Volvemos a hablar de la
inquietante relación de ‘control mental’ entre bichos y parásitos. En este blog nos hemos referido a especies
parasitarias de hongos, gusanos o avispas que tienen la capacidad de manipular
a sus huéspedes, transformándolos en auténticos muertos vivientes.
La primera evidencia de una relación parasitaria viene del mar y tiene
500 millones de años. Los restos de unos pequeños invertebrados llamados braquiópodos
que habitaron en el océano que ocupaba el actual sur de China. En lo que se
preserva de sus conchas se pueden identificar tubos mineralizados construidos
por pequeños gusanos que probablemente robaban el alimento de su huésped.
De los cerca de 7,7 millones de especies animales conocidas, se estima
que el 40% son parasitarias. La estrategia ha evolucionado, de forma
independiente, al menos 223 veces a lo largo de la historia. ¿Cómo han
desarrollado las diferentes estrategias controladoras? Weisberger responde que
“es difícil
saberlo porque el comportamiento parasitario es complejo y
muchas relaciones no se pueden replicar en un laboratorio”.
Puede existir una pequeña espora, diez veces más delgada que un cabello humano, pero le basta para convertirse
en una amenaza letal para una hormiga que al caminar sobre ella la minúscula célula
se ha pegado a su exoesqueleto, lo ha atravesado y ahora es un parásito que se va
a desarrollar dentro, creciendo hasta llegar al sistema nervioso de la hormiga
y en muy poco tiempo el hongo toma el control de la hormiga y la doblega a su
antojo. La hormiga muere y su verdugo, por fin, se manifiesta: y de la cabeza
del insecto brota imponente el tallo de un Ophiocordyceps
unilateralis, que ahora vuelve a liberar esporas que se dispersarán pacientes
hasta encontrar nuevas víctimas.
Este
hongo infeccioso, especializado en atacar hormigas,
alterar su comportamiento y utilizarlas para reproducirse, se hizo famoso en la
ficción por un videojuego y una serie de
televisión The Last of Us
ya mencionada en este blog (https://bit.ly/3FffWJ4). Sabemos
pues que hay hongos que
parasitan y zombifican a los animales y/o seres humanos. infectados
con Cordyceps. En la serie de HBO The Last Of Us, los Cordyceps,
son primos de los que van tras las hormigas. Pero no es el único parásito capaz
de controlar a su huésped. A los damnificados, se le ha denominado: insectos
zombi. Mostramos (ver) un hongo 'Ophiocordyceps' infecta a un insecto
hasta matarlo en una selva de Perú…
La periodista científica estadounidense Mindy Weisberger acaba de
publicar “Rise of the
Zombie Bugs” El ascenso de los bichos zombi,
editado en inglés por Johns Hopkins University Press y todavía sin traducción al
español, Este es un libro que explora el inquietante fenómeno de la zombificación en
la naturaleza, y lo hace con seriedad, lejos del espectáculo hollywoodense o de las series televisivas.
“Hay algo en los zombis que me resulta particularmente intrigante”, dice Weisberger en una entrevista con
el diario EL PAÍS desde Nueva York, donde vive y colabora con museos y
documentales de ciencia. “La idea de perder el libre albedrío, de que
algo externo controle tu cuerpo mientras sigues técnicamente con vida, es
inquietante”, añade. Los parásitos se reproducen
reescribiendo la neuroquímica de sus víctimas, transformándolas en “muertos
vivientes”. Virus, gusanos,
hongos o avispas. La lista de las especies zombificadoras fuera
de la ficción es larga y variopinta.
A pesar de que estas inquietantes relaciones entre especies existen y
tienen millones de años, la entomología aún no entiende del todo cómo
funcionan. “Los científicos apenas están empezando a
desentrañar los detalles. Cómo
manipulan, qué rutas químicas usan, qué mecanismos neuronales están
involucrados, todo es muy misterioso y fascinante”, explica la autora. Pero para
entender la zombificación, antes hay que aproximarse al
parasitismo.
El término “parásito” fue utilizado por primera vez en el siglo XVI y
sus orígenes se pueden rastrear al antiguo griego donde parasitos significa
“el
que come en la mesa de otro”. “Es distinto a una relación simbiótica
-escribe Weisberger- porque en esos casos ambos seres vivos
disfrutan de los beneficios. Cuando se trata de un parásito, él es el único que
se favorece con el arreglo”.
Un ejemplo casi cinematográfico
es el llamado “caracol zombi”. El
gusano Leucochloridium paradoxum comienza su vida en las heces
de las aves, donde sus huevos son ingeridos accidentalmente por un caracol. Las
aves, atraídas por el aspecto de oruga, lo picotean y los gusanos (ver) entran al sistema digestivo del animal.
Así, todo vuelve a comenzar. El Leucochloridium
paradoxum se encuentra normalmente en caracoles de tierra del
género Succinea donde
infecta los ojos del caracol anfitrión haciéndoles
parecerse a orugas o gusanos. El leucochloridium
paradoxum madura y pone huevos en su tubo digestivo
de las aves y más tarde son excretados en las heces del pájaro. Sobre este
extraño caso de aposematismo y del destino de los depredadores, hablamos ya (https://surl.li/vycwoc) en
este blog lapesteloca en agosto 2024. “Es un ciclo complejo, pero visualmente
impresionante y evolutivamente fascinante”, apunta Wesiberger.
Se sabe,
por ejemplo, que muchos zombificadores no introducen
sustancias nuevas en las víctimas, sino que manipulan la química ya presente en
sus anfitriones y la utilizan a su favor.
En otros casos, es directamente como si los “drogaran”, como sucede con las
avispas joya. Estos insectos convierten cucarachas en zombis funcionales, que
sirven de refugio viviente para sus larvas. En ocasiones, el proceso es
quirúrgico: la avispa primero pica a la cucaracha en el tórax, paralizando sus
patas delanteras. Luego, da un segundo aguijonazo directamente en el cerebro,
donde pasa a controlar la toma de decisiones y el instinto de
escape, por lo que la cucaracha obedece y termina siendo el
alimento fresco de las larvas de la avispa, que se la van comiendo viva.
“Aunque
esto es algo excepcional y en la mayoría de los casos no hay una bala de plata
química que explica el cambio de comportamiento”, apunta la autora. La exitosa adaptación
televisiva de The Last Of
Us, en el que una especie ficticia de hongos que desatan un
apocalipsis, reabrió un debate que, cada tanto, reaparece en algunos rincones
de internet. ¿Podría un parásito zombificar a una persona? “No,
no creo que tengamos que preocuparnos de una pandemia zombi fúngica”,
sentencia Weisberger. Los hongos no prosperan dentro de cuerpos con
temperaturas elevadas como los de los mamíferos. “De hecho, se cree que una de las
razones por las que evolucionamos con una temperatura corporal tan alta fue
justamente para protegernos contra infecciones fúngicas”, explica la
escritora.
Por ahora, los insectos son los únicos que deberían preocuparse por esos
hongos. Oscar Soriano, investigador del departamento de Biodiversidad y
Biología Evolutiva del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid,
coincide. “Veo más complicado que uno de
estos parásitos logre controlar estructuras más complejas, como el
cerebro de un mamífero”, asegura. Aunque matiza: “De todas formas, mira el efecto
que producen las drogas. Algunas manipulan el cerebro humano produciendo
alucinaciones y llevándole a actuar respecto a ellas. Tal vez solo es cuestión
de que aparezca la molécula correcta”.
Las relaciones entre parásitos e insectos zombi son mecanismos muy
precisos que han llevado millones de años de ensayo y error evolutivo.“Pensar que un parásito tan singular podría
de repente saltar y controlar un cerebro humano no tiene mucho sentido desde el
punto de vista evolutivo. Sería como tratar de usar una llave para una
cerradura completamente diferente”, concluye Weisberger.
Maracaibo, el martes 16 de julio del año 2025
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