Lope de Aguirre en el cine y en la historia
Hace casi 24 años en mi primera
visita al País Vasco, tuve la suerte de conocer en Donosti a don Carlos Blasco
de Imáz, parlamentario vasco en distintas legislaturas, Consejero de Comercio,
Pesca y Turismo del Gobierno Vasco entre 1980 y 1984 quien regresó al PNV, desde
donde trabajó a favor de la reconciliación nacionalista, escritor de numerosos
artículos y del libro “Los Fueros”, padre de mi amigo y colega Eduardo Blasco
Olaetxea y quien me señaló la importancia de la Compañía Gipuzkoana en nuestra
historia patria y me sorprendió al hablarme entusiasmado sobre Lope de Aguirre,
el cojo vasco de Oñate que se atrevió a desafiar al Rey de España desde tierras
americanas. Él me mostró una edición del libro de Casto Fulgencio López recomendándome
su lectura. He recordado nostálgico hoy a don Carlos quien fallecería varios
años después de nuestro primer encuentro luego de una tenaz lucha contra el
cáncer, a propósito de Lope de Aguirre...
Lope de Aguirre es la figura de una
película que se considera como una de las joyas del cine alemán. También
conocida en español como Aguirre, la ira de Dios (en alemán"
Aguirre, Der Zorn Gottes"), del cineasta alemán Werner Herzog, es un
filme del año 1972 que fue protagonizado por el actor de la misma nacionalidad
Klaus Kinski. El film narra supuestamente el viaje del conquistador español
Lope de Aguirre por la cuenca el río Amazonas en busca de El Dorado. La
historia está basada en la figura histórica de Aguirre y en el diario de viaje
de Gaspar de Carvajal, elementos con los
que Herzog y Kinski reconstruyeron la época de la llegada de los europeos a
América. La fotografía de Thomas Mauch, Francisco Joan y Orlando Macchianello,
y la música, toda con guitarra eléctrica y
mellotrón, un instrumento musical electro-mecánico polifónico que
apareció en los años sesenta, fue ejecutada por la agrupación de rock
progresivo Popol Vuh. En el reparto además de Klaus Kinski actuaron Helena
Rojo, Del Negro, Ruy Guerra, Peter Berling, Cecilia Rivera, Dany Ades y Armando
Polanah
El filme narra una
enloquecida aventura/epopeya que un grupo de soldados españoles comandados y
abstraídos por el vasco Lope de Aguirre, “la cólera de Dios", como
supuestamente se autodenominaba desafiante el conquistador español quien al
final de su delirio en el filme pretendía casarse con su propia hija a fin de
lograr una saga purísima... Es una película arrítmica y abigarrada, que recrea
una visión poco real de la verdadera historia y es un film de locura e
irracionalidad contrastando con la riqueza exuberante e implacable de la selva
amazónica. La producción cinematográfica es narrada con un ritmo lento, casi
irreal, que le otorga al film un aura de pesadilla, cual preludio del descenso
a los infiernos río abajo también, que nos recuerda a Conrad en El corazón de las tinieblas, o como
sucede en la sobrecogedora Apocalypse
now de Francis Ford Coppola. La película resultó ser el fruto no de la
unión de dos talentos, sino del brutal choque de ambos. Se ha dicho que director
y actor eran dos hombres que se odiaban a muerte, llenos ambos de virtudes y
defectos, que reunieron el talento visual, la imaginería, la capacidad
escenográfica y la atracción por lo irreal del cineasta y director teatral
Werner Herzog, y el indómito, excesivo,
altanero y serio carácter de Klaus Kinski.
La elección de Herzog
para el papel de Aguirre nació del recuerdo del actor Klaus Kinski. Los dos se
habían conocido varios años antes, cuando el joven actor residió en la misma
pensión que la familia de Herzog durante tres meses. Las violentas y
desquiciadas reacciones del intérprete dejaron una impresión duradera en el
director. Años más tarde, Herzog recordó al actor y supo que era el único que
podía interpretar al loco Aguirre, por lo que le envió una copia del guion.
Entre las tres y las cuatro de la mañana, sonó el teléfono, y recordó Herzog… “Me tomó por lo menos un par de minutos para
darme cuenta que era Kinski el origen de aquellos inarticulados gritos. Después
de una hora, me di cuenta de que le resultaba fascinante el guion y quería ser
Aguirre”. Un actor tan capaz de lo sublime como de lo más detestable, Klaus
Kinski con su estilo interpretativo, inventará un Aguirre enajenado, aterrador,
loco, visionario, enfermizo, empecinado, endiosado y fracasado que conduciría
con su aire místico a una legión de hombres a vivir y morir en una aventura
Dantesca en la densa e infinita Amazonía, de la cual cuando todos quisieron
salir ya era demasiado tarde. El rodaje fue igualmente extremo, así como fueron
también los métodos de Herzog. La película llevaba implícita la ambición del
hombre y la locura del poder hasta las últimas consecuencias planteando uno de
los grandes temas del cineasta: la lucha del hombre contra sí mismo, la
obsesión de un director quien a su vez, retrata personajes igualmente
obsesionados con sus objetivos. Aguirre,
der Zorn Gottes recibió el
reconocimiento de la crítica y rápidamente fue catalogada como "película de culto".
La figura de Lope
de Aguirre, el vasco cojo y harapiento que caminó incansablemente las tierras
americanas, este que Arturo Uslar Pietri nos mostró en El camino de El Dorado (1947)
y que el periodista e historiador guaireño Cato Fulgencio López
transformara en el primer caudillo de América en López de Aguirre, el peregino (1947), también fue abordada por el
novelista argentino Abel Posse en 1978 cuando publicó Daimón y sobre esta novela, “nos parece -dijo el escritor canario
Juan Jesús Armas Marcelo en 1979-, que la novela era tan importante como Cien años de soledad”. Será Miguel Otero Silva quien lo
bautizará como el Príncipe de la
libertad. Lope de Aguirre orquesta la historia: traidor de traidores, por donde
pasa no quiere volver a ver crecer la hierba española en América, generando con
ello el sentimiento continental, la utopía americana que aún sigue tentando a
tantos y tantos pensadores, políticos e intelectuales, de aquel y de este lado
del Atlántico: “A tí Felipe, rey español, te declaro enemigo mío cincuenta veces más mi
enemigo... “Así se inicia su carta de rebeldía que habrá de ser, en el
devenir del destino histórico, la expresión de lo que harán valer nuestros
libertadores por todo el continente. En
la locura de la dimensión amazónica, nacerán las esperanzas emancipadoras de
los patriotas hispanoamericanos. Años más tarde Otero Silva, establecerá los
parámetros humanos del loco Aguirre, y utilizando métodos lingüísticos y tempos
novelescos, creará su novela “Lope de
Aguirre, Príncipe de la libertad”, editada por Seix Barral/Biblioteca
Breve. Barcelona, en 1979. El tiempo, en la novela de Otero Silva, se percibe
como una sucesión de anécdotas, tal como “literariamente”, el narrador estima que ocurrieron las cosas. Una sucesión irrevocable de muertes de
falsos conquistadores, de capitanes y patanes españoles cuya ambición estuvo
siempre muy por debajo de la imaginación, ya americana y profética de Lope de
Aguirre.
Se han escrito muchos
libros sobre Lope de Aguirre donde interpretan que España siempre tuvo la razón:
cronistas a sueldo que interpretaron la disidencia como traición y no como
profecía, ya sabemos que en nuestro suelo patrio todavía se percibe lo mismo,
se persigue al disidente, se califica de traidor a quien no siga las líneas del
régimen, se irrespetan las minorías… Allí en la selva americana estaba el
vasco, luciendo todavía sus harapos, él quien proclamó en las orillas del
Marañón la libertad americana, él quien olvidará su piel española, tragada por
la selva, y desde aquella soledad inmensa, su personalidad llegará hasta
nosotros, de la mano de Miguel Otero Silva quien al bautizarlo “Príncipe de la
libertad”, había comprendido perfectamente la dimensión libertadora del vasco errante
y traidor, del español disidente de la patriotería y del imperio divino,
trocado de traidor en libertador, socavador de un imperio que nunca fue y que
perdió toda su estructura retórica, cuando cedieron sus falsos cimientos como
un castillo de naipes.
Maracaibo
20 de octubre del año 2016
Se copian algunos fragmentos de un artículo que apareció miércoles,
8 de agosto de 1979 en El País, España, escrito por Juan Jesús Armas Marcelo
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