jueves, 26 de diciembre de 2024

José Balza

 


Silda Cordoliani escribió sobre José Balza -quien en estos días cumplió 85 años- un hermoso artículo titulado “El escritor enamorado de la luz” y me he atrevido, o he intentado, hacer una síntesis del mismo, para este mi blog, lapesteloca, con el debido respeto a su autora al modificar la transcripción de variados fragmentos de su publicación original.

 

José Balza una vez tuvo ocho años, y ya para entonces las aventuras de Oliver Twist o Scaramouche habían hecho su efecto: lo literario había creado “como un prestigio abstracto de un mundo que desconocía”. La importancia de la aparición de la radio en la vida de aquel niño (para entonces con once años) fue tal que muchos años después habría de convertirse en la columna vertical de su cuarta novela ( “D” ).

 

Balza diría que su inclinación hacia los libros y la música “hizo que el mundo lleno de soberbia de la naturaleza palideciera”, y ese niño, que sentado en un barranco frente al río, en la novela “Medianoche en video: 1/5”, se imaginaba una fiesta en un barco, había sido dotado por algún extraño dios de los confines del Delta del Orinoco de una sensibilidad particular. “No existe el arte, existen los artistas”.

 

Por eso, diría el propio Balza: Podríamos pensar en los dramaturgos griegos, cuya creación hilaba simultáneamente la forma verbal, o podríamos aludir a Leonardo: dibujante, pintor, diseñador, escritor, político discreto, inventor. Su genio —aunque aborde áreas diferentes— converge hacia una misma dimensión. “El gran arte, la soberana magnitud de las revelaciones sociales y estéticas”, como dijera Julio Ortega en “José Balza: La escritura como ejercicio de la imaginación”.

 

Entre los escritores sobran ejemplos: desde William Blake en quien gráfica y literatura se complementan, hasta el Kafka que dibuja escenas de sus novelas. En 2015 la Sala Mendoza de la Universidad Metropolitana inauguraba una exposición de la gran cantidad de dibujos que atesoraba José Balza en una serie de cuadernos de diferentes formatos.  Lo hecho en el caballete, en cambio, se debe de haber perdido para siempre. Esas muchas aristas vinculantes con el arte: obsesión por la música, exactos dibujos y luminosas acuarelas y, en la adolescencia, ejercicios de pintor en un caballete armado en el zaguán de la casa…


 

Cuenta Balza que sus primeras “creaciones” no fueron cuentos ni dibujos. Con-el barro del barranco-, daba forma a unos pequeños animales, las figuritas ocres secadas al sol pasaron a convertirse en níveos conejitos, protagonistas seguramente, de unas cuantas historias en la cabeza de su creador. Con diecisiete años abandona la famosa aldea, de su obra narrativa, para establecerse en Caracas. Durante esos años de formación inicia una extensa novela que nunca vio la luz, pero que no se perdió del todo y surgió el relato más largo de su narrativa breve, que es “Alexis, el frecuente”, cuyo personaje Praxíteles el escultor de la Grecia clásica por excelencia, y su interlocutor, Alexis, retomarán su conversación al inicio de “Setecientas palmeras plantadas en el mismo lugar”, la novela que Balza publicaría en 1974.

 

“Todos sus niveles textuales están permeados por una textura estallante de color, de forma, de sonido, provocando una experiencia plástica y sensorial en el ojo que la persigue”, así lo afirmaría acertadamente Carlos Noguera en “La convergencia múltiple”. En 1983, Balza escribe uno de los más sagaces ensayos, sobre el pintor de El Castillete, “Reverón traspasó la barrera cromática y destruyó el arcoíris y el prisma, alcanzando en el blanco, con el blanco y por el blanco, todo el resumen de lo que podía decirse sobre el color”.

 

La luz (o su ausencia) ocupa un lugar fundamental en la narrativa de Balza, a veces de una manera evidente, como en “La sombra de oro” o en “Las dos” filtrándose en los intersticios del relato para crear atmósferas subyugantes y casi palpables, porque la evocación del resplandor consigue, en efecto, iluminar esa emoción donde debe detenerse el lector. En este escritor que una vez quiso ser pintor, los efectos y cualidades de la luz sobrepasan su presencia constante para arropar a toda una propuesta literaria donde los contornos se desvanecen.

 

Ya se ha dicho, que Alejandro Otero y Jesús Soto ocupan un lugar relevante en la obra ensayística de José Balza. Famosas son las ocho páginas que les dedica en “D”. Con evidentes visos autobiográficos, la visita a Alejandro Otero de la mano de Aromaia, da lugar a un resumido, pero agudo recorrido por la obra (y también vida) de ambos artistas plásticos. La transición a Soto y su obra, sondeada asimismo en sus diferentes etapas por el narrador, se realiza a partir de esa recurrente alquimia donde los personajes se funden y confunden para terminar mostrándose como las dos caras de Jano.

 

El primer libro de relatos publicado por José Balza en 1969 se tituló Ejercicios narrativos. en 1986 decide dar una pequeña vuelta de tuerca y subtitula la colección de cuentos reunidos en La mujer de espaldas, son sus “ejercicios holográficos”. Existe una  “atmósfera lumínica” que se respira en la mayor parte de ellos, no en vano el libro se inicia con “La sombra de oro”. Dice Julio Ortega que “el lenguaje de Balza es una suerte de lección de las artes; viene de la música tanto como de la pintura”

 

Afirmar que leer a Balza puede equivaler muchas veces a una experiencia semejante al recorrido de la mirada sobre un cuadro pleno de detalles no encierra ninguna exageración. No vamos a ver figurar en sus cuentos y novelas los nombres de pintores admirados, pero tal vez es posible reconocer a William Turner en sus fulgores (el “pintor de la luz”, como nuestro Reverón), a Antoine Watteau en sus frondas y riqueza de matices cromáticos o a Rembrandt en sus constantes claroscuros.

 

“El saludo del árbol” nos lleva a preguntarnos dónde están los límites entre el arte y la realidad o, si se prefiere, ¿en qué punto exacto se confunden? No menos sucede con “Dilución”, escrito en 2003, cuando los estragos de un nuevo régimen comenzaban a hacer mella y a crear profundas grietas en la sociedad venezolana, este cuento, que puede ser visto como una historia presagiada por la pintura, es a su vez presagio literario de lo que aún estaba por venir en Venezuela.

 

Que “José Balza ha escrito algunos de los textos más brillantes que hayan concebido en el castellano de estas tierras” es un hecho conocido. Tal vez lo que se ignore es que ellos son producto de “una incesante contemplación de lo visible, y lo visible se ha ido destilando en la mano que lo escribe y lo enmudece de su viva voz, haciéndose, con palabras, también dibujos, imágenes, reflejos, palimpsestos…”, esto bien lo dice Pérez-Oramas en el catálogo que acompañó a la primera exposición de Balza.

 

Tuve la fortuna de haber sido un asiduo lector de las novelas de José Balza (Tucupita 1939) desde su primera su primera novela, Marzo anterior (1965), a Medianoche en vídeo: 1/5 (1988). Balza ha sido ensayista, editor, narrador y crítico, todo esto como afluentes de un mismo río que busca y encuentra su desenlace natural en el vasto mar de las historias y las narraciones… Fue profesor de la Universidad Central de Venezuela y de la Universidad Católica Andrés Bello. Recibió el Premio Nacional de Literatura en 1991. Balza califica a el conjunto de su obra como "ejercicios narrativos", como si se tratara de un aprendizaje continuo y sin fin. Paralelamente a su obra literaria, Balza no ha dejado nunca de escribir ensayos críticos. La labor de rescate de autores venezolanos poco apreciados o valorados en su juventud es uno de los tesoros que ha legado a la crítica y a los lectores venezolanos.

 

Silda Cordoliani (Ciudad BolívarVenezuela, 1953) es cuentista, ensayista, y editora, estudió Letras en la Universidad Central de Venezuela, con estudios de postgrado en cine y literatura en la Universidad de Barcelona. Fue gerente editorial de Monte Ávila Editores. Su inclusión en la antología Vindictas: cuentistas latinoamericanas (Madrid, 2020) confirma su lugar en el panorama narrativo actual. Relatos suyos han aparecido en antologías dentro y fuera de Venezuela, y han sido traducidos al inglés, francés y esloveno. Esta sinopsis sobre José Balza es una muestra de su sensibilidad artística.

 

En Maracaibo, el jueves 26 de diciembre del año 2024

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