miércoles, 5 de marzo de 2025

Entre buitres y zamuros


Medio inspirado al releer un artículo del año pasado escrito por Javier Yanes, periodista de El País (España) sobre los “buitres negros” ('Coragyps atratus') como ejemplo de ave carroñera, recordé a un estudiante de Biología maracucho que había hecho de este tema una especie de obsesión; no sé cómo terminó ya que le perdí la pista, y nunca pude saber si habría finiquitado con suerte sus investigaciones sobre las características biológicas de los zamuros.

A diferencia de nuestra sociedad, la sabia naturaleza no desperdicia nada, y casi como decía Antoine Lavoisier (https://tinyurl.com/4uxt9vwe) “todo se transforma” en esa especie de  inmensa máquina de reciclaje donde tienen un puesto de honor los carroñeros. Estos son animales que devoran la basura orgánica y la convierten de vuelta en materia viva. Esta capacidad de alimentarse de una comida pútrida que a los humanos nos llevaría al hospital o a la tumba, es mucho más que una curiosidad científica: la biotecnología estudia el blindaje digestivo que protege a esos animales basureros y en él busca nuevas armas contra bacterias peligrosas para ayudarnos a curar infecciones, proteger las cosechas o conservar los alimentos.

Comer carroña es una práctica de alto riesgo que no puede ser una sorpresa para nadie. La carne en descomposición contiene bacterias nocivas y toxinas, a lo que se añade que el animal podrido pudo haber muerto por una enfermedad infecciosa. Los carroñeros también pueden contraer microbios de otros carroñeros que acuden al festín. A pesar de ello, el número de estas especies es casi incontable, y a sus “banquetes” acuden multitud de insectos como moscas y escarabajos entre los clásicos buitres o zamuros, o las hienas, pasando por alto los llamados basureros marinos con desconocidos como los mixinos, también conocidos como peces-bruja o hiperotretos unos supuestos peces sin mandíbulas ni columna vertebral emparentados con las lampreas. 

Sabemos que una simple comida un poco fuerte nos lleva a echar mano de un digestivo o un antiácido… ¿Cómo logran estos animales alimentarse de cadáveres putrefactos sin morir en el intento? Para solucionar este misterio se han propuesto hipótesis muy variadas, y algunas en realidad no cuentan con la menor evidencia. Existe un trabajo de la Universidad de California en Los Ángeles (EUA) dirigido por el ecólogo Daniel Blumstein quien afirmaría; “No encontramos ningún fundamento de que utilizar orina para esterilizar los cadáveres, tener la cabeza calva, comer rápido o lavar la comida reduzcan el riesgo de enfermedad en los comedores de carroña”. Esa conclusión no descarta que muchos carroñeros sí adopten otras medidas para reducir el riesgo.

Aunque pueda parecernos lo contrario, “algunos son muy selectivos”, apunta Blumstein. En una recopilación de datos de la dieta de más de 600 especies carroñeras, Tim Cushnie, experto en enfermedades infecciosas de la Universidad Mahasarakham (Tailandia), y sus colaboradores recogen algunas de estas conductas, entre otros muchos casos y plantean el asunto de los ya antes mencionados “mixinos”, las aves como el “aura gallipavo el buitre más extendido en América, o ciertos cangrejos que se ciñen solo a cadáveres recientes, y recuerdan como los lobos evitan la carroña bajo el calor del verano, los cuervos prefieren las presas ya abatidas por predadores, y los quebrantahuesos desechan la carne.

Sin embargo, todo esto no elimina la exposición al cúmulo de peligros de la carroña. En el Museo Nacional de Historia Natural de EE UU, en Washington, el zoólogo Gary Graves estudia el sistema digestivo de los buitres para comprender qué los hace invulnerables a estas comidas mucho más que indigestas. Graves y sus colaboradores descubrieron que “el aura gallipavo” y el zamuro o “zopilote”, otro buitre americano, albergan en sus intestinos un microbioma bastante limitado, con solo unas 76 especies de bacterias y aunque la acidez de su estómago actúa como filtro, en su intestino predominan bacterias letales como clostridios y fusobacterias, que incluyen especies causantes de enfermedades como el botulismo, el tétanos, la gangrena o la necrosis de tejidos.

“Durante mucho tiempo hemos sabido que estos buitres exhiben una inmunidad sustancial a las toxinas bacterianas en la carroña; sin embargo, todavía no sabemos qué procesos genéticos, moleculares o celulares son responsables de esta alta tolerancia”, señala Graves. Por su parte, Blumstein añade que, dado que “no parece haber una sola manera para los carroñeros de evitar la enfermedad, el número limitado de estudios nos dice que necesitamos más estudios para entender realmente cómo lo hacen”.

Más allá del conocimiento científico, desentrañar estas incógnitas puede ofrecer grandes aplicaciones. “La resistencia a los antibióticos es una inmensa amenaza a la salud pública global” subraya Blumstein. Cuando los antibióticos disponibles dejan de servir, necesitamos nuevas armas antimicrobianas, y “las defensas de los carroñeros pueden ser una nueva fuente de agentes antibacterianos”, destaca Cushnie. La ventaja de estas indagaciones, dice el experto, es que será más fácil destapar nuevos hallazgos allí donde no se ha buscado antes, y las mayores promesas están en las especies que más carroña ingieren en su dieta y en aquellas que consumen los restos más podridos.

El trabajo de Cushnie y colaboradores recoge pistas interesantes que encaminan el trabajo de los biotecnólogos: la sarcotoxina 1A, una proteína antimicrobiana de una mosca, reduce las plagas en las cosechas. La serrawettina, obtenida de un escarabajo necrófago, se ensaya como antibacteriano. La quitina, el polímero de los exoesqueletos de los insectos, blinda el intestino de algunos de ellos; y puede extraerse de la mosca soldado negra para evitar las infecciones en implantes médicos, donde las bacterias suelen formar películas llamadas biofilms, de difícil eliminación. Algunas lectinas, unas proteínas que se unen a azúcares, pueden guiar fármacos hacia los sitios de infección. Bacterias beneficiosas en el intestino de los carroñeros producen bacteriocinas, unos compuestos candidatos a conservantes alimentarios. Otras moléculas de estas bacterias pueden servir como alternativa a los antibióticos en la crianza del ganado.

Según Cushnie, aún es demasiado pronto para saber cuáles de estas soluciones prosperarán: “¿Qué genes, moléculas o células obtenidas de los carroñeros se desarrollarán primero para aplicaciones prácticas? Eso dependerá no solo del progreso en los diferentes laboratorios, sino también de las futuras perspectivas comerciales”, explica este investigador. Con el 90% de las especies carroñeras aún por estudiar, hay motivos para esperar grandes avances en este campo.

Las fallas del servicio de recolección, traslado y disposición de desechos sólidos en varias ciudades de Venezuela han generado la proliferación de zamuros en centros urbanos del país. Estas aves carroñeras, también conocidas popularmente como zamuros, buitres o zopilotes, ahora forman parte del paisaje urbano y comparten techos, balcones, calles y avenidas con los venezolanos. Estos plumíferos negros, no enfrentan a ningún depredador en la cadena alimentaria, mientras consumen animales en estado de descomposición o moribundos. Al terminar de comer, extienden sus alas para disminuir la carga bacteriana que han obtenido al ingerir el cadáver.

Finalmente, veterinarios y ambientalistas resaltan que, aunque el aspecto y mitos alrededor de este animal —protagonista de cientos de metáforas oscuras— no ayudan a su reputación, son más los beneficios que aporta su presencia, sobre todo en un país sumido en la basura desde hace más de dos décadas y sin un plan eficiente —y ajustado al siglo XXI— de manipulación y recolección de desechos sólidos.

Maracaibo miércoles 5 de marzo del año 2025 

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