cine y en la historia

     Hace casi 24 años en mi primera visita al País Vasco, tuve la suerte de conocer en Donosti a don Carlos Blasco de Imáz, parlamentario vasco en distintas legislaturas, Consejero de Comercio, Pesca y Turismo del Gobierno Vasco entre 1980 y 1984 quien regresó al PNV, desde donde trabajó a favor de la reconciliación nacionalista, escritor de numerosos artículos y del libro “Los Fueros”, padre de mi amigo y colega Eduardo Blasco Olaetxea y quien me señaló la importancia de la Compañía Gipuzkoana en nuestra historia patria y me sorprendió al hablarme entusiasmado sobre Lope de Aguirre, el cojo vasco de Oñate que se atrevió a desafiar al Rey de España desde tierras americanas. Él me mostró una edición del libro de Casto Fulgencio López recomendándome su lectura. He recordado nostálgico hoy a don Carlos quien fallecería varios años después de nuestro primer encuentro luego de una tenaz lucha contra el cáncer, a propósito de Lope de Aguirre...

     Lope de Aguirre es la figura de una película que se considera como una de las joyas del cine alemán. También conocida en español como Aguirre, la ira de Dios (en alemán" Aguirre, Der Zorn Gottes"), del cineasta alemán Werner Herzog, es un filme del año 1972 que fue protagonizado por el actor de la misma nacionalidad Klaus Kinski. El film narra supuestamente el viaje del conquistador español Lope de Aguirre por la cuenca el río Amazonas en busca de El Dorado. La historia está basada en la figura histórica de Aguirre y en el diario de viaje de  Gaspar de Carvajal, elementos con los que Herzog y Kinski reconstruyeron la época de la llegada de los europeos a América. La fotografía de Thomas Mauch, Francisco Joan y Orlando Macchianello, y la música, toda con guitarra eléctrica y  mellotrón, un instrumento musical electro-mecánico polifónico que apareció en los años sesenta, fue ejecutada por la agrupación de rock progresivo Popol Vuh. En el reparto además de Klaus Kinski actuaron Helena Rojo, Del Negro, Ruy Guerra, Peter Berling, Cecilia Rivera, Dany Ades y Armando Polanah

      El filme narra una enloquecida aventura/epopeya que un grupo de soldados españoles comandados y abstraídos por el vasco Lope de Aguirre, “la cólera de Dios", como supuestamente se autodenominaba desafiante el conquistador español quien al final de su delirio en el filme pretendía casarse con su propia hija a fin de lograr una saga purísima... Es una película arrítmica y abigarrada, que recrea una visión poco real de la verdadera historia y es un film de locura e irracionalidad contrastando con la riqueza exuberante e implacable de la selva amazónica. La producción cinematográfica es narrada con un ritmo lento, casi irreal, que le otorga al film un aura de pesadilla, cual preludio del descenso a los infiernos río abajo también, que nos recuerda a Conrad en El corazón de las tinieblas, o como sucede en la sobrecogedora Apocalypse now de Francis Ford Coppola. La película resultó ser el fruto no de la unión de dos talentos, sino del brutal choque de ambos. Se ha dicho que director y actor eran dos hombres que se odiaban a muerte, llenos ambos de virtudes y defectos, que reunieron el talento visual, la imaginería, la capacidad escenográfica y la atracción por lo irreal del cineasta y director teatral Werner Herzog,  y el indómito, excesivo, altanero y serio carácter de Klaus Kinski.
 
      La elección de Herzog para el papel de Aguirre nació del recuerdo del actor Klaus Kinski. Los dos se habían conocido varios años antes, cuando el joven actor residió en la misma pensión que la familia de Herzog durante tres meses. Las violentas y desquiciadas reacciones del intérprete dejaron una impresión duradera en el director. Años más tarde, Herzog recordó al actor y supo que era el único que podía interpretar al loco Aguirre, por lo que le envió una copia del guion. Entre las tres y las cuatro de la mañana, sonó el teléfono, y recordó Herzog… “Me tomó por lo menos un par de minutos para darme cuenta que era Kinski el origen de aquellos inarticulados gritos. Después de una hora, me di cuenta de que le resultaba fascinante el guion y quería ser Aguirre”. Un actor tan capaz de lo sublime como de lo más detestable, Klaus Kinski con su estilo interpretativo, inventará un Aguirre enajenado, aterrador, loco, visionario, enfermizo, empecinado, endiosado y fracasado que conduciría con su aire místico a una legión de hombres a vivir y morir en una aventura Dantesca en la densa e infinita Amazonía, de la cual cuando todos quisieron salir ya era demasiado tarde. El rodaje fue igualmente extremo, así como fueron también los métodos de Herzog. La película llevaba implícita la ambición del hombre y la locura del poder hasta las últimas consecuencias planteando uno de los grandes temas del cineasta: la lucha del hombre contra sí mismo, la obsesión de un director quien a su vez, retrata personajes igualmente obsesionados con sus objetivos. Aguirre, der Zorn Gottes recibió el reconocimiento de la crítica y rápidamente fue catalogada como "película de culto".

    La figura de Lope de Aguirre, el vasco cojo y harapiento que caminó incansablemente las tierras americanas, este que Arturo Uslar Pietri nos mostró en El camino de El Dorado (1947) y que el periodista e historiador guaireño Cato Fulgencio López transformara en el primer caudillo de América en López de Aguirre, el peregino (1947), también fue abordada por el novelista argentino Abel Posse en 1978 cuando publicó Daimón y sobre esta novela, “nos parece -dijo el escritor canario Juan Jesús Armas Marcelo en 1979-, que la novela era tan importante como Cien años de soledad. Será Miguel Otero Silva quien lo bautizará como el Príncipe de la libertad. Lope de Aguirre orquesta la historia: traidor de traidores, por donde pasa no quiere volver a ver crecer la hierba española en América, generando con ello el sentimiento continental, la utopía americana que aún sigue tentando a tantos y tantos pensadores, políticos e intelectuales, de aquel y de este lado del Atlántico: “A tí Felipe, rey español, te declaro enemigo mío cincuenta veces más mi enemigo... “Así se inicia su carta de rebeldía que habrá de ser, en el devenir del destino histórico, la expresión de lo que harán valer nuestros libertadores por todo el continente.  En la locura de la dimensión amazónica, nacerán las esperanzas emancipadoras de los patriotas hispanoamericanos. Años más tarde Otero Silva, establecerá los parámetros humanos del loco Aguirre, y utilizando métodos lingüísticos y tempos novelescos, creará su novela “Lope de Aguirre, Príncipe de la libertad”, editada por Seix Barral/Biblioteca Breve. Barcelona, en 1979. El tiempo, en la novela de Otero Silva, se percibe como una sucesión de anécdotas, tal como “literariamente”, el narrador estima que ocurrieron las cosas. Una sucesión irrevocable de muertes de falsos conquistadores, de capitanes y patanes españoles cuya ambición estuvo siempre muy por debajo de la imaginación, ya americana y profética de Lope de Aguirre.


      Se han escrito muchos libros sobre Lope de Aguirre donde interpretan que España siempre tuvo la razón: cronistas a sueldo que interpretaron la disidencia como traición y no como profecía, ya sabemos que en nuestro suelo patrio todavía se percibe lo mismo, se persigue al disidente, se califica de traidor a quien no siga las líneas del régimen, se irrespetan las minorías… Allí en la selva americana estaba el vasco, luciendo todavía sus harapos, él quien proclamó en las orillas del Marañón la libertad americana, él quien olvidará su piel española, tragada por la selva, y desde aquella soledad inmensa, su personalidad llegará hasta nosotros, de la mano de Miguel Otero Silva quien al bautizarlo “Príncipe de la libertad”, había comprendido perfectamente la dimensión libertadora del vasco errante y traidor, del español disidente de la patriotería y del imperio divino, trocado de traidor en libertador, socavador de un imperio que nunca fue y que perdió toda su estructura retórica, cuando cedieron sus falsos cimientos como un castillo de naipes.

Maracaibo 20 de octubre del año 2016
Se copian algunos fragmentos de un artículo que apareció miércoles, 8 de agosto de 1979 en El País, España, escrito por Juan Jesús Armas Marcelo

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