Había aprendido a sobrellevar su
enfermedad sin culparse a sí mismo. La había adquirido en el goce pleno de sus
facultades. El psiquiatra de la Universidad de Yeshiva, se distinguía entre sus
amigos por ser, según él, un ex diplomático. En realidad, fue retirado del
cargo de agregado o de asesor científico cultural en la Embajada de su país en
Washington a finales de 1983 y pocas personas conocieron el bochornoso caso por
el entredicho que se suscitó.
De aquella historia sobre todo sufrió la
reputación del doctor Gilberto Falcón quién también fue involucrado en los
hechos, pero dada su condición de diplomático muy conocido, fue trasladado
desde los Estados Unidos a Ginebra. Gracias a su posición como funcionario de
confianza de la Organización Mundial de la Salud, fue ubicado en Suiza con un
cargo de superior jerarquía. Afortunadamente las andanzas diplomáticas de
Robertico no interrumpieron su dedicación y celo profesional. En ese entonces
se hizo con el American Board of Physchiatrics.
Cuando se residenció en Nueva York y
logró su cargo en el Montefiori Hospital ya hacía un par de años de la
disolución de su vínculo matrimonial con Pauline. Robby estaba consciente de
que había adquirido la peste desde el comienzo mismo de su enfermedad. Era, la peste
de las locas, como la había denominado un compatriota suyo a comienzos de los
ochenta. Robby sabía que las descargas de semen ajeno en su torrente
circulatorio acortaban su vida y este convencimiento había frenado parcialmente
sus deseos de revivir épocas promiscuas de amorosos excesos.
Quizás por ello, buscaba con afán los
sitios donde habían transcurrido tantos días felices años atrás, otras épocas
de paz, amor y desenfado y él las revivía frecuentemente con la ayuda de
psicofármacos o trasladándose en el subway al Village, o a la calle 42 y la
Quinta, ocasionalmente encerrándose en su apestoso apartamento en el Bronx,
pero se había aislado de su mundo.
En otras oportunidades menos frecuentes
se reunía con algunos parias, pero esto había dejado de interesarle en
realidad, a pesar de sus necesidades biológicas, ya casi no frecuentaba a sus
amigos del Village, ya casi no alternaba con todos aquellos, quienes fueron su
vida hasta casi dos años atrás, los habitantes grises del submundo oscuro de la
noche, a quienes en ocasiones ahora le provocaba asesinar gritándoles, locas,
¡locas pestosas!
Ellos, siempre fueron los amigos
amantísimos de aquella música y del humo al amanecer, del arte y la poesía, de
las inyectadoras, de la saliva y el sexo compartido y de toda aquella locura de
las drogas, los travestis y los amores imposibles, en la búsqueda del placer en
el dolor. En general, a él no le agradaba mezclarse con ellos desde que se
sabía enfermo de la peste ya que creía que los seres en condiciones similares a
las suyas, juntos se buscaban para solazar las penas y casi siempre la
consecuencia final era potenciar su desesperación o caer en profundas
depresiones que rayaban los umbrales de la muerte.
Una voz acerada le sacó de su ensueño. What´s in your mind? Era Andy Trash quién le hablaba envolviéndolo con su
aliento a rata muerta por intoxicación etílica. Roberto le miró y tomándole una
mejilla le sonrió preguntándole. Are you loaded? El encuentro con Trash era siempre un
preludio a la acción, era la seguridad de un buen rato high. Con su cuerda de
punketos, Andy era un buen chance de hacerse con poco de crack, una minucia
solamente, lo necesario para ponerse en una buena onda, lo indispensable para
mitigar un tanto el dolor de su agitado corazón. Miró hacia la puerta y se
estremeció. El torso negro, brillante y aceitoso de Gibson Davies, parecía
querer explotar en su pequeña franelilla.
El joven de color lo miraba desde la entrada de la cafetería y le mostró su blanca dentadura. Con la cabeza rapada y un zarcillo dorado en una oreja, el corpulento negro le hizo un gesto con la cabeza y el cuello llamándolo. Robby observó los brazos nervudos de Gibson, parecía un Dios de ébano, reluciente, con muñequeras de cuero. La mirada de Robby se dirigió a sus manos, apretaba un cinturón ancho y negro, luego miró sus piernas entreabiertas enfundadas en un bluejean desteñido y de nuevo regresó a las manos cuando se dirigieron a la entrepierna, sobándoselo... Shhhiiiiiit, musitó Roberto agitado y sin quitarle la vista se fue incorporando de su asiento. Puso unos billetes sobre el mostrador y sin mirar a Raymond no tardó en irse detrás de Gibson y de Andy quienes de espaldas a él ya salían de la cafetería para posesionarse de la esquina de la 42 y la Quinta, donde el asfalto lucía como laqueado por la lluvia reciente.
FIN de Ham & Eggs (2).
Aquí termino este relato que como ya
informé inicialmente, es parte de mi primera novela publicada LaPesteLoca (1997). Los primeros casos de SIDA se
detectaron en 1981 en Nueva York y California, aunque no fue bautizado como SIDA
hasta un año más tarde. Las personas padecían enfermedades como el sarcoma de Kaposi, e infecciones
pulmonares. Para quienes como médicos (yo como patólogo estuve
presente en la realización de más de 400 autopsias en el IAP de la UCV en
pacientes venezolanos con SIDA, y debo nombrar a José Esparza el virólogo que
investigaría la etiología de la pandemia del SIDA en aquellos años del pasado
siglo XX), vivimos de cerca la pandemia del SIDA, creo debo complementar este
retazo de la novela (que está en Amazon), con algo de cine, pues la TV nos
mantiene con sus películas, recordándonos
aquellos terribles años del VIH.
Es importante captar que
la primera gran producción de Hollywood
que abordó el tema, lo hizo cuando ya 220.000 estadounidenses habían muerto de
SIDA. Sería la película para televisión Escarcha de verano que
se emitió por primera vez en 1985 en los EUA. Buddies (1985), de Arthur J. Bressan fue
tambien una cinta pionera, injustamente olvidada. Un año después se estrenaba Parting
Glances (1986), de Bill Sherwood, una comedia de enredos
sobre las desventuras de Michael, un joven que tiene diversos amantes,
incluyendo a Michael expareja y seropositivo, con quien conserva una buena
amistad.
La más conocida es quizá, la ganadora del
Tony Award, el drama de la HBO Televisión, Philadelphia filme del drama judicial estadounidense de 1993, escrita
por Ron Nyswaner, y dirigida por Jonathan Demme,
que estuvo exitosamente protagonizado por Tom Hanks y Denzel Washington, con actores Jason Robards, Joanne Woodward y Antonio Banderas quienes formaron
parte del elenco de reparto. La vida del joven abogado Andy Beckett cuando
descubre que vive con VIH es
despedido de la firma de abogados para la que trabaja y decide contratar al
abogado Joseph Miller para que le defienda durante el juicio debiendo luchar no
solo contra la opinión que tiene la sociedad sobre dicha enfermedad, sino
también contra sus propios prejuicios sobre la homosexualidad,
en un conmovedor desenlace.
Vivir hasta el fin (1992), de Gregg Araki, es una película alternativa en la que
una pareja de chicos decide lanzarse a lo loco a la carretera tras conocer que
son portadores del virus. Las noches salvajes (1992), fue ganadora del
César a la Mejor Ópera Prima. Dirigida por Cyril Collard,
basada en una obra escrita anteriormente por él mismo sobre su historia
personal. Los amigos de Peter (1992), de Kenneth Branagh.
La película tras su envoltorio de comedia de enredo planteaba cómo confesar a
los amigos que se es seropositivo…
En el filo de la duda (1993), de Roger Spottiswoode. Se estrenó en televisión, con Richard Gere, Ian McKellen, Anjelica Huston, Mathew Modine y Alan Alda,
con el claro objetivo: de concienciar con un tono documental. Kids (1995),
dirigida por Larry
Clarke, una polémica
película que retrataba el comportamiento rebelde y los excesos de un grupo de
adolescentes devorados por el consumo de drogas y el sexo. Angels In America (2003), una miniserie para
televisión de Mike Nichols. The Dallas Buyers Club (2013), de Jean-Marc Vallée, con Matthew McConaughey; Test (2013), de Chris Mason Johnson;
y The normal Heart (2014),
basada en la obra de teatro de 1985 del mismo título, dirigida por Ryan Murphy, fue protagonizada por Mark Ruffalo, Matt Bomer, Taylor Kitsch, Jim Parsons y Julia Roberts
en el rol de la parapléjica
Dra. Emma Brookner, luchando por salvar los enfermos de Sida, y donde Mark
Ruffalo era testigo gay con muestras del dolor de la comunidad homosexual en
sus luchas iniciales para buscar ayuda del gobierno.
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