viernes, 27 de diciembre de 2024

La explicación…

 

Habiendo publicado más de un centenar de trabajos de investigación y algunos libros de patología, (perdonen la inmodestia, pero ese era mi trabajo) resulta que, desde hace casi 40 años he venido escribiendo y publicando libros de contenido literario; son más de 10 novelas y libros de relatos los culpables de que me encuentre hoy, tratando de explicar el cómo y el por qué he adoptado esta “maña” como una especie de variante escritural.

 

Sobre la escritura “como oficio”, no me refiero a la de “trabajos de investigación”, ni la descripción de casos anatomopatológicos, ni tampoco a la redacción de ensayos filosóficos o de artículos periodísticos. Este tema es de “escribir, literatura”. Sobre el asunto del “oficio de escribir”, Jorge Luis Borges dijo una vez que los oficios, son actividades remuneradas, y este -Oficio de escribir-para los escritores en general y para mí en particular, nunca ha sido remunerado, absolutamente, o mejor dicho, ha sido siempre: “muy mal remunerado”.

 

Puedo explicar -cómo y por qué-, siendo médico-anatomopatólogo, llegué a involucrarme con la literatura, hasta un punto tal, de que paralelamente a mi ejercicio como patólogo e investigador, me haya querido transformar en “escribidor”…de novelas. Para compartir con ustedes mis amables lectores, este hecho, tal vez singular –que, para mí, ha sido muy gratificante- escribo esta breve “pestelocada” de hoy.

 

Corriendo el riesgo de parecer pedante, puedo regresar y desandar los pasos por donde he venido ininterrumpidamente escribiendo, mayormente novelas y escudriñar como he planteado el asunto de escribir con seriedad -como un oficio-, desde la página en blanco para ir borroneado palabras y escribir y corregir diariamente, durante años…

 

Escribir literatura, para mí no significó tener que abandonar el trabajo que representaba la redacción, corrección y publicación de manuscritos de carácter científico, o sea, los trabajos de investigación. Aunque pueden establecerse paralelismos y hasta puntos de contacto, entre el oficio de escribir ciencia y literatura, hay una división formal entre estas dos maneras de escribir. Escribir literatura es algo totalmente diferente a esa pasión por la verdad que implica el ejercicio de redactar trabajos de investigación en ciencia, y he citado a Don Pío Baroja, escritor gipuzkoano quien también era médico y señaló una vez: “Soy un aficionado a la Biología; naturalmente sin un rigor completo, porque en literatura el rigor científico no puede existir”.

 

Escribir novelas es un reto a la imaginación, es un querer ser invencionero y escribidor de todas las cosas que asedian los muros de nuestra conciencia. El proceso de escribir novelas, debe tener un significado importante en mi vida y espero que estos comentarios puedan servir para quienes se interesen y algunos hasta se entusiasmen, en arriesgarse a perseguir esa aventura…

 

La novela es sin duda alguna, uno de los géneros más sensibles y más complejos de la literatura. Don Pio Baroja decía que la novela es “Multiforme y proteica” -“la novela lo abarca todo”- La novela podría definirse como la vida reinventada. Escribir una novela puede parecerse a componer música. La novela debe tener un tono y un ritmo determinado y el instrumento de cada obra, no es otro que: el lenguaje. 

 

Creo necesario decir que, entre los 10 y los 16 años leía mucho, y escribí muchas cosas, tantas que, si no fuese porque guardé por años algunas hasta esbozos de novelas, les juro que ahora creería que todo fue un invento, o que me traiciona la imaginación. Por esto puedo afirmar que el amor por la literatura se afianzó en mi tempranamente. Mis padres, ambos, nos llenaron de libros. Mi madre leía siempre y tocaba el piano, y desde muy niños, mis hermanos y yo, disfrutamos de la lectura.

 

En mi habitación compartida con mi hermano mayor existía una biblioteca presidida por los 12 tomos de la Historia Universal de Espasa Calpé, una colección de libros de Monteiro Lobato, un escritor brasileño, y además de haber manoseado desde los 7 años “el libro de Oro de los Niños” y muchos otros libros y novelas algunas de las que leía mi madre: todas estas cosas despertaron en mí el amor por la lectura.

 

Recuerdo a “Miguel Strogoff” de Verne, y todos sus libros, a “El último de los Mohicanos” de Fenimore Cooper, o “Los verdes años” y “La ciudadela” de AJ Cronin. Me veo releyendo a “David Coperfield” y a “Oliver Twist” de Dickens, y creo haber relatado como en esos años, me ilusionaba pensando en que cuando fuese grande, sería escritor. Después se me pasó todo aquello cuando empecé a estudiar Medicina, y finalmente la Patología y la investigación sobre la ultraestructura y los virus, absorbieron mi espíritu durante muchos-muchos años, creo que hasta el fanatismo.

 

En 1983, a los cuarenta y tres años, me supe hipertenso y sin saber por qué, calculando temeroso el espesor de mi ventrículo izquierdo imaginándolo inversamente proporcional a la vida que me restaba, en ese momento, sentí que lo más lamentables sería que nadie se enteraría de mis vivencias sobre una ardua lucha, que había librado durante siete increíbles años-(1968-1974)- en mi propia tierra zuliana, para hacer investigación con un microscopio electrónico y a pesar de lograr impresionantes resultados no logré convencer a los patólogos de mi terruño, de que valía la pena dedicarse a esos menesteres.


En aquella crisis ante la hipertensión, se me ocurrió pensar que la mejor manera de “echar el cuento” de lo sucedido, era creando una novela y pensé que, si la escribía, ocultaría los nombres y apellidos y todo iba a parecer producto de una calenturienta imaginación pues lo que había acontecido en aquellos años, me parecía ¡una pesadilla surrealista! De allí surgirían LaPeste Loca y La Entropia Tropical y lo demás ya es historia…

 

Ya en la capital, me acostumbré a decir que vivía “en el exilio” y comencé a escribir y a escribir - y nació un libro que mientras lo escribía, crecía como un monstruo de casi 500 páginas llenas de personajes, en una escritura intertextualizada, lúdica, con una historia mesopotámica que parecía parangonar a mi tierra natal con Babilonia y donde el doctor Ildemaro Torres-director de Cultura de la UCV-, la Licenciada Mariela Sánchez Urdaneta, y años más tarde, el escritor Eduardo Liendo me hicieron creer- que aquello que había escrito, y que yo denominaba “mi jerigonza apocalíptica”  - era, una novela.


En 1986 y ya dándole los últimos toques a “La Entropía Tropical”, me metí en un proyecto acariciado desde hacía varios años. Quería escribir una novela sobre Rafael Rangel, y el presidente Cipriano Castro como contrafigura, la novela culminaría con la peste bubónica en La Guaira, el suicidio de Rangel y el exilio para siempre de Cipriano Castro. Tres años de sucesos a comienzos del siglo XX corriendo paralelos a varias historias vivenciadas en los treinta años de nuestro sistema democrático: era algo desmesurado…. Así después de años de re escribir y de corregir nacería “La Peste Loca”, todo aquello se me había transformado en un hipertrófico manuscrito de más de 700 páginas, y me explicaron la imposibilidad para un autor desconocido, de publicar algo tan voluminoso. Separando la historia del pasado, y de la del período democrático, nacieron con “La Entropía Tropical”, “La Peste Loca” y “El movedizo encaje de los uveros”-


En 1994 mi novela “Escribir en La Habana” gano la Bienal José Rafael Pocaterra del Ateneo de Valencia, y en 1997 en otra Bienal de Literatura del Estado Falcón (Elías David Curiel) mi novela “Para subir al cielo…” también sería la ganadora. Estos galardones estimularon mi interés por la escritura como oficio desde aquellos ya lejanos días…

 

Siento que, si algo es crucial en el oficio de escribir, es que hay que hacerlo desde el fondo de cada quien; lograrlo desnudando el alma. Sin afanes de pedagogía, sin ideales políticos, sin proclamas reformistas, sin ser rebasado por lo sociológico o por sus propios conflictos. El estilo puede ser hiperbólico o puede existir economía de los medios de expresión, entendiendo que no es lo mismo ser simple que sencillo pues el lenguaje siempre habrá de ser claro y preciso.

 

Citaré unas frases sobre el oficio de escribir, en boca de una joven, personaje de mi novela “Escribir en la Habana”. Para escribir yo no quisiera plagiar la realidad, esa está en la prensa... ¿Recuerdan a Lavoe con y para que leer un periódico de ayer? …Yo no escribiré para relatar vivencias, una debe escribir para inventar la vida”.

 

Maracaibo, viernes 27 de diciembre del año 2024

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