sábado, 18 de diciembre de 2021

Sobre la novela (3)

 Sobre la novela (3)

 

Ya en esta tercera y última entrega sobre la escritura como oficio, recordaré que se requiere un estricto régimen de disciplina, el cual puede ser variable en sus formas pero que sin duda alguna, es indispensable, especialmente para quien se decide por la tarea de escribir novelas. Hay escritores rigurosos, quienes por su cuenta fijan horarios y hasta número de páginas a ser escritas en determinados períodos de tiempo; algunos de estos, trabajan como jornaleros, piensan posiblemente como decía Miguel Ángel Asturias que el escritor de novelas es la araña de la literatura”, los insignes trabajadores quienes a veces resultan ser, como dijera Carlos Fuentes que “no creen en la inspiración sino en las nalgas”. También existen otros escritores, más lentos, quienes se toman su tiempo, al estilo de algunos cuentistas como fueron Julio Garmendia o Augusto Monterroso, quienes produjeron sus grandes obras literarias pausadamente. Lo importante del tema es que para crear, para sentarse a escribir lo más importante es tener la voluntad de hacerlo.

 

Alejo Carpentier le confesó una vez a Antonia Palacios su sistema para haber creado esas sus obras de largo aliento, y decía él, que “el único secreto es la página diaria”. Cada una, sumada, va a hacer 365 páginas al año. Evidentemente, que hay que tener disciplina para cumplir diariamente con esa tarea pautada. Todo lo dicho, viene a reforzar lo antes expuesto y ratifica que para decidirse a escribir una novela, es muy importante la voluntad de querer hacerlo. Estos datos los obtuve hace ya unos cuantos años a través de nuestro escritor Eduardo Liendo.

 

No cabe duda de que el éxito de un escritor dependerá de su capacidad de convicción. Para esto, será importante la manera de enfocar el asunto que él tenga en mente. Bien sea fantasioso o realista, la verdad personal de quien escribe deberá prevalecer en el texto. Esta premisa puede sonar extraña pues cualquiera se preguntará ¿Cuánto de verdad y cuanto de ficción puede haber en un relato, o en una novela? El escritor, y en particular el escritor de novelas, estará muy atento, pues el camino para la creación de las mismas estará sembrado de trampas. No se debe escribir para relatar la vida, se tiene que escribir para inventar la vida. Así pues, el éxito de quien escribe dependerá de sus poderes para involucrar al lector, persuadirlo de lo que dice y para ello, repito que solo cuenta con las armas del lenguaje que habrá de usar para transformarlo en escritura.

 

Citaré de nuevo a Eduardo Liendo sobre el tema de lo real y lo ficticio. El escritor no puede dejarlo todo al capricho de su imaginación y saqueará constantemente la realidad real”. Así, con esa redundancia pareciera recordarnos que la realidad prevalecerá e igualmente refrendará su idea al expresar. “Podría decirse que la calidad de la imaginación es la levadura que puede producir una transmutación poética de la realidad”. Paradójicamente John Updike, escritor y periodista estadounidense, quien escribió 20 novelas, decía en Conversaciones de escritores. “Repudio cualquier conexión esencial entre mi vida y lo que escribo.” 

 

Para mí, personalmente, prefiero pensar que quien escribe debe sentir que está viviendo lo que relata. Si el escritor no se sumerge en su historia, sino la siente y la padece, le sucederá como al niño cuando su barco pirata zarandeado por un huracanado temporal se le trasforma en la realidad de su cama. Asediado en una trinchera, él deberá padecer como su personaje las consecuencias de sus actos. El lenguaje textual de una novela revelará un estado consciente e inconsciente del escritor, los símbolos y las metáforas que habitan en su mente habrán de transparentarse en su escritura. Por eso es que no habrá grandes diferencias entre las historias, bien sean reales o imaginarias, no podemos sustraernos al hecho bien conocido de que en ocasiones, la realidad supera con creces la ficción. 


 


”Escribir novelas en una actividad increíblemente íntima que te sumerge en el fondo de ti mismo y saca a la superficie tus fantasmas más ocultos”. E insiste Rosa Montero en afirmar que “Los fantasmas de escritor son aquellos personajes o situaciones que persiguen al autor como perros de presa a lo largo de todos sus libros”. Cuando nace la creación literaria, emerge en un espacio transicional, lo cual implica que el escritor para lograr convencer al lector debe percibir la situación que describe como si fuese real. Una novela puede parecer el resultado de una suma de historias, pero en el decir de Rosa Montero, “aunque cada autor tiene su ritmo, la redacción de una novela es un proceso muy lento”. Ella afirmaba cómo, “…yo suelo tardar tres o cuatro años y de ese tiempo, la mitad lo empleo en desarrollar la historia dentro de mi cabeza, tomando notas a mano en una infinidad de cuadernillos”. En “La loca de la casa” ella dice: “Estoy convencida de que por las noches cuando nos dormimos y empezamos a soñar, entramos en realidad en otra vida, en una existencia paralela que guarda su propia memoria, su causalidad enrevesada”…”ambas cosas, los sueños y las novelas, surgen del mismo estrato de la conciencia”.

 

Puede ser interesante recordar la novela  “Tiempo de silencio”, el primer intento sólido de ruptura con la estética realista en la literatura de España, entendiendo que en la novela de Martín-Santos hay una profunda reflexión sobre la realidad socio-cultural española, desde el hombre humilde e inculto hasta las clases sociales profesionales y ésta todavía conserva en su interior el germen de una atmósfera naturalista que viene de la posguerra. “Tiempo de silencio” fue publicada en 1962 con veinte páginas censuradas por el franquismo, y la edición definitiva salió en 1981. El autor innovaría en esta novela, utilizando tres personas narrativas, el monólogo interior, la segunda persona y el estilo indirecto libre, procedimientos narrativos que venían ensayándose en la novela europea desde James Joyce pero que eran ajenos al realismo social usado en la época. Todo ello contribuye a lo que el propio Martín-Santos llamaría "el realismo dialéctico". La novedad de “Tiempo de silencio” parece estar más en su forma y su estructura, en la técnica narrativa y en particular en su lenguaje, todas éstas cosas y bastante menos en su contenido”. Es novelística en español, por ello, es necesario señalar que la irrupción de Vargas Llosa, va a ser, sin duda para la novela de habla hispana, aunque posterior a la ya comentada novela de Martín-Santos, un factor determinante.

 

Vendrá a acontecer lo que Emir Rodríguez Monegal en 1972 denominaría “el boom”, un fenómeno que obedeció a una corriente que creo una especie de desintegración del canon novelesco que se daba en aquellos años sesenta. La concesión en 1962 del Premio Biblioteca Breve a Vargas Llosa, dará, en gran medida su inserción en el panorama de la novela peninsular. Es interesante entender que hablamos de un peruano Vargas Llosa, dos cubanos Cabrera Infante y Carpentier, un argentino Cortázar, un colombiano García Márquez, un mexicano Fuentes, un chileno Donoso y un venezolano González León. Estos ocho novelistas rellenaron un segmento que va desde 1962,  hasta 1969, el cual viene a cerrar José Donoso con su novela Coronación.

 

Mi consejo se debe a que como una consecuencia del bloqueo, (que no es la excusa del fidelismo y USA) se puede caer, al sentirse en lo que beisboleramente llaman en un  slump”, al pensar que las fuerzas le abandonan y caer en la tentación inicial de darle larga al trabajo para luego finalmente, decir que no era la intención, pero finalizar el asunto, abandonándolo. Esto sería ceder a la presión de “el dragón” y hay que entender primordialmente que si se quiere escribir, tiene que realizarse por el placer de hacerlo. Escribir debe ser un acto consciente y agradable donde inicialmente no debemos querer ver de inmediato el producto de lo que estamos elaborando, debemos aceptar a la escritura como parte del juego que constituirá todo el proceso  de lo que se estamos denominando “el oficio de escribir”.

 

Para llegar a un feliz término en la creación literaria, será necesario conciliar tres cosas fundamentales: paciencia, confianza y tiempo. Estas tres palabras tienen que ser realidades básicas y fundamentales. Ellas solo se asimilarán con el ejercicio de otra virtud capital, la disciplina. Estas virtudes que deberán irse consolidando en el tiempo, y tendrán que ser examinadas concienzudamente para finalmente ser aceptadas si se quiere emprender la tarea de escribir como oficio. Quien se propone a escribir una novela debe entender que él se ha de trasformar en un creador. Él tendrá que poseer una imaginación fértil que logre inventar situaciones y episodios de los que él mismo estará consciente, pero de los que puede ser que no tenga muy claras las motivaciones de su creación, estas usualmente le llegarán desde muy adentro de sí mismo, y representan la voz de su inconsciente.

 

Como hacen los buenos actores cuando tienen que representar a ciertos personajes y para poder hacerlo magistralmente entran en un estado de concentración muy particular, un trance que podría verse como de locura puesto que deben dejar de ser ellos mismos, así como quien padece una especie de rapto de esquizofrenia transitoria, durante la creación literaria el escritor deberá lograr un estado de búsqueda entre ser él mismo y ser a la vez otro, u otros, los personajes de su obra. El escritor necesita vivir dentro de sus personajes, pensar como ellos, sufrir, amar y hasta morir con ellos. Lograr esto y ponerlo por escrito con niveles de excelencia no es tarea fácil. Hay algo especial que diferencia al escritor del actor, es su pasión por la palabra escrita, por el lenguaje literario.

 

La creación literaria es una labor individual, y ella va a depender de procesos introspectivos personales que a su vez deberán ser extrovertidos en palabras escritas, algo que es más difícil aún. Ante los miedos y las dudas pueden muchas cosas querer emerger del inconsciente, y el escritor necesitará dejar que fluyan, que los fantasmas afloren, que broten esas ideas ocultas hasta comprender que la novela, no es tanto de quien la escribe, deberá ser más bien de los personajes que por ella transitan, y el escritor como amanuense gratuito, irá traduciendo y plasmando en letras sobre páginas en blanco o rayadas, lo que sus personajes les muestren al ir viviendo.

 

Al final el producto deberá ser más de los lectores que de sus autores… Esta es una opinión personal mía. y lo he escrito y publicado desde 2014 en este blog, por lo que le ruego al lector me excuse si he sido fastidioso reiterando estos conceptos que solo aspiraba sirviesen de ayuda a quienes se inician en el arte de escribir y especialmente, de escribir novelas.

 

Maracaibo sábado 18 de diciembre del año 2021

 

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