sábado, 4 de mayo de 2024

Las biólogas camerunesas


Sabine Fanta y Daïrou Hadidjatou han recibido dos premios de la Unesco destinados a jóvenes científicas, otorgados por investigar plantas medicinales para el alzhéimer y la salud cardiaca. Se ha dicho que sus investigaciones buscan que la sabiduría ancestral de África entre también en el laboratorio. Sabine Fanta y Daïrou Hadidjatou son biólogas y viven en su patria, Camerún.

Los navegantes portugueses que llegaron a la costa camerunesa en 1472 le pusieron el nombre de Rio dos Camarões (Río de los camarones), tras constatar la abundancia de gambas y cangrejos de río de aquella zona del Africa, la cual provocaría su nombre por esta curiosidad se deriva la actual denominación del país. En los siglos siguientes los europeos comerciaron con los pueblos costeros mientras los misioneros se establecieron en el interior. llamado "África en miniatura" por su diversidad geológica y cultural: tiene playas, desiertos, montañas, selvas y sabanas.

En 1884, el Imperio alemán empezó a erigir factorías e implantó el régimen colonial, pero la derrota sufrida por Alemania en la Primera Guerra Mundial, llevo a que el territorio fuese dividido en dos mandatos, el de Francia de mayor extensión y otro del Reino Unido. La calidad del servicio sanitario en Camerún es mala. La expectativa de vida es aproximadamente de 54,71 años, siendo una de las más bajas del mundo. En las áreas rurales, las fábricas no poseen medidas higiénicas básicas. ​ Dentro de las enfermedades endémicas del país destacan el dengue, la filariasis, leishmaniasis, malaria, meningitis bacteriana, esquistosomiasis y la enfermedad del sueño. La seroprevalencia de VIH ronda en torno al 5,4 % de la población del grupo etario entre 15 y 49 años. Debido a los recortes de financiamiento el sistema de salud posee muy pocos profesionales. Médicos y enfermeras, formados en Camerún, emigran debido al mal pago y el exceso de trabajo.

Sabine Fanta y Daïrou Hadidjatou nacieron en una zona rural de Camerún. Mamaron desde pequeñas el amor por la ciencia con vocación de servicio. La primera es hija de un enfermero; la segunda, de un veterinario. Las dos estudiaron biología en Ngaounderé, la capital de Adamawa, una región al norte del país centroafricano. En los hogares de ambas encontraron un firme apoyo para perseguir sus sueños.

En Ngaounderé, compartieron sus apuntes y sus inquietudes e irían forjando una voluntad común en la idea de investigar sobre los remedios naturales africanos para dignificarlos aportando una mirada empírica a las supuestas propiedades de frutos y raíces, vistiendo la sabiduría ancestral con sus pulcras batas blancas de laboratorio. Después de graduarse, Fanta y Hadidjatou acabaron por casualidad, compartiendo probetas y microscopios en el Instituto de Investigaciones Médicas y Estudios de Plantas Medicinales, de Yaundé, la capital de Camerún. Con treinta y pocos años, otra alineación del destino las había unido de nuevo: a finales del año 2023 cuando resultaron ganadoras (en categorías diferentes) de un galardón que concede la Unesco y la Fundación L´Oréal a jóvenes científicas de todo el mundo.

Fanta relataría por una video conferencia que :“Durante la entrega de premios, el jurado se sorprendió de que fuéramos amigas y trabajásemos en el mismo organismo. ¡No sabían nada!”… Ella lo decía mientras lanzaba sonrisas cómplices a Hadidjatou, que se hallaba sentada a su lado. Discurrirían entonces en estos términos: “Continúa la creencia de que es mejor que nos dediquemos a las humanidades. Con frecuencia se da por hecho que las ciencias son demasiado difíciles para nosotras”.

Los proyectos que les han valido sus respectivos premios tienen, claro, un denominador común: estudian los potenciales beneficios para la salud de productos agrícolas que son ampliamente consumidos en Camerún. La garcinia kola (un fruto seco también conocido como kola amarga u orobó) para prevenir o tratar enfermedades cardiovasculares. El de Hadidjatou se centra en los efectos positivos del orobó ya que: “Parece que impide la acumulación de grasa en las arterias, favoreciendo así la circulación normal de la sangre”, subraya.

Fanta, por su parte, investiga un aspecto muy interesante pues trata de entender cómo es que la horchata puede ayudar a evitar la pérdida de memoria. “Si entendemos mejor cómo ralentiza los procesos de estrés oxidativo y neuroinflamación que provocan la muerte de neuronas, podría servir de excelente complemento alimenticio para pacientes con enfermedades como el alzhéimer”, explica Fanta.

A nivel global según la Unesco, solo una de cada tres graduados en ciencia o tecnología son mujeres. Hadidjatou ha comprobado de primera mano los estereotipos de género siguen ahuyentando a las mujeres camerunesas de las carreras científicas. “Continúa la creencia de que es mejor que nos dediquemos a las humanidades. Con frecuencia se da por hecho que las ciencias son demasiado difíciles para nosotras. En secundaria éramos un grupo de seis amigas. Yo fui la única que siguió estudios científicos”, afirma. Por suerte, ella gozó del aliento de su familia, que siempre le dio amplios márgenes de libertad para decidir su senda vital. “Al decantarme por biología, mi padre me dijo que mi elección sería la suya. Solo añadió un consejo: que trabajara duro porque la buena ciencia requiere de mucho esfuerzo”.

Fanta cuenta que el contexto en que creció fue decisivo a la hora de delimitar su foco de interés predilecto: “La inmensa mayoría de cameruneses utilizamos plantas medicinales para curarnos. Quería contribuir a demostrar si, efectivamente, contienen esas propiedades que les atribuye la tradición u otras que vayamos encontrando por el camino”. En los últimos tiempos, continúa Fanta, proliferan estudios —en África y en todo el mundo— centrados en analizar los “principios activos y mecanismos de acción” de los remedios caseros. Según la Organización Mundial de la Salud, el 80% de la población africana recurre a ellos para abordar sus necesidades básicas de salud.

“Se trata de aportar credibilidad al conocimiento que las distintas culturas han ido acumulando a lo largo de los siglos”, añade Hadidjatou. “Antes”, continúa, “avanzábamos en la oscuridad, descubriendo poco a poco efectos terapéuticos o tóxicos, sin saber mucho de dosis o formas de administración. La investigación científica arroja luz, permite ir más lejos”.

Han sido dotadas con 15.000 euros (Fanta) y 10.000 euros (Hadidjatou), sendos premios han supuesto un acicate para que estas dos biólogas profundicen en la disección de la garcinia kola y de la horchata. “Estamos adquiriendo nuevo material, aprendiendo otras técnicas… Ha sido como un soplo de aire fresco”, destaca Fanta. Hadidjatou valora un extra asociado al galardón: la mayor visibilidad como científicas. “Mucha más gente nos conoce ahora, lo que nos abre enormemente la posibilidad de colaboraciones. Y la ciencia va, en gran medida, de eso: compartir conocimiento y trabajar juntos”.

En opinión de ambas, la colaboración es también la clave para conciliar dos ámbitos que algunos entienden como antagónicos. De un lado, las empresas farmacéuticas y del otro, los científicos que investigan si algunas dolencias quizá no precisen de la ingesta de medicamentos, ya que la cura podría estar en la naturaleza. “Es un tema polémico”, admite Fanta, quien ve, no obstante, múltiples vías de entendimiento.

Fanta y Hadidjatou están evaluando algunas propuestas para aunar esfuerzos —mediante proyectos conjuntos que les llegan desde distintos rincones de África, como Nigeria o Sudáfrica. Gracias a su premio, les están contactando colegas de profesión que admiran su trabajo y están, como ellas, volcados en poner el foco en el acervo medicinal africano. Mostramos a Daïrou Hadidjatou (izquierda) y Sabine Fanta (derecha) en un laboratorio del Instituto de Investigaciones Médicas y Estudios de Plantas Medicinales, en Yaondé (Camerún).

Maracaibo, sábado 4 de mayo del año 2024

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